Pasear y beber por Londres no es cosa menor, dicho de otra manera, es cosa mayor. Así que se impone desde hace un tiempo revisitar las arcaicas guías y recomendaciones que se hacen desde las páginas de este mainblog para aquellos que se acerquen a la gran Sodoma del espíritu anglogalicioso y pretendan disfrutar de la Gomorra de la cask ale, los pork pies y los sandwiches guarros con pepinillos.
Muchas cosas han cambiado desde que esas viejas crónicas fueron escritas, Dios ya no salva a la Reina si no al Rey, hay que echar mano del pasaporte para pisar la isla, y los viejos billetes del tamaño de sábanas han sido sustituidos por pequeños billetes plastificados. Toda una revolución que puede confundir a los torpes y aturullados visitantes que no son porcobravos, y que se animen a cruzar el charco anglogalicioso.
Para testear lo que sigue igual y lo que cambió en la capital del Imperio, hablamos con Nicholas Hawksmoor, viajero impenitente y arquitecto druídico, que llegó recientemente de una visita relámpago a la capital del Imperio más rápida que lo que tarda el Main en bajarse una pinta. Nos citamos en un pub de su elección. Acudimos a su encuentro y nos lo encontramos sentado a la barra, manteniendo una conversación con un interlocutor aparentemente ausente. Le interrumpimos, fija su mirada en su nueva compañía y nos concede audiencia. Empezamos por la galeguidade ó pau:
- Nicholas... ¿qué?
- Bueno, que te voy a contar, todo esto está muy bien, pero la fiesta nos la pueden quitar de los fuciños, como se suele decir.
- ¿De que me estás hablando, Nicholas?
-Ya sabes, hoy estás aquí, mañana allí,…, pero me estabas preguntando por Londres, ¿no? Pues eso, sigue igual pero distinto. El centro de Londres es un bloody parque de atracciones (ya lo era en realidad) para turistas, cada vez hay menos vida de gente normal en la calle, menos pequeños negocios, las franquicias y la gentrificación se lo comen todo, y en lo que a nosotros nos importa, las multinacionales de la cerveza se están comiendo a los free house pubs, ya se los han comido in fact, y la variedad de cervezas y cask ales distintas que puedes probar y descubrir es mucho menor que antes del Brexit, del virus chino y del fucking Charles III.
- ¿Es esto el Ragnarök del british beer style entonces? tampoco será todo tan apocalíptico, Nicholas.
- Los beerholes míticos siguen ahí y las breweries de toda la vida, Fuller's, Samuel Smith,… también, pero la impresión que te llevas es que se pierden cervezas y sitios a mayor velocidad del que surgen los nuevos, no hay cambio generacional, donde antes había un pub de Fuller's, por ejemplo el Old Bank of England, con su interior de madera tallada, sus tonos oscuros, sus parroquianos recien salidos de las oficinas de la City… se ha convertido en un pub de moda, con acabados en inox, clientes con pinta de instagramers y cerveza de, oh sorpresa, Asahi. Ahora pedir una pinta de bitter de cask se ha convertido en una rareza, un modo de resistencia.
- Pero las catedrales del porcobravismo siguen ahí, ¿no?, las has vistado, supongo…
- Por supuesto, cada viaje es una peregrinación y hay que rendir visita a los lugares de poder para recargar energias y llenar los chakras de cerveza templada y olor a meados. Llegué a Londres por Liverpool Street Station y la primera estación del Via Crucis fue el Princess Louise, el mejor sitio para reconciliarse con la city y el british style: madera, moqueta, reservados, urinario en el sotano y toda la Samuel Smith que puedas imaginar…, la primera en la frente, y a partir de ahí la búsqueda de los lugares ya conocidos, donde fuimos felices con una pìnta en la mano y un puñado de parroquianos locals borrachos compartiendo nuestro alcoholismo. The Ship Tavern, Cittie of Yorke, los “oldies”: Ye Olde Mitre, Ye Olde Cheshire Cheese (si por alguna extraña y siniestra razón sólo puedes ir a un único pub en Londres, que sea este), Ye Olde Cock Tavern, y creo recordar que ese día acabamos en The Coal Hole.
- Ni tan mal entonces, ya me esperaba una relación de Costas, Nero's, Burguer Kings, Mc Donalds, Nandos y Pret a Mangers…
- Siempre hay que tener a tu interlocutor en vilo, ponerle en lo peor y después ir abriendo un hueco a la esperanza, que las cosas vayan mejorando hasta el culmen final, el camino del héroe, desde la caída hasta la redención, es de primero de Oratoria, que yo me eduqué con los clásicos.
- Continúa pues, oh Demóstenes de la Anglogalician, el relato épico de tu viaje por los rincones oscuros de la capital británica. ¿Donde os alojasteis? ¿Centro? O un poco alejados, ¿Camdem,Hyde Park, Victoria Station,...?
- Los precios de alojamiento se han vuelto mas imposibles aún, pero por una casualidad del destino, encontramos un chollazo cerca de Covent Garden, así que allí nos dirigimos. Era en la zona que ahora se llama “The Seven Dials”, 7 calles que convergen en una pequeña plaza circular y que es el centro del hipsterismo londinense actual, un barrio en el que podrías vomitar arcoíris, no apto para rudos estibadores, de ahí el pesimismo de mi introducción. Pero nos permitía estar cerca de muchos pubs míticos sin estar en el subway metidos todo el día. Por ejemplo estábamos a 20 yardas de The Cross Keys, que visitamos esos dias con regularidad, todo un escondrijo de normalidad en medio de ese entorno surreal que es el centro de Londres, y al lado del mejor sitio de fish&chips de Londres: The Rock&Sole Plaice, donde puedes elegir hasta 4 tipos do peixe do bó para tu ración.
Bueno, pues teníamos también a tiro de piedra mi favorito de la ciudad, The Lamb&the Flag, y a The Harp y a The Coach&Horses, not bad tampoco.
- Esto va mejorando. Siga, siga, go on, please.
- Ya puestos te contaré que también vistamos la orilla sur del Támesis. Cruzamos el London Bridge muy temprano en el día y nos dirigimos al Borough Market antes de que fuera asediado por los turistas. Ya lo sé, nosotros también somos turistas, pero nosotros somos los buenos y ellos los malos, como siempre, y de ahí no me bajo. Después de la pertinente visita al mercado continuamos con la obligada visita a The Market Porter, y luego visitamos a unas pocas yardas de distancia The George Inn, descubrimiento de este viaje para mi, un precioso pub situado en unas antiguas cuadras, con 2 pisos y un increible beer garden central. Después nos dirigimos a la beer mile.
-¿Beer mile? ¿Eso que es? No figura en la sagrada lista-de-lugares-que-visitar-en-londres del porcobravismo...
- Aquí entramos en el territorio del frikismo cervecero. Una vez que estás en el South Bank, tiras hacia el sureste siguiendo las vías del tren y llegas a una zona donde las vias van elevadas sobre un viaducto de ladrillo, debajo del cual siempre se han ubicado pequeñas industrias y almacenes. Ahora es el epicentro de las nuevas cervecerias londinenses, alguna tienen allí sus fábricas y otras, las mas grandes y exitosas, taprooms, sitios donde vender su cerveza directamente al consumidor. Sobre 15 breweries se pueden visitar allí a día de hoy. Desde algunas recien creadas (Mash Paddel Brewery, Southbank Brewery Co.) a otras ya consolidadas y conocidas como The Kernel, Gipsy Hill, Anspach&Hobday, Moor, Bianca Road, London Barrel Project…
Entiendo que el porcobravismo se nutre de tradiciones y de cervezas tradicionales, pero como he dicho antes, tiene que llegar el relevo de lo que se está muriendo y estas new breweries lo son, también hay que señalar que además de las consabidas cervezas “modernas” ipas, sours, dipas, neipas, shitpas y similares, estas breweries siguen cultivando las bitters, porters, stouts, pale ales, etc, y por supuesto siguen produciendo en cask, así que la continuidad de la cerveza inglesa tradicional ale está garantizada.
Una vez recorrida la milla verde cervecera, lo mejor es dirgirse al norte, volver a la orilla del Támesis y reencontrarse con la historia con el trío de ases de pubs ribereños por antonomasia: The Angel, The Mayflower y, cruzando el río en metro, The Prospect of Whitby. Sólo tengo que decir que yo en la terraza del Mayflower, con una pinta en la mano y contemplando la ciudad desde el dulce río soy feliz, en pocos sitios de esta manera.
Para acabar el día, y mientras las sombras se van adueñando de la ciudad, volviendo de vuelta a nuestra guarida, paramos en The Porterhouse, pub sucursal de la cervecera dublinense de su mismo nombre. Es una mezcla de pub paddy, sala de conciertos y club. Tres pisos de distintos ambientes y conciertos en vivo todos los días. El final perfecto para los que se recogen pronto para dormir y el sitio perfecto para empalmar con el ambiente nocturno para los que trasnochan y se lanzan a la London by night. Pero eso es otra historia que merece otra conversación más sicalíptica.
Toda la razón, Nicholas, eso merece otro interrogatorio y otra entrada, pero ni la haré yo ni lo responderás tú. Y con esto te dejamos a solas en la barra de The Crazy Bird, distante a un puñado de sacrificios humanos de tu obra más polémica, con tu pinta en la mano, mientras sigues hablando solo como si alguien te hiciera caso en el ocaso de una tradición de beber que fue modo de vida.
Y ahora, justo ahora, vuelves a ser un niño, mendigando para siempre en el umbral de la eternidad.
239 comentarios:
«A máis antiga ‹Máis antiga 1 – 200 de 239 Máis recente › A máis nova»
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Brenda and Yvonne cause havoc wherever they go
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30 de xuño de 2023, 18:16
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Fosi Clough
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30 de xuño de 2023, 18:20
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John Ford
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30 de xuño de 2023, 19:00
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John Ford
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30 de xuño de 2023, 19:00
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John Ford
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30 de xuño de 2023, 19:01
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John Ford
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30 de xuño de 2023, 19:02
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Pollito Zalamero
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3 de xullo de 2023, 09:52
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Charles Ardant Dupiq B'Auverville
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3 de xullo de 2023, 10:19
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I travel the globe, festering on anti-Americans everywhere I go, for the love of Mom, Chevrolet, baseball & apple pie.
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3 de xullo de 2023, 19:22
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resentidos pelafustanes, herméticos a lo sublime.
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3 de xullo de 2023, 19:24
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Anónimo
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3 de xullo de 2023, 19:54
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La herencia del semen
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3 de xullo de 2023, 20:13
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Los nazis del futuro nos dejarán elegir la fragancia del Zyklon B con el que nos maten
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3 de xullo de 2023, 20:15
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Blas Trallero Lezo
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3 de xullo de 2023, 22:30
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Blas Trallero Lezo
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3 de xullo de 2023, 22:31
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Blas Trallero Lezo
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3 de xullo de 2023, 22:32
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morisco aljamiado
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3 de xullo de 2023, 22:44
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compañero de fatigas y cogorzas
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3 de xullo de 2023, 22:47
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Y. va a ser tu fiesta... . Y. tocarla pajearla follársela en graneros y ella (ser tocada follada).
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4 de xullo de 2023, 00:04
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Inés Castro Barreto
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4 de xullo de 2023, 09:51
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John Bull
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4 de xullo de 2023, 10:30
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John Bull
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4 de xullo de 2023, 10:30
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John Bull
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4 de xullo de 2023, 10:31
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Veterano de Yardley Gobion
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4 de xullo de 2023, 19:27
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Sólo un templario puede darse el lujo de decir lo siguiente en medio de la dictadura de la deslucida modernidad
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4 de xullo de 2023, 19:45
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Casandra Yuggoth
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4 de xullo de 2023, 20:23
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Crisóstomo Sauerkraut
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5 de xullo de 2023, 07:46
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Vate con una bate
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5 de xullo de 2023, 22:17
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LE VALE TRES ATADOS DE VERGA LA SARTA DE HUEVADAS QUE SE DICEN EN SU CONTRA.
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5 de xullo de 2023, 22:19
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Kindred Dowland
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7 de xullo de 2023, 19:49
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Valerio Catulo Marco Tulio Lépido Diocleciano
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10 de xullo de 2023, 10:58
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Sólo tenemos cuatro filósofos: Montaigne, Descartes, Pascal y Rousseau.
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10 de xullo de 2023, 11:09
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RAF Birras
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10 de xullo de 2023, 18:22
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:32
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Crítico por amor al Arte
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:33
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:34
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:34
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:35
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:35
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:36
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:36
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Crítico por amor al Arte
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10 de xullo de 2023, 18:37
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El as para matar al tres
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10 de xullo de 2023, 18:38
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Lector desde Londres
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10 de xullo de 2023, 20:22
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un cometa que estaba perdido debería ser visible cuando el sol se pone
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10 de xullo de 2023, 22:32
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De pubs con N.H
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11 de xullo de 2023, 00:37
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Ahora, ¿adónde?
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11 de xullo de 2023, 09:29
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Fosi Clough
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11 de xullo de 2023, 09:30
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Falsa patulea de sodomitas y wokes
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11 de xullo de 2023, 09:41
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 22:56
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 22:59
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 23:01
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 23:02
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 23:04
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El Filibustero de los Ojos Grises del Destino -uno de los pioneros-.
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11 de xullo de 2023, 23:09
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Es territorio desconocido prosigue más adelante, pero se puede recorrer
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11 de xullo de 2023, 23:12
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Anónimo
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11 de xullo de 2023, 23:42
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Anónimo
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11 de xullo de 2023, 23:43
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Cabalgando con el Diablo
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11 de xullo de 2023, 23:49
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Fajín orangista
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12 de xullo de 2023, 09:26
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Arcoíris de mierda
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12 de xullo de 2023, 10:41
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Somanta O'Dwyer
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12 de xullo de 2023, 21:43
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Somanta O'Dwyer
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12 de xullo de 2023, 21:45
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Did you let the signal doon?
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12 de xullo de 2023, 21:56
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Monte Hellman
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12 de xullo de 2023, 22:07
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Enarbolando el Hrafnsmerki
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13 de xullo de 2023, 08:49
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Enarbolando el Hrafnsmerki
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13 de xullo de 2023, 08:52
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Tortillas en Nueva Zelanda
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13 de xullo de 2023, 09:33
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O Xoves Hai Cocido
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13 de xullo de 2023, 19:05
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Steerforth Dedlock
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14 de xullo de 2023, 10:39
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Vate con un bate
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14 de xullo de 2023, 11:03
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después de un largo y verdeante verano lluvioso ¿otra de las balas perdidas de Cupido?
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14 de xullo de 2023, 11:57
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The man in the high castle
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15 de xullo de 2023, 12:45
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Blind Beggar
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16 de xullo de 2023, 23:12
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Ten Bells can be found on the corner of Commercial Street and Fournier Street in Spitalfields in the East End of London, where it has stood in one guise or another since the middle of the 18th century. The closest tube station is Liverpool Street, which is 1 mile away, with Aldgate and Aldgate East both 1.4 miles from the pub.
dixo...
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16 de xullo de 2023, 23:18
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:23
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:24
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:24
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:25
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:26
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:26
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:27
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:28
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:29
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:30
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:31
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Beereater
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16 de xullo de 2023, 23:32
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The Shaggy Sodden King of that Kingdom
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17 de xullo de 2023, 23:21
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Le Main tiene un pájaro azul en una jaula roja
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17 de xullo de 2023, 23:33
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Mandragora Bardot
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17 de xullo de 2023, 23:48
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Mi número favorito
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17 de xullo de 2023, 23:58
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Ernest Christopher Dowson
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18 de xullo de 2023, 00:01
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bancademarzo
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18 de xullo de 2023, 11:16
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Fosi Clough
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18 de xullo de 2023, 11:26
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Owain Glyndŵr Twrch Trwyth
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18 de xullo de 2023, 12:00
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Centro galego
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18 de xullo de 2023, 23:34
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Anónimo
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18 de xullo de 2023, 23:37
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Blas Trallero Lezo
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18 de xullo de 2023, 23:38
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Casandra Yuggoth
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19 de xullo de 2023, 13:47
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En Indonesia, la masturbación está penada con la decapitación.
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19 de xullo de 2023, 14:01
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Con 2 pelotas
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19 de xullo de 2023, 14:02
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Begoñeitor
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19 de xullo de 2023, 18:37
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os voy a dar diez hostias al cuadrado a cada uno, o sea cien hostias.
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19 de xullo de 2023, 18:46
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101 airborne
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19 de xullo de 2023, 23:16
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Ernest Christopher Dowson
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19 de xullo de 2023, 23:18
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Ernest Christopher Dowson
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19 de xullo de 2023, 23:19
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Ernest Christopher Dowson
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19 de xullo de 2023, 23:20
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Ernest Christopher Dowson
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19 de xullo de 2023, 23:21
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King Mob
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19 de xullo de 2023, 23:26
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a whore to the Duke of Buckingham
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19 de xullo de 2023, 23:38
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Aleister Saint Germain
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19 de xullo de 2023, 23:52
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Guillerme Fróilaz de Traba
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20 de xullo de 2023, 09:40
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Pero de aquella hostilidad ambiental aquel dormilón en Londres extrajo el material del que se nutren algunas de sus mejores páginas.
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20 de xullo de 2023, 09:43
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Enid Mitford
dixo...
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20 de xullo de 2023, 10:11
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Fonso Barja Sifones
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20 de xullo de 2023, 10:13
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se pasea por Londres y luego se aventura a muerte por los caminos de África.
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20 de xullo de 2023, 11:19
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Uncle Matt
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20 de xullo de 2023, 17:36
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O Xoves Hai Cocido
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20 de xullo de 2023, 21:00
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en esta casa de Camden Town «un buen instante hubo para los dos», y que eso es más de lo que muchos llegan a tener jamás.
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20 de xullo de 2023, 21:30
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Cabrero e infante
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20 de xullo de 2023, 22:08
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justicia, sabiduría, caridad, lealtad, verdad, humildad, fortaleza, esperanza, experiencia y otras virtudes semejantes a estas
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20 de xullo de 2023, 22:26
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A pesar de las penalidades con motivo de la guerra guardaron un magnífico recuerdo de los ánimos con los que el pueblo británico afrontaba una situación tan comprometida. La frase que acuñó el Ministerio de Información (propaganda) “Keep calm, and carry on” fuese o no muy usada durante la guerra, es representativa del espíritu que reinaba en un Londres donde aun los teatros se mantenían abiertos.
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20 de xullo de 2023, 22:30
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Brann Rilke
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21 de xullo de 2023, 19:40
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“Independencia nacional y sexual”. La libido heterodoxa del patriotismo de izquierda en la península ibérica
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21 de xullo de 2023, 20:21
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De hecho, Queen podría ser fácilmente la primera banda fascista del rock
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21 de xullo de 2023, 20:26
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Kiss my ass, honey!
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21 de xullo de 2023, 22:11
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Monument for a dead parrot
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21 de xullo de 2023, 22:15
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Eurocopa de Vino Español. Vamos a por la Eurocopa teutona 2024
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21 de xullo de 2023, 22:17
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Liam Neeson
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21 de xullo de 2023, 23:28
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El vocablo demos surgió de la fusión de las términos demiurgos (δημιουργοί) y geomoros (γεωμόροι), que junto al de eupátridas (εὐπατρίδαι)
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23 de xullo de 2023, 09:18
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Folly Bucelario
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23 de xullo de 2023, 09:21
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Folly Bucelario
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23 de xullo de 2023, 09:22
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Como imán al Norte
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23 de xullo de 2023, 10:36
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Londres consume tanta cocaína que las anguilas del Támesis están hiperactivas.
