header-photo

Los Montaraces De La Osa Mayor

Hace ya mucho tiempo que camino hacia el Norte, entre tractores en llamas y folerpas huérfanas.

Hace ya mucho tiempo que camino contra el Norte, como un viajero gris confederado desafiante entre la niebla.

Una verdad cifrada en XVII ediciones dejé atrás: el humo de los brezos, el rojo de los acebos, y la alegría fugaz de la cerveza, os la revelarán algún día.

En el camino del Norte, sin embargo, sólo los más valientes me acompañan.

Marchamos a la intemperie de las noches hiemales.

Les digo este relato para recordadles que su obligación es subir y combatir a nuestro lado.

En nuestras cabezas braman los vendavales, en nuestros ojos juguetean los relámpagos, bailan las nubes y se ríen las estrellas.

Malo será que no ganemos.



De La Matanza De Ciervos Como Trámite Administrativo. La Décima Cayó En Campañó.

La Anglogalician es un orgulloso vector temporal retorcido y críptico que avanza en espiral hacia el pasado y retrocede hacia el futuro.


¿No estaba prohibida la publicidad?

Las piezas de caza se clasificarán en dos grupos: caza mayor y caza menor. Tendrán la consideración de piezas de caza mayor el stag, el ciervo, o cervo, el baldragas, el correveidile, el procrastinador, el tóxico, el pelador de camedrios y cuantas especies sean declaradas como tales por el Rodillarato.

La otra crónica, la escrita según el tradicional método galeguidade ao pao, informa:


Porcos Bravos 11 - Sheffield Stags 1

Os Porcos Bravos: Manu Blondo (Gk); Frank (1); Nacho; Del Río; Sergio (3); Billy (2); Anxo; Xandre; Rivas (1); Pedrinho; Peter Rojo; Martín Fisher (1); Guille (2); David (1), J. Toti (1); Gael.

The Sheffield Stags: Gallo (Gk);Thomo; Shabba; Nunu; Dick Walsall; Schofe; Machen; PK; Whysall; Pátraicc Úa Muirgheasa (1).


Venue: Estrenamos campo. Agüeiros, en Campañó. Merecía el Pritzker pero... 32º putos grados na Galiza que estrena outubro. Para que luego nieguen el cambio climático. Campo en perfectas condiciones.


Attendance: 400 privilegiados en las gradas. Willy Sifones asiste de incógnito. O eso cree él.

Uniformes: Os Porcos Bravos visten de negro Nasa, con el jabalí blanco de Ricardo III como escudo. Un apaño que deviene en icono instantáneo.

Los stags, que volvían a Galiza siete años después, visten un inclasificable uniforme con distintas tonalidades de verde. Ya saben que la esperanza es una puta vestida de ese color.

El Laurence Bowles (o es ya el presente Colin Davies?) al mejor jugador porcobravo es ex aequo para Billy (Álvaro), Guille y Gael. Este último, cuando empezamos a disputar la Anglogalician, no había nacido. Cavilen sobre ello.

El Derek Dooley's Left Leg al mejor jugador inglés, es para el gran Gallo. Ocupó la portería de forma accidental pero no se notó. Sin su buen quehacer, los stags se llevan 20 en un saco.

Árbitro: Afortunadamente para los de negro, no fue Wayne Barnes que debe sufrir de melanofobia. Con este tipo al pito, igual el resultado hubiese variado en cantidad.

El Dato: Se reanudó la Anglogalician Cup después de cuatro años de langosta. El virus chino, el diablo y el alcohol se llevaron al resto.

Os Porcos Bravos se alejan. 10 triunfos a 7. Nunca habían tenido tres partidos de ventaja. Contando además con la particularidad que nueve ediciones se han disputado en Inglaterra por sólo 8 en Galiza. En la XVIII, buscarán lo nunca visto en la competición. Ganar 4 ediciones consecutivas.

La AngloGalician no es un pasatiempo, es un Compromiso.

Os Porcos Bravos lo han entendido a la perfección en estos años de parón biológico, y han confeccionado la mejor plantilla de su historia. Lo tiene todo: veteranos curtidos, talento, juventud y temeridad.

El bando inglés, en cambio, ha pagado un alto precio por sus convulsiones internas. Ningún proyecto prospera en la tierra baldía del enfrentamiento cainita. Habían arreglado la parcela deportiva con Lee Gordon y sus gladiadores, pero no todo lo demás. Y así les fue. Cuanto antes empiecen su enésima reconstrucción, mejor para todos. El tema es que regresaron a Galiza por primera vez desde la década pasada, con uno de los equipos más flojos que se les recuerda. Recurrieron al comodín de un puñado de valientes expats, que saltaron sobre Campañó como los paracas en Dien Bien Phu, y con igual suerte.

La XVII en esencia, ni tuvo épica ni fue disputada. La manada local jugó con la verticalidad sin freno del rayo. Asedió a los Stags desde el inicio, marcó 4 goles en la primera parte que pudieron ser una docena, y a pesar del alud de caras nuevas en su equipo de gala, se mostró muy cómodo en el agresivo planteamiento del 2-3-2 que ha diseñado el Main.

Los de verde, que apenas soportaron el tórrido clima, bastante hicieron con defender con cierta dignidad su portería y evitar males mayores más allá de la desgraciada lesión de Dick Walsall.

La segunda parte sirvió, entre otras muchas cosas, para:
Que os Porcos Bravos exhibieran la profundidad de su banquillo, haciendo un siete.
Un irlandés que es seguidor del Leeds United lograse el gol del honor de los ingleses.
Sergio sacase un conejo de la chistera.
Martín Fisher nos demostrase que va seguir goleando hasta los 80 años.

Ahora toca preparar la XVIII. La cábala nos dice que el Nordeste inglés es territorio comanche para os galegos. Tres viajes, tres derrotas.

Pero el relámpago, ¿Qué nos dice el relámpago?

Wild Samhuinn In A Northern Sea Of Flickering Pumpkins

Mild Swimming 
Immersing oneself in new pools or other water courses is part of an urban adventure designed to be somewhat exhilarating but not as outlandish or unrealisable as an advertisement of the same theme might suggest. A reasonable lack of concern over being an unofficial member of the misadventure club is an essential part of the freedom of the individual. Going into public spaces wholly unfamiliar, excepting for the extant erudition and information of an Ordnance Survey map or Google Earth, can be frightening and exhilarating as long as you remember to remain aware of the possibilities of undercurrents, objets d'art and real sodden paraphernalia that may obstruct one's freestyle experience. Watering holes can have hidden depths, so modest excitement can be gleaned from fathoming out just how many monkey wrenches might emerge to menacingly grip one's nuts and prompt one to bolt for the fire exit aflame with fear and smokey trauma.
Moon-bathing is a romantic ideal, so midday sun-dipping is usually recommended for urban mild swimming in worlds where happiness can be all too virtual but anxiety and nervousness can be all too real. So, despite the effects of a spectacularly classic modern summer's day wherein cat's and dog's tongues hang out like eager, flesh coloured washing, one can seek the cooling shade of a classic and/or modern watering hole, the likes of which may not have been fully discovered, except by its regular mappers. In the modern British summers, it might merely be a desire to whet one's whistle to avoid getting one's whistle wet in a sudden, BBC-strength squall that has rain spitting through the winds at the earth at a belligerent forty-five degree angle. 

