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Los caballeros de la tábula rasa - un paseo por los maizales






No hay ninguna guerra como la guerra ya perdida. Sólo en ella el hombre se encuentra a sí mismo. Quizá por eso hay quien considera que apenas hay tres cosas importantes: la cerveza, el fútbol y los bares de maricones. El orden en que, a partir de una edad, deben administrase tales sucedáneos de la vida ciega y heroica lleva años siendo largamente discutido en la tascas de Galizalbión, nuestro segundo país inventado favorito, lo cual parece indicar una apuesta encubierta por la primera de las disciplinas.

Los que os quedéis con los titulares podéis dejar de leer aquí. El resto no será mejor para vosotros.

Los que prefiráis el pensamiento crítico de altura id a otra parte.

Los que no tengáis gran cosa que perder, ni familia que os lastre, ni más que la montura, podéis seguir, si os place.

Se me requiere un texto y yo lo escribo desde mi lecho acuático, como un Marat cualquiera, que espera la inspiración y que olvida la muerte, la cabeza ceñida por una toalla que será ya para siempre la última corona. Estoy enfermo. Los achaques de viejo me sobrevuelan. De Carlota, ni rastro.

-Nena, ¿dónde estás?

Carlota es fantástica. Puro realismo mágico.

-Ahora voy, mi amor.

No hay ninguna guerra mejor que la guerra perdida de antemano para aquel que ansía la libertad, decíamos.

Llegué a esa conclusión, por otro lado obvia, durante alguno de mis largos paseos con Bloody Bill por los maizales que bordean el Umia en su ribera norte. Quedábamos cada miércoles a las once allí, exactamente en el lugar donde lo mataron a traición unos tipos de Deiro, hace ya un tiempo, dicen que por cosa de faldas. Bloody Bill era de Mosteiro, aunque emigró pronto a Las Américas, donde, no se sabe muy bien cómo, acabó en la raia entre Kansas y Missouri, llevando a una pandilla de porcos bravos tirando a jodidos. Hay quien dice que cayó allá, en el condado de Ray, pero es mentira, lo mataron en los maizales del Umia, años más tarde, a escasos cien metros de una casa de comidas donde ahora sirven unos chocos suculentos y cuyo nombre omitiré. El me enseñó el lugar.

A Bloody Bill los chocos, la cerveza, el fútbol y los bares de maricones ya le dan igual. Hasta las guerras perdidas le dan igual. Habla poco, fuma en una pipa de mazorca y tiene muy buena planta, aunque el hueco de un tiro le atraviesa la cara de mejilla a mejilla y le afea un poco el gesto. Cuando bebe caña el líquido se le vierte por los dos lados y parece una fuente.

- ¿Tú qué opinas de las guerras perdidas, Bill?

- Depende.

- ¿Crees que son las mejores o las peores?

- Si están perdidas de antemano, las mejores. Si se podían ganar y se pierden, ya es harina de otro costal.

Y exhala una bocanada de humo blanco.

Y eso es, exactamente.

A Bloody Bill le gustaba quemar graneros, arrancarle la cabellera al personal y casarse con putas. Para la segunda cosa le fue bien largarse del país. Al final volvió como hacen muchos, sin saber muy bien porqué, y lo mataron en una emboscada junto al río, ya lo dije, una mañana de niebla tenue en que había salido a ver como los chavales pescaban muxos.

- ¿Pican?

- Bah. Non moito. Xa non hai nada.

Las guerras perdidas también son excelentes para quien tenga la capacidad de manipular la construcción de una identidad mítica. Esto lo pensé después. Quizá lo pienso ahora.

Los irlandeses lo saben. Ellos han ganado al menos dos guerras, la de su independencia y la de su imagen, y la segunda la ganaron, precisamente, mitificando la pérdida. Actualizan y alimentan constantemente su propio derrotismo romántico con una especie de relamida satisfacción folclórica.

Nosotros les compramos todo el paquete. Nos queda como un guante, pensamos, porque ni siquiera hemos empezado guerra alguna ni sabríamos como hacerlo. Aunque la añoramos, claro. Añoramos una guerra que ganar, probablemente. Pero a buen seguro añoramos una que perder de verdad.

No es mal rasgo, porque todo hombre sano que vive en paz añora una guerra que le permita definirse como hombre y lo libere de las pequeñas servidumbres diarias que lo convierten en un hacendoso ratón. Todo hombre desea que le partan los morros al menos una vez.

Bloody Bill conoció a W. Quantrill. Una vez le pregunté.

- Conociste a Quantrill.

- Pse…

Que si Quantrill esto, que si Quantrill lo otro.

Últimamente –quizá por esa tara irlandesa que compramos al por mayor- cada burgués en babuchas que me encuentro quiere ser Quantrill. Y cuando me hablan de Quantrill parece que están cantando una puta canción de U2. Ni él ni Bloody Bill eran resistentes heroicos, porque nunca desearon ganar, fuera o no fuera posible, y porque no resistían ante cosa alguna: eran simplemente libres y felices sabiendo que todo se había ido al carallo. Al menos Bloody Bill lo era. Me lo dijo él. Vivía en el interregno aural en el que cualquiera lo bastante loco puede ser un príncipe.

Y el hombre espiritual, sólo o en compañía de otros, añora esa felicidad casi animal pero tan humana, esa felicidad sólo posible en el intersticio mínimo entre lo animal y lo social, cuando el macho con el que te acuestas tiene aún cara de lobo, aunque sepa hacer café por la mañana, cuando la mujer con la que yaces posee todavía algo fluvial, mineral, por más que lo cubra con faldas. Y así, en busca de esa única bisagra posible, el hombre espiritual –que suele ser el más carnal, no obstante- se ve forzado a rechazar la posibilidad de ganar.

He visto a las mejores mentes de mi generación boicoteándose a sí mismas, os lo puedo asegurar.

Ahora hace tiempo que no veo a Bloody Bill, porque los miércoles siempre suelo estar enfermo, metido en la bañera, con un turbante medio cómico en la cabeza, escribiendo cartas a mano y esperando a Carlota. Pero él me lo me lo contó a su manera, entre gruñidos, escupitajos y silencios: Cuando Bloody Bill llega a Missouri le dan una guerra ya perdida y es feliz. Es salvajemente feliz. Puede dedicarse a matar putos yanquis a cartuchazos, a coleccionar cabelleras y colgarlas de la silla de su caballo pinto, a quemar graneros con gente dentro y a casarse con putas jamaicanas de baja estofa y hacer que todo el mundo las llame señora. Señora por aquí, señora por allá. Viaja de noche, bajo la luz de lunas recortadas de papel maché que descienden a tumbos la colina, como un tonel. Y no es Dios, pero es un hombre de verdad. Vive en el instante previo a la humanidad y posterior a la jungla magmática, y ese instante feroz parece durar para siempre.

Todas las autodestrucciones gozan de esa raíz de alegría satánica. Son inmolaciones a falta de marco. Esto también lo pensé después. Hay algo celebratorio en ellas. Quien lo probó, ya fuera momentáneamente, lo sabe.

Mi amigo C. me lo explicaba muy bien hace años, mientras nos emborrachábamos en un bareto de Cristo Rey, Madrid, bajo una bandera hispaniola: “La revolución sólo dice NO. Lo único que la revolución quiere decir es NO”. En esa sencilla frase cabe toda la tragedia de cualquier derribo del estado establecido que tenga éxito: tras el éxito viene la reconstrucción, y la reconstrucción es ya de nuevo el sistema. Y si es sistema, no es revolución.

De eso habla Camus en “El hombre rebelde”.

Bloody Bill no leyó nunca “El hombre rebelde”. Evidentemente, no le hacía falta alguna.

- ¿Entonces hay que tender a la tábula rasa?

- ¿La tábula qué?

Como todo el mundo en Galizalbión sabe, tres de los protagonistas de la entrada que abrió el año que acaba de morir en nuestras manos, Shane MacGowan (gurú nihilista irlandés), Edgar Morin (antropólogo cósmico) y Carlos Oroza (poeta atlantista mendicante), siguen vivos a día de hoy (hay alguien que me debe tres cuartos de whisky y una reverencia). El primero de ellos es un buen ejemplo de todo lo que digo:

Shane, San Shane de Tipperary, emociona en lo personal pero es profundamente nihilista en lo social. Shane, San Shane, esgrime sus escupitajos a favor del IRA y de la ejecución de los ricachones igual que los ‘porquos’ de Bloody Bill invocaban al sur, como una bandera utilitaria que les permitiera esa última inmolación, esa primera cabalgada de pura libertad. Por supuesto, en persona Shane no podría matar ni a un pajarito. Es pues, como nosotros: desea la épica última. Pero no es como nosotros: no confunde la épica última con la revolución que quiere suplantar algo dado. Sabe que la verdadera revolución dice “NO” y quiere la tábula rasa, aunque a menudo él la confunda con –o la vea en- un pasado misérrimo de felicidades infantiles.

Hay más ejemplos que cortan tangencialmente esta discusión esencial que habita, conscientemente o no, en el corazón de cada hombre. A vuelapluma, tres, cuatro, no sé:

- El Baudelaire, que decía “El trono y el altar, máxima revolucionaria” entendió en esa sola frase toda la paradoja. Probablemente eso lo mató en parte, además de la sífilis.

- La sabina de “La insoportable levedad del ser”, quizá el mejor personaje de esa buena novela-ensayo de Kundera, muerde sin saberlo el centro del problema: su vocación de traición no se diferencia nada de una abrasadora sed de liberación. Su definición del “Kistch” es necesaria. Forzando una guerra perdida tras otra, Sabina se evade –feroz, aunque temporalmente- del “Kistch”.

- Todos los deformes siameses de Pessoa, quizá más vivos que él, son testigos a medio hacer del puro horror al compromiso de cualquier tipo que precede a la verdadera libertad.  Su translúcida presencia dice algo de todo esto, aunque nos sea complicado definir exactamente qué.

- El John Chapman que afirma “Desearía retirarme con los solitarios (de la Isla de Caldey) en lugar de ser superior y tener que escribir libros. Pero no deseo conseguir aquello que deseo, por supuesto”, elude (y por tanto define) el escollo con una apuesta, inversa, por la heroicidad social. Por mucho que la frase sea fantástica, entendida en este contexto es un sofisma: no se diferencia nada de los mensajes que nuestros padres siempre usaron para mantenernos atados a la rueda.

- Mucho más Bloody Bill es la Emily Dickinson que, como pocos, describió el sencillo placer pánico y ebrio de perder pie: “Bred as we, among the mountains/can the sailor understand/the divine intoxication/ of the first league out of land?”.