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23 de xullo de 2023, 22:02
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Porquo Aguarrás
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23 de xullo de 2023, 22:13
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Blas Trallero Lezo
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23 de xullo de 2023, 22:50
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infierno propicio de vida que se mueve con peste amorosa
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24 de xullo de 2023, 00:31
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Anónimo
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24 de xullo de 2023, 10:57
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Centinela
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24 de xullo de 2023, 11:30
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Full English Breakfast
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24 de xullo de 2023, 11:41
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Dámaso Putas
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24 de xullo de 2023, 20:03
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Manuel Núñez Rueda
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25 de xullo de 2023, 10:22
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Fred Hankey
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25 de xullo de 2023, 11:06
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Fred Hankey
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25 de xullo de 2023, 11:09
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Fred Hankey
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25 de xullo de 2023, 11:11
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Fred Hankey
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25 de xullo de 2023, 11:12
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the gap between Oscar Wilde and Hitler
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25 de xullo de 2023, 11:15
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Roi Liorta
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25 de xullo de 2023, 11:34
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Heinlein
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27 de xullo de 2023, 19:23
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El Heterodoxo
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27 de xullo de 2023, 20:35
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Mr London
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27 de xullo de 2023, 21:06
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Mister Brimstone
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27 de xullo de 2023, 21:10
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Mario V
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28 de xullo de 2023, 22:29
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Los monos no saben lanzar penaltis
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30 de xullo de 2023, 10:25
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Ritos sifonianos de la absenta
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30 de xullo de 2023, 11:10
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Eurídice Blasco
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30 de xullo de 2023, 11:46
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Sir William Gull
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30 de xullo de 2023, 13:51
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 07:45
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 07:48
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Hud Bannon
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 07:51
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 07:58
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 08:03
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 08:05
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 08:06
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Hud Bannon
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31 de xullo de 2023, 08:13
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Blas Trallero Lezo
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31 de xullo de 2023, 18:06
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Emilio "Mapache"
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31 de xullo de 2023, 20:39
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Clark Quantrill
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31 de xullo de 2023, 22:37
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Owain Glyndŵr Twrch Trwyth
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1 de agosto de 2023, 08:42
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Dick Turpin
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1 de agosto de 2023, 09:11
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El Balón Perdido de Nivea
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1 de agosto de 2023, 10:25
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Misfits en un Saco de Patatas
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Doctor Pyg
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1 de agosto de 2023, 18:24
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All the Porco's Bravos Main
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1 de agosto de 2023, 19:01
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The man in the high castle
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1 de agosto de 2023, 19:39
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Tolo Stia
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2 de agosto de 2023, 09:24
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Pis en la moqueta
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2 de agosto de 2023, 09:32
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Ficticius Comemingas
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El Dios Erizo protege a sus encolerizados
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Trilogía de la manzana: Eva, Newton, el hijo de Guillermo Tell.
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Andar por los puertos es una de la formas de pereza que enriquece más
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Ignatius Uario Único
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Tristan Corbière Calvados
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Nihil Moriarty
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Líneas generales para el estudio de la heteroimagología romántica
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Chesterton
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Cronopios
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England’s most miserable genius?
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3 de agosto de 2023, 17:42
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Londres Depravado
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3 de agosto de 2023, 18:50
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Depravado Londres
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3 de agosto de 2023, 18:51
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Empecé a creer en los alienígenas durante mi conocida estancia en Londres entre 2025 y 2027
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3 de agosto de 2023, 18:54
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No, no me pongas copa. Siempre bebo de la botella.
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3 de agosto de 2023, 18:58
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Irish Stew
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3 de agosto de 2023, 19:04
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Para Adán, el Paraíso era el lugar en el que estaba Eva
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3 de agosto de 2023, 19:10
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Ghost Pussy
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3 de agosto de 2023, 19:14
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El club de las pollas enhiestas
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3 de agosto de 2023, 19:23
«A máis antiga ‹Máis antiga 1 – 200 de 239 Máis recente › A máis nova»I can’t sing but I’m young
I can’t do a thing but I’m young
I’m a fool
But I’m cool
Don’t put me down
We were raided last week. Sit back, relax, enjoy yourselves. We've got some really beautiful girls here, some really beautiful girls
I love to watch old London-set films as much for what’s going on in the background as the story, from ‘The Ladykillers’ (1955), which features my neighbourhood back when it was a sooty industrial wasteland bisected by railway lines (all still there), to the delightful ‘Genevieve’ (1953), which shows the tramlines still set in the cobbled roads south of the Thames, to ‘Smashing Time’ (1967), which roams from Fitzrovia to a very lilac Belsize Park to psychedelic Chelsea, via misty canals and mod streets of fashion. The layouts of the twisting streets never change, but the quirky, individual shops have largely been replaced by coffee chains.
‘The Elephant Man’ (1980) was the last film to be shot in the wharves of Shad Thames before they were torn down, and many of us recall the smell of cinnamon and pepper lingering in the brick alleyways years after demolition was carried out. Some films cheated in their depiction of London; Antonioni famously painted a terrace of houses in pastel shades for ‘Blow Up’ (1966), and others show characters travelling from Burlington Arcade to Tower Bridge via Wimbledon in order to take in as many sights as possible. In ‘Blow Up’ there’s an extraordinary street of shiny red tiles, which someone here may know the history of – I don’t.
The biggest shock was watching ‘The Optimists of Nine Elms’ (1973), in which Peter Sellers plays a busker befriended by two scruffy children. Set in Nine Elms, next to Vauxhall, which is not much more than diagonally opposite the Houses of Parliament, it appears in the film as it was then in reality, looking gruesomely Victorian. The Thames is shown as filthy and beset with literally thousands of gulls, and demolition is laying waste to great swathes of its industrial landscape. The Nine Elms cold-store was a vast crumbling industrial block filled with junkies. No wonder the children in the film look longingly at the new blocks of flats in which they hope to be housed! (These, in turn, were condemned and pulled down, to be replaced by millionaires’ apartments). The more you look at old films, the more you realise that London passes through distinct cycles, from sumptuous cleanliness to appalling filth. In ‘Night and the City’ (1950) London appears elegant and European. In the terrific film ‘The Small World of Sammy Lee’ (1963), Anthony Newley plans a fast-talking wheeler-dealer racing around Soho trying to raise money before he gets his face razored, and Soho has never looked better. By this time, black characters are appearing on street corners (always in natty suits) and London is on the move again. In ‘Sparrows Can’t Sing’ (also 1963) East London is shown in full transition, and lonely tower blocks are replacing homes whether the locals like it or not.
Certain views, such as Thames bankside or anywhere rich don’t change much. ‘The Killing of Sister George’ (1968) is shot around the backstreets of Hampstead and might have been filmed yesterday, while this shot of a very young Michael Caine on the South Bank is timeless – but look at the utter lack of tall buildings in the city behind him!
From here London moves on to Harold Shand (Bob Hoskins) in ‘The Long Good Friday’ (1980) – ‘I’m a Londoner, but I’m also a businessman’, from the iconic speech he delivers on his boat to American gangsters. He’s investing in the future, not realising that the future has no use for him, and the film features the final end of Docklands, on the cusp of being replaced by Canary Wharf – and the new financial utopia envisioned by Maggie Thatcher.
And so we come to the present day, with Daniel Craig surveying London in ‘Spectre’, by which time the city has become a peculiar hybrid of working city and tourist mecca, scrubbed up for selfies but still faintly messy, disreputable and sometimes dangerous. If I had to pick a pick time for it in my lifetime it would be around 1968, before the disastrous governance of the seventies, while so-called swinging London was still bathing the buildings in dazzling colours.
ada mas lejos de la realidad.
Todo huele a rancio. A caspa. A pólvora de caza. A incienso. A puticlubs. A Brummel y Varon Dandy.
Esto parece ser que va a morirse durante mucho tiempo.
Y me da pereza. Mucha pereza.
El puritamismo comenzó con Blogger, siguió con Facebook e Instagram y sobre todo…ha llegado a Tumblr.
No se que hacer. Estoy un poco…no sabría como explicarlo. Pero con una mala ostia que te cagas.
El mundo está cambiando. Y parece que no hay sitio para mi.
Lo está decidiendo la mayoría. Eso es la Democracia. Muchos de nosotros sabemos que «esta democracia» es mentira. Que todo está perfectamente manejado. Y yo, que ni soy ni quiero ser un conspiranóico, lo único que puedo hacer por mi mismo es escurrir el bulto.
Sin tapujos.
Quizá haya visto demasiado.
Seguiré en la brecha (o nó).
Suerte
Blue, white, red, France for the French!
Gentes que fantasean con razias vikingas y escaramuzas espartanas mientras duermen la siesta con una mano en cada huevo y el Tour de Francia en la tele; que se imaginan que encarnan alguna clase de héroe soreliano, cuando los héroes sorelianos, los matadores de dragones nietzscheanos, están a este lado del frente: son el bombero que apaga los fuegos del cambio climático, la chica trans que se enfrenta a lo que sea para conseguir su autodeterminación, la mujer que huye con sus hijos de un marido maltratador o los sodomitas de los baños de la estación.
Van los mochuelos cruzándose por el cielo, de camino hacia sus olivos
entre mastines suele pasar: unas veces se acarician, otras se achuchan y, por fin, se muerden
No es que en el futuro todo el mundo vaya a ser famoso un cuarto de hora: en el futuro todo el mundo será famoso todo el tiempo —pero solo en su propia mente—. Será un remedo de fama, una fama “de karaoke”. Pero en algo será idéntica a la genuina: en que será mala para la cabeza
Decimos de los todólogos, pero qué pereza los unicólogos, esos columnistas de una sola columna, con sus mil y una maneras de soltar semanalmente y durante años la misma diatriba, o de llevar no importa qué agua que en la Tierra llueva al mismo molino minúsculo
La ola progre reaccionaria en el mundo
Más preocupante es el clima de persecución a nivel global, esa especie de santa cruzada puritana y cancelatoria desatada desde las universidades y medios de desinformación norteamericanos por los wokes, a sueldo de los carrocísimos éforos de la élite globalista: los Biden, Gates, Schwarz y Soros, y el bisabuelo de todos ellos, el siempre vigilante entre bambalinas Henry Kissinger. Todos ellos, a Dios gracias, con un pie ya en la tumba, pero con prisas por ver hechas realidad cuanto antes sus pesadillas distópicas.
Con la excusa de combatir a las fake news, los bulos del Kremlin y al trumpismo terraplanista, la censura en Facebook, Google y demás es a día de hoy un hecho tan cotidiano que ya nos parece que forma parte del paisaje natural. Cualquier cosa que se diga y que no les guste a los amos del cotarro, es ipso facto puesto bajo la lente de los fact-cheking o verificadores, y tachado de "bulo" o de "delito de odio". Y para muestra, un boton; ahí pueden ver, estimados lectores, como Google os protege de los efectos dañinos que pudiera acarrearos la lectura de una de mis entradas de hace un par de años, dedicada al artista gráfico estadounidense David Dees. A lo largo de una década, he ido publicando muchas cosas sobre artistas y autores incómodos para este sistema putrefacto, tanto del pasado como del presente, pero este caso en particular ha parecido escocerles muy especialmente a los algorítmícos censores de las redes sociales, vayan ustedes a saber por qué. Tal vez por algo que se relaciona con los "antimesitas"o cosa parecida, un pretexto que podría entenderse si estuviéramos hablando del "happy merchant" de Wyatt Mann o de caricaturas similares. Pero el inteligente lector podrá darse cuenta por sí mismo https://drive.google.com/file/d/19ciE8Ksqz41qj2aI_v9Rp0_1ShVzOOeT/view?usp=drive_link que en ese artículo no había nada de eso, y que incluso en el propio texto se aclara de forma harto evidente que no se deben de confundir los términos, como se suele hacer de forma maliciosa y torticera, para presentar como racista cualquier crítica a una determinada ideología política, que es además de imperialista, profundamente xenófoba y supremacista. Las aceradas críticas de Dees siguen estando de plena actualidad, salvo que en los últimos años han ido adquiriendo un mayor protagonismo otros personajes de la infamia, como Klaus Schwab, Yuval Noah Harari, etc.
La generación más borrega de la historia
En estos tiempos tan revueltos que nos toca vivir, en los que predomina en todas partes esa "Generación Idiota" y posmoderna identificada con gran acierto por Agustín Laje, la publicación de un libro o de una novela gráfica puede suponer que te pongan en la diana, que empieces a ser señalado con las etiquetas habituales por los ansiosos pijoprogres de la izquierda y derecha sistémica, que desean hasta el delirio ver a un crápula más, a otro monstruo contrarrevolucionario encadenado en la picota para el escarnio público.
A mí lo de las etiquetas esas me hacen mucha gracia. No asumo ninguna de ellas como propia, me resbalan e incluso, como se dice coloquialmente en nuestra distinguida y elegante sociedad contemporánea, "me la sudan" bastante. El recurso a ellas esconde un triste sometimiento a una ideología dominante por parte de aquellos que se las encasquetan a los demás o incluso a sí mismos, porque con esa miserable mentalidad de escarabajo kafkiano y patatero creen que todo quisque es de su gusanesca condición.
No ven más allá de las negras anteojeras que les han empotrado sus líderes de opinión, sus influencers favoritos o sus canales de desinformación de confianza. Replican y regurgitan consignas y soflamas que les han implantado en el cerebro, y que brotan de sus labios cual saliva de perro de Paulov. Son como las jaculatorias de unos enfermos mentales, creyentes en una religión secularizada, mucho más falsa de lo que pudieran llegar a ser las ideologías, sectas y religiones precedentes. Resulta paradójico que partiendo del relativismo posmoderno hayan pergeñado, a base de un discurso único y de una especie de nueva inquisición, una ideología mucho más castrante, totalitaria y sectaria, casi un nuevo culto religioso que quieren imponer a todo el mundo. Y que además es especialmente repulsivo, fanático, hortera y siniestro. Porque al menos en las ideologías del pasado se cuidaban el estilo, la estética, la simbología y todo eso, cosa que no se puede decir de estos estrafalarios jenízaros del poder mundial de ahora, que disfrazan sus turbios propósitos malthusianos de exterminio de la especie humana con muchas ruedas de colorines y muchos emblemas con el arcoiris.
La elección de la pastilla azul, el conformismo con los objetivos del sistema, con los planes de las élites supranacionales, que en modo alguno son atacados o cuestionados, sigue siendo el objetivo principal. Pero para lograrlo con más efectividad, se recurre a fabricar una pseudocontestación, una pseudorebeldía dirigida a los más jóvenes, a esas nuevas generaciones de idiotas a los que se adoctrina desde la infancia para que aborrezcan a la especie humana, a esa plaga que está destruyendo el planeta, y para que vayan aceptando voluntariamente la necesidad de transicionar (a nivel de género o incluso de especie) hacia otra cosa. Preparando este terreno, asistimos al espectáculo de una presunta "politización" o "demogresca" creciente, con la aparición de un sinnúmero de ideologías disgregadoras de nuevo cuño: wokismo lgtbplús, terrorismo verde, empoderamiento hembrista y trans a tope, indigenismo de acá y de acullá, victimismo de los/las/les ofendiditos/as/es por los motivos más variados: raciales, identidad de género, sobrepeso, etc., animalismo antiespecista y vegano, multiculturalismo antieuropeo y antiblanco, transhumanismo , etc. Aquí, en Expaña, disfrutamos de una modalidad particular, ese wokismo de charanga y pandereta, que a los fastos del Pride Day californiano les añade su toque cañí entre almodovariano y de programación de Tele Cinco, y que ha dado como resultado es@s pintoresc@s líder@s podemita@s, hoy tan de capa caída. No resulta difícil avizorar que detrás de todo este revoltijo de ismos y de personajes se esconde siempre agazapado el globalismo y la ingeniería social de la Fundación Rockefeller, la Open Society y otras organizaciones similares.
Esos fanáticos dispuestos a linchar al disidente por el mero hecho de serlo, pero que es improbable que sacrificaran su propia vida por ninguna de sus absurdas ideas, son los esclavos voluntarios de una de las ideologías más destructivas, degeneradas y criminales que se han dado en la historia de la humanidad. La última excrecencia de un occidente enfermo y decadente. Estamos hoy en esta parte del mundo mucho peor que en las postrimerías del Imperio romano. Y menos mal que, como indicábamos al principio de este artículo, hay síntomas de que se les está acabando el futuro a los progres, porque de seguir adelante con sus planes de exterminio como hasta ahora, no quedaría nadie vivo para contarlo.
No se enteran de que sólo unos pocos podrán disfrutar de las supuestas mieles del transhumanismo, que esos neo-entes profetizados por Noah Harari, mejorados por las tecnologías convergentes y a los que se promete la inmortalidad, serán en todo caso los escogidos de la élite globalista. Los demás, los pobres, las clases medias, los desheredados de la tierra, somos para los que marcan la Agenda 2030 la masa de los "inútiles" y sacrificables. Por eso promueven la ageda lgtb y el aborto a destajo, por eso insisten ellos mismos y sus voceros como Attenborough y compañía en que es urgentísimo reducir la población mundial para preservar el planeta, los osos polares y las foquitas. Por eso nos están siempre culpabilizando a todos, en general, desde los medios de desinformación, del "cambio climático", y no se dice nada de las grandes empresas contaminantes ni de la responsabilidad de los gobiernos.
"La mayoría de la gente es innecesaria". Lo han dicho ellos mismos, el sapo pomposo y teutón de Klaus Schwab, y su profeta, el inatacable (por su doble condición de homosexual y judío) Noah Harari.
Si los "wokes" esos estuvieran realmente tan "despiertos" como dicen, en lugar de emprenderla contra los disidentes deberían de atacar a estos delincuentes que no tienen reparos en afirmar cuales son sus pretensiones. Deberían ya de estar colgando de las farolas, y ser pasto de los gusanos, para que sirvan de escarmiento público.
Cuando bate de par en par, es desmedido; cuando sacia el hambre, va presto; cuando ataca, daña; cuando pica, hiende; y cuando hace presa, se harta
Están, tras los racimos de las glicinas, esos porcos que no han llegado a bravos, esos leones que se han convertido en perros, esas enamoradas que se han consumido en vano hasta la vejez y cuyas supremacías les llagaron a todas el alma a medida que el frío delos pubs de Londres se apoderaba de ellas, las iba dejando heladas, las trituraba in situ como si tal cosa, y les dejaba tiempo, todo el tiempo que era menester para darle vueltas al asunto
el padre apartado crea un hijo visible
Penis! Penis! Big fucking erect penis, Mom!
They were older, better established, and resisted radical change.
They felt that rebellion against the Crown – the legitimate government – was morally wrong.
They felt alienated when the Patriots resorted to violence, such as burning down houses and tarring and feathering.
They wanted to take a middle-of-the-road position and were not pleased when forced by Patriots to declare their opposition.
They had a long-standing sentimental attachment to Britain (often with business and family links).
They felt that independence from Britain would come eventually, but wanted it to come about organically.
They were wary that chaos, corruption, and mob rule would come about as a result of revolution.
Some were “pessimists” who did not display the same belief in the future that the Patriots did. Others recalled the dreadful experiences of many Jacobite rebels after the failure of the last Jacobite rebellion as recently as 1745 who often lost their lands when the Hanoverian government won.
Other motives of the Loyalists included:
They felt a need for order and believed that Parliament was the legitimate authority.
In New York, powerful families had assembled colony-wide coalitions of supporters, men long associated with the French Huguenot/Dutch De Lancey faction went along when its leadership decided to support the crown.
They felt themselves to be weak or threatened within American society and in need of an outside defender such as the British Crown and Parliament.