 

CASTLE & ANCHOR, 2 Church Road, Stockton-on-Tees.
A modestly sized establishment on a very busy corner where you can see important veins pumping on the roads of downtown Stockton. The furniture has been rearranged and there's still a feel of recent caulking intended to keep the place afloat in a sea of competitive modernisation. The internal views are enhanced by TVs displaying aspects of the world of sport, possibly to deflect from seeing the church across the road and any consequent contemplation of something more than sporting good and bad fortune. Archived and resolved contests of the beautiful game and current cards from the sport of Kings, Queens and still hopeful sections of the various British classes can be seen from every vantage point throughout the pub.
The upgrade of the husk means the regular, common folk can continue their conversations from the past about the new, technological miasma of plasma that shows the outside from a very well established inside. The pub also has a steady rhythm of humdrum popular music, which creates an ambivalent vibe. The prices are very reasonable in the current climate, and the staff are easily pleasant to all and sundry. This place is a solid house of commonplace affability in a Stockton currently in the eye of a storm of redevelopment.

THE ROYAL OAK, 20 High Street, Stockton-on-Tees. Just beyond the aforementioned Church Road in the heart of Stockton town.
The previous theme of necessary rejuvenation is evident in this pub, upgrading having taken place from its former historical, somewhat vibrant character. The bar is bigger than most and has two guest ale pumps amongst a plethora of popular, everyday beers, lagers and ciders. The furniture is still very comfortable, combining old wood and more modern surfaces very well. This pub, again, has a notable number of TVs dotted around the dark wooden walls, and plays popular but not pop music at a level where you can still talk and listen to the exchanges of clearly frequent clientele. The atmosphere retains a feeling of enduring steadiness under the consistent shadow of economic pressures to evolve, to develop a sense of generic salubriousness. The prices are reasonably comparable to the Castle & Anchor. My visit saw me take up a welcoming window seat that enveloped me like a satiated Venus flytrap. I was able to see the local theatre The Globe from this vantage point whilst quietly quaffing a half of Birra Moretti.

THE SUN INN, Knowles Street, Stockton-on-Tees. Less than a stone’s throw from the Royal Oak.
A small, cosy regular Cider With Rosie kitchen feel with obvious regulars already installed in their apparently appointed places, chatting about old world subjects whilst stealing a glance at the modestly sized TVs on the walls reliving moments of good and bad luck in repeats of already run races. The person serving at the small bar was very welcoming and greeted me as a stranger with a good-natured, cheeky ice breaker to put me at ease amongst the decorative red cross-hairs whose presence made an uncomfortable point of focus for anyone visiting from the not too distant future. The pub is well connected to community agencies and has music nights at weekends.
There was an undercurrent of a group identity of somewhat parochial protective mien. The obvious regulars were very comfortable with their positions, and their long in the tooth easy habitual socialising. The primarily liquid victuals on offer were the nationally identifiable session drinks but there were bar snacks available to round off the experience. 

The three Stockton-based mild swimming locations had a theme in common, that of being economically evolved to accommodate temporal compromise so as to appeal to visitors and indigenous alike. The first two particularly had necessary ambivalence to the common purpose of public places and coercive zeitgeist. All three shared an existentially lexically compromise to the point where community responsively shields itself from wider collective psychological tropes.

All three had walls which, could they talk, would regale any listener with tales of yore that might encourage, through their vital, shared voice, fresh thought and more active cognition and comprehension of the existential experience of mild swimming.

THE STOCKTON, 122 High Street, Redcar.
This pub has grand old furniture, an old-style wooden bar, new TVs on a number of the wood panelling walls and good old fashioned prices.
It has an appeal for regulars in its upgrading to visual information while retaining a tangible reminiscence of older and apparently simpler times.
The pub also has a significant amount of natural light as the summer sun is welcomed in by windows which are on the generous side. Looking onto a small beer garden the large back window resembling a lazy eye – a very large TV half obscures it - allows enough light to read any racing card by.
Although it has a couple of modern flashing-light gaming machines, one can still 'hear the gentle sound' of its regulars handing over their noiseless tenners to continue what are now seen as antiquated ways and wishes to maintain a slightly uneasy status quo. The limited, staple bar, however, means that only the diehard customers might get whatever they want, as there is no evidence of beautiful, mythical sirens pouring out their ambiguous promises from the mainstream pumps. Although I was satisfied by a high quality draught Guinness on offer.

PIG & WHISTLE, 27 Station Road, Redcar.
This pub is quietly confident of its particular and olde worlde feel: the furniture is unashamedly old and very comfortable for an extended stay. It resembles a museum with its different rooms and it has a double-faced bar to easily serve all of the various places a visitor can ensconce themselves.
Two of the rooms are reminiscent of old 'snugs' and have many pictures of old Redcar and paintings and photos of local historical referents. Only one of the compact rooms has a discreet TV that can be turned on by request, so you don't need to evoke moving images of the outside world if not desired. The main bar room has an extended area where pool can be played without distraction. This bar space also has the locals who congregate during the day time even when visitors are scarce. One drawback with this pub might be identified by the limited range of drinks on offer but one could easily feel inclined to compromise in favour of spending time in the understated convivial atmosphere.

O'GRADY'S, 18-20 Queen Street, Redcar
An Irish welcome to all-comers is offered by a well-appointed, tastefully furnished repro watering hole that serves an extensive menu of food at reasonable prices.
It has two ale pumps living alongside the customary typicals, as well as a number of significant TVs informing of the outside world of sports. There's no music in the background as the TVs have low but audible sound for those interested in the various events covered.
The layout is constituted of primarily restaurant style tables as it is also an active hotel which provides victuals for temporary residents visiting Redcar and the wider north east coast, and anyone wanting to go through an absurdist defamiliarisation of a place they live in. Its three-pronged character (pub/hotel/restaurant) means it can be confident of significant numbers of regular and irregular customers throughout the year. This place has a certain charm about it with its nicely adorned decoration coupled with genial snippets of Irish-Gaelic wisdom on the walls, and it can boast a general sense of openness that means it can flourish in the present conditions without need for any further upgrades. 


The timings of visits to these urban mild swimming holes create a kind of Jekyll and Hyde character to proceedings. Afternoons would be the Dr Jekyll as chemical experimentation is sparsely undertaken by mostly economically inactive swimmers, treading water, still staring at a starless firmament. Evenings would be the Mr Hyde aspect as dilettante debaters might raise their lubricated volubility tussling over a chair whose status is worthy of scrutiny: one arguing that the chair is freer than they feel, the other countering with a form of quantum of solace view that although empty, the chair is not free but merely physically bound by well established rules of existence.
Afternoons see somewhat tentative ripples of conversation between groups which are common to the place and are aware of the place being very common to them, without any accompanying Aaron Copland or ELP fanfare.
Afternoons are for wandering anthropologists and unattached individuals sheltering from various existential climatic variations. Evenings are for the bravest of observers whose vitality of experience is more visceral than cerebral. These timid excerpts of mild swimming are from afternoons.


Algún Día Drenarán El Gafos. Lo Que Los Patos Sospechan Y Los Cisnes Callan.

La adicción supone buscar consuelo en aquello que te destruye.




Programa Oficial de la XVII Edición.