- También lo hace John Varley, a quien casi nadie recuerda, y que cierra su muy recomendable novelita “La persistencia de la visión”, con uno de los finales más hermosos, entregando a su héroe a la mudez y la ceguera como quien lo entregase a la absoluta felicidad de la liberación: “Vivimos en los maravillosos silencio y oscuridad”

Podría seguir, pero basta.

Todos –menos el de Chapman, en cierto modo enfrentado a Francisco de Asís- son intentos de liberarse de la paternidad espiritual forzada. Reclamaciones de la única prerrogativa que nos atribuimos y nos queda: ser hijos de quien queramos y no de quien se nos diga.

Al final, el único modo de conseguirlo es no ser hijos de nadie. Por eso una guerra perdida es un regalo.

- La única diferencia es que hasta nuestras guerras perdidas son metafóricas, Bill.

Bill gruñe y escupe al suelo. Hemos llegado de nuevo al lugar donde cayó, junto al río que baja turbio hacia Cambados. No sé si Bill sabe lo que significa “metafóricas”.

No hay nada metafórico en nada de lo que hizo Bill.

Mientras, nuestra cerveza, nuestro fútbol y nuestros bares de maricones son pura metáfora -metáfora de una metáfora, quizá- por mucho que los maridos regresen a casa tarde y cargaditos, al emperador le duela el empeine y alguno que otro tenga que dormir boca abajo unos días. Son las metáforas de la rebelión pura. Del desacuerdo total. De la parte de nosotros que vive en el resquicio. Que su consistencia, por ahora literaria, sea un buen principio o una patética claudicación, supongo, depende de cada cual.

Y Bill y yo nos saludamos con una inclinación de cabeza y yo me vuelvo a la vereda. Y él se desvanece en el relente de niebla que flota sobre el río.

Ahora hace ya tiempo que no quedo con él. Los miércoles los tengo ocupados. Ahora yazgo en mi lecho acuático: Marat de vuelta a un lodo primordial, tan paso a paso, portando la corona como una Prima Donna de barrio un poco histérica. Noto un dolor en el costado y otro dentro del pecho, y otros más laten agazapados en partes distintas de mi cuerpo, engordado y amoratado por los años. En la cabeza me bailotean poemas y recuerdos.

Se me requiere un texto, y yo lo escribo.

-Carlota, ¿a qué andas?

-¡Ya voooooooy!

Carlota es puro realismo mágico.

La tendríais que conocer.


Cenedl Heb Iaith, Cenedl Heb Galon. Cousas da Porcallada by Manuel P. Lourido





Desistín de entregarlle ao rodillarato un texto para estas páxinas despois de ler "El sueño de Polífilo y los Porcos Bravos". Non só considero este coma o retrato máis acertado que da Porcallada se poida facer, senón que non atopo o xeito de engadir nada salientable. Só o feito de tentalo xa sería pintar a mona. Pero o caso é que a min pintar a mona é, con diferenza, o que mellor se me da nesta vida. Son moitos anos de práctica. Así cheguei á conclusión de que non pasaría nada por me inmolar unha vez máis, desta volta tamén en nome da amizade e mariconadas desas.

Fútbol, música, literatura. Non precisamente nesta orde, non precisamente con esta obviedade. A anglogalician cup é un feito literario en si mesmo. Pódense facer esexeses futbolísticas, musicais ou dionisíacas, pero só se pode entender dende un punto de vista literario. Trátase de converter en épico o anecdótico, de escribir unha novela co material dun relato curto, de comezar a describir unha madalena e rematar facendo sete libros. Hai quen lle topa mérito a todo isto, eu non. Cadaquén que baixe a escaleira como lle pete, por suposto, por min como se mexa en cada chanzo, tanto me ten; ningún baile, ningunha prosa, ningún tiro que entre pola escuadra terá máis mérito ca o que nós lle queiramos outorgar, e iso non é mérito ningún. Pero tampouco me fagades moito caso, que o meu, xa volo digo, e facer o parvo e canto máis o fago máis a gusto me atopo. De feito, chego á conclusión de que pintar a mona é a única opción vital seria para enfrontar o paso do tempo, calquera cousa que sexa isto do paso do tempo, que a tenor do que escriben e bailan del, debe ser algo bastante arrepiante.
Pero estabamos coa porcallada e os seus avatares. E a súa parafernalia, ou parafilias: que sería dos porcos bravos sen parafernalias e parafilias. Por non falar das parafobias, que tamén as hai, pois todos levamos un mandril no lombo que nos vai sinalando que é o que non nos agrada e que é o que nin sequera aturamos.

Eu coma todos, tamén estiven borracho algunha vez, entre pinta e pinta de cervexa, e tampouco alcancei sabedoría algunha no instante, pero nunca se me deu por fundar cousa tal coma esta porcallada que nos atinxe agora. Medio secta, medio conclave de raros, medio sínodo de anacoretas, medio coro de pasados de rosca: catro medias partes dun todo imposible.

Repito, non sigan lendo, busquen a entrada de Rodrigo Cota, empápense. Aínda que si podo, e debo, e vou confesar algo. Eu son moito de confesar, senón que carallo fago escribindo. Houbo unha ocasión, un instante, no que cheguei a comprender, a xustificar, incluso a apreciar, toda a leria esta. Foi na ultima visita dos amigos de Sheffield, no derradeiro día, no evento final, aquel concerto en sala Karma. Copas nas mans, instrumentos apagados, gritos de gorxas prexudicadas, e unha voz comeza un cántico que pronto é coreado pola inmensa maioría dos presentes. Un cántico simple e visceral, orfo de elocuencia pero cheo de sentido, pois era verdadeiramente o único verdadeiro que se podía cantar naquel intre final. O canto dicía: ANGLO-GALICIAN-CUP, ANGLO-GALICIAN CUP!. Ese xeito de atopar unha razón de ser pola vía estreita da tautoloxía non deixaba de ser emocionante.

Tomando Té con Mr Bowles. Their Heads are Green and Their Hands are Blue.

El Hombre tras el Nombre


Uno de los galardones más prestigiosos del fútbol mundial lleva su nombre. Pese a ello, Laurence Bowles (St Asaph, 1961) soporta elegantemente el peso de la fama con una arrogante mezcla de retranca, humor inglés y flema británica. Igual las tornas se vuelven después de esta entrevista. Ya saben, Honi soit qui mal and Good-Bye to All That. Sin más preámbulos y con nube de leche, una entrada para sajar en dos idiomas.


We can trace almost all the disasters of English history to the influence of Wales

Aunque nací en el País de Gales, no me considero galés. Mis padres estuvieron de paso y tres días después de nacer, estuvimos en Reading, donde viví toda mi infancia. No tengo nada en contra de Gales; sólo hay que mirar lo que han dado al mundo: el rugby moderno, Shirley Bassey, los coros masculinos, los Jones (Tom y Catherine Zeta), Anthony Hopkins y la piedra angular de la cocina británica: el puerro. En mi pasaporte pone británico. Dejémoslo así.


Yet each man kills the thing he loves, by each let this be heard

Reading es una ciudad realmente fea. Mi madre, hermana y yo (nunca conocí­ a mi padre) vivíamos en una urbanización de pisos sociales a la cual llamaban Dodge City por el alto nivel de vandalismo. Las únicas memorias decentes que me quedan de haber vivido en Reading son los siempre presentes aromas de las galletas recién horneadas de la fábrica de Huntley and Palmers y el lúpulo de la cervecería Courage, de aquella, la más grande de Europa. Más tarde, descubrí­ el Festival de Rock, lo que que añade un punto positivo.


Such, Such Were The Joys

Cuando tenía 11 años mi madre me mandó un colegio interno bastante exclusivo con una beca completa (era un niño extremedamente inteligente, no sé qué pasó luego) que era una preparación para Public School, que curiosamente significa colegio privado. Al principio lo odiaba. Te llamaban por el apellido, hacía frío, jugabas deportes que yo no sabía que existían y los demás niños, a pesar de su procedencia dinero y supuesta educación eran tan crueles como los del colegio estatal de Reading. Dos años después gané una beca para estudiar en Stowe, un colegio moderno (fue fundado en 1923). Los que estáis pensando en Tom Brown's Schooldays y películas sobre Eton no podéis imaginar cómo era Stowe. El primer director dijo,"cualquier niño que haya estudiado en este colegio reconocerá la belleza para el resto de su vida". Y es verdad. Los jardines eran inmensos, con templos, puentes y arcos de estilos romanos y griegos. Los profesores querían que aprendieras, no había castigos físicos, los pequeños no eran los esclavos de los mayores aunque tenías que evitar a algunos maricones. Junto con la educación escolar, te inculcaban un autoestima alto, te preparaban para la vida real y te hacían creer que podías comerte el mundo. A mí­ no me funcionó muy bien pero yo venía de otro estrato de la sociedad. No había football. Jugábamos a rugby, hockey, cricket, squash, fives (buscadlo en Google) y esgrima. La experiencia individual fue maravillosa, pero no encajaba y me lo hicieron notar.


Hacerse culé en Andalucía

En 1981, después de terminar Hispánicas, me ofrecieron un trabajo como profesor en Jerez de la Frontera. Cogí­ el autobús de Victoria Station a Sevilla y pasé dos años en Jerez. No me sentía cómodo conviviendo con los jerezanos, demasiado superficiales. Los dos mejores amigos que tuve eran de Ferrol y de Burgos. Un día, en una clase que tenía sólo para chavales de la Fuerza Nueva, me preguntaron si era del Madrid o del Barça. Como todos llevaban pins del Madrid y ya eran unas fachas de cuidado a sus 15 años, me hice culé y sigo siéndolo.


Miña Terra Galega

Luego conseguí­ trabajo en Pontevedra y casi era como volver a casa. La lluvia, lo verde y la gente, que una vez que te hacías valer, te acogían totalmente. Llevo 30 años, tengo una familia que me apoya y protege y muchos amigos con los que puedo contar en cualquier momento. Los gallegos en general son cultos, curiosos y muy acogedores. Me siento en casa, es mi casa y mi vida y no me puedo imaginar la vida en otro lugar.