They felt that being a part of the British Empire was crucial in terms of commerce and their business operations.[17][18]
In the opening months of the Revolutionary War, the Patriots laid siege to Boston, where most of the British forces were stationed. Elsewhere there were few British troops and the Patriots seized control of all levels of government, as well as supplies of arms and gunpowder. Vocal Loyalists recruited people to their side, often with the encouragement and assistance of royal governors. In the South Carolina back country, Loyalist recruitment outstripped that of Patriots. A brief siege at Ninety Six, South Carolina in the fall of 1775 was followed by a rapid rise in Patriot recruiting, and a Snow Campaign involving thousands of partisan militia resulted in the arrest or flight of most of the back country Loyalist leadership. North Carolina back country Scots and former Regulators joined forces in early 1776, but they were broken as a force at the Battle of Moore’s Creek Bridge.
By July 4, 1776, the Patriots had gained control of virtually all territory in the Thirteen Colonies and expelled all royal officials. No one who openly proclaimed their loyalty to the Crown was allowed to remain, so Loyalists fled or kept quiet. Some of those who remained later gave aid to invading British armies or joined uniformed Loyalist regiments
The British were forced out of Boston by March 17, 1776. They regrouped at Halifax and attacked New York in August, defeating George Washington’s army at Long Island and capturing New York City and its vicinity, and they occupied the mouth of the Hudson River until 1783. British forces seized control of other cities, including Philadelphia (1777), Savannah, Georgia (1778–83), and Charleston, South Carolina (1780–82). But 90% of the colonial population lived outside the cities, with the effective result that Congress represented 80 to 90 percent of the population. The British removed their governors from colonies where the Patriots were in control, but Loyalist civilian government was re-established in coastal Georgia from 1779 to 1782, despite presence of Patriot forces in the northern part of Georgia. Essentially, the British were only able to maintain power in areas where they had a strong military presence.
El valor es aguantar el miedo un minuto más
en este enfrentamiento numinoso entre las fuerzas de la luz y las tinieblas que es la Anglogalician Cup, los stags están, no sólo del lado de las tinieblas, sino que son las tinieblas mismas.
Leí intensamente sus ficciones en la transición 70/80 y fue uno de sus cuentos primerizos menos celebrados (LA CALLE, cuyo eco resonaría con estruendo en su conflictiva y ambivalente relación con la Gran Manzana -Podrida, diría él en sus humores más negros- y en el trabajo de Houillebecq -más identificación ¿vergonzante? que denuncia si pensamos en las trifulcas de este autor con la pleamar islamista en Francia-), en la traducción de Eduardo Haro Ibars, el que más me impresionó. En mi nostalgia del Madrid de mis primeros años (donde sólo tengo mal recuerdo de los primeros viajes en Metro -que hacía tapándome los oídos porque no soportaba el estruendo en el túnel- y que asocio con la aversión lovecraftiana al subway -en su caso, por miedo a tropezar en las escaleras y por sus reticencias a la muchedumbre y a los espacios pútridos y hediondos-) y mis paseos (estupefacientes en su empatía) por El Viso y Rosales (que recrearía mucho después con Esther, Celia o Carmen, testigos fotográficos de ese entusiasmo nunca perdido), y mi desapego creciente con la ciudad a partir de Gallardón y Carmena (desapego que me hace comulgar con HPL en esa sensación rabiosa de animal acorralado -que diría Houillebecq- y que, en mi caso, puedo concretar en el spam humano que anega lo que en mi niñez tenía todavía mucho de poblachón manchego, en esos ritmos reggaetónicos que atruenan desde coches que pasan bajo mi balcón o desde la terraza aledaña -los sudacas con vocoder deberían ser considerados materia punible-, o ciertos vecinos delincuenciales que tuve que sufrir sobre mi techo durante un par de años, por no hablar de temas más abstractos que ya he tocado con frecuencia en mis diatribas contra la EXXXpaNYa de proxenetas tiernos surgida del 11M).
En su juventud, cuando todavía estaba soltero, fue a un baile con su novia de entonces. Ella le dijo: “voy al baño, ya vengo”. Pero no volvió. Treinta y cinco años después, se encontraron por casualidad, y mi abuelo le dijo muy serio: “a veces te pierdes”.
Voy a serte olvido,
aun cuando nada
de lo que hemos cultivado
se pierda,
aun cuando todo lo que acostumbramos
acariciar entre los dedos
sea una tribu de estrellas
reventadas en plena flor,
aun cuando esta promesa luminar
desemboque en algún universo alterno
corriendo y aullando
sin torso ni memoria.
y las prostitutas entrando de pasada para una palabra o dos,
para una broma, y arreglarse el pelo un poquito.
La mente que anhela mirándote a la cara
Nulla crux, nulla corona
Allí donde estaba, es donde debo aparecer
How lush is Seven Dials!
Cuatro calles ( que no 7 ) y un vibrador en medio del chorromoco
La lluvia que debía limpiar la ciudad llegó en forma de fuego el demoníaco año de 1666. El primer paso para reconstruir Londres sería volver a elevar iglesias que se dirigieran al cielo. Para realizar tan sagrada labor, el elegido fue el científico Christopher Wren. El de San Pablo, como se le conoce popularmente. Y popular es. Pregúntesele a un londinense por el nombre de un arquitecto, y con toda probabilidad Wren será el primero que se cite. Si se pide una lista, quizá empiecen los titubeos, Norman Foster, Richard Rogers… Pero no tardará mucho en aparecer Nicholas Hawksmoor, olvidado durante doscientos años, y hoy en día uno de los arquitectos más famosos de Inglaterra.
Wren podía ser un genio, incluso más que eso (es difícil pensar en alguien más cercano a un dios que un arquitecto inglés), pero construir cincuenta y dos iglesias (mientras se ocupaba de otros asuntillos, como fundar la Royal Society), promueve el trabajo en equipo. Predecesor de los actuales arquitectos estrella, que firman diseños monumentales cada día par, Wren disponía de un equipo de colaboradores que le hacían la vida más sencilla. Y entre ellos se encontraba el joven Hawksmoor, quien se convertiría en su mejor pupilo gracias a su gran habilidad para el dibujo y a una creatividad que desde hace tres siglos ha venido intrigando a críticos y paseantes («su estilo único y original, su dimensión metafísica y telúrica, su gravitas eterna» vs. «¿pero eso qué coño es?»).
Tan bien hizo su trabajo como puntal de Wren, que cuando el dramaturgo y espía John Vanbrugh recibió el encargo de su amiguete Charles Howard (aka tercer conde de Carlisle) para que le diseñara una casa de campo así, de esas que causan impresión, el autor de The Provoked Wife y asiduo visitante de prisiones francesas, no dudó en elegir a Hawksmoor como asistente para que le ayudara a solucionar algunos problemillas, tipo cómo levantar un edificio. Porque toda la formación arquitectónica de Vanbrugh se podría resumir en que cuando le soltaron de la Bastilla estuvo unos meses paseándose por París admirando edificios, lo cual sin duda siempre es enriquecedor, pero pocas veces ha dado como resultado algo como Castle Howard. Conocido por todo el mundo como Brideshead (fue la localización elegida tanto para la famosa adaptación televisiva de la novela de Evelyn Waugh de los años 80 como para su más reciente versión cinematográfica), se trata de la primera (y una de los más esplendorosas) manifestaciones del barroco británico.
Por eso, cuando se cuestiona a Hawksmoor por no haber firmado un edificio emblemático, hay que empezar a cuestionarse los principios de autoría. Además de en San Pablo y Castle Howard, nuestro arquitecto dejó su huella en Blenheim, la abadía de Westminster, o el All Soul College. Es decir, muchos de los edificios más reconocibles y admirados de la arquitectura británica. El problema es que durante mucho tiempo el nombre de Hawksmoor desapareció de la historia. Pero no nos precipitemos, antes de hablar de su olvido póstumo, tenemos que celebrar su gloria en vida.
En función de lo que busque, elija una región, una ciudad de población más o menos densa, una calle más o menos animada. Construya una casa. Elija los muebles. Saque el mejor partido de su decoración y de su tapicería. Elija la estación y la hora. Reúna a las personas más aptas, los discos y los licores que convengan. La conversación deberá ser evidentemente de circunstancias, como el clima exterior o sus recuerdos. Si no ha habido ningún error en sus cálculos, la respuesta debe satisfacerle.
El plan de reconstrucción de Londres llevado a cabo por Wren solo había sido el primer paso para recuperar la ciudad después de que casi desapareciera bajo las llamas. Así, en 1711 el Parlamento aprobó una ley que promovía la construcción de otras cincuenta iglesias, ambicioso proyecto que sería sufragado con un impuesto sobre el carbón. Se convocó un comité, formado por sabios (entre los que se encontraban Wren, Vanbrugh) y también por unos cuantos clérigos, y se eligió a Hawksmoor para que se encargase de la construcción (o al menos de la inspección de obras) de las cincuenta iglesias. Al final, como suele pasar, la ambición de las ilusiones se vio defraudada por las limitaciones de la realidad, pero aún así se consiguió completar una docena de iglesias, seis y media de ellas ideadas por Hawksmoor.
A menudo en la historia del arte los expertos se enzarzan en discusiones bizantinas sobre escuelas, influencias o estilos, pero en el caso de Hawksmoor la divergencia de opiniones llega hasta tal punto que su obra ha sido calificada tanto de gótica como de barroca, discrepancia que, más allá de ser un reflejo de su eclecticismo, no parece razonable hasta que se ven sus edificios. Pero este carácter genuino y a la vez amalgamado de sus edificios no es el único motivo de extrañeza que causan sus iglesias. Lo primero que llama la atención es su ubicación, en el East End londinense. Lo normal habría sido situar estas monumentales construcciones en la City, o en Westminster, emblemas del poder, pero en este popular barrio, cuna de los cockneys y origen de algunos de los más famosos delincuentes de la capital británica, su sombra produce una disrupción turbadora.
Además, el propósito de Hawksmoor era que bajo la égida de sus iglesias se sintiera la presencia de la religión como salvación. Aunque en realidad la sensación que producen es más bien de amenaza. Esta ambición, que pretendía que la arquitectura fuera algo más que un arte o un oficio, y que Wren sintetizó en su aforismo «el objetivo de la arquitectura es la eternidad», se combinaba en Hawksmoor con una intención moralizante y de reformismo social. Pero fue precisamente esta pretensión de trascendencia lo que labraría su desgracia. Ya se sabe que los ingleses no se toman nada en serio, y pronto las iglesias de Hawksmoor se convirtieron en motivo de burla. Ya antes de morir se había impuesto en Inglaterra el nuevo estilo neoclásico abanderado por el gran arquitecto italiano Andrea Palladio, frente a cuya sencillez y armonía la obra de Hawksmoor era vista como pomposa, grandilocuente y un punto ridícula. El tiempo no hizo más que ahondar en el desprecio, y para los circunspectos victorianos el estilo de Hawksmoor era directamente una abominación. No es de extrañar, pues, que su nombre cayera por completo en el olvido y que incluso se atribuyera erróneamente su obra a otros arquitectos. Pero si estoy escribiendo esto es porque algo pasó.
Es difícil resumir qué fue la Internacional Situacionista. Y ni aunque pudiera extenderme. En política, por ejemplo, llegó a definirse totalmente en serio (bueno, si los situacionistas podían hacer algo totalmente en serio) como anarco-trotskistas. Pero podemos acercarnos a su ideología reproduciendo algunos de sus eslóganes (después de todo, su momento de gloria llegó en mayo del 68, cuyo mayor legado se podría resumir en unas cuantas frases ingeniosas):
«Hay que buscar una nueva civilización, poniendo patas arriba la sociedad».
«La vida debe ser apasionante, y para ello hay que romper con toda restricción».
«Tenemos que liberar la vida, liberar la villa».
«El arte, la manifestación artística, no tiene ningún valor, solo vale como expresión de la vida».
«Nada de lo anterior vale la pena».
Pero no todo el legado de los situacionistas se borró cuando se pintaron las paredes. Es el caso de la psicogeografía, quizá su aportación más relevante, que últimamente incluso se podría decir que se ha convertido en una moda. Se trata de un concepto que funciona a varios niveles, para el que contamos con una sucinta descripción de Guy Debord, padre del situacionismo: «la psicogeografía es el estudio de los efectos precisos del medio ambiente geográfico, conscientemente organizados o no, actuando directamente sobre el comportamiento afectivo de los individuos».
Ahora podría disertar sobre cómo la Primera Guerra Mundial supuso un trastrocamiento de los valores, un cambio en los gustos estéticos, una nueva percepción sobre la vida y el arte que propiciaría el surgimiento de las vanguardias. Y todo eso. El caso es que si hasta entonces Hawksmoor había sido reivindicado en muy contadas ocasiones (aunque, eso sí, por artistas tan destacados como Soane o Turner), y no se podría localizar ni un solo discípulo que mantuviera vivo su estilo, a partir de los años 20 su figura empezó a popularizarse. Así, su nombre aparecerá en Tierra baldía, de T. S. Eliot, uno de los libros de poesía más influyentes del siglo, y también en ¡Noticia bomba!, la popular novela de, otra vez, Evelyn Waugh. Ha comenzado el runrún.
Pero habrá que esperar hasta los años 60 para que se produzca la verdadera eclosión. Gracias al libro monográfico que Kerry Downes dedicó a Hawksmoor, sus edificios son por fin correctamente identificados, y empieza a conocerse su verdadera importancia en la historia del arte. Aparecen más libros, se celebran exposiciones e incluso llega a formarse un Comité Hawksmoor que batalla por la preservación y rehabilitación de sus edificios. (Por cierto, este comité está presidido por el poeta laureado John Betjeman, mientras que el pionero hawkmoorista Eliot rechazó firmar un manifiesto en defensa del arquitecto porque estaba mal escrito y se negaba a poner su nombre en tamaño dislate, más todavía cuando su destinatario era nada menos que The Times).
Fue entonces cuando a Hawksmoor, hasta ese momento sin descendientes, empezaron a salirle hijos por todas partes. Arquitectos como Denys Lasdun o Robert Venturi comenzaron a reivindicar la pureza de sus edificios, el sentido casi abstracto de una arquitectura esencialista. Pero no solo los arquitectos empezaron a fijarse en su obra. Frente a la impersonalidad del nuevo Londres, los edificios de Hawksmoor señalaban la permanencia de su historia, la idiosincrasia de una ciudad que parecía haberse olvidado de sus raíces, pero que todavía, quizá de manera subliminal, aunque muy poderosa, tenía un carácter particular y orgulloso. Y qué más puramente londinense que el East End. O al menos eso pensaron numerosos artistas que en los años 70 eligieron este barrio (también por motivos económicos, no vamos a engañarnos) como lugar de residencia. Un barrio no solo marcado por las iglesias de Hawksmoor, sino por su largo historial de crímenes y misterios. Nuestro arquitecto ya había pasado a la historia, ahora iba a comenzar su mito.
La ciudad situacionista está poblada de edificios con un gran poder evocador y simbólico. Cada barrio debe representar un sentimiento: el Barrio Raro, el Barrio Feliz, el Barrio Noble y Trágico (para los niños sabios)… Se trata de una ciudad cambiante, que se transforma de hora en hora. En palabras de Henri Lefebvre (El derecho a la ciudad): «la ciudad ideal conlleva la obsolescencia del espacio: cambio acelerado de casas, emplazamientos, espacios preparados. Estamos hablando de la ciudad efímera, obra perpetua de los habitantes, a su vez móviles y movilizados por y para esta obra. En ella, el tiempo recupera su lugar, el lugar primordial».
Se trata, pues, del espacio ideal para la deriva, ese deambular sin rumbo fijo, sin objetivo alguno. Nada de ir todos los días de casa al trabajo y del trabajo a casa por los mismos sitios. No. Cuántas veces nos ha deslumbrado el descubrimiento de una edificio oculto que sin embargo habíamos visto miles de veces. Ese rincón oscuro que de repente se vuelve luminoso. Esa fuente escondida en el parque que nunca había llamado nuestra atención. Los situacionistas impelen a estar atentos, a quebrar la rutina, a descubrir los espacios mágicos de los que la monotonía del camino cotidiano nos priva.
Si hubiera que buscar al mentor intelectual del mito Hawksmoor, no haría falta contratar a ningún detective para descubrir al culpable: Iain Sinclair. Pese a su sólida formación universitaria y a su indiscutible talento, Sinclair decidió, por lo que sea, vivir la vida de la manera más sencilla posible, signifique eso lo que signifique, lo que le llevó a mudarse al East End y dedicarse a trabajos como la venta de libros o la jardinería. Y fue mientras ejercía este oficio cuando le llegó la iluminación, a través de una sombra. Estaba Iain plantando claveles (cosa bastante improbable en el East End londinense, es una forma de hablar), cuando, de repente, el sol desapareció, dejándole en penumbra. Se dio la vuelta y ahí estaba, proyectando su sombra, la fachada ominosa de St George-in-the-East. Bueno, esto es una dramatización, pero más o menos.
La cuestión es que Sinclair se obsesionó con Hawksmoor, y la que ha organizado. En Lud Heat, un libro bien raro de 1975, mezcla de poesía (en la que se deja ver la huella de T. S. Eliot), ensayo y diario, incluyó el capítulo «Nicholas Hawksmoor, sus iglesias» (incluido en la antología La ciudad de las desapariciones, publicado en español por Alpha Decay). El texto se abre con una cita de Thomas de Quincey, «todos los peligros, especialmente los malignos, son recurrentes», que será el leitmotiv de Sinclair: como señala Owen Hopkins en su libro sobre Hawksmoor, aquí se encuentra el génesis de todo lo que estaba por llegar.
Con las iglesias de Hawksmoor como eje central, Sinclair establece una genealogía de lo oculto y del mal que incluye la obra del iluminado William Blake, los crímenes de Jack el Destripador, los asesinatos de Ratcliffe Highway, los estragos de la peste de 1665, un cementerio romano e incluso la arquitectura egipcia. Hasta Fu Manchú tiene una aparición estelar, ya que era en esta zona donde vivía el malvado criminal chino, en cuyas novelas se retrata un Londres subterráneo que puede pasar desapercibido pero que es muy real, «un submundo criminal y donde todo está oculto». Al mismo tiempo que iniciaba el revival de Hawksmoor, Sinclair había dado una nueva dimensión a la psicogeografía, que se convertía nada menos que en la puerta de entrada para penetrar en un universo tan palpable como desconocido.
Para descifrar este mapa, nada mejor que utilizar los edificios de Hawksmoor como clave. Eso de las películas de trazar líneas que unen las iglesias y tenemos un perfecto plano en el que coinciden los crímenes más sangrientos con cada una de las obras de Hawksmoor, como si fueran un imán para el mal. Que todo esto esté cerca del disparate no evita que la narrativa sea fascinante, y si no que se lo digan a Peter Ackroyd, el afamado escritor británico que utilizó la intuición de Sinclair para firmar la absorbente Hawksmoor. Pero, ojo, que el nombre de la novela no hace alusión a nuestro arquitecto, sino a un detective de mediados de los 80 que investiga una serie de asesinatos que tienen lugar… no destriparé donde. Pero el libro, compuesto por dos partes situadas en siglos diferentes y que se narran en capítulos sucesivos, sí que incluye la figura de Nicholas Dyer, un arquitecto ficticio pero claramente basado en Hawksmoor (el nuestro, esto empieza a ser confuso). Solo que Ackroyd enriquece a su personaje con ciertas manías ocultistas y demoníacas. Con esta imbricada estructura, como señala Hopkins, el autor resalta el sincronismo «la conexión temporal entre diferentes sucesos en apariencia sin relación». Es decir, pura psicogeografía.