30 Setembro.

13.13 Comida enxebre pangalaica na Paloma (The Dove)

15.01 Primer Run Amok por las cenizas de lo que alguna vez fuimos. 

19.06 Los supervivientes y las tropas de refresco se encuentran no SoulBeer.

20.27 Desalmados, nigromantes, pendencieros y náufragos, irán a cenar al Muelle.

21.38 Segundo Run Amok por los clásicos de Loresgrado.


1 Outubro. Hoy es el Día que alimentamos a la Bestia.

12.03 Veteranos contra noveles. The Anglogalician se estrena en Agüeiros (Campañó). Alabado por sus indudables cualidades arquitectónicas, el campo será testigo de la eterna confrontación entre lo nuevo y lo viejo. Os Porcos Bravos buscan la Décima. Los casaca rojas, capitidisminuidos, el rayo verde. Hará calor y no tendrá nuestros ojos.

14.34 Tercer Tiempo Nasantiña. Si os suena el local, es que ya estuvimos aquí. Pero ahora tiene otro nombre y otras reglas.

17.00 Pontevedra-Guijuelo. Partido de Segunda Federación, que viene a ser la cuarta categoría del fútbol estatal. La ciudad del equipo visitante es famosa por su jamón. Pocas veces está mejor dicho eso del Hai Que Roelo.

19.29 Terceiro Run Amok polo lusco e fusco das nosas redencións.


2 Outubro

11.07 Road to the Marcas Boniatas. Ægir nos regale 9 olas y ninguna situación embarazosa.

19.06 TaberNasa. Acústico de Arthur Thin, leyenda musical de la competición, y ceremonia oficial de clausura de la XVII.


3 Outubro

10.55 Desayuno cervecero en el Hotel Dabarca, que es el tradicional campamento base de los Stags de Sheffield cada vez que visitan la fermosa Pontevedra. Se hará balance, habrá promesas, se perdonarán 7 años de ausencia, y se avivará el fuego de la XVIII.




E coma sempre o de sempre, Galiza Über Alles.

La Tradición Se Alimenta De Años

Después de tanto silencio y barro en las estrellas del Norte


Distancia: ¿kilómetros y kilómetros entre Sheffield y las Marcas Boniatas?
Nos han dispersado, trasplantado, purgado, ahorcado, nos han pegado duro ¡y qué bien aún estamos en los lejanos horizontes teñidos de rojo!

¿Distancia y lejanías? Mar mediante.

Amputaron manos y pezuñas, lapidaron unicornios, sin saber lo que nunca destruirían: la Anglogalician.

¿Conspiradores y lejanías? Ostracismo en Galizalbion.
Nos sepultaron; nos perdieron por los tugurios de las latitudes: disgregados como huérfanas, conduciendo tractores en llamas. Del tiempo sin crepúsculo, la amenaza terrible.

¿Cuál es, pero cuál es, el día de la XVII?

Los Stags de Sheffield regresan a Galiza 7 años después.

Este cabello gris confederado que exhibe la competición es victoria de las fuerzas inmortales.

O Fútbol É A Guerra Por Outros Medios. De Berserkers, Nobres Franceses Psicópatas e Outras Especies (Bravas)


En “Fanged Noumena” o libro que recopila en castelán parte dos escritos do filósofo inglés Nick Land (o pai do “aceleracionismo”), aparece un texto titulado “Despois da lei”, no cal o autor traza unha reflexión sobre os asasinatos atroces de Gilles de Rais durante o século XV. A partir dos escritos de Bataille -en especial os de “A parte maldita”-, Land traza un retrato moi atinado sobre as accións de Gilles de Rai e o seu significado no seu contexto histórico. Di Land: “co protestantismo histórico, as válvulas de escape transgresoras da sociedade son desritualizadas e expostas a unha condena efectiva, unha tendencia que culmina coas explosións de atrocidade asociada cos escritos do Marqués de Sade a finais do século XVIII e, case tres séculos antes, coa vida de Gilles de Rais”. Fillo dos nobles Guy de Laval e Marie de Craon, de Rais pasou a súa mocidade facendo o que se supón que debían facer os nobres da súa época: guerreando e dilapidando a inmensa fortuna herdada dos seus pais. Land, citando a Bataille di: “a traxedia de De Rais, que Bataille extende ao conxunto da nobreza, foi a de vivir a transición da sociedade suntuaria á racional; e dende o seu nacemento adicouse ao militarismo insensato da aristocracia frances que Bataiile resume coa seguinte fórmula: «Así como o home sen privilexios víase reducido á obriga de traballar, o privilexiado debía facer a guerra» […] Máis importante foi o fluxo e o refluxo incesante das confrontacións militares, nas que a vida e as riquezas podrían ser derrochadas sen límite. De Rais abrazou este escuro corazón do mundo feudal con peculiar ardor, sinalando Bataille: «…encarnou o espírito daquel feudalismo cuxa axitación procedía do xogo de Berserker: estaba unido á guerra por unha afinidade que era o último complemento ao seu gusto polas voluptuosidades crueis. Non tiña outro lugar no mundo que o que a guerra lle outorgaba».”

Pero esa guerra que tanto lle gustaba a De Rais, en paralelo aos avances da tecnoloxía militar, foi convertíndose en algo cada vez máis racionalizado, máis científico e suxeito ao cálculo. Bataille, nun párrafo describe este momento así: “pero no instante no que as políticas reais ou a intelixencia impóñense, xa non estamos nun mundo feudal. A intelixencia ou o cálculo non son nobres. Non é nobre calcular ou reflexionar, e ningunha filosofía podería ser capaz de encarnar o que é esencial da nobreza”. Retirado dos combates, do derroche de medios materiais e humanos, do fragor das batallas nos que De Rais sentíase realmente vivo entre a sangue dos seus inimigos, rematou retirándose a unha das súas fortalezas. Dende ela puxo en marcha o asasinato sistemático de máis de douscentos nenos das aldeas veciñas, transformando a súa pulsión guerreira nun sucesión de actos absurdos de maldade indescritible. De novo, Bataille: «Os crimes de Gilles de Rais eran os do mundo onde os cometía. Os movementos convulsivos daquel mundo son os que explican aqueles estrangulamentos”. E Land ao final do seu texto: “O asasino psicópata é tanto a xustificación final da lei como punto de transición do mal á patoloxía, ou da alma criminal das sociedaddes políticas ao bug da xeración cibernética en fase-mercancía. […] O De Rais de Bataille é un fallo no control económico”.

O contexto dos crimes raisianos dende esta perspectiva coloca a este na situación dunha especie de cristalización dos valores dunha época que estaba a esmorecer. O ardor guerreiro do nobre francés entregado ao derroche insensato no campo de batalla vai quedando sen material combustible a medida que avanza o século XV. O puro espírito berserker, cercado por unha sociedade que vai avanzando tecnolóxicamente e que vai racionalizando e centralizando a actividade económica, vai rematando sen espazo para dar saída ás súas manifestacións. Algo deste espírito residual correspondente a un cambio de época acontece dende fai un tempo nas sociedades occidentais. O proceso semella ter certo ar de familia co exposto por Bataille e Land: quen diría que, no noso tempo gobernado pola razón tecnocientífica e o egoísmo economicista iamos encontrar explosións de violencia berserker masivas desatadas polo planeta enteiro adiante?