A rose by any other name would smell as sweet

Abrí­ mi propia academia en 1998 (Larry Bowles English World). Realmente es un puesto de trabajo a medida. Tengo una oficina, un aula y trabajo solo. Estoy cuatro horas cada tarde y me quedan las mañanas para cosas de casa, jardín y, si no llueve, el golf, aunque los escoceses dicen que se puede jugar al golf incluso cuando hace sol. Al salir del trabajo me da tiempo a tomar una pinta en el Grifón, Gato Cheshire o Can Fraco, según el día de la semana. Tengo unos horarios muy estrictos, como un buen inglés. Sólo bebo en Pontevedra los fines de semana cuando están los Stags


Con The AngloGalician Cup hemos topado.

Sobre la Anglogalician, he comentado mucho en el blog estos años. Me parece una idea brillantísima que ha creado una hermandad entre dos ciudades que nunca ha conseguido ningún concello, y mira que hay pueblos hermanados con pueblos patrios por todo el mundo, hermanamientos que no dejan de ser un dato sobre papel sin más transcendencia; un viaje de lujo con comidas suntuosas para cuatro políticos una ceremonia, una placa en la entrada del lugar y vuelta a casa y nunca más se habla del pueblo en cuestión. La Anglogalician Cup sí­ es un intercambio cultural de verdad, y creo que los Porcos sacan mucho más partido de los viajes que los Stags. Sus visitas a Blighty están muy bien organizadas, cada año hay itinerario distinto, visitan pueblos que no suelen salir en las rutas turísticas y beben cerveza a Dios y su madre. Los Stags hacen lo mismo cuando nos visitan excepto lo último. Más importante que todo esto y el partido, son las amistades entre equipos que se han forjado a lo largo de estas diez ediciones y esto es un tributo a Fran, Thomo y todos los que toman parte en estos viajes. Yo diría que es el culmen de mi calendario social.


De nuestro enorme aparato mediático

El blog, toda la máquina propagandística, está teniendo mucho éxito, si juzgas el éxito por el número de piontas y las miles y miles de visitas. Me gustan la mayoría­ de las entradas pero no entiendo el 80% de los comentarios. Hay demasiado corte y pega, poemas larguísimos que no parecen tener nada que ver con las entradas, listas interminables repetidas y, a mi parecer, mucho pseudointelectualismo. No obstante, si tienes tiempo para seleccionar lo que vale la pena leer, hay cuatro o cinco escritores que me encantan, y, sólo por eso seguiré entrando y comentando.


A Porcallada versus The Stagjada

¿La diferencia entre la manera de enfocar las visitas por parte de los equipos? Es evidente que los Porcos visitan Inglaterra de una forma que muchos nativos nunca han hecho, incluyendo a mí­ mismo. Se planifican las rutas muy detalladamente para combinar lugares históricos, aldeas pintorescas, alguna ciudad más grande y, por supuesto, cervecerías. Los chicos de Sheffield, una vez llegados los Porcos, también organizan eventos cojonudos así­ que los gallegos meten mucha cosa en su corta estancia. Normalmente los Stags llegan directamente a Galicia y cumplen el programa que les elabora Fran, y aunque ven gran parte de la Galicia rural, creo que es una experiencia algo más limitada porque ellos prefieren acampar en Pontevedra toda su estancia. No me malinterpreten; no juzgo a nadie. Quizás los Stags aprovechen sus viajes tanto como los Porcos. Simplemente digo que prefiero el enfoque de viaje de los gallegos


El Turista Accidental

Estuve 26 años sin regresar a Inglaterra. Hubo un cruel rumor que circulaba por Pontevedra que decía que estaba esperando que algún crimen que había cometido hubiera prescrito. Desde luego, esto es totalmente incierto porque esa clase de delitos no prescriben (humor inglés). Lo que pasa es que, al no tener familia allí, no me gusta la idea de visitar mi propio país como un turista en un hotel. Mi mujer insistía que fuésemos a Londres y hace dos años me decidí. Ella me enseñó la ciudad, lo cual es algo embarazoso dado que es gallega. Me encantaría que los Porcos me guiasen por Inglaterra pero nunca viajan cuando tengo vacaciones. Ya veremos.


Maggie! Maggie! Maggie! Die! Die!

Habiendo vivido en Inglaterra durante el reino de la Thatcher y viendo ahora las similitudes en cuanto lo que está haciendo el gobierno actual a este país, ahora que soy mayor, y me afectan más las decisiones políticas, me doy cuenta de lo terrible que fue el thatcherismo y como destruyó por completo el Estado de Bienestar. En fin, escuchad Tramp the Dirt Down de Elvis Costello.


Billy Fish: He wants to know if you are gods. -Peachy Carnehan: Not gods - Englishmen. The next best thing.

Muchos británicos viviendo en el extranjero creen que son moralmente e intelectualmente superiores a los nativos, vivan en el país que vivan. Más de una vez me he tenido que levantarme y marchar por pura vergüenza al ser testigo de este tipo de comportamiento por parte de mis paisanos. Conozco a pocos británicos en Pontevedra, aunque hay un montón, y procuro evitar a la mayoría quienes van por allí­ en grupitos y no se mezclan con los de acá­. ¿A qué vienen estos? Evidentemente hay excepciones pero conozco a extranjeros que llevan muchos, muchos años aquí y quienes nunca se han molestado en aprender castellano. Hasta Thomo habla mejor español que algunos de ellos, ¡por el amor de Ægir!


 Pisando la línea de 22 con un Hierro 1

Juego al golf siempre que pueda. No soy muy bueno (handicap 11) pero disfruto mucho y voy por el campo a toda hostia, así­ por lo menos hago ejercicio. Me encanta el rugby; uno de los momentos más felices de mi vida fue cuando Inglaterra ganó la Copa del Mundo en 2003. En Pontevedra hay dos clubs (Mareantes y Pontevedra Rugby Club) lo cual es extraordinario para una ciudad pequeña y he colaborado con ambos, yendo a los partidos y con un humilde patrocinio. Para mí­, es el rey de todos los deportes y conoces a gente con valores, lo cual es muy grato en estos tiempos.


This is Ferreira de Pantón Paso muchos fines de semana y gran parte del verano en Ferreira de Pantón, Lugo, na Ribeira Sacra. Es un pueblo de unos 2.000 habitantes donde nació mi mujer, y la mayor parte de su familia, hermanos, hijos, nietos, cuñados, sobrino nietos y primos vive allí y, curiosamente, unas veinte familias inglesas que se han instalado en los alrededores, aunque la mayoría no forma parte de la vida cotidiana del pueblo, cosa que he comentado antes. De hecho, me considero el inglés de Ferreira aunque vivo en Pontevedra. Hay una plazuela con los tres bares donde se encuentran todos y juegan los niños. La gente es de una educación exquisita y si tú les correspondes, pasas a formar parte del pueblo. Conozco a todos, juego a las cartas en los bares y, a veces, gente me saluda en la calle a la cual no conoce mi mujer siquiera. A veces, dejo a Charo en Poio y me voy solo, a quedarme en casa de su hermana. Hay un campo de golf al lado y, dos veces al año, 16 amigos de Pontevedra pasamos un fin de semana jugando, comiendo y bebiendo; tienen el mejor pulpo de Galicia, la carne es una maravilla y hay muy buen vino, lógicamente. Me encuentro muy bien en Ferreira ­, muy integrado y protegido. Es el sitio donde pienso jubilarme.


Bonus Track

As a kid in Reading we didn't own a TV or a hi-fi so my only access to music was on my little transistor radio. Of course I listened to Radio One and the top twenty. Off the top of my head I can remember The Osmonds, T-Rex, Brian Ferry, Slade, Jackson 5, The Move, ELO, Status Quo, Wizzard, some of which were fine but the offer was limited. Once at prep school after lights out you got your earplug out and tuned into Radio Caroline. Suddenly there was a new world of music that you could never have imagined. The first album I ever bought was A Night At the Opera (1975) and I've still got it, vinyl as thick as your thumb. I had to wait six months before I could play it at home when my mum bought a record player to listen to her Herb Alpert albums and Sound of Music Soundtrack. When I got to Stowe I was totally immersed in every kind of music imaginable. The younger kids shared a common room where the seniors had the only cassette player and the right to play what they wanted. They only had 3 cassettes: as I remember, Captain Fantastic and the Brown Dirt Cowboy (to this day the best product of John and Taupin), Just A Boy by Leo Sayer and Crime of the Century. I spent a year listening to these 3 records and I still do today. When we were allocated separate study rooms (3 or 4 boys to a room) there was more choice and diversity. You could walk down the corridor and hear from different studies Jethro Tull, Pink Floyd, Deep Purple, Zeppelin, Genesis, Maravishnu, Be Bop Deluxe, 10CC, Crosby and Stills, Neil Young, Captain Beefheart; basically everything was available. I used to spend hours in other people's studies recording their records and doing my homework at the same time. In my last year, 1980-1, we didn't have to go to bed until 10.30 and we'd listen to the John Peel show at the time Punk and New Wave were on an upsurge: Stranglers, Clash, Buzzcocks with the multitalented Pete Shelley, Joe Jackson, Magazine, Simple Minds, SLFingers, Patti Smith, the Tubes, the Cure and so on. In a closed environment of 600 souls, the choice of music was unlimited and once the bug had bit me, I started going to gigs.

The best concerts I can remember: (1978-1981) just before I left England, Genesis-Seconds Out Tour, Steve Hackett's last appearance, The Climax Blues Band, Yes and Ian Carr's Nucleus free at Southampton Univ. Student's Union. Howard Devoto's Magazine supported by an unknown band called Simple Minds, The Tubes supported by Squeeze, not to mention three years of Reading Rock Festival.

In Spain I've seen Chick Corea's Elektric and Acoustik Bands, Elton John solo with a Yamaha minigrand midi piano in the bullring in Pontevedra would you believe, Neil Young, Eric Burdon, Roger Waters, Leonard Cohen and countless others. Something that many of you might consider a black mark on my report card could be the fact that I was a staunch The Enid fan while at university and toured with them as their lighting engineer for a couple of tours, which is why I only got a 2.2. They're still going strong and played in Portugal last year but I understand that it's something you either love or loathe.

¡Ah! ¡Pobres, pobres osos!

[la entrevista en inglés, aquí]

Amaneceres y Despedidas en la Vida de un Porco Bravo



- ¿Alguna vez piensas en Qui Nông?
- No, nunca -miente. Para olvidar la muerte de la inocencia. Qui Nông, Wagner derramado desde una vagina nimbada, sangre en el arrozal. Actitud feniana enfundada en M65, mil metros en la mirada. Qui Nông, cuando las palabras son napalm. -No, nunca.
- Pues suerte que tienes. Me acompañará en todas las pesadillas. Joder, lo que le hizo Boogie al camello, todo lo que trozamos, ¿cómo fuimos capaces?
- Estaba en el programa oficial.