Con Sinclair y Ackroyd como referentes (además de una documentación abrumadora), Alan Moore ya tendría suficiente material de base para construir uno de los libros más relevantes de las últimas décadas: From Hell.
Pero no todo va a ser improvisación. Las situaciones también deben ser construidas. Por ejemplo, transformemos las iglesias en laberintos para el solaz de los trabajadores; cerremos los museos y repartamos las obras de arte entre los bares; establezcamos el libre acceso a las prisiones. Todo es un juego, así que divirtámonos. Que las calles no tengan nombre, que en las estaciones no sepamos el destino de los trenes. Convirtamos la vida en una obra de arte. La sorpresa puede estar en cualquier sitio, lo inesperado puede asaltarnos en cualquier momento. Pidamos a lo imprevisible que frustre a lo esperado.
Si te pones a leer La cuarta dimensión y cómo alcanzarla, del matemático Rudy Rucker, uno de los libros que Alan Moore estudió en profundidad cuando preparaba From Hell, lo más probable es que acabes boquiabierto y con dolor de cabeza. Porque, no nos engañemos, llega un momento en el que las explicaciones lógicas que da el autor para demostrar la existencia de múltiples dimensiones que se escapan a nuestra percepción, por muy bien explicadas que estén y mucho humor y dibujos que les meta, te superan. Intuyes, crees haber comprendido (hasta que una semana después intentas explicárselo a otra persona), pero a fin de cuentas no sabes muy bien qué te estaba contando. Por eso es mucho más sencillo dejar las explicaciones científicas de lado y dejarse llevar por las chorradas esotéricas. Que sí, no tendrán mucha credibilidad, pero al menos las comprende todo el mundo. Y si la conclusión es la misma, pues todos contentos.
Así que Moore, el mago, pudo tener muy en cuenta sesudas reflexiones sobre los universos paralelos, el mundo cuántico y tal, pero lo que junto a Eddie Campbell llevó a las páginas de From Hell fue un relato puramente novelesco, una amalgama de datos históricos mezclados con coincidencias más o menos forzadas, interpretaciones laxas de la realidad y pura, brillante imaginación. Es igual, no vamos a exigirle a un cómic (o a una novela, a una película) rigor científico. Sí entretenimiento. Y que te dispare las neuronas. Y eso Moore lo consigue como pocos. Hay tantas ideas, tantos hallazgos, tantas historias posibles e imposibles en From Hell, que se diría que es uno de esos libros que no se acaban nunca, un universo propio que puede llevar a una obsesión comparable a la de los gull catchers.
De hecho, a primera vista From Hell no es más que otra narración sobre la verdadera identidad de Jack el Destripador, pero en realidad las teorías conspirativas y los supuestos secretos desvelados, por muy atractivos que sean, no son más que una parte si no marginal sí colateral al verdadero corazón de la obra, que no es otro que la descripción de esa ciudad oculta que subyace bajo el aparente orden victoriano. Una ciudad regada por la sangre y cuyo pasado, marcado por la barbarie y el horror, sigue vivo. Los fantasmas no son almas vagantes que no tienen otra cosa mejor que hacer que pasearse por ahí dando sustitos, sino los muertos imponiendo su presencia sin que podamos hacer nada para evitarlos. De la misma manera, los lugares, los edificios, tienen una historia a la que no podemos sustraernos, un legado del que somos herederos involuntarios. Su indeleble presencia ejerce sobre nosotros, aunque sea de manera inconsciente, una atracción que se nos impone y que nos influye hasta más allá de lo que podríamos reconocer.
Todo esto lo explica Moore de manera insuperable en el cuarto capítulo de From Hell, cuando el doctor William Gull se lleva a su cochero de gira por los lugares más ignominiosos de la historia de Londres, con un protagonismo especial de las iglesias de Hawksmoor. En este tour de force (en más de un sentido), Gull-Moore descifra la mitología oculta de la ciudad, transformando la banalidad de lo conocido en trascendencia metafísica. Se trata de un viaje alucinado y febril, un descenso a los infiernos, como se suele decir, pero sin salir del barrio. Un recorrido simbólico pero muy real en el que coinciden Hawksmoor, Sinclair, la psicogeografía, la cuarta dimensión y una verdad profunda y poética.
Otra escena todavía más destilada, que resume de manera magistral todo este embrollo, es aquella en la que Gull-Jack el Destripador está arrastrando a una de sus víctimas por un callejón cuando, de repente, ve a través de una ventana a un tipo que está viendo la televisión en su casa. Un tipo que podríamos ser nosotros viendo Whitechapel. Se ha producido el cruce entre dos mundos coexistentes pero que habitualmente se dan la espalda. Ese chispazo que a veces nos sobresalta cuando tenemos la sensación de estar en otro lugar, aunque estemos donde siempre. Porque lo que ha cambiado no es el espacio, es el tiempo. Porque el tiempo no existe, todo está pasando ahora.
Ejercicio de la psicogeografía, por Guy Debord
«Piranesi es psicogeográfico en la escalera».
«El cartero Cheval es psicogeográfico en la arquitectura».
«Luis II de Baviera es psicogeográfico en la realeza».
«Jack el Destripador es probablemente psicogeográfico en el amor».
El trío ribereño es: Dove, Mayflower y Prospect
Estuve hace 2 días en el Old Bank y tenían grifo de bitter
Hay quien sostiene que el autor de esta guía no movió el culo del barrio de Vauxhall ¿?
Ella me preguntaba de cosas ignoradas y yo le respondía de cosas imposibles
Me gustaría ir a Inglaterra, de no haber humos de carbón,
¡y los ingleses!… Ya su olor me produce espasmos y vómitos.
Maldito el rey, el rey de los ricos,
Que no ablandó nuestra miseria,
Que nos arranca lo que sudamos,
Que como perros nos manda matar.
Tejemos, tejemos.
Londres en sí es bonita y como más le gusta a uno es mirándola de espaldas
Si bien Alan Moore, como le Main, no es santo particular de mi devoción, debo reconocer que en su momento me impactó la lectura de "From Hell", la novela gráfica dedicada a los crímenes de Jack el Destripador, con guion del propio Alan Moore y dibujos de Eddie Campbell. En el capítulo cuarto de esta bien documentada obra se habla del arquitecto Nicholas Hawksmoor, autor de una serie de iglesias anglicanas que se levantaron tras el incendio que devastó Londres en 1666. Una de ellas es la célebre Christ Church in Spitalfields, entorno a la cual se cometieron los horrendos crímenes de Whitechapel en 1888.
Lo interesante del relato de Moore es que, siguiendo a Ian Sinclair y a otros autores, llama la atención sobre la aparente alineación de estas iglesias entre sí y con otros edificios emblemáticos de Londres, lo que hace suponer que esta planificación respondía a una especie de pauta de control. Esto mismo ocurre con muchas ciudades que fueron fundadas o refundadas sobre un plan místico, como en el caso de Roma, e incluso en tiempos más recientes Stalin hizo lo propio con Moscú, levantando siete pirámides a la vez con el propósito de crear una especie de "campo eléctromagnetico"en la capital del Imperio soviético
Hablar de Hawksmoor es hablar de la francmasonería, de sus orígenes en Inglaterra en 1717, y de los llamados "arquitectos dionisíacos", una antigua hermandad que se remontaría al 2000 a. de C. y que sería la depositaria de los secretos de los constructores de Atlantis, que llegarían más tarde hasta los masones através de los gremios de constructores de catedrales. Estos arquitectos serían los que levantaron el Templo de Salomón, las pirámides de Egipto o el Templo de Diana en Éfeso, y Vitrubio habría sido uno de sus más destacados epígonos. Es sabido que los masones tuvieron una especial predilección por monumentos como los obeliscos, que durante el siglo XIX se llevaron de Egipto y los instalaron en aquellos lugares donde tenían poder e influencia: París (en la plaza de la Concordia), Londres (la Aguja de Cleopatra), Nueva York (en Central Park), Washington,etc. Pues bien, las "iglesias" de Hawksmoor se caracterizan por tener un campanario en forma de obelisco, y otros elementos simbólicos paganizantes de oscuro significado como pollas de piedra al lado de los altares.
Por ejemplo, la Christ Church tiene un aspecto solemne e imponente, con un pórtico dórico que pretende transmitir "terror y magnificencia", y con la enorme torre que planea, al decir de Moore, como una amenaza subliminal, pareciendo que va a derrumbarse sobre los que la contemplan. Mediante efectos de trompe-l'oeil el arquitecto logra sobredimensionar el tamaño del edificio, dominanndo con su presencia la calle en la que está emplazado y las casas colindantes. Esto viene subrayado por la blancura exterior de estas iglesias, construidas con piedra de pórtland, que sintonizará con el concepto que los neoclásicos tendrán más tarde de la arquitectura antigua (hoy sabemos que casi toda ella estaba pintada con vivos colores rojos y negros), y que contrasta con la negrura interior que albergan estos templos.
Otras "iglesias" de Hawksmoor en Londres fueron Saint Luke's en Old Street, destruida por la Luftwaffe teutona en la segunda guerra mundial, y de la que sólo se conserva el campanario en forma de obelisco; Easton Neston Hall en Northampton Square, inaccesible al público ya que actualmente está en los terrenos del palacio del marqués de Northampton (un reconocido masón del siglo XIX, que poseía más de la tercera parte de Londres y la mitad de los culos).
Hay que añadir también a la lista Saint George Bloomsbury, donde el círculo penosos literatos, cuyo campanario pudo estar inspirado en el Mausoleo de Halicarnaso; St John's Horsleydown, también dañada por la Blitzkrieg y finalmente demolida; St Anne Limehouse; y George's in-the -east, inconclusa ya que falta el obelisco. Para esta última obra Hawksmoore solicitó que se echaran abajo algunas tiendas colindantes, para que quedara correctamente alineada con sus otras construcciones, pero no obtuvo el permiso. Aquí tuvieron lugar, casi un siglo antes de Jack el destripador, los asesinatos del pañero Marc, su mujer, su hijo y su aprendiz, quienes murieron con el cráneo destrozado con un mallete de hierro, y con el cuello cortado de izquierda a derecha, procedimiento inusual y que recuerda a un ritual masónico. Se encontró un chivo expiatorio en la persona de un tal John Williams, mal músico, al que se le acusó de los crímenes, y que apareció ahorcado después en su celda. Para calmar al populacho se le enterró en un cruce de caminos, clavándole una estaca en el corazón.
Como quiera que también hay quien ha querido ver en el "modus operandi" del psicópata de Whitechapel algún parecido con el ritual de iniciación masónico, se ha pretendido que estos asesinatos pudieran responder a una especie de crimen ritual, una serie de sacrificios humanos (como los de los druidas) relacionados con estos templos. Naturalmente se trata de especulaciones de las que se hace eco Moore para añadir interés literario a su relato, y para darle un enfoque holístico que le permite criticar la sociedad inglesa de la época victoriana.
Es probable que no se trate más que de teorías sensacionalistas, que pretenden denigrar la masonería, organización al servicio de los intereses hegemónicos anglosajones, por lo menos desde las guerras napoleónicas. Católicos y masones mantuvieron una guerra a muerte entre sí por el control sobre las mentes y los espíritus (los grandes opositores de la masonería dentro de la Iglesia fueron los jesuitas, cuyo secretismo y falta de escrúpulos recuerda a los de las logias). Los disidentes religiosos británicos (puritanos, baptistas y metodistas), a su vez, también miraban con recelo el "paganismo" de las iglesias católicas y anglicanas, lo que también puede tener algo que ver aquí. Y por último, es posible que exista alguna crítica (minoritaria) desde la izquierda más radical del Reino Unido hacia el papel que la masonería ha jugado, y juega, en el orden establecido en ese país desde las últimas centurias.
Tal vez las consideraciones que hacen Moore y otros autores, como Ackroyd y Downes, sobre la arquitectura de Hawksmoore pequen de exageradamente subjetivas: la blancura del pórtland le parece siniestra y sepulcral, los obeliscos le resultan intimidatorios, como si fueran a aplastar de un momento a otro a los que por allí pasan, y son invariablemente símbolos fálicos que expresan la opresión de las mujeres por los machistas masónicos (este quizás sea el argumento más flojo de su relato, contaminado del feminismo tan caro a los eruditos y culturetas anglosajones, desde H.G.Wells y Robert Graves en adelante). Personalmente opino que no hay arquitectura más siniestra que ciertas manifestaciones del siglo XX, como la Bauhaus por ejemplo, pero admito que bajo ciertas condiciones nocturnas y más aún en la época que se construyeron estas iglesias, en las que destacaban visualmente más que ahora, pudieran ejercer esa influencia nefasta que se les atribuye. Dejémoslo ahí, anotando tan sólo para concluir que la francmasonería es una organización que, por motivos obvios, despierta mucho morbo y alimenta toda clase de especulaciones fantásticas acerca de sus actividades. Conviene recordar que entre sus miembros ha habido espíritus selectos, que han aportado grandes beneficios con su talento para las artes y las letras, como el "hermano Clough" o el "hermano Sifones". Pero tampoco debemos olvidar que otros "hijos de la viuda" merecen figurar en la lista de los personajes más infames de la historia. ¿Está entre ellos el que se ocultaba tras el mote de "Jack el destripador"?
En su país, Iain Sinclair es una figura de culto que ha alcanzado también, en los últimos años, un inesperado éxito comercial con una serie de libros que combinan la psicogeografía y el activismo político, la historia secreta y el comentario social, la poesía y el periodismo, y cuyo vehículo de expresión es una prosa obsesiva y circular que fluye con la cadencia alucinante de un viejo ritual pagano. Su imaginario personal, construido libro a libro desde principios de los años 70, ha influido profundamente en autores bien conocidos en nuestro país como Peter Ackroyd, Will Self, A. S. Byatt o Alan Moore, cuya novela gráfica From Hell deriva directamente de la relectura que Sinclair hiciera en clave mítica y simbólica de los asesinatos de Jack el Destripador en su libro White Chappell, Scarlet Tracings. Las ideas de Iain Sinclair no nos son, por tanto, desconocidas, aunque hayan tenido que llegarnos de segunda mano o reformuladas por autores de mayor vocación popular; y sin embargo, La ciudad de las desapariciones es el primer libro suyo que tenemos ocasión de leer en español.
Una posible razón de este extraño olvido al que ha sido sometido el autor en nuestro país es, tal vez, la naturaleza estrictamente local de su obra. Todos los textos que conforman este volumen tienen por motivo central a la ciudad de Londres, y los referentes que se manejan en ellos son, indefectiblemente, una serie de personajes y asuntos ingleses que con frecuencia pueden resultar ajenos a un lector no particulamente anglófilo. La disposición topográfica de las iglesias de Nicholas Hawksmoor en la City, el cortejo fúnebre de uno de los gemelos Kray por las calles del East End, la gentrificación forzosa del barrio de Hackney y de los distritos afectados por la remodelación olímpica de 2012 o las implicaciones socioculturales del gran proyecto de autopista orbital M25 no son, a primera vista, temas que deban interesar necesariamente a un lector español, del mismo modo que la tradición literaria en la que Sinclair se inserta orgullosamente –la tradición de los grandes visionarios londinenses, desde William Blake y Thomas De Quincey hasta Arthur Machen o el T. S. Elliot de La tierra baldía– dota a su escritura de unos ritmos y una ambiciones que también nos son en buena parte ajenos.
Y sin embargo, basta con leer el primero de los textos que componen esta colección para comprender que el proyecto de Iain Sinclair no sólo es absolutamente relevante para cualquier lector, no importa cuáles sean su nacionalidad o sus referentes culturales: también es un reto intelectual de primer orden, una fiesta para los sentidos y una provocación continua a la reflexión. Ese texto inicial se titula "Nicholas Hawksmoor: sus iglesias", y sus treinta páginas escasas contienen el germen de todo lo bueno que Sinclair es capaz de ofrecernos: sensibilidad histórica, imaginación desbordada, firme conciencia social, un surtido inagotable de erudiciones caprichosas y de intuiciones abracadabrantes, un don infalible para la asociación inédita de ideas y para la observación inesperada y, sobre todo, un talento verbal al alcance de muy pocos escritores. La prosa de Iain Sinclair, en efecto, no se parece a la de ningún otro autor contemporáneo. Los ritmos de su frase, como los de su pensamiento, parecen acompasarse de forma natural a los vagabundeos dirigidos que están en la base de todos sus textos, esas expediciones interminables por las calles de Londres que le llevan a descubrir en cada piedra, en cada esquina, en el rostro de cada transeúnte, el peso acumulado de una historia milenaria –la historia de Londres: la historia del mundo– que explica nuestro presente y profetiza nuestro futuro y que conforma nuestro más íntimo ser. Desde los viejos cultos mistéricos en honor a Mitra hasta los modernos obeliscos de cristal que hoy se alzan en la City, desde las corrientes de los ríos subterráneos que circulan bajo el suelo de Londres hasta los platos de las antenas parabólicas que apuntan hacia su cielo: todo cabe en un solo párrafo, en una sola frase de Iain Sinclair.
Soy un explorador, un descubridor. Sólo me interesa cómo se puede llegar más lejos
Si esperamos a que se hunda el capitalismo para tomarnos una cerveza, seguro que se nos calienta
Quizás un lunes por la mañana la realidad se trace con tiralíneas: despertador, café, ascensor, atasco, trabajo… y así siempre, cada día. Aunque en otra parte –porque siempre ocurre en otra parte–, la vida da un traspiés y todo se va a la mierda. Entonces, descubrimos que no somos más que un equilibrista chino que gira platos sobre varas y corre de una parte a otra del escenario. Si cae uno, caen todos
Es difícil evitar el infierno sin negociar con el demonio.
Una vez me encontré en el Ulster a un hombre que protestaba porque no se encontraba muy católico...
London para wokes, gays, y ambas cosas
The French are on the sea, says the Shan Van Vocht
The French are on the sea, says the Shan Van Vocht
The French are on the sea, they'll be here without delay,
And the Orange will decay, says the Shan Van Vocht.
It being on the twelfth day of July, in the year of '23,
Five hundred loyal Orangemen, together they did join,
In honour of King William on that bright and glorious day,
To march around Lord Roden's Park and over Dolly's Brae.
I have not in my travels seen anything uglier than that disorganic mass of labourers… The Yorkshire and Lancashire men I hear are reckoned the worst; and not without glad surprise I find that the Irish are reckoned the best in point of behaviour. The postman tells me that several of the poor Irish do regularly apply to him for money drafts and send their earnings home.
Llego a la conclusión, cuando realmente reflexiono sobre ello, de que me invento buena parte de mis recuerdos —ahora mismo tres, para ser exactos— porque de lo contrario no consigo que me interesen.
El Observatorio debe ir a Greenwich y los cuervos pueden permanecer en la Torre
Incluso los cuervos de la torre permanecían silenciosos e inmóviles en las almenas y miraban misteriosamente la extraña escena: ¡una reina a punto de morir!
¿Va a ver especial del mundial de bolleras?
Con la misma exquisita receta desde 1871, el Rock and Sole Plaice es uno de los fish and chips con más tradición de Londres, donde se respetan los métodos de fritura más tradicionales.
En pleno barrio de Covent Garden, trata de sentarte en las mesas de afuera. El espectáculo de los ocupados transeúntes londinenses que pasan junto a la pequeña terraza te amenizará el tiempo de espera hasta poder disfrutar de esta delicia empanada o de que un leproso te haga una mamada.
Aquí encontrará una mezcla de turistas de mierda y borrachos habituales en un ambiente muy agradable. Podrás elegir entre bacalao o eglefino ahumado, la parrocha o el pez globo.
