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Arrojémoslos Más Allá De La Novena Ola



Me acerqué a observar los esqueletos de las ruedas que estaban recostadas en la cuneta de las ediciones pasadas. Somos puntos de la circunferencia de una rueda, recordé. Aún sin enllantar, los rayos encastrados en la pina daban a las piezas cierta reminiscencia marcial, cierta evocación de rueda de guerra y conquista, de derrota y alegría. He venido a ser hermano de los dragones, y compañero de los búhos, aullé. Después nos tocará a nosotros hacerlas girar, ofrecer sudor, huesos rotos, sangre de estirpe, aliento a cerveza. Sí, giraremos hacia la victoria porque quiero mirar a los ojos a los hijos ingleses del Ciervo, necesito este triunfo más que nunca a pesar de que más de una vez me he preguntado si hice bien en ocupar el puesto en la vanguardia de la jauría. Creo que en el fondo no elegí este camino, este lugar. Me alistaron y con el tiempo me lo creí. Lo llevo tatuado en mi abismo.

¿Alguien elige su camino? ¿Alguien puede creer que eligió su ruta entre tanto laberinto, entre la infinidad de pequeños sucesos que nos rodean y empujan? ¿Alguien se echa una siesta dos veces en días como este?

Ahora es tarde para el remordimiento. Todos buscamos compañías para formar soledades mayores. Vine a dar aquí y voy a dejar todo empujando la Máquina, alimentando la Bestia. Seré un digno Porco Bravo; rodaremos hacia la XVII, seremos fieles a la ambición que siempre ha movido a la Anglogalician por encima de los cadáveres de los pusilánimes, de los purgados y de los traidores, hasta dejarnos al borde del precipicio de otra edición al filo de la navaja




El Juez de todo el Chorromoco, 
¿no ha de hacer lo que es justo?