Beben en un chiringo sin vistas a la playa. El cielo es azul, la cerveza negra, las chicas rubias. La marea sube consciente a veces de la mancha roja del sol. La vida es una canción de los Beach Boys versioneada por Gog y las Hienas Telepáticas.

- ¿Recuerdas Yardley Gobion?
- ¿Qué dónde está Alesia?... serás hijo de la gran puta
- Perdónperdónperdón. Se me escapó. ¡Olvídalo! No dije nada.
- Que sea la última puta vez que pasa. La última.

[Aquí Yardley Gobion llamando a quien esté por ahí, estamos muy jodidos, necesitamos refuerzos]
Lo que pasa en Inglaterra queda en Inglaterra. Es el dogma. La jornada en Yardley Gobion va más allá. Es tema tabú. La hora más oscura de la Manada. Seis pies de tierra inglesa sobre la memoria colectiva. No, nunca, nunca jamás. 
[Aquí Yardley Gobion, repito, ¿me reciben? Están (ininteligible) ¡Por Ægir! demasiado tarde, bombardeen nuestra posición, no duden, bombardeen nuestra posición, aquí Yard...]

Beben extramuros do Gato Gordo. Suspendidos los árboles otoñales, el cielo otoñal, la grey anónima. La cerveza es inglesa, la hamburguesa de buey, la chica se expresa en ugrofinés. Dentro, un mapa os explica la depravada orange plank road  que no cicatriza  las Islas. Suena Colin McRae de Tora Tora Tora, el youllneverwalkalone del porcobravismo ctónico.

- ¿Te acuerdas de Fryston Hall?
- Deberías olvidar el pasado o vas a convertirte en boniato.
- Jo y puñetero jo.
- Como no me des pistas...
- Dejamos atrás un reguero de tractores desguazados, orfanatos en llamas, y todo, por robar unos libros viejos de mierda, ¿me lo explicas?
- Nimiedades. Cumplimos órdenes. Vestir la Ronnie Farras tiene un precio.
- ¿Vender el alma? Conste que no te lo digo desde la perspectiva de la lacra asiática.
- El alma está sobrevalorada.
- ¿Vagar por Galizalbion hasta acabar en Fiddler's Green?
- “En la brecha donde ondee la bandera, estará nuestro hogar”. Si lo dice el himno y lo pone en los estatutos, es verdad. Anda, pide otra ronda y calla.

Beben en el Boot Room. Xa foi, xa vai. La obsesión hecha peltre, tal como entras, a la derecha. La noche no está estrellada, las cervezas son de cucurbitácea, las chicas estudian Bellas Artes. Querido Extraño trova de cortejos macabros y batallas ganadas en mares de coral. 
Zarpamos en 10 pintas.


- ¿Piensas alguna vez en Bon Leste?

Tractorville Football Part 1 – The Early Years, by Boroman




First Punt
Captain Clough’s idea to set up a Football League in Tractorville was an instant success especially with the local guttersnipes, tavern trash and wharf rats who all fancied giving the new game a go and getting a chance to “put the boot in”. Some order was needed so the first six teams were aligned to local Taverns in the area of Boroman Circus. This gave them an instant allegiance that would quickly become an obsession nay religion. Each team nominated a Captain and chose a badge and kit colours. They were:

Celtic Cross Corinthians (Celtic Cross)
Captain Francisco Benitez. A draconian taskmaster, whose commitment to the game was total. Once had a player keel-hauled for a misplaced back pass. Their rugged playing style was a reflection of their Celtic roots as were their drunken celebrations after the game. No sheep was safe when the Celtics won a match I can tell you. True to their roots they also included many a bard and philosopher in their ranks, the most famous of this period being Michael O’Barja, who on most nights would regale the Celtic Cross patrons with wild tales and intellectual conundrums until he fell over pissed. Shirt: Sky Blue, Badge: Bagpipes on a Celtic Cross.

Hand of Crom Casuals (The Invisible Hand)
Captain Martin Striker. He was know as the Gaol Machine as he was always getting arrested, spending many a post match in the drunk tank. In their first match a deliberate handball by their opponents resulted in the offending hand being cut off and pinned to the ball. Martin himself then curled the resultant free kick into to top corner thus earning them their badge. The team’s approach echoed their Captains name and they often played with four men up front, which made their matches something of a goal feast, though their notoriously weak defence, made up of ex-jockeys, meant goals flew in at both ends. The team was known as the “Beast with no-backs” Shirt: Black and White stripes. Badge: Bloody hand with index finger rampant.

The Horny Devil’s (Devil’s Hornpipe)
Captain Serge Pantaloon. It was rumoured he sold his soul to Satan in return for his many talents. A landlord, who owned the Devil’s Hornpipe, he was also an accomplished raconteur, culinary expert, troubadour and master of the lute. His only weakness was the inability to score on the pitch or as the local Sports Paper “Tractors for Goalposts” quoted “He couldn’t hit a cow’s arse with a banjo”. They played in Blood Red and were very successful early on helped by the fact that many close decisions seemed to favour them and extra time was consistently played until they secured a winner. This tempted many punters to suggest they had the referees family held to ransom but the team’s owner and Head of Referees, Jock McGlasgow, begged to differ. Shirt: Red. Badge: Naughty Devil

The Intellectual Strollers (The Furious Debate)
Captain Xurxo Van Damned – Known as the Flying Dutchman for his penchant for driving the team coach and horses at breakneck speed. It took the Intellectuals months of discussion before they finally agreed on a Black Kit though many think it has a purple hue undetectable in normal light. Their early games suffered from an overly strategic approach involving tight possession football but little in the way of goalmouth action. The phrase “Fucking get on with it” was often heard from the sidelines. Plus the decision to pick players on their IQ rather than footballing ability and publish their play book in Latin led to a few early heavy defeats before the practice waned. Shirt: Black. Badge: Open book with legend FGOWI.

Steal City Cutlass’s (Sportsman’s Tavern)
Lord Shabbington of Bramall. A disinherited English Lord who had landed in Galizalbion in search of the legendary City of Gold, Middleboro or Elborado. Boy was he disappointed. The Tavern was in the middle of Boroman Circus, a haven for pick-pocket’s, cut purses and n’er do wells, know to locals as Steal City. Lord Brammall’s ship’s flag was a Skull and Cutlass so he named the team thus. The ships cook had invented a sandwich which was 90% fat and 10% pig’s toes which had proved vital in keeping the crew warm during harsh winter voyages. They were so popular the sailors invented “The Greasy Ship Buttie” song which then became the anthem of the Cutlass team. They were also known for the wide girth of many of its players, who enjoyed a drink or two before after and sometimes during a game. They were the first team to use the Fat Back Four formation. Shirt: Red and White Hoops. Badge: Skull and Cutlass

Shawfield Thursday (City Barracks Tavern)
Captain Tom Davesson. A man whose capacity for drinking was legendary in the Five Kingdoms. After a night on the ale he was also wont to leave the teams kit in the pub meaning the Thursday often turned out in skins. Named for their first owner, a Mr Shawfield Henderson-Relish. He had his first pint of Ale on a Thursday and made his fortune from chicken farming. The clubs badge was a chicken but they soon became known as the “Fowls”. For some unknown reason they developed an intense rivalry with the Cutlass’s with both teams referring to each other as “Swine”. Their most famous player of the period was a barely literate Northern sailor called Christopher Wadlington who, despite his hang dog demeanour, had magic in his feet. He could also make a damn fine sausage but he couldn’t take a penalty to save his life. He lead the team to perhaps their finest triumphs and to this day the team’s fans seem to instantly fall into a pit of despair when mentioning the glory years of the “Waddler”. Shirt: Blue and White Hoops. Badge: a Blue Chicken

The Captains put together a kitty, from stolen booty, to fund the building of a football ground, next to a crossing in the bakery district known as the Bridge of Pies. The Stadium was named The Ponte. It had a capacity of 1,000 and a well stocked bar, run by Captain Serge called the Cat’s Whiskers. The post match crowd could get more than a little boisterous so the good Captain hired buxom wenches to stand guard at the pubs entrance on the premise that even the foulest of black-guard wouldn’t hit a woman. The locals soon referred to the practice as having “a couple of bouncers” on the door.

The league proved a popular diversion for the inhabitants of Tractorville, giving respite from the time’s usual vagaries, like invasion, occasional rioting and the plague. The six teams would expand and their histories develop as time went on. Football was here to stay.

Next: Part 2. The League expands and the shorts get shorter.

Nos campos de Bon Leste

[ACTUALIZACIÓN: ESTA ENTRADA FOI EDITADA O 10/09/2013]


É agosto de 2013.
Creo que fan 40 anos da primeira vez que aterricei en Bon. Hai fotografías da época nas cales se aprecian ringleiras de leiras rodeando o areal. Unha franxa interminable de verde. Seguida dela, a praia, outra franxa de cor oso. E despois, outra interminable franxa de cor azul. A bandeira da infancia, unha tricolor desteñida, supoño. Imaxino unha conversa imaxinaria entre F.M. (pai) e o meu tío Gonzalo, na Pontevedra de 1967 (ou 1968), compañeiros de traballo daquela (creo), compartindo algún viño nalgunha tasca da capital:
- tes que vir a ver un sitio que coñecín o outro día
- onde?
- Bon, Beluso, Bueu
- ...

É agosto de 2013.
Creo que fai unha semana do último partido que xoguei no campo de fútbol dos piñeiros. Rodeado de teenagers preguiceiros e mariscos third age like me resoplando entre os terróns de toda a vida. Tropezando co balón, fallando goles clamorosos coa porta baleira, chocando contra rivais enfurecidos pola previsible derrota. O fútbol traza unha liña imaxinaria entre a infancia e o que sexa este momento que estou a vivir agora (a mediana idade, ou algo). Unha liña punteada e retorcida que da reviravoltas na memoria, que pretende ser a pegada do vivido. Os balóns caen na praia. A franxa de verde está perforada por ducias de construcións onde os restos da clase media disfrutan dalgunha semana de vacacións. A cor oso da praia está salpicada de toallas e sombrillas e flotadores e mesas e sillas. O azul está punteado polas boias que delimitan o espazo navegable para as barcas. A bandeira da infancia, coas cores desvaídas, ondea pese a todo. Os cuarentóns incombustibles seguen xogando a ser nenos con rapaces que poderían ser os seus fillos. Berrando e correndo, facendo unha especie de mestura entre a ouija e as viaxes temporais, tratando de recordar onde perderon algo que botan de menos, encarando un presente no cal hai sinais inequívocas de que as cousas non van ir mellor no futuro. Dende fora é un espectáculo extravagante. Dende dentro é unha máis das formas de certa felicidade intemporal.