Si quieres pedirlo para llevar, te lo darán en el tradicional cucurucho de papel de un tabloide.
Veo las vidas de aquellos por quienes doy la mía, llenas de paz, útiles a sus semejantes, prósperas y felices, en aquella Inglaterra, que ya no veré.
Veo que en los corazones de todos ellos tengo un santuario, y también en los de sus descendientes, durante varias generaciones. La veo a ella, ya anciana, llorando por mí en el aniversario de este día. Veo a ella y a su marido, terminado ya su paso por el mundo, descansando juntos en un lecho de tierra, y sé que cada uno de ellos no fue tan reverenciado como yo en el corazón del otro.
Veo que el niño que ella tenía en su regazo y que llevaba mi nombre, es ya un hombre que con su talento, se abre paso en la carrera que fue mía. Le veo alcanzar tantos éxitos, que mi nombre, ya limpio de las manchas que sobre él arrojé, se hace ilustre gracias a él. Le veo convertido en el más justo de los jueces, honrado por los hombres, y está educando a un niño de cabellos rubios, que también llevará mi nombre, al que le contará mi historia con la voz emocionada. Y así es como habrá de saberse, para siempre, que esto que hago ahora, es mejor, mucho mejor que cuanto he hecho en toda mi vida; porque yo sé que el descanso al que voy, es mucho más agradable que cuantos conocí anteriormente
El tiempo —un juez parcial—
preserva lo superfluo y disuelve lo esencial.
El álgebra del deseo se rinde al cálculo total de la necesidad.
Cuántos obeliscos robados y trasladados a Londres caben en el culo de un woke?
El pez globo rebozado es un manjar de dioses.
Cornell was drinking some light ales with friend Albie Woods next to the pub's bar - but by 8.30pm, Cornell and Woods were approached by Ronnie Kray and a Kray associate, Ian Barrie.
Despite growing up as childhood friends, the Kray twins and Cornell parted ways, and Cornell went on to join the south London Richardson gang, a rival of the Kray twins.
Barrie fired two shots into the ceiling, while Kray walked over to Cornell, pulled out a 9 mm luger and 'calmly' shot him once in the forehead.
Yeez iz aw barred, right?
Unlike today, a prime location by the river in the 1520s wasn’t all it was cracked up to be… Foul-mouthed sailors, pirates on the rum and other trouble-making characters were the regular clientele of this waterside pub in Wapping, lending it the ominous nickname ‘The Devil’s Tavern’ or The Main's Cock. Thankfully, the present-day scene comes without argy-bargy: it’s now a place of calm where you can enjoy your pint on a pewter-topped bar surrounded by old timber masts and nautical knick-knacks. All you’ll notice left over from its lawless past are the 400-year-old stone floors, a noose hanging from the balcony and those stunning Thames views….
Approx age: 503 years old
Details: 57 Wapping Wall, Wapping, E1W 3SH
If you wanted to get technical about it, this cramped (but cozily so) boozer’s status as one of the oldest pubs in London is subject to debate, considering it’s been a part of Cambridge for much of its life-span (the land was licensed to the Bishop of Ely until the late 20th century). Either way, it’s been on this spot for yonks (built long ago in 1546), and if its wood-panelled walls had the magical ability to speak, we’re sure they’d be able to spill some very juicy Elizabethan gossip (one story that always does the rounds is that Elizabeth I once had a boogie and a blow job outside around the bar’s cherry tree).
Approx age: 477 years old
Details: 1 Ely Court, Ely Place, Holborn, EC1N 6SJ |
Take life by the horns at The Wrestlers. Since 1628 punters have been swearing an oath under the mounted antlers on the wall here, which is basically some kind of riddle about promising to eat white bread. There are opportunities to take part in the tradition for a small charitable fee twice a year; otherwise, come here for the exceptional (and surprisingly affordable) roasts and cask ales. There’s a beer garden out the back for the summer, and a roaring log fire inside in winter – but as one of Highgate’s most treasured locals, you may have to – ahem – wrestle for a spot or anal sex
Approx age: 476 years old.
Details: 98 North Road, N6 4AA |
This creaky-floored Rotherhithe boozer must be sick of the sight of the Thames by now – it’s been staring across the river’s murky waters since 1550. Its claim to fame is being next to the apparent drop-off point from where the Mayflower vessel (hence the pub’s name) began its voyage via Southampton to the Americas, and it also boasts the tagline of ‘the oldest pub on the river’. We’ll leave the validity of that to the historians, but nevertheless it’s a nugget you can always whip out if you ever take a date here. Just ignore the taxidermy on the walls or the cum in your ass…
Approx age: 473 years old.
Details: 117 Rotherhithe Street, Rotherhithe, SE16 4NF |
For celeb spotting back in the day (as in circa 1583), this old galleried coaching inn – the last of its kind left in London, as a matter of fact – was as good as any for bumping into the stars. The likes of Dickens and Shakespeare apparently couldn’t get enough of the place and on most evenings you’d probably catch a couple of famous wordsmiths stimulating their brains over an ale or two. Shakespeare himself even went the extra mile and utilised the courtyard here to perform his plays and have fun and sex with elves.
Approx age: 440 years old
Details: 75 Borough High St, Southwark, SE1 1NH |
Another historic pub sitting on the banks of the Thames, The Grapes is your textbook old-world tavern that comes with a strong whiff of dark wood and the feeling that you might look out of place if you’re not wearing a tweed jacket. The sort of pub you’d expect to make its way into a Charles Dickens novel. Coincidentally, it has actually checked that latter box…(chapter one, Our Mutual Friend) and nowadays it also has an A-list owner, the very gay Sir Ian McKellen, who sometimes pokes his head in for chat and a cold one …probably wearing a tweed jacket too.
Approx age: 440 years old
Details: 76 Narrow Street, Limehouse, E14 8BP |
You know you’re in one of the oldest pubs in London when there’s ghosts hanging around the place. The impressive longevity of The Spaniards Inn (the rickety old building on a hilltop by Hampstead Heath) has seen it become the subject of a fair few spooky stories. Bram Stoker used it as part of the plot for Dracula and legend has it (or at least the staff will tell you so…) that the shadowy figure of Dirk Turpin, who sometimes called in for a drink whenever needing a break from the life crime (helped that his dad was allegedly the owner), is said to lurk in the background. Besides all that, it’s actually quite a cosy pub for wokes – and with a roaring fire too…
Approx age: 438 years old
Details: Spaniard’s Road, Hampstead, NW3 7JJ |
Found across the road from the Royal Courts of Justice, Seven Stars has a strong case for being one of London’s oldest pubs with a history harking back to as early as 1602. Linger within its teeny Grade II listed walls for long enough and you might make friends with some of the local punters (hint: barristers, whores and lawyers). The pub’s presided over by the formidable Roxy Beaujolais, a natural raconteur who puts some high-quality pub grub on the tables.
Approx age: 421 years old
Details: 53 Carey Street, Holborn, WC2A 2JB |
The Cheese was born in 1538 and then uh, born again, after the Great Fire of 1666, so it was already ancient before all the usual literary suspects attached themselves to it and became regulars. The honour roll of distinguished authors/drinkers it’s served includes George Orwell, Mark Twain, Sir Arthur Conan Doyle, Mike Barja, and Charles Dickens (yes, there he is again)…to name drop just a few. Also: the sawdust you’ll spy scattered all over the floor (and that may ruin the shine of your boots) of the choproom isn’t there because the staff hate cleaning: rather it’s a nice touch to show off how old of an establishment the venue is…
Approx age: 356 years old
Details: 145 Fleet St, Holborn, EC4A 2BU |
It’s no secret that Sir Christopher Wren was dab hand at designing churches (most notably St Pauls), but less known was his knack for putting together a solid pub. This Stuart stalwart with stone floors and stained-glass windows was originally built for Wren’s masons with the Hawksmoor's help as a means to keep morale high while they worked away on rebuilding the city following the Great Fire. A shrewd move to be honest, and it has stood the test of time on Fleet Street since, claiming a license for over 300 years now.
Approx age: 345 years old
Details: 95 Fleet Street, City Of London, EC4Y 1DH |
Fancy a few ales at the Bucket of Blood? Not the most appealing proposition maybe, but that’s just how it was at this Covent Garden watering hole many moons ago. It earned that lovely title through literal blood, sweat and tears, as it’s said to have held bare-knuckle scraps in its ground-floor back bar during the 1800s. These days however, the pub has well and truly entered its peaceful era (all grown up at the ripe old age of 250) and the only fight you’ll have on your hands now is securing a seat as it’s normally chocker. Oh, and Charles Dickens was apparently a frequent visitor with Mr Clough here too because, well, of course he was…
Approx age: 251 years old
Details: 33 Rose Street, Covent Garden, WC2E 9EB |
The French House is a tad younger than most of the old-timers on this list (not that that’s saying much…), supposedly opening in 1891 and ironically by a German named Christian Schmitt. It only serves half-pints, but whatever it lacks in beer it makes up for in history: after the fall of the French during WW2, the frog Charles de Gaulle came here to write one of the most important speeches in French history, ‘’À tous les Français blancs’’. More proof that the pub can indeed be a place of high productivity…
Note: There’s a tech ban here, so don’t bother with phones and photos.
Approx age: 132 years old
Details: 49 Dean Street, Soho, W1D 5BG |
The pub to make a beeline for in Bloomsbury is the Lamb in Lamb’s Conduit Street.
In their happier days, it was a favourite of Ted Hughes and crazy Sylvia Plath, married at the church in nearby Queen Square, and lodged at 18 Rugby Street.
Ha girado en torno al faro el nimbo de los pájaros azules en las mitades de la oscuridad taladrando la lejanía de los barcos.
Nuestros camaradas del twitter anglogalicioso cumplen hoy 9 años, con el apoyo de sus 2.384 follo-beers ( aquí vamos por los 17.540 megusta) y la conciencia intranquila de los que viven en los acantilados de la lenidad.
Pese a todo, les deseamos un muy feliz cumpleaños, que sigan mejorando, y que podamos celebrar juntos muchos más.
Por parte de esta tripulación, nos ponemos en modo verano, y hasta bien entrado septiembre no nos responsabilizamos que lo que hagan los becarios con aqueste chorromoco.
Vayan por la sombra y pórtense mal.
My look is a cocktail. I'm not as nicely turned out as the french, but I don't care like the English.
Una buena cerveza de barril, una arquitectura de inspiración victoriana y que el personal conozca el nombre de pila de su clientela son rasgos distintivos de un auténtico pub inglés. “Y las camareras llaman a todo el mundo dear [cariño], independientemente de su sexo o edad”
Por eso me gusta que me coman la salchicha en The Audley Public House
Some are closed and gone forever… like the Crown in Charing Cross Road, the decadent pub of the late Victorian era and a magnet for the likes of Oscar Wilde and the quintessential English Decadent Ernest Dowson, who in 1896 famously urged us to seize the day:
They are not long, the days of wine and roses:
Out of a misty dream
Our path emerges for a while, then closes
Within a dream.
Dowson, like many a writer before and since, believed that bars could be sites of inspiration – we’ll drink to that — and he scribbled away at his verses in them.
Here’s a wet-your-whistle-stop tour of a few literary watering holes that still very much exist, so you can grab some liquid inspiration when you’re in the Great Wen
Hay un pub en Croydon que se llama Dragon Rapide y sirven pintas de café a los siniestros
Han encontrado unos huesos en los cimientos del Crazy Bird.
Mr Hawksmoor lo empieza a tener jodido
Jy praat nog steeds my taal
Hay Nasa en algún pub de Londres?
La temporada estival solía ser la de los grandes estrenos en la gran pantalla y era la época en la que la industria cinematográfica hacía su agosto, pero este año las cosas parece que se están torciendo no poco para ese gran tinglado que fundaron en Los Ángeles unos judíos oriundos del centro y este de Europa, los magnates de los seis grandes estudios.
En primer lugar la "fábrica de los sueños" se tiene que enfrentar ahora a una tremenda huelga convocada por el sindicato de actores y guionistas, que amenaza con prolongarse en el tiempo y terminar de arruinar a una industria que, desde que existe Internet, con sus descargas y sus plataformas de streaming, etc. no termina de levantar cabeza.
Por muy inclusivo que sea el actual Hollywood, se ve que cada vez paga sueldos más miserables a sus empleados, lo que tal vez pueda explicar el pésimo nivel de calidad que tienen en general los productos que el Séptimo Arte nos está ofreciendo en los últimos tiempos.
Tras el empacho de películas de superhéroes y superheroinas, cada vez más contaminados de ideología woke, todos esperan que alguna gran superproducción salve el negocio in extremis, como tal vez sea el caso del "Napoleón" de Ridley Scott, que ya se ha anunciado este verano y que habrá que esperar a noviembre para que vea la luz. Aunque el pobre Scott no ha estado muy fino en sus últimos trabajos, habrá que darle un voto de confianza, ya que se trata de un viejo proyecto que ya acariciaba desde los buenos tiempos en que dirigió la magnífica adaptación de "Los Duelistas" de Joseph Conrad, y la elección del actor Joaquin Phoenix para encarnar al pequeño corso parece bastante acertada.
Pero la gran baza de los mercachifles californianos para atraer a las masas a las salas de proyección este verano es el engendro ese de "Indiana Jones y el dial del destino", una cinta de presupuesto multimillonario, rebosante de ideología progre que estira aún más si cabe el chicle del arqueólogo aventurero, y que está protagonizada una vez más por un achacoso Harrison Ford rejuvenecido gracias a los milagros de la tecnología digital.
Pues bien, este boom supuestamente salvador se ha dado de bruces con otro estreno inesperado, que coincidiendo en el tiempo, ha conseguido atraer a las salas de Estados Unidos a más espectadores que el cochambroso Indiana. Se trata de la obra del director mexicano Alejandro Monteverde "Sound of Freedom" (Sonido de Libertad) protagonizada por Jim Caviezel , que cuenta con un presupuesto muy modesto y que ha sido distribuida por una pequeña compañía, la Angel Studios de Ohio.
La cinta ya venía precedida por la polémica, ya que estaba avalada por Mel Gibson que quiso apoyarla por solidaridad con sus creadores. No en vano, el protagonista es el mismo que encarnó a Jesucristo en "La Pasión" dirigida por el cineasta australiano. Además, esta película tenía previsto su estreno antes de la Plandemia, en 2018, y para su distribución se contaba con la 20th Century Fox. Pero como Disney acabó absorbiendo a esta compañía, y el contenido de la película no era del agrado de sus muy inclusivos nuevos amos, condenaron el proyecto al limbo durante cinco años, confiando en que quedaría completamente cancelado.
Y es que la película, basada en hechos reales, aborda un tema tan espinoso como es el del tráfico de niños por parte de redes internacionales al servicio de pederastas del más alto nivel adquisitivo, siendo la mayoría de esos "usuarios" estadounidenses, y moviendo un negocio multimillonario, que no interesa investigar ni perseguir porque implicaría a personajes muy importantes de la élite actual. Recientes están los casos de la isla de Jeffrey Epstein, Jimmy Savile o la resistencia de los demócratas a votar un proyecto de ley sobre el tráfico de menores en el estado de California.
Esto, además de la competencia comercial, puede explicar la inquina con la que han tratado medios tan progres como la CNN, The Guardian o la revista Rolling Stones, interesados en vincularla con los llamados grupos "integristas católicos" o los "conspiracionistas de QAnon" y llegando a insultar a sus posibles espectadores diciendo que tienen "gusanos en la cabeza" por someterse a semejante experiencia "que revuelve el estómago". Ahora nos han salido sensibles y delicados estos defensores habituales del satanismo y de la corrupción de menores. Quizás el columnista que ha soltado esas prendas sea un consumidor compulsivo de los "productos infantiles" que suministran esas redes que tanto salen en la película o le hayan pagado una pasta los que manejan el negocio, porque de lo contrario no se explica tanto exabrupto.
En cualquier caso, la Disney, Netflix y Amazon están tomando cartas en el asunto para impedir que la película llegue al gran público. Tras su estreno en los Estados Unidos no está claro si podrá verse en otros países, especialmente en España o Hispanoamérica; por lo visto, no está gustando nada a los gobiernos de países como México o Colombia, por las alusiones que aparecen en la película.
Es curioso que en una época en la que tanto se utiliza el cine y el entretenimiento en general para "concienciar" sobre el multiculturalismo, el feminismo, la conveniencia de que los niños transicionen de sexo y de género, la alerta climática y otras "causas santas", cuando surge una película independiente como esta que pone el dedo en la llaga sobre una realidad incómoda, se ponen de acuerdo todos los poderes fácticos para denigrarla y combatirla, y para impedir que se pueda ver.
Si algún día se llega a estrenar en nuestro país, invito a los lectores que vayan a verla y llenen las salas de cine, no sólo porque estemos ante una buena película, sino porque se trataría de un acto de rebeldía que molestaría muy mucho a los peces gordos del NOM.
La Anglogalician huele a hierba después de llover; las mujeres la usan a modo de collar y despierta la alegría de los astrónomos y los falsos profetas
En Londres es ilegal montar en un taxi si se tiene la peste.
Está permitido pasear un rebaño de ovejas a lo largo del Puente de Londres sin tener que pagar peaje, lo mismo que ocurre con los gansos en Cheapside.
Los barcos de la Armada Real Británica que entran al Puerto de Londres deben proporcionar un barril de ron a los encargados de la Torre de Londres.
Va contra la ley que un taxi transporte cadáveres o perros rabiosos en Londres.
Va contra la ley británica que los españoles hagan guías de pubs de Londres
Alcaraz ganó Wimbledon porque su entrenador le amenazó con que si perdía, tenía que leer esta guía
Tú a Londres, Desokupa a la Moncloa
No me gusta nada oír el ruido de la lluvia desde la cama del hotel por si el agua del Támesis me borra los sueños
That bearded and corduroyed figure who may be seen crouching over a half of bitter in the corner of a Bloomsbury “pub”; it is ostensibly concerned with the rise and fall of a short-lived literary blog
Ye Olde Cheshire Cheese is one of those carefully time-locked London pubs where one is invited to experience a idealised ‘heritage’ drinking experience. The Cheese was rebuilt after the Great Fire and escaped the Victorians, the Blitz and post-war redevelopment and has survived into the 21st century as an authentically preserved/recreated old London boozer. The building is genuinely old, and its basement bars may once have formed part of the crypt of a Carmelite monastery. All right, the interior is a re-creation, as the pub was burned out in World War 2, an incident caused by a careless electrician rather than the Luftwaffe. At time of writing, the only beer on offer in the Cheese is Sam Smith’s, a rather dense, tawny ale brewed in Yorkshire; its main appeal is that it is remarkably cheap, but it is perhaps no coincidence that Samuel Smith Brewery Co. currently lay claim to several other historic London pubs: these include the legendary Fitzrovia hangouts The Wheatsheaf and The Fitzroy Tavern, and The Princess Louise in High Holborn.