Quizais a forma (sublimada e ordeada) máis exitosa disto sexa o mundo do deporte contemporáneo. E, dentro deste, o mundo do fútbol. Pero as cousas non son tan simples. Temos así, por unha banda, aos equipos de fútbol profesional deseñados en laboratorios tecno-deportivos nos que se fan descricións estatísticas pormenorizadas do rendemento de cada xogador así como modelos matemáticos da súa productividade esperable ao longo dunha tempada. Non é casual que a rapazada que fai anos desfrutaba xogando nas consolas ao FIFA nas súas sucesivas versións agora mesmo estea máis atraída pola parte deste xogo adicada á xestión empresarial dun equipo de fútbol. O management resulta xa máis atractivo que o propio xogo. A xestión racional e utilitarista na cal os xogadores son figuras intercambiables nun mercado global parécelle, a moitos adolescentes, máis interesante que botar unha partida na Play cos colegas (como se isto xa fora cousa de trintañeiros oldskool). Dado que os equipos son sociedades anónimas, o seu obxectivo é a obtención de beneficios, e, a ser posible, que cada tempada estes presenten incrementos de dúas cifras con respecto aos de anos anteriores. O destilado final desta evolución é o proxecto -agora gardado nun caixón- da superligaeuropeademegacampións pomovida por empresarios da construción vidos a máis e multimillonarios petroleros desde os seus postos presidenciais. Porén, doutra banda, fronte a este fútbol profesionalizado, tecnificado, racionalizado e -nalgún momento do futuro- probablemente xogado por IAs en corpos robóticos, está o outro fútbol, o que Nick Land e Bataille chamarían fútbol medieval ou fútbol berserker. Os xogadores desde outro fútbol non están intersados nas follas de excel nin nas gráficas de rendemento nin nos parámetros biomédicos óptimos. Máis ben, certo espíritu militar combinado cunha sublimada paixón pola violencia controlada, parece posuir a estes practicantes. Como se foran herdeiros non declarados dos nobres medievais, o seu gusto non reside nas tácticas nin nas estratexias. O espírito é o da conquista e a destrución (simbólica) do rival. Unha especie de rebeldía non-irónica fronte a corrente dominante, un remanente de desenfreno vital sen sentido fronte aos esquematismos imperantes neste deporte.

O paradigma deste fútbol medieval/berserker é, claro está, a nosa competición favorita. Ese derroche de recursos, de tempo e de enerxía sen outro obxecto que recuperar as vellas emocións da adolescencia. Lonxe de calquera utilitarismo ou de calquera pretensión de beneficio económico, os nosos xogadores saltan ao terreo de xogo posuidos polo espírito dos nobres do século XV. Como se nos seus corpos se adiviñaran as coordenadas vitais doutra época e os intereses persoais doutro momento das propias biografías. O remprazo do campo de batalla polo campo de fútbol e do armamento polas botas e o balón dá lugar a un resultado interesante: pode haber lesionados ou mesmo feridos, pero a cousa nunca irá máis alá no que a danos persoais se refire. A victoria/aniquilación do rival/inimigo sublímase no triunfo no marcador. Os berserkers non aspiran máis que a unha masacre simbólica regada pre e postpartido non co sangue do contrario senón coas cervexas que cada corpo sexa capaz de asimilar. O campo de batalla exténdese con amplitude mái alá do propio terreo de xogo, abarcando cidades e mesmo países enteiros. Detrás de todo o proceso atopamos un exemplo claro diso que Bataille chamaba a experiencia soberana. A competición asemellaríase así, tamén, á poesía -a cal Bataille incluiu entre as formas do gasto improdutivo, sen finalidade-, sendo por tanto paradigma do rexeitamento de calquera forma de utilitarismo e reducto dun grupo de seres a contracorrente fronte a comprensión xeralizada do ser humano como homo economicus (a persona racional, que maximiza a súa utilidade, tratando de obter os maiores beneficios cun esfuerzo mínimo).

Os herdeiros dos berserkers e da nobreza guerreira están, por fin, de volta. A cabalo entre setembro e outubro asistiremos a un novo potlach de resultado incerto e consecuencias impredecibles. Entre o alento poético e a destrucción persoal, entre a sede de victoria e a sede a secas, entre a conquista do territorio alleo e o turismo low-cost, entre a defensa do propio e a benvida xenerosa ao invasor. Isto é a AGC. Gilles de Rais non acabaría como acabó de mal se tivera tido a oportunidade de xubilarse do seu -matar xente no campo de batalla- entregándose á Causa. Longa vida á competición. Longa vida ao porcobravismo rampante. Longa vida a todo o que é intempestivo, a todo o que carece de utilidade declarada, ás explosións irracionais de vitalidade desbordante, a todo o que signifique saírse do guión da previsibilidade, da utilidade e da maquinaria embrutecedora da racionalidade práctica. Longa vida ao todo o que nos fai humanos precisamente porque, como humanos, nos pon nunha situación que compromete tal condición. Longa vida.

The Great Wen In The Reign Of Charles III. I Don't Take Whores In Pubs. A Heckler Shouts "Well Let's See 'em Then"

Pasear y beber por Londres no es cosa menor, dicho de otra manera, es cosa mayor. Así que se impone desde hace un tiempo revisitar las arcaicas guías y recomendaciones que se hacen desde las páginas de este mainblog para aquellos que se acerquen a la gran Sodoma del espíritu anglogalicioso y pretendan disfrutar de la Gomorra de la cask ale, los pork pies y los sandwiches guarros con pepinillos.
Muchas cosas han cambiado desde que esas viejas crónicas fueron escritas, Dios ya no salva a la Reina si no al Rey, hay que echar mano del pasaporte para pisar la isla, y los viejos billetes del tamaño de sábanas han sido sustituidos por pequeños billetes plastificados. Toda una revolución que puede confundir a los torpes y aturullados visitantes que no son porcobravos, y que se animen a cruzar el charco anglogalicioso.

Para testear lo que sigue igual y lo que cambió en la capital del Imperio, hablamos con Nicholas Hawksmoor, viajero impenitente y arquitecto druídico, que llegó recientemente de una visita relámpago a la capital del Imperio más rápida que lo que tarda el Main en bajarse una pinta. Nos citamos en un pub de su elección. Acudimos a su encuentro y nos lo encontramos sentado a la barra, manteniendo una conversación con un interlocutor aparentemente ausente. Le interrumpimos, fija su mirada en su nueva compañía y nos concede audiencia. Empezamos por la galeguidade ó pau:

- Nicholas... ¿qué?

- Bueno, que te voy a contar, todo esto está muy bien, pero la fiesta nos la pueden quitar de los fuciños, como se suele decir.

- ¿De que me estás hablando, Nicholas?

-Ya sabes, hoy estás aquí, mañana allí,…, pero me estabas preguntando por Londres, ¿no? Pues eso, sigue igual pero distinto. El centro de Londres es un bloody parque de atracciones (ya lo era en realidad) para turistas, cada vez hay menos vida de gente normal en la calle, menos pequeños negocios, las franquicias y la gentrificación se lo comen todo, y en lo que a nosotros nos importa, las multinacionales de la cerveza se están comiendo a los free house pubs, ya se los han comido in fact, y la variedad de cervezas y cask ales distintas que puedes probar y descubrir es mucho menor que antes del Brexit, del virus chino y del fucking Charles III.

