Con los Stags pasa lo mismo que con los baterías de Gog y las Hienas Telepáticas. Conviene no cogerles cariño. Viene a cuento por su convocatoria en la XVIII, un montón de caras nuevas, chavales blondos enviados al frente para mayor gloria del Imperio. No aprendan sus nombres. Para la próxima edición tendrán otros jugadores y otros tatuajes. Por parte galega, os Porcos Bravos se presentaron en la plomiza Sheffield con un equipo de pompas y circunstancias. Sólo un jugador repetía respecto a la alineación titular de la XVII. El resto, veteranos con la mirada de los 1000 metros y, noveles adoctrinados en la Causa desde la más tierna edad. Formados los equipos en el patio de la cárcel se iniciaron las hostilidades. Los locales, más acostumbrados a dar pelotazos contra la pared, se pusieron pronto por delante. Los galaicos, se fajaban como podían, pero por cada hostia que metían, recibían tres. Así la cosa, entre nervios y gritos, se puso 3 a 1 para los hijos de la Pérfida, y las casas de apuestas ya dieron todo el pescado por vendido mientras la grada entonaba el God Save The King. Con lo que no contaban, y eso que están más que escarmentados, era con el genio táctico del Main. Éste bostezó, hizo los primeros cambios, adelantó la posición de Nacho, consiguió que Gascoigne hablase fugazmente con acento gallego, descuidó su defensa hasta límites kamikazes. El grito de batalla fue: sí vamos a morir, que sea en su área. Y cambia la marea. La Black Death empieza a cosechar ingleses. Ya todas las ocasiones visten de negro. Y van cayendo los goles. Del tres a uno al 3-5. No hay quinto malo y lo marca Sergio, que a medida que aumenta su legión de detractores, aumenta su número de goles. El equipo Stag está grogui. Os Porcos se permiten entonces mover el balón con una calidad que no se veía en las Islas desde el famoso passing game del todopoderoso Liverpool de los 80's. Carrillo, Moldes, Gael, Billy, y Xandre que ya juega con sombrero, están honrando la camiseta que llevan y haciendo un partidazo. Quedan 4 minutos para el pitido final y parece que el juego ahora se llama perseguir sombras. Pero hete aquí que Sava, a la postre Larry Bowles del chorromoco, decide añadir un gol a su intachable partido. El problema es que confunde la portería. Los de Sheffield aceptan el regalo y embisten con furia de casaca roja contra el marco de Barry Milk que vuelve a ganarse el sueldo y a jugarse el físico. El tramo final es de locos. De la penitenciaría al manicomio. Shabba puede empatar en la última jugada. No lo hace. El silencio que sigue al pitido del árbitro es grito suficiente. El anfitrión trata de asimilar la nueva derrota. Su lenguaje corporal lo dice todo. No se lo esperaban, no. La Manada ha vuelto a clavar el estandarte del Cuervo por cuarta vez en su historia, segunda vez consecutiva.
A lo lejos, alguien empieza a silbar Always look on the bright side of life, mientras el Main, que se está entregando la Cup a sí mismo, nos avisa: "Sin euforias. Esto ya pasó. Hay que empezar a ganar la XIX".
Nos toca el puesto del Alba.
Se tiene lo que se nombra.Aquí va a ir la crónica irrefutable de la XVIII.Qué acabará pariendo 1000 comentarios, o más.Pero no va a ser hoy. Será otro día con más luz y menos brumas.Recuerden: Sheffield Stags 4- Porcos Bravos 5.