É agosto de 2013.
En xullo houbo partido da manada en Bueu. Baixo un outro sol abafante voltouse a cumprir coa doxa: os porcos bravos non xogan amistosos. Invitado polo main porco caín no Farol na reunión post-partido. Algunha nota mental sobre o encontro: o porcobravismo en repouso é estraño. Tirando a silente. Case taciturno. Amarrado a pintas de cervexa interminables, enfrascado en conversas en baixiño, entrecruzando miradas de complicidade cuase-militar. Intercambiei saúdos con parte do equipo que barreu aos Stags do mapa da dignidade futbolística meses atrás. Presencie a solemne entrega do Laurence Bowles entre risas incrédulas. Sorprendentemente, o ambiente era máis familiar que outra cousa. A fratría por riba da guarnición militar.  A tribu arredor dun lume imaxinario, en paz, tan alonxada dos tumultos interneteriles. Despois participei nun churrasco catártico a uns 48º de temperatura. Unha reunión de vellos amigos celebrando o básico da condición humana. A amizade, tomar unhas copas xuntos, botar algunhas maldicións compartidas, o estado do tempo. En comidas coma esta, un pode albiscar o sentido de todo isto, sempre elusivo, sempre en fuga, pero deixando pegadas que dan claves que permiten comprender algo.

É agosto de 1980. Ou por aí.
Estou no campo dos piñeiros. Somos unha banda de boniatos efervescentes. Son ás once da mañá. Xogamos ao fútbol.  Resoplamos entre os terróns de toda a vida. Tropezamos co balón, fallamos goles clamorosos coa porta baleira, chocamos contra rivais enfurecidos pola previsible derrota. Bañámonos nese azul que ten vida propia. Sobre unha franxa de cor oso morremos ao sol durante media hora. Son as catro da tarde. Xogamos ao fútbol. Resoplamos, etc. Bañámonos nese azul que nos devora a intervalos regulares. Secámonos, etc. Son as sete da tarde. Xogamos. Bañámonos co solpor. Somos inmensamente privilexiados e sentímonos simplemente afortunados, nunha sorte de inxustiza íntima que o tempo encargarase de desvelar. Facémonos unha foto debaixo dunha portería rudimentaria. Sorride.

É agosto de 2000. Case.
Estou preto de cumprir os trinta. Son consciente de que case sen darme conta fun deixando de xogar no campo dos piñeiros nos últimos veráns. Disimuladamente fun deixando de facer as cousas que  facía sempre. Como unha enfermidade, vou perdendo bós hábitos e adquirindo rutinas despreciables. Estou no camiño que leva á praia. Detéñome na verxa do campo de fútbol. Baixo soles interminables a figura incansable de fm prefigura unha paisaxe que semella ser inamovible. Alguén ten que manter o invento vivo, en marcha. Alguén ten que soster as cousas cando estas empezan a desfacerse imperceptiblemente. Alguén ten que ser quen estea aí. Achégome ao mar escoitando os berros de fondo. Imaxinando os resoplidos e os pelotazos e os goles fallados coa portería baleira e a tristura do campo despois de que todo remate. Entro na auga. Sei que está fría porque sempre o está.



Fábula del gallo, las larvas y la centrifugadora de almas


Déjenme, o no, darles mi opinión sobre todo este engorroso asunto. Permítanme, o no, tomarme el rigor a la ligera, si es que puede hacerse algo así, o qué, y abordar cuestiones de tan altos vuelos con el tono socarrón de una coplilla de Sánchez Ferlosio, Chicho. O no.

No me cabe duda de que todos ustedes, los cuatro, los cuatrocientos y los cuarenta mil, están en posesión de una cultura más vasta que la mía, más profunda y mejor entendida. Desde luego, los que son conocen mucho mejor que un observador distante como yo el sentido de todo esto: nunca me he restregado contra sudor inglés. Pero se me ocurre que la magnitud que ha adquirido la empresa puede requerir de una perspectiva más amplia que la que tienen los miembros de facto de la AGC. Quizás, incluso, sea necesario abandonar las humedades propias de Galizalbión, los cielos grises entumecidos y las tristes colinas que asedian nuestras tabernas.

Umberto Eco estaba escribiendo en su portátil un artículo sobre sus vaqueros nuevos. Había adelgazado diez kilos y su mujer le había llevado a la boutique de Dolce&Gabbana en Milán para regalarle unos pantalones adecuados a su nueva silueta. En efecto, Umberto, que no en vano sigue siendo una de las esculturas vivientes de Manzoni, se sintió inmediatamente favorecido por el corte slim de los jeans que Renata le había escogido. Se miró al espejo del probador bastante satisfecho de sí mismo y corrió la cortina con aire seductor. Como viera a su mujer con otros cuatro pares de pantalones colgando del brazo, decidió zanjar rápido el asunto y se mostró entusiasmado con los vaqueros, poniendo en juego todo su poder de convicción para no tener que volver a probarse nada. Tanto se esmeró que, consciente como nadie del peso específico de la imagen, comunicó a su esposa su intención de abandonar las dependencias comerciales vistiendo su regalo. Y pagaron y se fueron.

Al llegar a casa, después de un paseo que se le hizo eterno, Umberto se metió en su despacho. (Renata, cara, vado lavorare. Va bene, cucciolino, mangiamo alle due). En cuanto se sentó, notó la presión de los pantalones en la entrepierna. Hacía como veinte años que no se ponía unos vaqueros y la rigidez de las costuras cargadas, la hostilidad de las tachuelas, el tacto agreste del denim… le estaban poniendo cachondo. Se echó la mano al paquete y sintió deseos de masturbarse. En cambio, se puso a reflexionar sobre cómo determina la ropa la percepción del propio cuerpo y cómo puede eso estorbar al pensamiento, que se dispersa cuando uno está pendiente de lo que enseña a los otros… y se puso a escribir. Pero esto no nos interesa.

A última hora de la tarde, vistiendo todavía sus pantalones nuevos, le apeteció salir a tomar algo. Renata lo miró de arriba abajo y le dijo que se alegraba de que hubiera comprado los vaqueros, que era evidente que le habían “insuflado una energía juvenil” (la expresión llamó mucho la atención del filósofo), pero que estaba ocupada y no podía acompañarlo. Umberto se alegró íntimamente y pensó si aún encontraría a alguna vieja gloria en Al Campari, inocente él, que ignoraba que ya no hay lugar en el mundo para locales así. Al menos no en el centro de Milán.

Pone el pie en la calle y un enorme gato negro se cruza ante él, acariciándole las rodillas con el extremo de la cola enhiesta. Lo mira pasar (le gustan los gatos) y reanuda su camino. Entonces, cuando cruza la línea imaginaria trazada por la trayectoria del animal, su mente, su cuerpo, sus vaqueros, todo él se sumerge en una especie de gelatina transparente, no pringosa, y comprende inmediatamente que está atravesando un umbral entre dimensiones espacio-temporales, qué cosas pasan, y de pronto está en una ciudad que no conoce, bajo la lluvia, una arquitectura pétrea de proporciones achatadas, colores sin nombre, cambiantes bajo la luz temblorosa del farolito que pende, ante sus narices, junto a la puerta acristalada de un bar. The Furious Debate, se lee en la placa, bajo el farol. El vaho empaña el cristal y no se ve el interior, pero imagina a los hombres que dibujan las carcajadas rotas. Mientras entra, se arrepiente de haber elegido esos pantalones.

Un hombre de pelo oscuro, vestido de negro: “John Dee podría ser un buen sustituto para Crowley. Ambos estudiaron en Cambridge y a los dos les queda bien el birrete ”. Un hombre de pelo oscuro, vestido de negro: “¿Barrilete? No lo creo, Laimbeer. Las togas le hacen perder el juicio”. Un hombre de pelo oscuro, vestido de negro: “No, hombre, dice que es insoportable que una sola vida tenga que enfrentarse con una sola identidad”. El mismo de antes: “Lo que yo decía”. Un hombre calvo, vestido de oscuro: “Eso enlaza con lo de la teoría de los circuitos cortos de Willy”. El primero: “Entonces celebremos su muerte, Mike Barja. Ponnos otra ronda, camarero”. Y el camarero, risueño, pelo oscuro y vestido de negro, aparta la vista de los parroquianos y ve a Umberto, pacientemente acodado, con su chubasquero azul, su jersey rojo y sus D&G nuevos, atento a cada palabra. “Veni apotemus”, le dice con la mirada. Y Umberto, embriagado aun antes de haber bebido, obedece.

Cuando se despierta en su casa, la cama vacía, huele intensamente a huérfana y un poco menos a alcohol. No sabe cómo ha regresado. Ve sus pantalones nuevos en el suelo, cubiertos de barro, y recuerda que ha decidido escribir un tratado semiótico sobre una cosa llamada The Anglogalician Cup, algo que tiene que ver con el fútbol (qué apasionante) y con las borracheras de Malcolm Lowry (maldito alcohol) y con literaturas de provincias y laberintos y sociedades secretas y páginas de Internet (porco Dio, ¿dónde demonios he estado?)…

Pero, ¿qué cojones es esto? ¿Qué lamentable Deus ex machina de baratillo? ¿Umberto Eco escribir sobre nosotros? ¿A santo de qué? ¿Me vas a contar, Main, a qué coño viene publicar esta mierda de redacción de pajillero mentecato? ¿Qué tiene esto que ver con nuestra lucha encarnizada con el enemigo? Hasta los huevos estamos de los jueguecitos tortuosos de pedantes aburridos. Largaos a tomar viento y devolvednos la AGC, la verdad, la verdad y nada más que la realidad. Oh, yeah.
(↓)




Pero también podemos olvidarnos de los porqués. Desasirnos de los yugos de la memoria y utilizar los recuerdos como materia combustible, alimento de sueños. Darnos con burka, ocultos en las celosías de la generosidad plena, libres de envidias y esquemas y resentimientos. Si un día tenemos la suerte de presenciar a rostro descubierto una edición de la AGC, si llegamos a ser tan afortunados como para compartir euforia etílica con los hombres que hierven en la noche previa al encuentro, entonces ahí vestiremos caras nuevas, pantalones vaqueros, palabras amables y amor fraternal. Puede que en sus comentarios, la razón de ser, alma y desahogo de esta web, reconstruyan con su ingenio y sabiduría el diálogo de esa noche entre el filósofo y los habitantes de Galizalbión. Puede que se diluya un tanto el debate sobre la naturaleza de la Cup y la (im)pertinencia del blog. Puede que se disipe la inseguridad que generan la incertidumbre, el ruido y la entropía que actúan como telón de fondo de este proyecto desmesurado: recomponer un mundo desde la fragmentación sobre un único punto de apoyo. Seguramente no me explico bien, pero no hay tiempo para más. Lo que está hecho es evidente. Lo por hacer imprevisible.