- ¿Es esto el Ragnarök del british beer style entonces? tampoco será todo tan apocalíptico, Nicholas.

- Los beerholes míticos siguen ahí y las breweries de toda la vida, Fuller's, Samuel Smith,… también, pero la impresión que te llevas es que se pierden cervezas y sitios a mayor velocidad del que surgen los nuevos, no hay cambio generacional, donde antes había un pub de Fuller's, por ejemplo el Old Bank of England, con su interior de madera tallada, sus tonos oscuros, sus parroquianos recien salidos de las oficinas de la City… se ha convertido en un pub de moda, con acabados en inox, clientes con pinta de instagramers y cerveza de, oh sorpresa, Asahi. Ahora pedir una pinta de bitter de cask se ha convertido en una rareza, un modo de resistencia.

- Pero las catedrales del porcobravismo siguen ahí, ¿no?, las has vistado, supongo…

- Por supuesto, cada viaje es una peregrinación y hay que rendir visita a los lugares de poder para recargar energias y llenar los chakras de cerveza templada y olor a meados. Llegué a Londres por Liverpool Street Station y la primera estación del Via Crucis fue el Princess Louise, el mejor sitio para reconciliarse con la city y el british style: madera, moqueta, reservados, urinario en el sotano y toda la Samuel Smith que puedas imaginar…, la primera en la frente, y a partir de ahí la búsqueda de los lugares ya conocidos, donde fuimos felices con una pìnta en la mano y un puñado de parroquianos locals borrachos compartiendo nuestro alcoholismo. The Ship Tavern, Cittie of Yorke, los “oldies”: Ye Olde Mitre, Ye Olde Cheshire Cheese (si por alguna extraña y siniestra razón sólo puedes ir a un único pub en Londres, que sea este), Ye Olde Cock Tavern, y creo recordar que ese día acabamos en The Coal Hole.

- Ni tan mal entonces, ya me esperaba una relación de Costas, Nero's, Burguer Kings, Mc Donalds, Nandos y Pret a Mangers…

- Siempre hay que tener a tu interlocutor en vilo, ponerle en lo peor y después ir abriendo un hueco a la esperanza, que las cosas vayan mejorando hasta el culmen final, el camino del héroe, desde la caída hasta la redención, es de primero de Oratoria, que yo me eduqué con los clásicos.

- Continúa pues, oh Demóstenes de la Anglogalician, el relato épico de tu viaje por los rincones oscuros de la capital británica. ¿Donde os alojasteis? ¿Centro? O un poco alejados, ¿Camdem,Hyde Park, Victoria Station,...?

- Los precios de alojamiento se han vuelto mas imposibles aún, pero por una casualidad del destino, encontramos un chollazo cerca de Covent Garden, así que allí nos dirigimos. Era en la zona que ahora se llama “The Seven Dials”, 7 calles que convergen en una pequeña plaza circular y que es el centro del hipsterismo londinense actual, un barrio en el que podrías vomitar arcoíris, no apto para rudos estibadores, de ahí el pesimismo de mi introducción. Pero nos permitía estar cerca de muchos pubs míticos sin estar en el subway metidos todo el día. Por ejemplo estábamos a 20 yardas de The Cross Keys, que visitamos esos dias con regularidad, todo un escondrijo de normalidad en medio de ese entorno surreal que es el centro de Londres, y al lado del mejor sitio de fish&chips de Londres: The Rock&Sole Plaice, donde puedes elegir hasta 4 tipos do peixe do bó para tu ración.
Bueno, pues teníamos también a tiro de piedra mi favorito de la ciudad, The Lamb&the Flag, y a The Harp y a The Coach&Horses, not bad tampoco.

- Esto va mejorando. Siga, siga, go on, please.

- Ya puestos te contaré que también vistamos la orilla sur del Támesis. Cruzamos el London Bridge muy temprano en el día y nos dirigimos al Borough Market antes de que fuera asediado por los turistas. Ya lo sé, nosotros también somos turistas, pero nosotros somos los buenos y ellos los malos, como siempre, y de ahí no me bajo. Después de la pertinente visita al mercado continuamos con la obligada visita a The Market Porter, y luego visitamos a unas pocas yardas de distancia The George Inn, descubrimiento de este viaje para mi, un precioso pub situado en unas antiguas cuadras, con 2 pisos y un increible beer garden central. Después nos dirigimos a la beer mile.

-¿Beer mile? ¿Eso que es? No figura en la sagrada lista-de-lugares-que-visitar-en-londres del porcobravismo...

- Aquí entramos en el territorio del frikismo cervecero. Una vez que estás en el South Bank, tiras hacia el sureste siguiendo las vías del tren y llegas a una zona donde las vias van elevadas sobre un viaducto de ladrillo, debajo del cual siempre se han ubicado pequeñas industrias y almacenes. Ahora es el epicentro de las nuevas cervecerias londinenses, alguna tienen allí sus fábricas y otras, las mas grandes y exitosas, taprooms, sitios donde vender su cerveza directamente al consumidor. Sobre 15 breweries se pueden visitar allí a día de hoy. Desde algunas recien creadas (Mash Paddel Brewery, Southbank Brewery Co.) a otras ya consolidadas y conocidas como The Kernel, Gipsy Hill, Anspach&Hobday, Moor, Bianca Road, London Barrel Project…
Entiendo que el porcobravismo se nutre de tradiciones y de cervezas tradicionales, pero como he dicho antes, tiene que llegar el relevo de lo que se está muriendo y estas new breweries lo son, también hay que señalar que además de las consabidas cervezas “modernas” ipas, sours, dipas, neipas, shitpas y similares, estas breweries siguen cultivando las bitters, porters, stouts, pale ales, etc, y por supuesto siguen produciendo en cask, así que la continuidad de la cerveza inglesa tradicional ale está garantizada.
Una vez recorrida la milla verde cervecera, lo mejor es dirgirse al norte, volver a la orilla del Támesis y reencontrarse con la historia con el trío de ases de pubs ribereños por antonomasia: The Angel, The Mayflower y, cruzando el río en metro, The Prospect of Whitby. Sólo tengo que decir que yo en la terraza del Mayflower, con una pinta en la mano y contemplando la ciudad desde el dulce río soy feliz, en pocos sitios de esta manera.
Para acabar el día, y mientras las sombras se van adueñando de la ciudad, volviendo de vuelta a nuestra guarida, paramos en The Porterhouse, pub sucursal de la cervecera dublinense de su mismo nombre. Es una mezcla de pub paddy, sala de conciertos y club. Tres pisos de distintos ambientes y conciertos en vivo todos los días. El final perfecto para los que se recogen pronto para dormir y el sitio perfecto para empalmar con el ambiente nocturno para los que trasnochan y se lanzan a la London by night. Pero eso es otra historia que merece otra conversación más sicalíptica.

Toda la razón, Nicholas, eso merece otro interrogatorio y otra entrada, pero ni la haré yo ni lo responderás tú. Y con esto te dejamos a solas en la barra de The Crazy Bird, distante a un puñado de sacrificios humanos de tu obra más polémica, con tu pinta en la mano, mientras sigues hablando solo como si alguien te hiciera caso en el ocaso de una tradición de beber que fue modo de vida.

Y ahora, justo ahora, vuelves a ser un niño, mendigando para siempre en el umbral de la eternidad.