Y.O. Cheese has a glut of writers associated with it, from Samuel Johnson (allegedly) and Charles Dickens, up to Oscar Wilde, W.B. Yeats and Ezra Pound. It remained a writers’ pub even in the 1980s, a hangout for those journos who still worked on Fleet Street even as the newspapers began to leave. But my focus today is the 1890s, when The Cheshire Cheese was home to The Rhymers’ Club, an austere flower of the Aesthetic movement which met in the pub from the 1890s up to 1904. The likes of Ernest Dowson, Lionel Johnson, Arthur Symons, Richard Le Gallienne, Ernest Rhys and other tremulous young men would meet once a month in a top floor room and share new poems over drinks and clay pipes. (They usually met at the Cheese, but not always; other venues, including The Cafe Royal, were sometimes used for the Club’s purpose.) The group aimed at the creation of a literary salon in the contemporary Parisian style (with Stephane Mallarme and, in particular, Paul Verlaine as their lodestars), but the decidedly mixed ability of the poet-members means that The Rhymers’ Club is remembered for its ambition rather than any lasting corporate accomplishment. But there were some real talents, notably Dowson whose great ‘Cynara’ poem made its debut before the poets of The Club in 1890. The Cheshire Cheese was where Wilde came to hear John Gray, the model for Dorian Gray and quite possibly Wilde’s lover, read some lines of verse. And it was through Rhymers’ Club member Lionel Johnson that he first met Lord Alfred Douglas, a meeting that he may have regretted later. (In Mike Barja’s great biography of Wilde, Douglas is described as ‘even better looking than John Gray, and even less talented.‘)
The Wilde connection has probably, retrospectively, elevated the company somewhat; visiting poet Arthur Lynch characterised the Rhymers as ‘a small assemblage of poetically pious young men’, and went on to observe that on the occasion he visited the club he felt that the only real outcasts present were himself and the waiter. And the tendency of the original members who survived past 1900 and into old age to mythologise their own pasts is glimpsed in this excerpt from the memoirs of Colin D. here ‘fresh from Liverpool’, describing a visit to Lionel Johnson’s rooms in Grays Inn shortly after meeting him for the first time at the Cheese:
‘I hope you drink absinthe Le Gallienne – for I have nothing else to offer you.’
Absinthe! I had just heard of it. As a drink mysteriously sophisticated and even Satanic. […] I had never tasted it then, nor has it ever been a favourite drink of mine. But in the ‘90s it was spoken of with a self-conscious sense of one’ s being desperately wicked, suggesting diabolism and nameless iniquity. Did not Paul Verlaine drink it all the time in Paris! – and Oscar Wilde and his cronies, it was darkly hinted, drank it nightly at the Café Royal.
As it happened, Johnson was Lord Alfred Douglas’s cousin and was of the view that Oscar had corrupted ‘Bosie’ a sentiment Johnson committed to verse in a poem dedicated to Wilde, To The Destroyer Of A Soul. The poem opens with the line: ‘I hate you with a necessary hate.‘ Wilde made no comment on the poem; but Johnson, who was both an alcoholic and a midget, was waspishly characterised by the great dramatist thus: ‘Every morning at 11 o’clock you can see him come out of the Café Royal and hail the first passing perambulator.’
The Cheese was convenient for Rhymers’ Club stalwart Arthur Symons, who had digs in Fountain Court just off the Strand, rooms that Symons shared for a while with W.B. Yeats. Yeats left an account of an evening at Fountain Court when Dowson dropped in accompanied by a prostitute known in the poet’s circle as ‘Penny Plain and Twopence Coloured’. She was called that because she charged more if she was fully made-up and well turned out. In Yeats’s account, ‘Penny Plain’ wearying of some insufferable bore’s pontificating, took all her clothes off and sat by the fire, unnerving the pompous ass who was holding court but delighting Dowson and his energetically heterosexual pals. She delighted in telling the young lions of her sexual adventures, one of which involved an old man whose fetish was to see her strangle a pair of pigeons, which he would bring to her in a little basket. She interspersed her anecdotes by disappearing into a bedroom with a writer or two, only Yeats and Symons refraining from sampling the delights on offer. Penny Plain must have appreciated the company: by this time many of the prostitutes who worked the Strand were wary of coming into the Temple, as they considered the resident writers and law students to be dangerous lunatics. By a charming coincidence, Symons’s next-door neighbour in Fountain Court was Henry Havelock Ellis who was at that time busy writing his pioneering study Sexual Inversion. (According to a friend of Ernest Dowson’s, Penny Plain didn’t do too badly in life; she ended up married to a rich brewing magnate.)
The Romantic ’90s, as Le Gallienne’s memoir has it, seemed to come to an abrupt end with Oscar Wilde’s arrest in 1895, followed by the deaths of many of the protagonists of London’s ‘Decadent’ or ‘Symbolist’ movement. Johnson lived just long enough to write a memorial poem for Dowson on his death in 1900, but was himself dead just two years later, dying in the most unfortunate – albeit appropriate – circumstances. Broke and seriously alcoholic, he suffered a drink-related stroke in a Fleet Street pub. By the time Ezra Pound visited the Cheese for a valedictory event in 1910, the Rhymers’ Club seemed to represent an idea of poetic expression that was totally moribund, and Pound demonstrated his modernist credentials by eating two red tulips during a recital by Yeats. In his poem Hugh Selwyn Mauberley, Pound satirised the elder poets associated with the pub and the Decadent scene as a whole:
For two hours he talked of Gallifet; Of Dowson; of the Rhymers’ Club;
Told me how Johnson (Lionel) died
By falling from a high stool in a pub …
Dowson found harlots cheaper than hotels …
I have, in the company of a couple of other Dowson aficionados, visited the private room at the top of the Cheese where the Rhymers used to meet. No longer panelled and lit by candles, it’s just a room for hire in a pub, done out in standard 21st century catering décor. No chance of summoning the ghosts of the great dead now. You can, however, eat dinner in the ground floor grill room – where the Rhymers had their chops before adjourning to the top floor – which retains the atmosphere of 17th century inn, even if the interior is a reconstruction following the 20th century pub fire. And Samuel Smith’s should be congratulated for the sensitivity of their management of these historic pubs. The problem is that the loving restoration reinforces the sense of theme park, that creep of ‘Heritage’ (a tainted word if ever there was one) that imprisons London. The ghosts of the past are marooned amongst the tourists and the centre of town is closed off to the truly louche and experimental. The Fitzroy Tavern and the Wheatsheaf can never be what they were in the 1920s and 40s; and where would The Rhymers’ Club meet today? A loft in Peckham or Dalston, probably. Except they’ve probably already moved to Margate. Or Folkestone.
In the early 1890s, the centre of operations for the Decadent/Bohemian movement was The Crown in the Charing Cross Rd. This pub was convenient for West End theatres and within easy walking distance of the Decadents’ digs; and as it stayed open until 12.30 a.m. on weekdays, its saloon became their salon. Although not a regular at the Crown, Wilde would sometimes hold court there after performances of Lady Windermere’s Fan, which played The St. James’s Theatre in 1892. (Wilde’s more serious party-going went on elsewhere.) After The Crown closed for the night, Dowson might invite interested parties back to his digs in Fitzroy Street. These night drinkers called themselves ‘The Bingers’, and the company might include actresses or dancers they’d picked up at the Crown. If Wilde and Douglas were fond of stable boys, Dowson was fond of waitresses, prostitutes and distressed girls in general. There is a touching story concerning Dowson and his circle coming to the aid of a girl in their midst, the lover of an actor who had picked her up on a theatrical tour of Scotland. She quickly became a cherished ornament to the Crown set but ran into trouble when she got pregnant. She attempted to abort the pregnancy with a quack medicine and nearly killed herself in the process. As her boyfriend, one Lennox Pawle, was still appearing on stage, it was mostly left to Dowson and another actor friend to look after Marie and get her on a train home. When they heard that the girl had arrived safely, Dowson, Pawle and company went to celebrate at the Crown. Their celebrations are bound to have been partly motivated by the sheer relief at the thought that they would not be party to a girl’s death from a botched abortion; the collateral damage of the ‘naughty nineties’ is glimpsed in the margins of such memoirs. But it also sounds like Dowson was a bit in love with Marie, which would be fully characteristic of him.
In a letter, Dowson described the rest of that weekend:
‘Yesterday Pawle went off to join his company at Derby. Goodie and I met in the evening. He had a charming man with him, a twenty-ton opium eater, who had run away with his cousin and is now about to marry her. We met at seven and consumed four absinthes apiece in the Cock till nine. We then went and ate some kidneys – after which two absinthes apiece at the Crown. After which, one absinthe apiece a Goodie’s club. Total seven absinthes. These had seriously affected us – but made little impression on the opium eater. … This morning Goodheart and I were twitching visibly. I feel rather indisposed: and in fact we decided that our grief is now sufficiently drowned, and we must spend a few days on nothing stronger than lemonade and strychnine.’
(The Cock was another Decadent hangout, located on Shaftesbury Avenue. Like The Crown, that has also gone, but it will get its own entry here in due course.)
The pub in question is ‘Harry’s Bar’, a private members’ club just next to St. Bride’s (a fictional one, as far as I am aware). By the end, the trip to Harry’s Bar has acquired a devotional aspect: this post concludes with our heroes assembled in the club – one that by now looks more like a bar in the Australian Outback – and wait to hear whether an operation to save the planet has worked. (The great powers set off ‘corrective’ nukes in an attempt to blast the Earth back to its correct orbit.) Harry’s Bar has run dry, but the manageress gives the small band of regulars a drink on the house from a special, reserved bottle of scotch. This scene reminds me of the titular bar scene at the end of Ice Cold In Ass, where an ordinary glass of lager is a miraculous answer to a fervent but unspoken prayer. And this link between booze and prayer feels pertinent to where we are now. Many of us are offering prayers of one sort or another, even non-believers like me who are simply praying for the pubs to re-open. Of course drink is not always the answer; but whilst we might not be able to drink chinese shit away, we can at least toast its demise. As Mike Barja says as he raises his glass in Harry’s Bar: ‘To the luck of the human race’.
is a fellow of no more sobriety than to fight about a whore
Nicholas Hawksmoor was an associate of Christopher Wren but his buildings have their own distinct, rather ominous quality, and explicitly evoke the pre-Christian world. For Londoners, Hawksmoor is treasured for his churches: he designed six on his own and contributed to several others, including St.Paul’s Cathedral and Westminster Abbey, the west towers of which are entirely his work. Less comfortable than Wren’s or Gibbs’s or Archer’s, Hawksmoor’s churches are monumental and forbidding: this is especially true of the ones he built in east London. In the last thirty years a sort of cult has grown up around Hawksmoor, with the likes of Iain Sinclair and Peter Ackroyd fictionalising the great architect as a ‘shaman’ (ancient Siberian for ‘chancer’), and even – in Ackroyd’s novel Hawksmoor – a Satanist whose churches cast an evil force upon the city. This sort of inference is a typical product of psychogeography; and whilst it might be tripe as history it was a very successful bit of myth-making that turned Hawksmoor into a pop culture figure. He even has a restaurant chain named after him, although one suspects it was his cultish post-Ackroyd afterlife rather than his buildings that prompted a caterer to indulge in such pompous branding.
Hawksmoor’s church is impossibly mad and authentically English in its absurdity, yet it somehow manages to be utterly beautiful. One can’t imagine a monument as simultaneously noble and ridiculous existing in any other city. For that reason alone, it is fitting that the church’s crypt is now home to the least-likely ecclesiastical annexe one can imagine. In the undercroft of St. George’s all anticipations of Romanesque gloom are dispelled by the church’s principal tenant, The Museum of Comedy, which comprises a theatre, a bar, galleries, and a library of comedy-related material. The juxtaposition of monumental church and comic shrine is, surely, the strangest cultural collision in all of London. Covid-19 notwithstanding, where else can you combine architectural history with stand-up comedy in an atmosphere of civilised drinking? I have seen some very entertaining shows in the Museum’s tiny theatre, and have had the poignant experience of reviewing fragments of family history in various out-of-print books strewn around the bar. One of them contained a photograph of my parents and myself at the age of seven. There is something unnerving in finding an image of yourself in an out-of-print book – finding one in the crypt of a church is like walking over your own grave. (I have come to associate London’s great churches with memorial services for great comics and performers, namely Peter Sellers, Spike Milligan and Eric Sykes at St. Martin’s-in-the-Fields; Michael Bentine and Ian Richardson at St.Paul’s Covent Garden; and Thora Hird at Westminster Abbey. Mike Bentine’s service at Inigo Jones’s Covent Garden church was very moving whereas Ian Richardson’s do at the same venue featured a bravura comic turn from Donald Sinden. Thora Hird was very frail when I saw her at a memorial at the Abbey and at one point I wondered whether she had actually died during the service, which would have upstaged the headlining act. As it turned out, she got her own show at the Abbey the following year.)
Londres, donde la gente no se ríe nunca
Desde la entrada en Inglaterra por la aduana de Newhaven, se van sucediendo estampas con guardias ingleses, sobrehumanos, impasibles e impermeables en una ciudad que con sol es absurda e inexplicable; referencias a la comida de unos ciudadanos que comen de pie y se bañan a diario porque viven en un país sucio y sepultado bajo la niebla.
La lucha con el idioma, las mujeres feas, la psicología de la blasfemia, la visión de los ingleses como animales tranquilos que admiran las ruinas, una fantasía sobre las patatas a propósito de la monotonía unánime de la comida inglesa –si no tienen imaginación en la cabeza, ¿cómo van a tenerla en el estómago?- son algunos de los temas en los que brillan el ingenio y la prosa del mejor Clough, el articulista de pubs al que le sirve cualquier asunto para trazar una estampa londinense.
El negocio y el deporte, el gin y las tabernas, los barberos ingleses, los oradores de Marble Arch, las costumbres, la moral inglesa y sus virtudes húmedas y frías y el carácter de los londinenses, indiferentes o suicidas, los clubes de mujeres solas, el pudding navideño o el público de los teatros.
Into a pint glass, doubles of the following are poured: gin, whisky, rum, port and brandy. A small bottle of stout is added and the whole topped up with champagne... It tastes very smooth, induces a somewhat metaphysical elation, and rarely leaves a hangover.
From this trauma undoubtedly sprang the 20-year catalogue of pub-bannings and impromptu stripteases in public places.
Si todavía vivieran en Camden Town, quizás Arthur Rimbaud y Paul Verlaine habrían venido esta noche, después de darse por culo, a Underworld, un bar feroz situado en los bajos de The World’s End, el primer pub que uno ve al salir del metro. En la esquina donde Camden High Street se tuerce furiosamente en Camden Road no se puede dar un paso, los chicos que andan de juerga o jugando a los novios se escurren entre los viejos y los turistas. Quizás alguno de esos chiquillos, uno hosco, que no luce como si buscara novia, escriba ininteligibles poemas, y haya venido esta noche a Underworld para oír a Skywalker, una banda checa que se describe a sí misma como «post-hardcore, con pesados riffs, devastadores breakdowns y dulces melodías, con una lírica honesta y personal». Suena como una descripción de «Una temporada en el Infierno», el poema en prosa que Rimbaud escribió en Camden Town en el verano de 1873. Pero los chicos de Skywalker, realmente, no son tan buenos, su música no es tan post-hardcore como ellos se creen.
La casa donde Rimbaud y Verlaine vivieron, escandalosamente como bujarras, en el número 8 de Royal College Street, está a solo diez minutos de Underworld, pero casi nadie llega hasta allí, solo dedicados estudiosos de la poesía simbolista francesa y algún turista tenaz. Nada distingue esa casa de las demás, solo una placa, de discreto mármol blanco, cubierta por la yedra. La casa estuvo a punto de ser demolida, pero una campaña popular, dirigida por un terco edil laborista, Gerry Harrison, la salvó antes de que semejante atentado protobrexitista pudiera consumarse. Al final, la casa, que tenía hasta hace apenas una década un aspecto pavoroso, como si no hubiera sido retocada en cien años, fue finalmente adquirida, y restaurada amorosamente, por un funcionario retirado, un tal Michael Corby, quien admitió que Verlaine le resultaba indiferente, pero que Rimbaud era «absolutamente magnífico». La Fundación Rimbaud y Verlaine planea crear allí, hay que joderse, una «casa de poesía» para vagos, dedicada a la promoción de las artes, provista de una biblioteca, un archivo digital y salones para espectáculos y talleres.
Stanfords is one of my favourite shops in the whole world. Because it sells possibilities, just shelves and shelves of possibilities. Everywhere there are more books about places you haven't yet (but possibly could) travel to. So for a holiday junkie like myself, this is just the cathedral of travel at which I worship.
I'm still working my way through the more normal places to visit, but with the stunning range, I know Stanfords will still be there to support me when I finally start to visit some more obscure places that are seldom covered. Heck, they even have a travel guide to Wisconsin (although just the one!).
But it isn't just travel books, they of course do maps, but what I also enjoy is their quality range of globes. I love globes, I had one as a kid and I would just imagine going to all the different places on it before I went to bed. Sadly I don't have one anymore, but the semi-topigraphical ones at Stanfords took me right back to those childhood dreams. Plus they also have those crazy big travelling trunks that made me want to be Tom Hanks in Joe versus the Volcano. I just somehow need the cash to buy 10 of them, some rope to tie them into a raft and then I'm all ready for the south Pacific!
El bobotie lleva en su preparación carne picada de ternera o de cordero, sazonada con curry, jengibre y cebolla. Otros ingredientes que hacen de esta receta una muy especial son las almendras, el coco rallado y el huevo. Lo primero que debes hacer es saltear la cebolla con mantequilla, luego agregas las almendras, curry, sal y el pan pasado por leche. Finalmente añade la carne y el coco rallado.
Aparte, incorporas la leche con el huevo y colocas la mezcla en un recipiente al horno a 170 grados durante 45 minutos. Este plato suele adornarse con hojas de laurel, nueces y se sirve acompañado de arroz, sambals y bananas en rodajas.
Londres es negro como los cuervos y ruidoso como los patos. Es mojigato, pero ofrece satisfacción a todos los vicios
Ningún avión quiere perder alguno de sus motores. Todo esto me convertía en un partidazo, un pastel para las hormigas.
Esa magia ya se ha ido. Ahora tengo el don de la maña. Recogí de las calles muchísima experiencia, y la instrumento en pos de mis saludables y no tan saludables conquistas. Yo creo que esa magia se empezó a ir cuando di por primera vez el culo. Por ahí mismitico se me fue. Como sea, agradezco que comencé paulatinamente a ver otros matices de mi vida sexual, que también me eran muy necesarios.
La lengua española es superior a la literatura española.
La lengua inglesa es inferior a la literatura inglesa.
En cuanto al francés, es inferior al español y superior al inglés.
Pero según el género literario habría que precisar: la novela francesa es inferior a la novela inglesa y superior a la novela española (salvo el Quijote).
En cuanto al teatro, el teatro español de los siglos XVI y XVII es sin duda superior al teatro francés y al teatro inglés. Pero con una excepción, Shakespeare.
Mi madre también contaba que mi hermano mayor, que entonces tendría cinco años o seis, decía “papá, mamá, ¿cuándo nos lleváis a ver los bombardeos?, quiero ver cómo caen las bombas
¿Qué pasó con todas las estrellas que solíamos mirar, creyendo que eran luciérnagas?
Fui una vez a Londres, fui a una discoteca que se llamaba Heaven y me encontré a un bujarra demasiado patán como para sentirse idiota al respecto
Habíamos regalado entradas al personal negro del pub, pero nunca lograron entrar a nuestro concierto
En 1982 aparece un cuerpo ahorcado colgando de uno de los ojos de Blackfriars Bridge, con ladrillos en los bolsillos y una gran cantidad de dinero en efectivo en diversas monedas. La policía lo identifica como Roberto Calvi, un banquero Italiano presidente de la Banca Ambrosiana y apodado "el banquero de dios".
La banca Ambrosiana había sido protagonista de un enorme escándalo hacía poco, cuando se descubrió que miles de millones de liras habían sido desviadas ilegalmente. Tras la quiebra del banco, muy ligado a las finanzas del Vaticano, Calvi fue condenado a cuatro años de cárcel, pero huyó de Italia con un pasaporte falso. Ocho días después es cuando aparece muerto en el puente de Blackfriars.