Over The Deturpadas Hills and Far Away el Peltre Ctónico

And that will be England gone

Ya no quedan prados de heno en Inglaterra. Hace tiempo que voló el último cuervo. El país semeja un inmenso cementerio de gloriosas antigüedades. En los muelles y fábricas de otrora, sus durmientes hijos beben ahora café y vino. Aun y así, no cabe plañir. Inglaterra prevalecerá en tanto encontremos alubias en el desayuno, una yarda en un metro, rótulos en los pubs y, Porcos Bravos que mantengan sus tradiciones.
Mientras la Idea brille, nuestro mundo no será pequeño.

La otra crónica, la escrita según el tradicional método galeguidade ao pao, informa:


Sheffield Stags 2 - Porcos Bravos 4


The Sheffield Stags: Dave Moxon (Gk); Thomo (1); Albert Finney; Batty Smoker; Ben Torres; Col W; Gansta; Rob Bellamy; Lee Bowyer (1); Shabba; Irish y Adam Torres.

Os Porcos Bravos: Santi Barrilete (Gk); Marcos; Fontaiña; Frank (1); Martín (1); Lutzky; Del Río; Jorge (1); Fer; Serge (1); Xandre y Xurxo.

Venue: Crookes Road, Sheffield, bajo el cielo azulísimo de Mayo. En perfectas condiciones a pesar de Robbie Fowler.

Attendance: Unos treinta y cinco privilegiados. Afición entregadísima a la Causa a la par que elegante entendida y animosa.

Uniformes: Los stags visten de oxímoron postmoderno vintage.
Os porcos, del negro Ronnie Farras que ha hecho correr ríos de tinta.

El Laurence Bowles al mejor jugador porcobravo es para  Fer en su primer partido. El espíritu del " Hai que Roelo " cabalga con el porcobravismo.

El Derek Dooley's Left Leg al mejor jugador inglés, va a parar a Dave Moxon.

Barrilete, dos de dos como entrenador. A otros, por menos, les nombran Sir.

El cambio de ciclo es oficial: Os Porcos Bravos han ganado 5 de las últimas siete ediciones, dos de ellas a domicilio.

Por primera vez en la historia de la Anglogalician Cup, hay empate a títulos. Cinco para cada equipo. Con igualdad en el frente, siete años después.

Os Porcos bravos empezaron a ganar la X la misma fecha en que la VIII se les ahogó en el Sheaf. Fue un año y medio largo de desopilantes Dietas, encarnizados amistosos, terrorismo mediático y sangre en el ojo. Suficiente para un reloj de cuco y, vencer por segunda vez en Sheffield.

La puesta en escena de la Décima resulta vodevilesca. Los stags han perdido a su capitán y extraviado los uniformes, o viceversa. Durante los primeros compases del encuentro acusan el mazazo moral. Cuando reaccionan, el 0-1 de Martín ya estaba ahí. Pero nunca subestimes a un inglés en una pelea. De un estornudo y una perdida de balón, extraen el empate. Es su primera llegada al área gallega. Un guión ya conocido, aunque esta vez con una significativa variante: la Porcallada mantiene el tipo. Fieles a la manida consigna de que la mejor defensa es un buen  ataque, se ponen 1- 3. Quedan diez minutos para el descanso y los profetas ya cuchichean que el partido está muerto. Entonces viene la parranda. Thomo saca petróleo de un estrambótico fallo de los Bravos. 2-3. Son los peores momentos del equipo visitante. Nervioso, desorientado, achicando balones. Les salva la campana.

El descanso da para mucha libreta. Ambos equipos saben que la segunda parte pende de un gol. Si es stag, vaya si hay partido. Si meten los de negro, c'est fini. Pronto acaece lo segundo. Los ingleses, nobleza obliga, atacan a tumba abierta. Os Porcos, escarmentados, se repliegan con oficio. La portería de Santi no vuelve a pasar por más situaciones embarazosas. La X empieza a caer por su propio peso. Al final de la escapada y del pitido, ganan los que vienen de fuera.

Aparte de lo obvio, quedan las pinceladas de rigor: inmenso Jorge, encomiable Sergio en la presión; el resto de los porcos bravos, con los debutantes Estévez y Del Río, a un nivel medio alto. Destacan en los stags: Callanan, Cundy y Lee Flesh Gordon.


En Abril de 2014, más. Será la XI, la del desempate.

Recuerden que sí nuestros pecados son tercos, nuestros arrepentimientos son cobardes.

Chámalle X

Inglaterra es un pueblo extraño, que habla inglés, que está rodeado de mar y envuelto en nieblas.



Programa Oficial de la X Edición. 

16 de Mayo


06.00 de la Mañana.
Bajamos a Oporto para subir a por la X.
El avión sale a las 09.20 de la ciudad lusa y la llegada a Stansted está prevista para las 11.50.

17.07
En 1987, Bath fue nombrada Patrimonio de la Humanidad. Tenemos una hora para beber el porqué mientras aparcamos a Sally Lunn.

18.47
Stevenson hizo zarpar a la Hispaniola de Bristol, en pos de otra  X famosa. Situada a once kilómetros del mar, en las riberas del tortuoso Avon, la ciudad siempre resultó un emplazamiento extraño para un puerto. Cuna de célebres piratas, es obvio que nuestro primer run amok cervecero va a ser al abordaje. A lo largo de la tarde, que se antoja madrugada, se nos unirán la Brigada Van Damme y, destacados miembros de la comunidad galega residente en el sur de Inglaterra. Porconcierto bravo en The Velindra. Pernoctamos en el Ibis Bristol Centre.Que nadie amanezca en un pailebote, o se enrole con Juan Caboto.

17 de Maio, día das letras galegas


10.33
Seguimos ruta por las míticas Marcas Galesas.

12.12 Gales.
Dragones y pintas en Trefynwy, Monmouth  para los ingleses. Nos acompañarán las ovejas de Geoffrey y la épica de 1415.

14.41 Worcester, Worcestershire:
pulpa de tamarindo, pimientos picantes, anchoas, soya, vinagre, melaza, clavos de olor, chalotas, ajo y cebolla. 1651. En su Catedral, está enterrado el incomprendido Juan Sin Tierra, del que cuentan fue asesinado con cerveza envenenada.

16.06  Proa a Sheffield, Yorkshire.

18.30  Sé fiel a Sheffield.
Debutamos en el Royal Victoria Hotel, inaugurado en 1862.

20.30 Vamos al Angel Inn en Woodhouse, 
para seguir una  final de Copa que seguro va a ganar un equipo de Madrid.  


18 de Mayo

11:00 a 13:30  Ron Clayton’s Sheffield Tour. 
A grandes rasgos:
11.00 Walk to Canal Basin
11.30 Beer in Old Queens Head (Meet Suzanna, Czech Landlady)
12:45 Spanish Civil War Memorial and Sheffield Peace Gardens
13:30 Fagan’s for photograph opportunity with landlord Tom by the new Pete McKee mural. Comida  en este pub a las 14.00h, amenizada con música folk.

15.30 Empieza el rock & roll.
Salvaje run amok beerserker por The Grapes, Dog & Partridge, Dada Bar, Red Deer, The Hop y demás watering holes de la ciudad del acero citados en THE ANGLOGALICIAN CUP: Also sprach Boroman. A los músicos de ambas orillas de Galizalbion se les ofrece la  posibilidad de acudir a Yellow Arch Studios para exhibir sus habilidades.

19:30  Asistimos a un concierto en Bloo 88.
Descargan dos bandas locales con mucho futuro:  Payroll Union y los Killer Joules.

19 de Mayo 


El PARTIDO. 11 de la mañana. 
El Battlefield es el habitual  Gym Plus Ground, Crookes Road, Sheffield. Debemos alimentar a la Bestia también fuera de casa. 


13.30  Tercer Tiempo en el Royal Victoria Hotel.

14.45  Run amok
que será a su vez jovial, proceloso y ctónico por los grifos de The Harlequin, Riverside, Gardeners, Kelham, Shakespeare y ¿cómo no? peregrinación a The Fat Cat, a tocar la placa y recordar que aquí empezó todo.

20 de Mayo 

10.30 Visita y almuerzo en el majestuoso Cutlers Hall, sede del Gremio de Cuchilleros.

12.15 Hasta la vista Sheffield.

14.30  Parada táctica de una hora en la villa de Godmanchester, Cambridgeshire. 
Si ustedes creyesen en las simetrías, les susurraría  que fue Juan Sin Tierra quien le otorgó carta  municipal en 1212.

16.30 Stansted. Compras, pintas, anécdotas. 

Despegamos a las 18.30. 

20.50  Aterrizamos en Oporto
Volvemos en bus para casa.

Inglaterra es como un enorme cetáceo flotando en aguas de Europa, y uno se encuentra aquí a la manera de esos náufragos refugiados en el lomo gigantesco de ballenas dormidas, que ellos tomaban por islotes.


E coma sempre, o de sempre, Galicia Über Alles !

Die Trommel schlug zum Streite





         
  


 
 
 

 














El sueño de Polífilo y los Porcos Bravos, por Rodrigo Cota


Una de las obras más enigmáticas que ha dado la literatura universal es ‘Hypnerotomachia Poliphili’, publicada por primera vez en 1499 y traducida al español como ‘El sueño de Polífilo’. Se atribuye de manera un tanto arbitraria a un tal Francesco Colonna, quien al parecer era un monje dominico.

Lo interesante de esa obra es que nadie la entiende. Desde su publicación hasta hoy, cada cierto tiempo a alguien le da por escribir un ensayo intentando descifrar la ‘Hypnerotomachia Poliphili’: tratados esotéricos, iniciáticos, sicológicos, espirituales y hasta arquitectónicos. Ninguno de ellos sin embargo ha conseguido ni por aproximación explicar de qué va el sueño del pobre Polífilo.