En Los Trenes De Laminación Se Trabaja Con Hierro Incandescente


Somos monstruos que parten en dos una Anglogalician ebria y la dejan atrás, como si nada. Quedará la sangre sobre el suelo, porque lo mismo que nos mata nos sirve de alimento.

Dos purgados por Edición y supimos entonces que el castigo era en realidad seguir jugando.

Acaba con la herida para que la puta herida pueda volver a abrirse.

Ah! Porco! Don't be talking! I was red mouldy for the want of that pint. Declare to Main I could hear it hit the pit of my bollocks with a storm.

Este es el peaje draconiano que la Causa eligió para nosotros.

Un Propugnáculo De Rima Fácil. Sieh Hin, Sieh Her! Der Mond-Scheint Hell.



Ha de llover en octubre sobre las cenizas de la Anglogalician

Ha de llover.
Ha de llover hasta que se levanten los maizales de Yardley Gobion y sean
posibles las cosechas de las Purgas.

Ha de llover sobre todas las estaciones por las que ya no pasa en tren anglogalicioso.
En todos los ándenes de los que perdieron su oportunidad por ser muy malos o muy tontos.

Ha de llover,
ha de caer la lluvia ácida con dulzura sobre las huérfanas del primer rocío.

Tiene que llover.
Hostias, tiene que llover sobre todas las excusas de mierda.

Tiene que llover con saña sobre los fantamas de las ediciones que no fueron.
Sobre 4 años de mentiras y cancelaciones.
Sobre los entrenamientos que fueron en vano,
Sobre los programas oficiales que acabaron como papel higiénico.
Sobre los toques a rebato que fueron ruido de cisterna.

Tiene que llover sobre el burdel de los paraguas rotos.

Ha de diluviar.
Y aún y así avanzaremos a la intemperie.
Por los que nos precedieron; por los que herederán la antorcha.
Pero por encima de todo, por nosotros mismos.


Esta lluvia es lo que somos: el orgulloso peltre que vinimos a mostrar a los salvajes.

Imprecaciones Desde La Ergástula. El Noveno Advenimiento de Asclepio B. Taburdio

En el nombre del Main, el Clamante, el Inmisericorde.

Orate lector, aguda el olfato y no creas que mis palabras son hijas del descontento.

Enemigo mortal, apresta el descabello y da forma en tu imaginación al momento en que exhibirás tus trofeos, mis atributos sangrantes: ya los he cortado para ti.

Cardumen, mesnada, hato desaforado, niputas y adoradoras de Istar, que soportáis estoicamente las acometidas del Rodillo y los abusos de su Enorme Aparato Mediático.

Que el Agón sea con todos vosotros. Y los cuervos os señalen.

He percibido la necesidad que acucia, el hambre de fuego, y vengo en son de paz para avivar la llama. La muerte me ha hecho inmortal, la ignominia célebre y el pan de higo paciente y poderoso. Mi lengua no me pertenece, mis intestinos no me pertenecen. Soy la respuesta equivocada que se tiene por buena. No quieres leer lo que quiero no decirte, pero los dos lo hacemos. IMWT.

Imprecación Primera. Contra la vida.
El trato a la servidumbre me ha parecido del todo inaceptable. Ayer a la hora de la cena, sin ir más lejos, una esclava añadió por caridad una cabeza de merluza cocida a mi menú. No pensó que la delataría devolviendo los restos con el plato. Esperé el sonido de la vara durante toda la noche, pero nada alteró la rutina de la Casa. Y tampoco a la mañana siguiente. Con el mendrugo y la leche aguada del desayuno, llegó una nota penosamente redactada que venía a decirme que fuera más cauto. A la sospecha de que no se hubiera castigado en modo alguno a la esclava, se unió la certidumbre de que, en su barbarie, ella aún confiaba en mi buena fe. El desorden moral provocado por la ausencia de castigo es el que produce el delirio de la liberalidad. Sin las premoniciones de la muerte grabadas en la propia carne, no se puede esperar de la mayoría que entiendan lo que implica vivir. Progresivamente, la vida se ha confundido con el yo, se ha vestido con guirnaldas celebratorias y desfila bajo el mimbre del conocimiento para éxtasis de la muchedumbre. Afuera, en las trincheras, los cultos a la muerte están en manos de sicópatas y adoradores de la codicia y el poder, que no celebran la vida pero viven y lo hacen solo para el mal.

Imprecación Segunda. Contra la verdad.
Trasladaron mis restos desde Fouciño do Diaño a la fosa de Goli Otok, donde acaban los que no son llorados. La luna se reflejaba en el cristal de mis ojos muertos cuando el babalao empezó el ritual. Desperté entre aromas de tomillo y trompeta de ángel. Una mano cálida me alzó - ¿era Inle que me exigía penitencia? - me llevó hasta las puertas de la Casa. Unos enmascarados me arrastraron hasta el interior. Pude escuchar entre delirios febriles que alguien me asignaba la celda Valeriano Weyler, en la planta de los esclavos negros. En cuanto recobré el sentido, comprobé que aquella estancia había sido ya presidio. Había cadenas con grilletes ancladas a paredes y suelo, pero era evidente que estaban en desuso. Hacía mucho que no se torturaba a nadie allí. Empecé entonces a comprender el embuste. La propaganda de los grandes titulares. Supe que no me dejarían morir, que no sería tan fácil, y que tampoco querían matarme. Yo les había mentido y ellos me estaban mintiendo. Y así seguiremos. La mentira no es necesariamente falsedad, puede ser todo lo contrario. No es el reverso de la verdad, sino más bien su argamasa. Un hilo mágico que une las cuentas ... Yo, en congruencia con mis principios, siempre miento.

Imprecación Tercera. Contra el derecho.
Los esclavos de la Casa creen que estoy aquí contra mi voluntad. He descubierto que ellos, por el contrario, creen que están al servicio de la Casa por voluntad propia. Pueden elegir en qué labor se adiestran, reciben un estipendio y pueden disfrutar con cierta libertad de los lujos que ofrece la Casa, permitiéndoseles incluso que simulen ser propietarios. Los amos han creado para ellos una cosa que llaman “tiempo libre”, que es un espacio infinito en el que se escenifica una opereta colectiva titulada “La búsqueda de la felicidad”. Todas las noches, los amos ceden el salón Schrödinger de la planta baja para que los esclavos representen la obra. El guión se reescribe cada noche, pero siempre hay desacuerdo sobre la resolución. Todos los espectadores se van a dormir mientras los involucrados en la producción discuten hasta el amanecer. Opina hasta el apuntador. Y nunca cae el telón. Pero existe un consenso tácito sobre la idea de que el virtuosismo que han alcanzado las representaciones compensa esa carencia. Poco a poco todas las palabras que refieran algo conclusivo se han vuelto tabú entre los esclavos. Así se les enseña a los niños: no se cierra, se desabre; no se termina, se reinicia; no se muere (un clásico): la conciencia cambia de plano. Hay una dejación de frustraciones. Un veto a la pena. La pregunta es: con qué derecho. ¿Hay telón, en verdad? Si no hay límite, todo es límite. Por las tardes, los amos se citan en el salón Schrödinger y reescriben para los esclavos a Molina, a Suárez, a Sánchez, que cerraba todos sus escritos a la gallega: quid?

Afuera, el horizonte de Galizalbión es frontera, bruma y sangre.

