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Un Ocaso De Mayo, Un Cielo Lechoso De Cantos Afilados Como Una Hoja De Papel Higiénico.

El inglés es demasiado insular para una isla

¿La gloria va por los caminos del adiós?, ¿Dónde están las montañas, dónde están los presurosos ríos, los lagos estáticos, los negros bosques, los ciervos de largos cuernos, y las nubes henchidas de lluvia colgando del cielo como pesadas cortinas de damasco?, ¿Dónde coño han ido los patos de la matanza lacustre?

Quedan ya distantes, allende el linde de Yardley Gobion, las casas inglesas construidas con ladrillos bien escuadrados, bien cocidos, bien alineados uno junto al otro, uno encima de otro, rojos y ahumados como las túnicas escarlatas de la infantería de Wellington, por el humo de las batallas.

Vistas en medio de la niebla de Liverpool o de Sheffield, de Bristol o de Lincoln, las casas inglesas recuerdas los famosos cuadros de tropas en la lúgubre llanura de Waterloo. Casas de ladrillos todos iguales, construidas con poco cemento, tan poco que no se vea. (También el Imperio Británico está construido todo de ladrillos de arriba abajo). Y el cemento no se ve. Arte suma del albañil prudente ese de ocultar el cemento. Suma arte del stag es no seguir el ejemplo de sus ancestros y llevar escondidos más de 5 años.

Rubios o calvos, los ingleses desembarcaban en Galiza como si descendiesen de una nube. En el agua límpida de sus ojos resplandece ciertamente un reflejo de cielo, o mejor dicho, un reflejo del cielo. Pasearon entre nosotros como si estuviesen encerrados en una invisible armadura. Iban distraídos y sonrientes, con la cabeza ligeramente ladeada sobre el hombro, como escuchando voces altas y lejanas. Pero eso fue hace tiempo. Nada les afecta, nada les conmueve. Ni una palabra, ni una sonrisa, ni un rayo de sol, logran atravesar el acero transparente de esa invisible armadura, ni herirles el corazón. Impenetrables e impasibles, devuelven nuestros sentimientos y nuestras ideas como un espejo las imágenes. La leyenda de su invulnerabilidad frente a las cosas humanas estaba tan difundida en tiempos en Europa y en el resto del inmundo Mundo, que se creía comúnmente que ni tan siquiera una bala de fusil lograba arañarles. «Es preciso ganarles dos veces», decían de ellos los veteranos de las primeras ediciones. Lo cual puede considerarse como un elogio de los ingleses y a la de un testimonio de su naturaleza sobrehumana. No tan solo eran valerosos, sino diehards, reacios a perder, si no propiamente inmortales. Pero, más que a las patadas de los gallegos, son impenetrables a las ideas. Puesto que si ha ocurrido con frecuencia, en el curso de los siglos, ver ingleses morir de un balazo, jamás se ha dado el caso de que un hijo de Albión fuese muerto por una idea.

¿Qué cosa son los ingleses? Eterna pregunta. ¿Son hombres o bestias? La historia de la Anglogalician sería fácil de comprender si los ingleses perteneciesen a la familia de los salmones. Más, ¿qué cosa serán, pues si no son ni carne ni pescado?

La situación de privilegio de que gozan los animales en Inglaterra, y su influencia en las costumbres, los prejuicios y las opiniones corrientes, no puede sorprender, cuando se piensa que para los hijos de Albión no existen en el mundo más que dos pueblos verdadera y superiormente civilizados: los ingleses y los animales.

La soledad de los ingleses es toda así: oprimida por nubes foscas, inmersa en una niebla amarilla, ennegrecida por el humo de un perpetuo incendio.

Los hijos de Albión pueden modificar la naturaleza de las leyes, pero jamás las leyes de la naturaleza. Britannia may rule the waves, but she cannot waive the rules. Un vuelo de cuervos nos acompaña rozando las ondas con las alas extendidas.

Allá arriba donde le Main, en un viaje hiperbóreo, oyó hablar de la última Thule, y conoció por primera vez la alegría indómita de los hombres, alguien concluyó que la raza inglesa es la más blanca de todas y que la voz de los hijos de Albión es la voz más blanca del mundo. Se equivocaba.

La hierba al pie de las columnas es suave a la mirada, como un hooligan salido de los pubs.