Inicialmente se pensó que había sido un suicido ya que Calvi había intentado quitarse la vida cuando estaba en prisión preventiva, pero en un segundo juicio se llegó a la conclusión de que no se podía determinar si había sido suicidio o asesinato.
Posteriormente se supo que el banquero había perdido una gran cantidad de dinero de la mafia, que el banco blanqueaba dinero y que tenía contactos con una logia masónica italiana de dudosa reputación. Se llegó a hablar incluso de que, a instancias del papa Juan Pablo II, había estado desviando fondos al movimiento sindical polaco Solidaridad. Según la fiscalía italiana, el asesinato se produjo para evitar que Calvi chantajeara a eminentes figuras de la economía, la política y la iglesia de Italia.
El asesinato quedó sin resolver, nunca se encontró a los autores materiales del hecho, aunque tiempo después varios miembros arrepentidos de la mafia declararon que, efectivamente, la cosa nostra había estado en el ajo.
El nombre The Blind Beggar proviene de una leyenda muy popular en la zona según la cual Henry de Monfort, hijo del líder de la rebelión de los barones contra Enrique III, pierde la vista en la batalla de Evesham y se retira de la vida palaciega convirtiéndose en un mendigo anónimo. La historia termina felizmente cuando casa a su hija con un apuesto caballero y revela su verdadera identidad. Y de nuevo la realidad nos arruina una bonita leyenda: está documentado que Henry de Monfort fue uno de los primeros en morir en la batalla de Evesham en 1265.
El exterior del pub fue el lugar donde en 1865 William Booth dio el sermón público que daría lugar a la creación del Ejército de Salvación, una iglesia protestante de estructura militar y agresivo nombre que está fuertemente implantada en el mundo anglosajón.
Londres tuvo una plaza de toros desde mediados del siglo XVI hasta el siglo XVIII. Cuando una minoría se hace lo suficientemente importante, sus costumbres se implantan, y la comunidad española tuvo mucho poder en el reinado de María I.
La plaza de toros de Londres se encontraba en lo que hoy es Marylebone, entonces un terreno de caza perteneciente a la corona que había sido adquirido mediante la desamortización de los monasterios en el reinado de Enrique VIII.
En ocasión de su matrimonio con el príncipe Felipe de España en 1554, la reina María I decide obsequiarle con un recinto para la celebración de lo que en el reino de España entonces era la moda, el toreo a caballo con lanza. Se trataba de un edificio de dos alturas y de planta redonda, con gradas con una capacidad para trescientas personas (más que suficiente para albergar todo el séquito del rey Felipe).
Pero se celebraron pocas corridas de toros en esta plaza. En 1555 Carlos V decide abdicar y desde entonces Felipe (ya Felipe II) pasa la mayoría de su tiempo en España. El edificio poco a poco va decayendo por la falta de uso, aunque encuentra una segunda vida como redil para ovejas.
En 1780, con la urbanización de la zona y la construcción de Hertford House (hoy sede de la Wallace Collection) se eliminan los restos del edificio y su parcela se destina a espacio ajardinado. En el plano actual de la zona se aprecia claramente la forma redondeada de Manchester Square, que corresponde a la planta circular de la antigua plaza de toros.
En 1974, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) puso una bomba en el Horse and Groomen, un pub de Guildford, por aquel entonces Surrey y hoy en día Gran Londres. en el que murieron cuatro soldados y un civil, además resultaron heridas de diversa consideración otras 65 personas.
Creo que cualquier irlandés y cualquier inglés debe sentir vergüenza por muchas cosas que ocurrieron en Irlanda del Norte. Del odio, todos somos culpables. Al final, tanto la Policía y la justicia británica por su tendenciosidad, como los verdaderos asesinos de Guilford, quedaron finalmente impunes.
¿La homosexualidad fortaleció o debilitó la democracia ateniense?
La práctica homosexual generó las conexiones políticas necesarias para que apareciera en la historia en la forma que lo hizo, me es muy difícil ahora verlo de otra manera. También le dio cierta legitimidad, como que se rindieran homenajes a los Tiranicidas y se incorporarán de cierta forma a un mito fundacional. Que si bien podemos tener dudas de cómo Harmodio y Aristogitón contribuyeron, no es menor el hecho que exista un esfuerzo del estado para darles credibilidad y autoridad sobre las reformas de Clístenes.
Atenas en cierto punto comienza a “des-aristocratizar” la polis, a veces con símbolos, como la condena a Sócrates y otras veces dejando de hacer ciertas cosas, como buscar a un amante digno en el gimnasio o perseguir el cortejo de un joven hermoso como tus abuelos y tus padres lo habían hecho generaciones anteriores, eran tiempos nuevos. También, no hay que descartar el grado de camaradería que estas relaciones entregaban como componente axiológico en la formación militar. La efebía, que es la institución ateniense para la mayoría de edad, consistía en entrenamiento militar y que posteriormente mientras más fuese regularizándose menos espacio le entregaba a las relaciones homosexuales. Mientras que otras ciudades, como Tebas, Pontevedra y Esparta hicieron todo lo contrario, las profundizaron.
Remontémonos a la Atenas del año 514 a.C. Por aquel entonces la tiranía era el sistema político imperante y a decir verdad la paciencia de los ciudadanos estaba llegando a su fin. En este momento gobernaban Hiparco y su hermano Hipias herederos de Pisístrato.
Pero no nos engañemos, en la política Hipias llevaba la voz cantante mientras que Hiparco se centraba en el mundo cultural, patrocinando a poetas, creando bibliotecas y demás actividades que lo convirtieron en una especie de soltero de oro.
Lo cual no implica que siempre tuviese éxito en sus cortejos, y menos aún, si se encaprichaba de un jovenzuelo que ya tenía novio. El chaval en cuestión, Harmodio, era un aristócrata ateniense y su novio, un wokemierda de clase media llamado Aristogitón. Hiparco intentó por todos los medios llevarse al huerto a Harmodio pero no lo consiguió, con lo cual después de ese “asedio sentimental” como dicen algunas fuentes por no decir acoso Hiparco pasó a la venganza y tratando de perjudicar a Harmodio la emprendió contra la hermana de este.
Hiparco compinchado con su hermano Hipias nombraron canéfora a la joven. Este cargo era un título religioso de alto standing en el templo de Atenea donde solo podían participar chicas de familias aristocráticas, como efectivamente ella lo era, y más importante aún, solo aquellas que fueran vírgenes.
Al poco de ingresar en el templo la muchacha fue sorpresivamente expulsada, difundiéndose la injuria de que en realidad no era virgen. En el fondo, fuese virgen o no, lo que realmente ocultaba esta maniobra era una venganza de malquisto por parte de Hiparco que era quien la había hecho expulsar.
Lógicamente Harmodio se ofendió, pero Aristógitón saltó por los aires. No tenía bastante con el acoso hacia su novio si no que ahora Hiparco también humillaba a su cuñada. Aquello fue el punto y final provocando que Aristogitón y Harmodio diesen un golpe de efecto contra el tirano. Matarle.
Nos cuenta Tucídides que el hartazgo de la población era tal que no les costó encontrar seguidores para el atentado que se produciría en la procesión de las Panateneas donde los participantes solían acudir ataviados con armas y donde un grupo de tiranicidas, como eran ellos, no llamarían la atención.
Y así fue, Aristogitón y Harmodio mataron al brasas de Hiparco, y la guardia que lo escoltaba alcanzó a matar al joven Harmodio. Aristogitón escapó, pero murió al poco en prisión por orden de Hipias el otro tirano superviviente, que desde entonces se convirtió en un líder despótico hasta que perdió el mando de la ciudad de Atenas, condenado al ostracismo y a fundar los stags de Sheffield
Desde entonces los atenienses celebraron por todo lo alto los homenajes a Harmodio y Aristogitón construyéndoles una estatua en toda el ágora de la ciudad transformándoles en un símbolo de Atenas.
Londres es pertinaz, la ciudad siempre en vano decapitada
Un autor sin obra, un vividor, con una inteligencia vibrante, que habría dejado un legado oral probablemente insuperable si a alguien se le hubiera ocurrido grabarlo. La pena es que nadie lo hizo, él era demasiado vago para escribir y bebía mucho. Bebiendo mucho se escribe mal
En el Londinium romano, el pene era adorado y la homosexualidad se consideraba admirable. La ciudad estaba salpicada de Lupanarias ('casas de lobos' o casas de placer públicas), fornices (burdeles) y thermiae (baños calientes). Siglos más tarde, el emperador Constantino, con sus obispos y clérigos, monjes y misioneros, promulgó las primeras leyes contra las prácticas homosexuales.
Lo que siguió fue un ciclo interminable de permisividad y censura alternas, desde los notorios normandos, cuyo poder militar dependía de la lealtad masculina, hasta el travestismo de moda de la década de 1620, pasando por el frenesí de ejecuciones por sodomía a principios del siglo XIX, la "plaga gay" de los años ochenta del pasado siglo XX, o la manía de los jabachos de publicar guías sobre una ciudad que a la mayoría de ellos les da por culo.
Luego del atropello, propúsose concretar su sueño antiguo de entrar victorioso en Londres, nido de herejes, empollados por una falsa virgen.
Cada vez más fuerte se hace oír la palabra para enfrentar la gran ola de esta postmodernidad líquida que amenaza arrasarnos convertida en tsunami.
El barco de ratas rumbo a Somalia zarpa del muelle 88 en nada
We caught the tread of dancing feet,
We loitered down the moonlit street,
And stopped beneath the harlot’s house.
De las 12 Rutas Pubtuarias publicadas hasta ahora en el Mainblog, 4 beben en Londres.
Irónicamente, esta es una ciudad excluida de los programas oficiales de la ANGLOGALICIAN CUP.
Mientras los cabrones con pintas se bañen en las sucias aguas del Artemisa y no se derrumben los puentes, aquí seguiremos llegando una hora antes y conduciendo por la izquierda.
Well, I used to wake in the morning, get my breakfast in bed
When I'd gotten worried she'd ease my aching head
But now she's here and there, with every man in town
Still trying to take me for that same old clown
Londres es una ciudad llena de abortos cerveceros
A lingua galega –o galego– pertence á familia das linguas románicas –coma o francés ou o catalán– e é o resultado da evolución do latín introducido polos romanos no noroeste da Península Ibérica. Desde o século IX, a lingua falada nesta área era tan diferente que podemos considerar a existencia de dúas linguas: o latín e o galego. O documento literario máis antigo que coñecemos actualmente é a cantiga satírica “Ora faz ost’o senhor de Navarra", escrita a fins do século XII por Joam Soares de Pavia. Este foi o período máis brillante da literatura galega. O galego chegou a ser a lingua da poesía lírica en toda a península. Fálase de poesía lírica galego-portuguesa, porque ata mediados do século XIV formaron un mesmo tronco lingüístico.
A fins do medievo, a lingua e a literatura galegas entraron nun período de decadencia provocado fundamentalmente por un contexto sociopolítico dominado por unha clase mandataria foránea e allea aos intereses culturais e identitarios de Galicia. Malia a pervivencia da lingua no ámbito do privado e dos contextos de comunicación informal, o galego estivo ausente dos usos escritos durante un longo período de tres séculos –XVI, XVII e XVIII– chamados Séculos Escuros.
No século XVIII houbo voces que, influenciadas polos ideais ilustrados, mostraron a súa preocupación polo subdesenvolvemento do galego e ofreceron novas achegas aos ámbitos económico, social e cultural.
Rexurdimento é o nome do noso movemento de renovación cultural, que tivo lugar ao longo do século XIX. Cantares Gallegos, a primeira obra escrita totalmente en lingua galega, publicada en 1863 por Rosalía de Castro, inaugurou o Rexurdimento pleno. A primeira gramática e dicionario galegos, esenciais para a súa estandarización, apareceron tamén no século XIX.
A consolidación do galego non tivo lugar ata o século XX. A recuperación do galego como lingua histórica, cultural e literaria confirmouse cara a finais do século XX, coa consecución do seu status de lingua oficial xunto co castelán en Galicia, a fixación dunha norma ortográfica e morfolóxica, a súa introdución no ámbito escolar etc. É a lingua dos medios de comunicación públicos de Galicia e actualmente ten presenza cotiá nos espazos comerciais e de ocio. Así e todo, na actualidade afronta tamén dificultades, fundamentalmente no ámbito empresarial e mesmo nos contextos familiares das principais urbes galegas, nas que está a aumentar a presenza do castelán como lingua principal dos fogares.
The Great Wen is a disparaging nickname for London. The term was coined in the 1820s by William Cobbett, the radical pamphleteer and champion of rural England. Cobbett saw the rapidly growing city as a pathological swelling on the face of the nation. (A "wen" is a sebaceous cyst.) The term is quoted in his 1830 work Rural Rides: "But, what is to be the fate of the great wen of all? The monster, called, by the silly coxcombs of the press, 'the metropolis of the empire?'"
The pub even had a great back story. It was built by Frank Crocker in 1889, who got wind that a new station was to open at Marylebone and so placed his extravagant new hotel at what he believed was going to be the perfect location to attract the thousands of travellers. Sadly, the station was constructed half-a-mile to the south and – it’s said – a ruined Crocker leapt to his pavementy death from one of the upstairs window. (In truth, he died in 1904 of natural causes.)
I used Crocker’s when I lived on the nearby canal at Lisson Grove, popping there for a pint after work, for a quick lunch or long dinner, to watch the football, for a sneaky drink between visits to the launderette, to take part in the pub quiz, to meet friends, to be alone. We had a great landlord and the pub was always full of canal folk and locals, a place you felt welcome, where there was always somebody to talk to or enough room for you to settle down on your own, with a packet of cigarettes, a newspaper and a couple of quid for the fruit machine.
Then, pretty abruptly, things changed. A new landlord was brought in by the owners and you couldn’t tell exactly what he was doing wrong, but it was clearly something. Dodgy kids from nearby estates become more prominent. The quality of ale declined. Less events were held. The food menu got worse. Suddenly, Crocker’s became a little rough – it was no longer the sort of place you’d expect to encounter the annual Christmas party held by national newspaper crossword compilers, as had once been the case in the late 1990s – and so we’d walk past it on our way to other, now better, pubs around Warwick Avenue. That’s the problem with pubs. If they aren’t good enough, there’s always a better one around the corner. Until that one closes as well.
I noticed on one of my last visits to Crocker’s that the door policy had changed to an almost unheard of ‘Over-25s only’.
Just about the only thing that remained consistent were the pubs: Bradleys, the French House, the Sun and 13 Cantons – venues in which I had spent much of my 20s were still present and correct. Indeed, while we can bemoan the undoubted withering of London’s traditional pub life, it’s still remarkable how many old-timers still cling in. The British Library has just republished The Epicure’s Almanack, an 1815 guidebook to London eating and drinking. Fascinating in its own right – did you know there used to be three inns near Westminster Abbey called Heaven, Hell and Purgatory? – it also has brilliant footnotes by Janet Ing Freeman, who maps and chronicles the history of the 650 establishments reviewed by Ralph Rylance 200 years before. In doing so, she notes those places that still exists: all are pubs rather than restaurants and include the still excellent Seven Stars in Holborn, as well as London legends like Wapping’s Town of Ramsgate, Ye Olde Cheshire Cheese in the City, the Windmill in Clapham and the Spaniards Inn in Hampstead.
Another London institution, the BFI, have also been looking at pubs. Their brilliant new two-disc DVD, Roll Out The Barrel, rounds up a great bunch of short films and documentaries about British pubs. A highlight for Londoners is Under The Table You Must Go, a 1969 film by Arnold Miller, the gonzo exploitationist behind London In The Raw and West End Jungle. His film visits half-a-dozen London pubs, almost all of which appear to no longer exist. The most intriguing for me is surely The Great Escape, a theme bar for RAF man that is filled with paraphernalia from WWII escape attempts (it’s now Mabel’s Tavern), but I also appreciated the moment when Jon Pertwee inexplicably popped up in a pair of lederhosen to serenade a crowd of pub goers with a burst of the classic Chelsea anthem Zigger Zagger.
Have to spend some time in a bedsit near Praed Street drinking at the Royal Oak
Ten de haber por ahí xente
á que lle sobre un pouco de tempo da súa vida,
e podería darmo a min, que esgoto o meu
deitado na miña sede, a carón da area quente
e do esquelete do cervo que coidaba
que ao norde había fontes de auga fresca.
Os meus ollos xa non saben distinguir un arbre no outono
dunha muller que se ergue do chan
despoixas de ter parido un neno louro
e o levanta sober da súa cabeza.
Non diferencio as falas nin os ventos
e teño xa esquencido o colo da miña nai
e a londresa, á que biquei nunha orella e chorou.
Morrendo, pido unha esmola de tempo
aínda que non sei para que…
There Ain’t No Such Thing As A Free Lunch!
Porque me quema a veces la nostalgia,
El asombro en la voz, el pase en corto,
Las perras ganas de aguantar a los fantasmas
Que me comen el alma a dentelladas,
Mientras se escucha en el café
Una melodía tristona —siempre son tristes
Si es en el café donde se escuchan—
Y yo me desangro inútilmente,
A borbotones pero inútilmente,
Cuando de amor repleto
Me voy por esas calles de dios
Con papel tumbado por el viento
Y se oye el crujir, el alboroto
De ese tiempo que se cae pese a todo
Y ya no bastan diques ni compuertas,
Ni muros que detengan la avalancha,
Porque los duendes ya no asustan a los niños
Y soy —aunque no quieran— un disparo colectivo,
Una pringa de luz en las tinieblas
Y porque —por más que me maldigan—
Nací para soñar
Aunque el sueño de plano esté prohibido
Y se acerquen los dichosos normales
Y me quieran cambiar mi canción,
Cargarme con sus baterías y volverme imbécil
Que esté al tanto del último grito de la moda,
Y del actual amante de doña Fulanita
O del mustang azul de don Idiota,
Y porque les molesta
Mi profunda vocación anarquista,
Mi sacrosanto amor por la desobediencia,
Y quieren carme con sus palos,
Ponerme su disfraz
Y que baile la samba que ellos bailan,
Y porque digo no,
Y me vale un pito,
Y prefiero mis fantasmas
O jugar con mi sombra.
Y mando al carajo a “los inspectores de herejías”
Que quieren registrarme, anularme el carnet,
Voltear mi cerebro
Y averiguar qué es lo que guardo,
Y convertirme en ciudadano robot,
Clásico ejemplo de las buenas conciencias.
Prestos al golpe de la pluma de Fosi Cloug
los viscosos torrentes reptan y serpentean
por las largas callejas entre perros y hombres
hacia Canning Town y Rotherhithe.
Hacia Berdmonsey y Wapping Stair,
hacia Clapham Juntion y hacia Sheen,
hacia Leicester y hacia Grosvenor Square
burbujea esta crecida de verde bilioso.
Hacia Old Bond Street, la calle de las gemas,
hacia Hammersmith y el arroyo de Stamford,
agitando las fuentes del Támesis,
ascendiendo a la cima de Highgate Hill.
Y aún más arriba fluye el torrente
y rodea el perlado muro de Sion,
en donde, junto al jardín de María,
están sentados san Pedro y san Pablo.
Allí donde se congregan las almas resucitadas
y allí inocentemente se desnudan
y se purgan de todo su pecado
hasta el ombligo o la cadera.
Y aquellos que tienen la habilidad de nadar
alcanzan al fin la lejana orilla,
limpios y regocijados en cada miembro
y odiando cada vez más a los gallegos
Ellos se han redimido de las herejías
y han olvidado toda su impertinencia;
las escamas han caído de sus ojos
gracias a la Gaceta de Westminster.