Gleam And Glow The Sea-Coloured Marsh-Mosses, Salt And Splendid From The Circling Brine. Watering Holes For The Milder Beast

Whether it's to bring on or take us off
we, despite string science will seek to quaff
whether it's for one or one round for all
we, despite evidence will make the call
whether it's faux or real wind in the mill
we, quixotics, take tilts at a swill


Whether it's to get you out of the Mousetrap plot daily or away from the all-consuming orifice to take a liberty or for a walk to see if it still barks beyond a laptop dog. From the modern joy of The Craft Beer Shop to the ancient Ship Inn we sojourn and wander for something small to ask: fluid contentment.

We in inextinguishable hope still leave our duvets, TV box sets, sometimes even our mobile phones behind to take to the road to contradict those that say the journey is the thing and not the stay at the inn. I, being unexceptional, am a ready visitor to spaces that still have tangible social atmosphere and where talk of life is a little more immediate than the possibility of insect sweat being imagined on a rock too many light years away to be fully comprehended. Yes, seen from space, these boxes of delight might resemble modestly busy ant hills, but to some they might be a base camp at the foot of a mountain and, to some it may indeed be a point of refreshment and rest after a day in an urban jungle. For us milder beasts these watering holes are evidence of a human society and a mark of dignified progression. Ultimately, whatever level of evidence to consciousness, a significant proportion of us gravitate to these enclaves populated by characters who, like ourselves, want to: whet a piercing, dry whistle on Wednesday, thrum-a-throat on a Thursday, or freshen-the-fizzog on a weekending Friday.*
Such watering holes can be a portal through which you can be in your own world and/or in theirs and happily get mortal, alive to those mundane comedic bedfellows of possibility and probability. We can have a rap in the likelihood of keeping our head strong and our bitter mild by being down amongst the vitally absurd.

*This is not ignorant of the many folks who partake of watering holes on any other days of the week, particularly soak-a-liver Saturday and saturate-a-soul Sunday, though Monday and Tuesday are mostly dried up of watering holes on this little coastal spit of the country.


The Ship Inn – At the sea's edge in Saltburn by the sea.

A pub dating back to the 1500s cheek by jowl with a sea dating back even further.
A pub to be sat outside of as it's on the very edge of the North Sea. Only a sea wall stops a pinch of salt and water diluting its victuals. It offers a stunning and visceral vista on the moods of the sea and the wonderful palette of the sky.
Although on very wintry days, inside is as snug as a smuggler in a safe cove. The heavy beams and thick walls ghostly whisper of a long time ago when entrepreneurship was more ship than internet. There's a weight, but not wait, to its atmosphere that chills and warms simultaneously.
There are three ale pumps, often of local cask ales, and three delineated areas inside. There are two dining areas, separated by an open doorway, and a smaller bar area where it feels like you might be asked to sing authentic sea shanties as an introduction to the community therein, which is warmed by the good ale and open fire. From the cosiness of inside you can still hear the sea's cautionary tales of derring-don't commingling with the punters' gentle chatter.
There is a generous outside seating area that enjoys a one hundred and eighty degree view taking in Saltburn Pier, the cliffs and a hefty expanse of the western reaches of The North sea.


The Guns Bar – Milton Street, Saltburn by the sea.
This place has three very different spaces on three levels. The bar area is very familiar in a modern pub organising its space carefully to wlecome its punters with an immediate ale as they come through the door, as an introduction to the other spaces in the place where you can take your drink. At the back of the bar there's a sort of mezzanine lounge with very homely furniture for those suspended between being and somethingness. It is comfortable and somewhere between here and there. Its piece de resistance is the cellar area that throbs with hidden, social atmosphere. It's impossible to be in the cellar without being filled with a sense of plotting or overtaken by conspiritorial alcohol drinking that has aspirations to change the world, if it weren't for CCTV and Saltburn being firmly in the hands of the Tories.
A punter can take to these different spaces a very good choice of craft beers on tap but its drawback is its wholesale – or should that be retail – support for the cashless societal mindset as no dubloons of any denomination are acceptable. I still prefer choice of the polymer that never lies about how much money you have to hand and can proffer as exchange for a pub experience. I still remember little buff envelopes with your weekly earnings held within with a brief explanation of your value to society.


The Marine – The Esplanade, Saltburn by the sea.
Ideally situated it stares at the sea from its high spot overlooking the promenade and beach. It is a reserved place where a quiet pint is easily taken in the lounge where It offers good earnest scran complimented by two real ale pumps. There's also a bigger bar area where there's a collection of TV screens dedicated to sport, a pool table and a velveteen shelf reserved for musical performers at weekends. Though the bar during the idle day is as quiet as the sea in summer as its visitors are hungry and tired locals dotted around a small number of walkers or brave car drivers who have traversed the thirty yards from vehicle to pub.
The pub also has an upstairs bar and generously appointed room that can be hired for social functions. The pub has Victorian cornices atop Elizabethan-style panelling contrasting the North sea on the horizon when it is as placid as a receded negotiating table shouting out just how far is this politically septic isle from Europe and its scurvy social justice. It's lounge and bar are soft places where a soul can drown any sorrows of burnished golden hindsight induced by that regressive, regrettable referendum reflex, to repel an armada of human rights treasures, which, like a servant's tears, can turn 568.261 ml of mild into an imperious pint of bitter.
The Marine can make you feel like you belong to a community of not-in-work crowd of lotus eaters and it is Thomas Moreish and something of a pub for all seasons.


The Clarendon, aka The Middle House – High Street, Marske by the sea.
This place feels historic and if its wallpaper could talk, on some days the pattern morphs into demonic heads, would be a feature on any commercial TV channel all ears to stories of the old seaside north.
It is a kind of audio library wherein you find regulars of the clock poring over betting slips in those who are very interested in the running skills of equine strangers and friends alike. Their bookies' runner has only twenty or so yards to go to deliver on their hopes.
The audio library has its fiction and non-fiction sections, as well as economics, history and ontological narratives to prickle the brown air. And their prices put up their dukes in good old pugilistic style to challenge the crash airbags of inflation. Also, the ethos is stoic tolerance of plastic but they more easily accept shrapnel as currency in this endearing temporal capsule.
The place is served by a Cheers-like bar which serves as a panopticon making redundant any thoughts of CCTV. You can sit in quite ornate chairs of not quite royalty status that show clear evidence of generational human sandpaper elbows and knees gladly patronising the place throughout its long history. They are upholstered by the resilient fabric of this English Oakish wooden universe.
It's the kind of place the sun would go to sit, resting after getting up too early to find it was outdone by a scandinavian frieze that wouldn't give it a look in all the day through. To me it is an Old Peculier place, where I go to meet on old friend whose opinion and taste has somewhat diluted almost to the same degree as the regulars' opinions and tastes have hardened.
Black and white pictures of old Marske adorn the walls and conjure up the notion that the dun dim décor is evidence of the whole place being recently colourised as a nod to modern technological progression. It has what looks like the oldest one-armed bandit in Christendom on which the punters spend time and money shaking archaic hands with the coin of disadvantage. They line up in a kind of ceremony they hope will be accompanied by brass. The gaslight-like candelabra hang from the ceiling to illuminate an inebriate light-bulb moment that ferments in a glass forever half full.


