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The Porco Fenian's Burden. Lo que el Viento del Norte no lleva.




Vendrá el hombre de negro y tendrá los ojos de los primogénitos. Enarbolará su enorme aparato para acallar sus lamentos. Cincelará sus cuerpos a base de dietas atlánticas para preparar la llegada de la nueva era del porcobravismo. “Me gusta la decadencia pero no tanto”, se dice Saturno mientras mastica la carne mórbida de los hijos. Baraja planes: levas, genocidio, eugenesia… Por increíble que parezca solo atisba una solución: hay que fichar a un negro. Fútbol es fútbol, decía aquel, y la raza gallega está degenerada.

El primer chaval llegó a Bon en el verano de 2016. La humillación sufrida unos meses antes en la XIII, con una cómoda victoria inglesa a domicilio, había provocado la espantada de los patrocinadores y la peor crisis del equipo hasta la fecha. La continuidad de la competición misma peligraba. Esto no hizo si no enardecer la vehemencia del Main, si algo así es posible. Durante toda la primavera sembró su fe y aplicó el rodillo para acallar las protestas, al tiempo que recaudaba fondos para sufragar la operación.

El fichaje se formalizó en el mes de junio tras una intensa búsqueda que culminó con un viaje a Cuba financiado por el gremio piontante de Avión. En Cuba se encontraba el último descendiente de la pontevedresa Elvira Palmou, cuya hija Adalilia se había casado con un negro aspirante a boxeador profesional que murió aplastado por la letra ele del rótulo de un hotel la noche en que Gutiérrez Menoyo entró en La Habana. Los revolucionarios que estaban desmantelando el inmueble se confabularon para no delatar al culpable, y Adalilia hubo de conformarse con la promesa de una pensión de viudedad que nunca llegó y la semilla de una hija a la que nunca iba a querer por serlo también de la revolución. Luego, esa mulata huérfana de padre y falta de afecto concibió, ya en 1999, con cuarenta años cumplidos y un porvenir pésimo (corría el período especial), al pequeño Aniv de la Rev. Con tan caprichoso nombre, a todas luces una afrenta a la madre, se dio a conocer el no menos caprichoso objetivo de un Main tan desaforado en su empeño que logró generar entre los seguidores de la AGC una expectación complaciente. “Lo de blanco era por el merengue”, llegó a decir alguno. “No todo el mundo bebe cerveza todo el tiempo”, apuntaban otros. “El rumor está en las calles”, admitieron todos al ver que la cosa ya era irreversible. En cualquier caso, de pronto Galizalbión se llenó de negros. La facción verde del gobierno denunció la amenaza para el ecosistema. Al contrario que los homosexuales y los abstemios, que pasaban desapercibidos entre la concurrencia, los negros se hacían notar, tenían su jerga, sus maneras… y el que no era esbelto y atlético estaba bien dotado. Ciertamente el odio racial está asegurado cuando gente como Ignatius Sancho, Anténor Firmin o Keorapetse Kgositsile se están follando a las tías más míticas de tu pueblo. Robert Parish y Richard Pryor, por ejemplo, apostaron a ver quién se tiraba antes a todas las ex de Bill Laimbeer. La masa furibunda no tardó en dirigir su ira hacia el reciente fichaje, que se encontró sin apoyo alguno entre la porcallada. Y, naturalmente, el cubano fracasó.

El Main se sintió muy satisfecho. El Main alberga intereses ocultos, persigue fines inescrutables. El Main es teleológico hasta en su manera de beber cerveza (esto no es fábula, está recogido en las crónicas). Los porcos perdieron la edición en que debutó Aniv de la Rev, la XIV, pero ganaron las cuatro siguientes y más tarde lograron una victoria histórica en la XX, con Aniv de la Rev animando desde el banquillo como el que más. El recto camino no siempre es el más corto. El Main adoptó al chaval y, aunque quería llamarlo Miércoles, le dejó conservar su nombre.