Y es que Franceso Colonna o quien quiera que fuese el autor, se preocupó mucho de que su obra fuera incomprensible. Para eso la escribió, para que nadie la entendiera y para que cinco siglos después siga apareciendo gente tratando de desvelar secretos que no existen. Ése fue su logro: escribir un libro que perdura gracias a que es absoluta y premeditadamente impenetrable. En realidad, Francesco Colonna era un vacilón.

Otro ejemplo más elemental y conocido de un caso similar es el de Nostradamus y sus profecías. Nostradamus vivió en la misma época que Colonna y fue otro gran vacilón que escribió esas cuartetas en las que mucha gente cree leer el futuro. Y un tercer ejemplo, con lo que vamos entrando en materia, es el más reciente de la Anglogalician Cup y los Porcos Bravos. Se trata de una evolución de los casos anteriores, ya que aquí son los propios Porcos Bravos los que intentan explicarse a sí mismos sin conseguirlo, recurriendo a todo tipo de estrategias erráticas, siempre fallidas, que en muchos casos vienen de apresuradas exploraciones en Google a la procura de citas que se ajusten a un discurso generalmente contradictorio, inconexo y cambiante. Independientemente de que el recurso excesivo a la cita ajena suele ser prueba de ausencia de pensamiento propio, los Porcos Bravos caen en la trampa sibilina de su líder, el llamado Main Porco, quien como Colonna o Nostradamus ha creado una amalgama pseudofilosófica carente de sentido, de lógica y de esencia pero que aparenta tenerlo todo ello y en abundancia.

Quien más se ha aproximado a explicar el asunto ha sido Adrián Rodríguez. Se reunió con ellos para hacerles un reportaje en Diario de Pontevedra y redujo toda su propuesta intelectual a una fanfarria metafísico-futbolística, describiéndolos simplemente como un grupo de blancos, heterosexuales y cerveceros, que es lo que son. A Adrián Rodríguez le faltó añadir la etiqueta de misóginos, que también lo son. Obviamente, muchos pusieron el grito en el cielo al verse retratados como simples pensadores tabernarios que tratan de entender su propia historia entre pintas de cerveza creyéndose que algún día lo conseguirán.

Causa cierta ternura asistir a ese esfuerzo de los Porcos Bravos por comprenderse a sí mismos, discutiendo entre ellos sobre quiénes son y negándose a reconocerse como una simple pandilla de amigotes que juegan uno o dos partidos de fútbol al año y beben cosechas enteras de cebada fermentada. Pero, por si está usted pensando que esto es una crítica a los Porcos Bravos o al Main Porco, otro gran vacilón, he de negarlo rotundamente. De la esterilidad ha salido la fecundación in vitro. La esterilidad, pues, provoca hijos de la misma manera que un buen día alguien, analizando la ‘Hypnerotomachia Poliphili’ puede acabar descubriendo el sentido de la vida aunque sea por error, tal como Fleming se encontró con la penicilina.

Main Porco ha lanzado una propuesta al viento como Nostradamus lanzó sus cuartetas, con la idea de que nadie las descifrara, pues nada hay que descifrar en ellas, pero dándoles el formato y el aspecto de algo serio y descifrable. La falta de profundidad se esconde tras un lenguaje propio, una verborrea muy literaria y más o menos críptica, diseñada para que los seguidores de la secta traten de interpretarla como si detrás hubiera realmente algo que interpretar. Eso acrecienta el prestigio del líder y socava la autoestima del seguidor-adepto, obnubilado por una pantalla de fuegos de artificio perfectamente orquestada y alimentada por el propio Main Porco.

Pero como decíamos, no sabemos hoy cuáles serán los frutos a medio plazo. Puede que alguien, algún día, tratando de entender toda esta historia carente de sentido, acabe descubriendo la penicilina.

PINCELADAS DOUTROS DEPORTES: A BILLARDA



Mentiras dun ácrata con noite libre; non normativo; constructivista.

                      “...Quén? Quén de nós? Quén de nós non?
               “Galiza é unha nai, velliña, soñadora...”
“Nese tempo divertínme, nas
                                                                        tascas, antre mariñeiros, e
                                                                        fagendo, ás veces, copras
                                                     de rexoubeo”

No blog das metáforas de dor de barriga e da prosa restalante, sinxelo escrito a golpes de barra de bar e trasteo eternáutico, coma todo o de Blackemperor. Breve introducción á Billarda, para veciños de alén mar, dificultade media.

Definido:
Ensoño de liberdade; en pontevedra: O Lipe. Un único pensamento na cachola:
“non haberá leira grande abondo”.
Metáfora do comportamento dos porcos bravos, nun xogo de dous paus e unha besta  de carga.
Para entendernos, un criquet de agro e fouciño.

Situación.
Galicia, adro da igrexa. Campo cheo de paus afiados e ledicia no balbordo.
Balbordo de xuntanza da comuna, na parroquia que deixou unha roma pagá.
Á tardiña, pois, a xente, no adro, que se xunta a falar ben e facer voar a Billarda, debuxa un cadrado no chan.

Golpes.
Dentro do cadrado, cun pau longo, o palán, golpea o pau pequeno, a billarda.
Forzas hai dabondo, mais sabiamos dende nenos que se o boi e forte, vai enxugado toda a vida.
Dotados do palán como brazo extenso non é forza o preciso pra coitar ben lonxe, é retranca a que voa o pau.
Meus amigos de alenmar, -pois a vós e a ninguén máis vai dirixido este escrito- sabede, para protexervos nestas terras, qué outras formas adopta a retranca: ás veces ven con pau pero sen billarda, as máis é xogo e pinchacarneiro.

Parábolas e coordenadas.
A billarda voa e cae. Preparado no cadrado illado, cachola, illa, e billarda colgada do ar, golpe e vóo. Fumos tras da billarda -os galegos-, non nos gustou o que miramos, pensamos que quedaramos no cadrado, voltamos, pero alí xa non estabamos, ai dos millóns atrapados no vértice!, como se Philip K. Dick escribira como ser galego.

Golpeamos -os porcos bravos antergos-. Pronto; a forza xusta; a retranca voadora... e sacamos a billarda do adro xogando cos paxaros, e fixemos comunidade, unimos terras, botamos marcos abaixo, bébedos da gloria da derrota. Bébedos ignoramo-lo vértice, a vertixe; como tolos sacamos punta ás billardas e lanzamos en todas direccións, escachamos o espello tras de nós. Estes, e non outros, son os galegos cos que estades a tratar, ainda lucidos para fuxir de Itacas e buscar sereas orfas na tormenta. Bestas con compás axustado na ponte, e sen medo, porque tamén hai galegos así, podédesme creer.

A besta -soña-
Máquina de sacar cartiños da terra que, escollendo medir o mundo golpe a golpe, fixo voar a billarda. Máis alá, onde a besta quer, cae.  E tras dela vai a besta que soña, e a besta volta golpear.

Bestas que escollemos a mesma corte e comemos da mesma pía!, porcos!:corramos tras da billarda máis alá; deixando o luscofusco as nosas costas xa xuntamos terras cun rego no medio pra ser ben.

E entón, así, veciños de alén mar, o lipe e un xogo, unha irmandade pública, un desafio ó silencio, a billarda e un arma en tempo de paz, un xogo pra demostrar afouteza, a billarda une co seu vóo as nosas leiras nunha soa. Sigamos sempre a billarda, non miremos cara atrás e caídos xa os marcos plantemos patacas a fartar.


Pontevedra, 22 de Febreiro, 07:22


Cando o vello Long John volveu ás illas

Foto por Santi Hanoi – Daniel Suberviola, Nikki Sudden y Cowboy Iscariot

“Tengo una idea para este mundo: destruirlo y empezar de nuevo”


Cuando vuelves comprendes que no sabías nada.

Para empezar por el principio.

Estoy sentado en las rodillas de mi padre, en la cocina; fuera hace viento y él me lee “La Isla del tesoro”. Es, quizá, 1980. En aquella época se pisaba el vino en las bodegas y Silver tenía una tasca en Portosín. Eso lo supe después. Yo empezaba a ver las imágenes con claridad. El mundo era joven, la muerte era tenida por un sueño: todo estaba a punto de amanecer.

Y para seguir por el interregno de la juventud.

Estoy en Ciudad Universitaria, en Madrid, me fumo un pitillo contra la encharcada noche de junio. Son los noventa. Hablamos de algo. Hablamos de todo. Mi amigo El Joven Julio, todo hueso y gafas, me dice: “Somos personajes de Dostoyevski en una novela de Scott Fitzgerald”. Me hace gracia. No se me ocurre, entonces, que sea una profecía y que vaya a acabar siendo tan cierta.

Y para llegar a lo que hay.

Ahora llueve fuera, racheado, la tarde se atisba gris contra un vuelo de pájaros apenas intuido. Es 2013 ya. Sin saber porqué, se me viene a la cabeza el poema ese de Oroza, “Cabalum”. Poe americando. O algo así. A él también lo vi en Madrid –a Oroza, no a Poe-, sólo una vez, recitando intrépido, pero con la boca pastosa y una baba blanca entre los labios, haciéndose una paja ingrávida contra un fondo en vídeo de mar atlántico y rompiente. La Lanzada, quizá.

He vuelto a casa después de veinte años de incursión, tan viejo como él era entonces. Y ni el nieto del perro ha sabido reconocerme, la verdad.

-¿Argos?

Y Argos, que está ciego, enseña los dientes en una sonrisa torcida. Y a mí me gustaría tener una escopeta para matarte de un cartuchazo.

-Vete a la mierda, Argos.

-Vete a la mierda tú también.

Para empezar por el principio, digo.

La cocina sigue siendo la misma cocina. La casa es casi un templo. Mi padre está muerto y bien muerto que está, con toda la vida que nos escupió a la cara mientras podíamos escuchar. Y no. Difícilmente alguien sostendría ahora sobre sus rodillas mis 95 kilos machacados en las barras. Y no. Hace mucho que nadie me lee un cuento. Yo hago los cuentos. Yo digo las palabras. Si eres una niña insomne me puedes mirar con tranquilidad, soy el último occidental no pederasta. El agua cae a chorros por los canalones inexistentes. Él oxido se filtra fingiendo las palabras. Vamos. Vamos. La cañería me llega hasta los huesos. De regreso. De vuelta. Escribiendo. Pero, de regreso ¿a dónde?

-¿A dónde he vuelto?

-Has vuelto al país y a la ciudad.

-¿Qué país? ¿Qué país es este?

-Ti saberás, meu rei.