The Wynd Craft Beer Shop – The Wynd, Marske by the sea.
It might be an ex-travel agent's shop front but it's clear from the fairy lights hanging down merrily drunk that the place has the means to facilitate flights of fancy and journeys to places within the brain not always accessible to the stone cold sober.
The door pops a threshold and you are greeted by a welcoming smile and a host who has encyclopaedic knowledge of the victuals therein. After your eyes are drawn to the myriad cans in the fridges on display, there's a tasteful board to surf as you ride the waves of consciousness until sand is obscured by the tide gratefully accepting her invite to take shelter from the norm. The on-tap drinks board is a treasure map offering the chance to play happy families and just friendly acquaintances, dealing the cards in a nine card flush, as the owner imparts her wisdom so we can be drink and gambol aware in a welcoming, comforting space.
She can shepherd the Hamlets and guide the generally unsure, in separating the wheat from the hop and can do an admirable Ginger Rogers tap dance, caring for her clientele sour by sour, ensuring good beer always chimes with good cheer. There's always fecund talk of the subjectivity of taste to break any ice a traveller to the seaside town of Marske might bring in from a bleak midwinter day. The place also offers a haven for dogs that receive special treatment in the shape of treats, behind the bar, from the generous owner.


Golden Smog – Hambletonian Yard, Stockton.
Stockton's first micropub opened in 2014 and has progressively formed very dynamic links with local causes and communities and its ethos has always been a regenerated community-ism without any party political yolk. The owner's quote at the time of opening, to 'be a haven for nice, decent people who appreciate good quality drinks,' has been actively preserved throughout its span. It has created a vibrant space wherein social beings can imbibe the quirkily exotic and the taste-laden everyday in an atmosphere of genuine bonhomie.
The place is decorated with eclectic narratives: from a pictorial history of Tees industries and housing to nostalgia from the Stockton 60s music scene and political commentary, with well-known music posters being altered to voice a witty and rebellious perspective that epitomises the pub's positive sense of self and society's meeting points. It also has a significant dog clientele as visitors are welcome to bring in their furry friends to share the convivial atmosphere.
It occupies a small physical space - the alleyway entrance leading to the place is easily overlooked from the high street - but is vast once inside as its earnestness and thoughtfulness of social dynamics encourages an expansion of consciousness even before you partake of the varied and delectable victuals. There's a choice of five pumps of regularly different small brewery ales and the pickled eggs are to die for. There is a wide range of continental tipples, from the ecclesiastical Belgian brews that include the soul seducing Delirium trilogy, to the tasty, persuasive German Rauchbier, a rich, smoky beer that beautifully finishes off any deeply pleasing session in the Smog, which can begin at 2pm and end at 10pm every day of the week.

Drinking places, or watering holes, often reflect attitudes or moods of its punters,:whether it's drinking to forget - but never forgetting to drink; drinking to remember; drinking in the social space to while away an hour or two; to meet with some kind of destiny or other; or to meet a familiar or reasonably talkative stranger, there's a shared sense of freedom afforded by circumstance, happenstance or wilful contrivance. Whatever the motivation, the hole will provide succour, solace, affirmation and/or stimuli of existence and persistence.

Another key factor in any experience of any watering hole is the chemical poison on offer. Will it be a staple, traditional, conventional, dependable, totally familiar drug of choice, or might it be a swig of wonder, a deep draw of chemical adventure opening doors of perception? Will there be drug induced swimming or floating in a psycho-amorphous primordial swamp, or merely a treading water in a familiar and comforting pool, or will it be a popcorn process from seeded thought, ideas puffed up to fully form sugar-coated drama unfit for human consumption? Will the string taste of candyfloss or of hemp or be a tasteless hank to tie and bloat with unsuspecting melancholy?

Who knows, except the traveller who gets up off their remote to make the necessary small steps or pliant leaps for humankind in order to moisten feet of clay so as to mould a social singularity loosely referred to as personal life. Do watering holes appeal on the basis they provide visceral, real spaces encouraging us to hold up a mirror in order to meet our maker? What's your poison?

La Peregrinación Salvaje De Stroll Northwood. Una Distopía Flâneur En Las Trazas De La Psicogeografía.

El frío nórdico es leyenda. Le Main afirmó en Yardley Gobion que el frío puede tener valores morales. Le creímos. Sólo tres regresamos a Galiza. Y no podemos contar lo que pasó. Pero podemos vengarnos. En la sociedad postmoderna, la tribu es el medio hooligan de comunicación, la pantalla para comunicarnos con este mundo agonizante y combatir la basura de albañal que nos amenaza. Por tanto, debemos convertirnos en minoría étnica con conciencia de sí misma, y luego seremos una minoría cultural. Se globalizarán los objetos, los ordenadores, los móviles, las putas redes sociales, los programas de la tele, y demás embudos de pastoreo ideológico. Pero nosotros, en cambio, nos tribalizaremos en las aceras y en los pubs. Seremos tribu. La tribu es la posibilidad, es una estética y un destino en lo bestial. Lo folk inviste lo urbano desde adentro y le vuela la cabeza.

Los calendarios de los antiguos nórdicos eran nocturnos: contaban el tiempo por noches. Ellos eran sabios. Nosotros pagaremos gustosos nuestras cuotas de sangre, gelidez y oscuridad. El hombre moderno está buscando ahora un alma, en un viaje introspectivo, ante su naturaleza neurótica y dividida. Odio eterno a ese hombre blandengue y al fútbol moderno.

Cada distancia tiene su silencio.

Trafagar por la ciudad. Pasar cerca de un cementerio, cruzar un puente. Olvidarse de contar concellos o de medir cantidades de cerveza. Ser un enunciatario lúdico. Un arrogante privilegiado encantado de conocerse. Y de repente, un flâneur engendra una criatura ctónica en el burdel de la psicogeografía. Tanto ocio acarrea vicio. El tráfago en las ciudades brumosas es un vasto depósito de historias que pueden ser leídas como un mal libro si se afronta con la conducta apropiada; como esos sueños colectivos cuyo contenido latente no se debe descifrar. Y así nace otro mito del folclore anglogalicioso.

Escenario: Ciudades galegas o británicas que tengan entre 25.000 y 460.000 habitantes.
Duración: Comprendida de sol a sol. De orto a ocaso.
Distancia: 13 kilómetros mínimo de displicente paseo. Nada de emplear bestias mecánicas.
Abrevaderos: Con 8 basta. Pero pueden y deben ser más. Mejor que sea la primera vez.
Brebajes: Alcohólicos de cualquier pelaje. Sin más especificación.
Imprescindible: Alcanzar al menos una de las fronteras donde muere la ciudad.
Número: 1 es soledad y 3 es vicio.
Obligatoriedad: Un Porco Bravo debe praticar el Weer Balking. Esto es sólo optativo.
Denominación de orina: Stroll Northwood.

No hay erección en los residuos de la ira. Este nuevo vagar no fue abrasado por un viento, no fue raído por un rebaño.
Cada distancia tiene su descanso.


Permitámosle a Stroll Northwood que comience a vagar no más nacer, y a regresar no más partir. Démosle fecundos días, poblados de anécdotas, amores fugaces, camaradas, fuego y sed. Y que nos devuelva una traza de la infancia, y con ella el bello rostro de la eterna nostalgia. Toda vuelta a casa es otra creación del mundo.

Donde acaban todas las calles, el camino de un Porco Bravo nunca termina.