Cuando mi padre vivía, simplemente lo llamaba así: el País. Cuando hablaba de ese territorio vecino en el que vivimos, en cambio, decía “España”. El País. El país. Las islas. Pero ningún país existe más que como un juego de muñecas rusas –eso he pensado todos estos años-: las naciones dentro de la nación, las ciudades dentro de la ciudad, las familias dentro de la familia, los hombres dentro del hombre, el corazón dentro del corazón, los improbables y difusos nacionalismos emocionales, los brotes interiores, las líneas infranqueables con uno mismo, que se gusta y se gusta hasta hacerse personaje de cine francés.

Mírate desnudo en un espejo, cabrón.

¿Qué país?

¿Cómo es?

Borroso. Un país sin raíz. Un país que a la pregunta “¿quién eres?” contesta siempre “depende” porque, avergonzado -y educado a su manera-, prefiere evitarte su retahíla de mitos a medio coser. Los que ha tenido que inventar para no verse. Un país que tiene, exclusivamente para ti, guardada toda una purrela de maravillas recortables, deseos sordos de heroicidad, dudas sobre el cambio de hora y monstruos hechos a medida. Apaños. Cerramos a las tres.

Me lo dice mi hermana la bruja y mi hermana la bruja no miente jamás:

-El país es la madre de Jim Hawkins

-¿Por qué?

-Cuenta las monedas hasta cuando la muerte le echa el aliento en la nuca.

Un país de sicarios que prefiere sentirse heroico. Eso es así.

¿Y la ciudad?, ¿cómo es la ciudad?

La ciudad es más fácil. Siéntate, te lo cuento: la más mojigata, la más insulsa de las flores claustrales de occidente talladas en piedra. La funcionaria un poco frígida con una hija que finge ser casquivana, un hijo hiphopero y un marido lector de Agatha Christie y de Marcial. Eso es. Una villa con siesta, una maravilla de pastel rosa pasado, donde el yonqui que te intenta dar el palo es siempre el mismo de hace veinte años, lento, confundiendo –él también- la aristocracia con la pasividad. Una capital inexistente que ni siquiera el sagrado Cunqueiro, ese Chateubriand algo funcionarial, fue capaz de salvar, y a la que consagró algunas de sus líneas más cursis:

-“Sea (esta ciudad) por siempre para la primavera –pero ¿por qué no hacer más sutil el calendario?- para la primavera romántica”.

-La primavera, ¿sabes?...

-¿Eh?

-…te la puedes meter por el culo.

Y así, el hombre que ha vuelto necesita respuestas. No es algo brusco, es algo que se busca y se encuentra. Necesita caras, una amante, quizá, que sea exactamente de este pueblo, que le diga: “eres raro para nosotros, pero a mí me gustas”.

Una amante con la piel blanca un poco cubierta de vello, como un animal por nacer, la nariz romana, los labios de avellana pálida.

Una amante pequeñita y morena, que toque el cello, con las caderas anchas y sonrisa de ardilla (las adoro).

Una amante un poco larga y fría, y un poco seria y buena, un poco Dama del Lago, pero que de pronto ría e ilumine la habitación.

Y así, el hombre regresado necesita mujeres, pero también respuestas. Y llega, al fin, sentado en una tasca, a la misma conclusión sencilla a la que llego yo, la que ha estado siempre delante de su jeta: EL PAÍS ES INVENTADO. El país es el primer y último experimento real de creación libre. El país es un fruto del pánico cerval a la realidad. ¿Quién quiere ver la verdad? Inventémosla. ¿Quién quiere ver la tierra de los tarados, los hijosdeputa y los bosques arrasados? ¿Quién prefiere a un fantasma sicarial y sin alma, y sin ojos, que baila en una planicie de ceniza al run run de una gaita solitaria y un pandero? Ai lalelo. Yo aún no. Yo aún soy joven y estoy vivo. Tú tampoco. Tú aún eres joven y estás viva y coleas.

Así que el país es, esencialmente, su literatura, la larga lista de mentiras levantadas a lo largo del tiempo como defensa de uno mismo. Y es el hombre que se deja el cráneo frente a una hoja en blanco el que lo crea, y también el que vaga por los tugurios, bloqueado. Son los dos, en uno, quienes lo construyen a base de palabras. Los dos que lo traicionan y lo erigen. Y es perdonable, y es un oficio Santo, el de levantar un Golem mejor sobre una tierra tan vieja y tan puta. A veces se hace, es cierto, con manierismos indecentes y tretas tardorrománticas, pero aun así está bien: aceptamos la añoranza de fastos quebradizos como camelias secas que no existieron jamás; aceptamos vuestros reyes suevos en frondas de carballos, vuestros ocasos y amaneceres célticos dudosos, las magias parroquianas, los albores petrificados de otra vida. Nos eximimos, con ese conjuro, por un momento, de toda la mierda que pasa abajo, fuera del cristal del Grifón o del Gato Cheshire, a través del poblacho soberano. Solo mediante la literatura –lo entiendo ahora, de vuelta- somos a veces un algo tolerable. Sólo en este collage inyectado de mitologías de otros nos vemos renovados y capaces de algo.

Puedes seguir la línea.

-Ven, Argos, toma, toma…

Las grandes y las pequeñas cosas muriendo en una playa atlántica. Hay glorias y cagadas .

Puedes seguir la línea.

Don Ramón agonizando paupérrimo muy lejos de las tardes doradas del Salnés.

La doña follándose a Garbancito con profusión de furia y miriñaques. Emilia, vuelve a casa por Navidad, mujer.

Las víctimas inevitables de la nueva carne, Beckett devorando a sus hijos “obxectualistas” como Saturno. Poe devorando a los suyos. Poe americando. Poe es más del país que el vino Barrantes, eso deberían decirlo en las escuelas.

También las medianías no culpables, infladas por quienes necesitan un héroe al año. Los que confunden “Riders on the storm” con La Ilíada y la muerte por enfermedad con el heroísmo puro. Si adivinan el nombre hay premio.

Perdónanos, señor.

Seguir sería cansado. Podéis hacerlo vosotros. A modiño, nenos.

Y luego está la Cup, claro. La Cup también se inventa el país, sabiéndolo, y lo hace a la manera de Dylan Thomas en “Bajo el bosque lácteo”. Por eso me gusta, la verdad. Lo hace de manera comunal y descarnada, en un vuelo raso a veces difícil de comprender: La Cup, en cuyo claustro pudoroso te encuentras ahora, hermano, es un programa de radio para la BBC encubierto bajo el disfraz de blogs y borracheras y arranca ella misma de una provocación directa al mito pancéltico: invitar a unos ingleses para vapulearlos y demostrar así que son como nosotros. ¿Ingleses? Ingleses, sí. Eso he dicho.

Ah, la Cup, que encantadora, con su diletantismo casto dado a la cerveza, con su burgués juego joyceano de nombres y de números, creando una ciudad bajo la ciudad. Una más divertida. Una más aceptable. La Cup, brote esquizoide inesperado por el que los tontos te odian, hermoso intento coral de convertir la vida en un momento contemplativo de Peckinpah, pandilla de guerrilleros de Quantrill con el tractor mal aparcado, ente medio ciego que sabe que entre vida y literatura nunca hubo diferencia esencial y que, a su modo –al de Dylan Thomas- supera las dos líneas principales de la literatura nuestra, que son, a saber: la literatura de pérdida y la de reivindicación. Ambas literaturas de lamento, excepto cuando por arte de Cunqueiro (esta vez sí) bucean tan profundo que olvidan que huyen de algo y terminan viviendo para siempre a la solana de la tarde, en una Magna Grecia de tascas mindonienses.

Penetrada como nosotros mismos por otras voces y otros mundos, por Bretaña y Albión, por Irlanda y a América, por el Rock&Roll y el punk, la Cup es un jardín de infancia abandonado. Me gusta pasear por ella, sólo a veces, cómodo por mucho que yo sea hijo honorario del condado de Tipperary y lleve a San Shane MacGowan en el hígado. Puedo divagar, allí, en esa seca oquedad de un cráneo que ni siquiera existe y montar allí mi nación propia, con palos y hojas y tierra, mi país propio, que comenzó con una madre nutricia llegada del saco de Troya con un lobo en cada teta y cola de sirena bajo el refajo. Di que sí. Tíralle do aire. Ese país que me ha permitido ejercer uno de los pocos oficios aún dignos de mención, el de abúlico de acción, la más depurada rata de occidente. Ese que me permite mirar al Atlántico como un todo propio, conciencia y muro, abarcable de Tánger a Dublín en el espacio de un vasito de licor que me tomo en el Alfama, viendo la vida pasar frente a mí. Ese que me deja pasear, sin estar allí, por la rada de Saint Maló donde duerme René, ese gallego tardío, decadente, con cojones, sublimado. Ese gallego tan de la Cup. Ese país, en suma, que añade a lo dado un aura nueva, la del Edgar Morin que fue feliz en California. La del Ezra que gritaba

Levantad las faldas de la huérfanas
Hablad de sus rodillas y sus tobillos.
Pero sobre todo, id a la gente práctica…
¡Id! ¡Llamad a sus timbres!
Decidles que no trabajáis
Y que viviréis para siempre

Un país sencillo: Un padre muerto, imágenes de algunos de sus amigos buenos que se van volviendo pálidas (Juan Vidal enseñándome a jugar al ajedrez), recuerdos de Nikki Sudden –todo él Albión hasta la médula, que la tierra le sea leve- en una playa incógnita, danzando sobre los barcos casi desguazados. Y, ahora, victorias pírricas de fútbol siete a las que no asisto, conciertos bronquíticos, chanzas de bar, mucha soledad. Whisky. La trabajosa construcción y apuntalamiento de la personalidad.

Un país tan cierto y tan mentira como mi frase favorita del cine. Se la decía Burt Lancaster a Gary Cooper en un infierno de fuego cruzado mexicano, en la película “Veracruz”. Ambos luchaban por el oro, en el lado de Maximiliano:

-“Creo que hemos elegido el bando equivocado en la guerra equivocada.

He vuelto a ver la película, veinticinco años después, y esa frase no está. ¿Es por ello menos cierta? ¿Es por ello menos adecuada?

El bando equivocado en la guerra equivocada. El País.

Pero para empezar por el principio.

Estoy en la cocina. Es 1980. Sentado en las rodillas de mi padre escucho como arranca una narración: “El hidalgo de mi pueblo, el doctor Livesey, y otros cuantos caballeros amigos míos, me han rogado que escribiese minuciosamente todo lo que nos ocurrió con la Isla del Tesoro”.

¿He inventado también este recuerdo?

Es Improbábel.

My friend.







Sisán, a 25 de enero de 2013