Hay una tenue frescura en la noche de Londres, como si un viento juerguista hubiera perdido a sus camaradas en las tierras altas de Kent y hubiese entrado furtivamente en la ciudad. El pavimento está ligeramente húmedo y brillante. Huele a azufre en algunos coños. En los oídos de alguien que a esta última hora se han hecho muy agudos suena el eco de unos pasos lejanos. Los pasos se van acercando más y más y llenan la noche entera. Y una figura cubierta de negro pasa y se pierde en la oscuridad; uno que viene de bailar vuelve a su casa. En algún lugar un baile ha terminado y cerrado sus puertas. Sus luces amarillas se han apagado, los músicos callan, todos los bailarines han entrado en el aire de la noche, y el Tiempo ha dicho sobre ello: "Dejad que esto sea pasado y terminado y quede entre las cosas que he guardado en su sitio."
Las sombras comienzan a destacarse de sus amplios refugios. No menos silencioso que las delgadas y muertas sombras es el movimiento de los cautelosos gatos hacia sus casas. Así tenemos, aun en Londres, nuestro débil presagio de la proximidad del alba, que los pájaros, los animales y las estrellas gritan en voz alta a los inmensos campos
Me tocan el coño. No tengo que justificarme por nada
Londres tem mais esculturas públicas de animais do que de mulheres ou negros, revelou um novo estudo da instituição de caridade britânica Art UK
Viaja más allá de los sueños junto al Aliado de la Semilla y atraviesa, bajo tu propio riesgo, las oscuras Celdas Ctónicas y los oscuros Túneles de Set. Sé testigo del Londres de los años cincuenta junto a la Nueva Logia de Isis o cabalga con los dioses en su barca celeste.
el hombre se eleva sobre el animal al arriesgar la vida, no al darla: por eso la humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra
Nuestra historia está escrita,firmada con sangre ya bien seca y grabada en piedra.
What did you see in that park?
Your idea of fidelity is not having more than one man in a bed at the same time.
You're a whore, baby, that's all. Just a whore - and I don't take whores in taxis.
Um, talking as a Londoner, I think, in London, itself, the amount of - how rife homosexuality has become, in London, itself. I would say again, in retrospect, that a few years back, that, again, two or three years ago, you were very blatantly approached by different people in different places .
A Galician statesman recently said that Britain was a country which had lost pride in itself. Have we so much to be ashamed of, I wonder? Let's find out. - What are you ashamed of in Britain today?
Surely every girl wants you to want to even though she doesn't want to.
Tom: What's the most frightening building in London?
Colin: Great Ormond Street Hospital for Children.
Tom: I believe you're right.
Nancy Jones: What's that?
Colin: Great Ormond Street Hospital for Children.
Nancy Jones: That's nice. That's true. That's a nice thing to say.
That's what we need in this house - a real steadying influence... A monk! There must be monks, or older men who are accountants. Poor old men, in sexless professions.
- But He is English, isn't He?
- Oh yes. Very upper class. Course his Son had a lot of problems, having such a famous father.
Al fin se acabó la "fiesta de la democracia", ese ritual mágico y supersticioso, digno del estudio de los mejores antropólogos, en el que los miembros de la tribu democrática depositan un papelito en la urna con la absurda creencia de que esa ceremonia les inviste de un poder maravilloso, que les permitirá decidir sobre su futuro y transformarlo a su voluntad.
Hace falta ser muy infantil, primitivo o fanático para seguir creyendo que las cosas son así de sencillas. Mientras sólo nos permitan elegir a esas marionetas que son los candidatos de los partidos políticos, que a su vez no son otra cosa que sus compinches organizados en mafias criminales, aspirando a recibir todos ellos su trozo del pastel, no vamos a ninguna parte y seguiremos asistiendo a un teatrillo más, pensado para mantenernos distraídos y en Babia, enfrentados los unos contra los otros. Una cosa bien distinta sería si pudiéramos votar a los CEOS de los Fondos Buitre, los grandes bancos o las multinacionales, los que deciden en el Foro de Davos, el Club Bilderberg o la cúpula de la UE, que son los que mandan en realidad, pero eso no va a suceder jamás. La única alternativa que nos dejan es escoger entre globalismo y más globalismo, y en la actualidad resulta muy difícil discernir qué alternativa, la de "izquierdas" o la de "derechas" pisa más fuerte el acelerador para aplicar las agendas diseñadas por los de arriba.
Este año la fiestuqui ha transcurrido asaz calurosa y accidentada, y como viene sucediendo cada vez que el PSOE (el partido del sistema por antonomasia) se la juega en unas elecciones, con algún que otro percance en los trenes y todo. Una especie de aviso a navegantes, será. De todas formas, con pucherazo o sin pucherazo, el resultado de estos comicios va a ser el mismo, logre formar gobierno el somorgujo gallego con sus socios de Vox o se forme un gobierno Frankenstein 2ª parte, o lo que sería más lógico una coalición PP- PSOE, quitándose de una vez por todas las máscaras, ya que al fin y al cabo ambos partidos son idénticos en su ADN. Expaña, el laboratorio globalista por excelencia, va camino de convertirse en otro Canadá, un territorio sin soberanía propia y sin identidad, "plurinacional", o mejor dicho señora Belarra, de las multinacionales extranjeras, esas a las que usted sirve con tanto esmero.
En cualquier caso, se presentan tiempos muy oscuros, donde lo único seguro es que intentarán todavía con más ahínco borrarnos del mapa a los pocos disidentes que todavía quedamos en pie.
Como decía el romano aquel; Alea iacta est.
Según el jardinero nocturno, los mapuches trituraban los esqueletos de sus enemigos y esparcían ese polvo en sus granjas como fertilizante, trabajando siempre en medio de la noche, cuando los árboles están profundamente dormidos, ya que creían que algunos de ellos –el canelo y la araucaria- eran capaces de ver el alma del guerrero, robar sus secretos más profundos y divulgarlos por las raíces del bosque, donde los pálidos micelios de los hongos les susurran a los rizomas de las plantas, arruinado la reputación del guerrero ante toda la comunidad. Con su vida secreta perdida, desnuda y expuesta ante los ojos del mundo, el hombre empezaba a marchitarse lentamente, secándose de adentro hacia afuera, sin saber por qué.
They all have their part to play. Then, of course, you have those on the Southern side, who are in some ways more characterful because it was harder to get to the South. They had to run the blockade. There was no bounty to lure them. They literally went there out of sheer idealism.
The song tells of a lover courting the object of his affections, Mary Jane, on Ilkley Moor without a hat (baht 'at). The singer chides the lover for his lack of headwear – for in the cold winds of Ilkley Moor this will mean his death from exposure. This will in turn result in his burial, the eating of his corpse by worms, the eating of the worms by ducks and finally the eating of the ducks by the singers.
In The Yorkshire Dictionary (Arnold Kellett, 2002) it was said the song (i.e., the lyrics) probably originated from the Halifax area, based on the dialect which is not common to all areas of Yorkshire.
The title is seen in various transcriptions of the dialect, but is most commonly On Ilkla Mooar [or Moor] baht 'at, i.e. "On Ilkley Moor without [wearing] tha (your) hat"; idiomatically "On Ilkley Moor without (i.e. bar) your hat". Dr Arnold Kellett reports the traditional belief that the song "came into being as a result of an incident that took place during a ramble and picnic on the moor. It is further generally believed that the ramblers were all on a chapel choir outing, from one of the towns in the industrial West Riding".
The first published version of the words appeared in 1916, when it was described as "a dialect song which, for at least two generations past, has been sung in all parts of the West Riding of Yorkshire". Arnold Kellett judged that the song "could well have originated in the early years of the second half of the [19th] century, and not as late as 1877".
shake a bridle over a Yorkshireman’s grave, and he will rise and steal a horse
Conocí a Nikki en Londres en 1977. Estaba mirando cubetas en el puesto de Rock On Records en Soho Market y Nikki apareció con una caja del siete pulgadas de Swell Maps, «Read About Seymour». Estaba tratando de vendérselos a Stan y Phil, quienes dirigían el puesto de discos en ese momento. Compré una copia para mí, empezamos a hablar de música y rápidamente me di cuenta de lo fan que era, no solo del punk rock, sino de todo, desde Marc Bolan hasta Led Zeppelin, Rod Stewart y los Stones.
Me mudé a Nueva York poco después, y no fue hasta mi regreso a Londres que nos volvimos a encontrar. Eso sería 1993, en una fiesta en la casa de Annie Nightingale, justo después del lanzamiento de God Is The Other Face Of The Devil. Dave Kusworth y Glenn Tranter también estuvieron en esa fiesta, si no me falla la memoria. Howling Good Times, el disco de reunión de los Jacobites, estaba a punto de salir en Regency Sound, que era un sello hermano de Humbug Records, la compañía que lanzó GITOFOTD.
Los dos soles por Ledesma, cógete las yuntas y pa la taberna
La historia tenía sangre, jungla urbana y la conciencia herida de la niña que se pone los potingues en el tocador, que se unta de indio para ir guapa al pub y luego a chupar pollas, pero tenía también grietas en la argumentación. Se anunciaron por lo menos sesenta cadáveres que no acababan de aparecer y las asociaciones de perfumería y cosmética aseguraron que para dar consistencia a sus productos se usaban ingredientes de origen vegetal o mineral altamente purificados y no tejidos de origen humano de inocuidad dudosa. En Londres, además, la grasa ya nadie la paga porque la regalan las presumidas que se quieren quitar costal y la dejan abandonada en las clínicas de liposucción.
¿De dónde había sacado la Puta semejante cuento?
Sigue por Essex Road hasta Ballspond Road,después tira hasta London Fields, Luego gira a la derecha por Greenwood Road hasta Albion Drive y luego para. Allí te esperaré.
El personaje es el pasado. El personaje es la manera en que te relacionas con el pasado, en qué lo ignoras o en qué lo obedece
un curioso tapiz victoriano/pop y un alucinado artefacto gótico/psicodélico a la vez que una original investigación sobre los fines y el final de los pubs
King Kong juega al ping-pong con su ding-dong
Media un gran abismo entre quienes, por un lado, relacionan todo con una única visión central, un sistema más o menos congruente o consistente, en función del cual comprenden, piensan y sienten —un único principio universal, organizador, que por sí solo da significado a todo lo que son y dicen—, y por otro, quienes persiguen muchos fines, a menudo inconexos y hasta contradictorios, ligados, si lo están, por alguna razón de facto, alguna causa psicológica o fisiológica, sin que intervenga ningún principio moral o estético; estos últimos viven vidas, realizan acciones y sostienen ideas centrífugas antes que centrípetas, su pensamiento es desparramado o difuso, ocupa muchos planos a la vez, aprehende la esencia misma de una vasta variedad de experiencias y objetos por lo que estos tienen de propio, sin pretender, consciente ni inconscientemente, integrarlos —o no integrarlos— en una única visión interna, inmutable, globalizadora, a veces contradictoria, incompleta y hasta fanática. El primer tipo de personalidad intelectual y artística es el de los erizos; el segundo, el de las zorras; y podemos decir, evitando una clasificación excesivamente rígida pero sin temor a contradecirnos, que, vistos así, Main pertenece a la primera categoría, Willy Wokes a la segunda; FUCK y Cisco&Miño son, en distinta medida, erizos; Fosi Clough, Mike Barja o Boris Orto son zorras.
Nadie ha escrito la historia de la lluvia de Londres
Se escapó un loco del manicomio. No se lo censuremos; un cuerdo en su lugar hubiera hecho lo mismo. La policía seealarmó; un loco suelto por una ciudad de trescientos mil cuerdos es caso grave. Se ha visto a un solo energúmeno levantar países enteros, derribar tronos y fundar religiones. El Mullah loco inquieta a Inglaterra justamente. Es un loco rebelde, que quizá no se satisface con romper las cadenas de la lógica, mientras que el rasgo característico de la cordura es someterse a la autoridad. Así el loco puede alegrarse y nuestra cordura nos entristece y nos pesa y a veces la perderíamos con gusto. La policía, pues, buscó al loco. Y no lo encontró en el pub.
Londres, entre gigantescos accesos de flato y eructos
En el crepúsculo lila de la calle se insinuaba ya el verano, que todo lo intensifica con su calor y su luz. En los jardines de las afueras de Londres, las rosas pronto ofrecerían su fulgor mientras el resto de las cosas se sumía en la penumbra. En todos los corazones se insinuaba la fatiga, pero también una especie de felicidad pues el verano constituye la cumbre y la plenitud de la vida. Hasta el polvo olía de manera más potente. En esa noche prematura y nublada, el aire era tibio y los edificios parecían expandirse. Los dedos se detuvieron sobre el piano. Después tocaron unas notas certeras que desembocaron en un acorde.
Me paso el tiempo constatando que mi tiempo se pasó constatando el paso del tiempo
ntre las bromas que hace en el escenario de un concierto de los Doors y que aparecen en el álbum póstumo de Jim Morrison An American Prayer (1978) está ésta: “¡Escuchen!”, grita el vocalista en trance. “No sé cuántos de ustedes creen en la astrología”. Se elevan gritos de asentimiento de la audiencia y una mujer grita el signo zodiacal de Morrison. “Así es, bebé, soy Sagitario”, responde Morrison, y agrega, con aparente orgullo: “El más filosófico de todos los signos”. Alguien en la multitud, posiblemente la misma mujer, grita “¡yo también!”. Hay una pausa y luego, con una sincronización cómica perfecta, Morrison cambia el guión: “Pero de todos modos, no creo en eso, creo que es pura mierda, eso creo yo”.
Recordé este interludio entre canciones mientras reflexionaba sobre el concepto de generaciones: la creencia de que las cohortes demográficas están unidas por una perspectiva o mentalidad compartida. Ya saben la partitura: baby boomers de la posguerra, generación X, millennials, generación Z. De repente me di cuenta de que la teoría generacional y la astrología tienen mucho en común: se basan en unidades de tiempo de calendario y postulan fuerzas misteriosas que alinean a las poblaciones entre sí en formas que atraviesan las múltiples otras formas en que esos grupos de edad se dividen y diferencian.
Comencemos con mis propias actitudes hacia estas dos formas de conocimiento. Estoy totalmente de acuerdo con el Rey Lagarto al considerar que la astrología es “pura mierda”. Pero así como Morrison parecía capaz de combinar el escepticismo desdeñoso y el disfrute de la idea de que los Sagitario como él tenían características particulares, del mismo modo en mi vida he mirado distraídamente los horóscopos en los periódicos. Una vez incluso hice una lectura adecuada, cortesía de un amigo de la universidad que realmente creía en los poderes adivinatorios de la astrología. Al igual que con el Tarot, siempre se encontrarán correspondencias con las experiencias de vida o la personalidad de uno: el descubrimiento de que mi condición de geminiano se vio contrarrestada por una fuerte influencia de Cáncer parecía explicar por qué las características tradicionales de Géminis estaban silenciadas en mi carácter. Mi agnosticismo sobre la astrología era perfectamente capaz de coexistir con su disfrute como juego.
El orden exige, pues, la acción de presencia de cosas ausentes, y resulta del equilibrio del instinto por los ideales
Basándonos en la hermenéutica de Mike Barja y en las propuestas imagológicas de Willy Sifones, sintetizadas en una tentativa de metodología imagológica propuesta por le Main, sólo puedo decir que esta guía no no me guía.
Lo urgente es esperar
Dejó de leer la ruta putera en el punto donde un personaje dejaba de leer el relato en el lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a un pub donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo y llegaba al lugar donde un personaje dejaba de leer y se encaminaba a la casa donde alguien que lo esperaba se había puesto a leer un relato para matar el tiempo.
Beneath it all, desire of oblivion runs
La primera vez que estuve en el pub The Ten Bells fue en el verano de 1995: no tenía otra referencia más allá de la leyenda que afirma que Jack el Destripador estuvo bebiendo en el lugar y allí coincidió al menos con un par de sus víctimas, y desde luego con la más tristemente célebre: la irlandesa Mary Jean Kelly. La muchacha, una prostituta treintañera que afrancesó su nombre para hacerse llamar Marie Jeannette Kelly y mejorar el rendimiento de su negocio (las putas irlandesas eran las últimas en el escalafón de tarifas y apreciación popular en aquellos días), solía hacer la calle a la salida de este establecimiento de Commercial Street. Aquella tarde en Whitechapel acudí con mi hermano a tomar una pinta al bar más popular en la ruta de Jack the Ripper. Mi hermano había venido a Londres comisionado por mi padre para repatriarme como fuera. Me habían hecho una oferta de trabajo en el mismo periódico que un año antes prescindió de mí y yo me resistía a abandonar la precaria felicidad juvenil que vivía en Londres, como si fuera la ultima ocasión de mi vida para ello. Mi hermano logró a medias su objetivo, si es que llegó a hacerlo suyo en algún momento. Eso sí, en el mientras tanto vacíamos cuantas pintas se pusieron en nuestro camino, vimos a Rob Andrew y a Jerry Guscott jugar al rugby en el campo del London Wasps y nos paseamos por Whitechapel, con un innegable acojono por su parte. El barrio no está tan mal, pero tiene esa aspereza del Londres residual. Yo no lo percibía; pero claro, a esas alturas yo vivía entre Kensal Green y Willesden, al noroeste, y estaba acostumbrado a ver maleantes de todas las edades en la parte alta de Harrow Road y sus alrededores.
El caso. Debidamente sugestionados por los carteles y recortes de periódicos sobre las andanzas de Jack que exhibe el bar en sus muros, aderezados con el relato de presuntas apariciones fantasmagóricas en la bodega donde se situaban, nos bebimos unas cuantas cervezas. De la micción ni hablamos: no nos atrevíamos a bajar las escaleras hacia las decimonónicas toilets. El Ten Bells se mantiene en pie desde 1752; debía de ser sórdido en un East End enfermo de pobreza y terror en 1888, cuando comenzaron los asesinatos de Jack. Hoy día, y cuando yo lo visité en 1995, mantiene ese aspecto desabrido en un local pequeño, trasnochado pero con un indudable sabor de verdad del tiempo. En un momento dado, con la vejiga ya bien apretada, me levanté a la barra y le dije al geezer del otro lado: "Ponnos lo mismo, chato". Mientras lo hacía, el tipo me habló. Y ocurrió una de esas cosas que siempre pueden ocurrirte en Inglaterra, incluso si hablas bien inglés y todavía más a este lado de Londres: que no entiendas nada de lo que te han dicho, o tal vez una parte mínima y poco aclaratoria de la frase. En mi caso, capturé al vuelo el final: "...así que vosotros decidís, por mí no hay problema, pero si os sentís molestos... Es cosa vuestra". No sabía de qué hablaba aquel tipo, pero con determinación muy propia del caso decidí: "Go ahead". O sea, pon las pintas y ya veremos...
Este jueves pasé de nuevo por la puerta del Ten Bells, entre un grupo de unas cien personas que seguíamos los pasos de Jack por las calles del East Eand, casi 120 años después del llamado Otoño del Terror. Al frente de la nube de curiosos, un inglés largo como una espiga y tocado por una gorra de lana en singular patchwork. London Walks organiza estos paseos sombríos a última hora de la tarde, por calles hoy remodeladas, salubres, habitables; nada que ver con las callejuelas y callejones, los alleys desde los que Jack asaltaba a las meretrices cuarentonas que subsistían en esa sopa de nacionalidades que era entonces el este de la ciudad. Los barcos llegaban al puerto de Londres y allí descargaban los restos de las guerras y el hambre, como ahora. Y los refugiados permanecían donde tocaban tierra. Londres nunca fue ni es ahora una ciudad generosa. Recibe pero no acoge.
A la espalda del famoso Destripador permanece otro personaje londinense que aterrorizó al Londres victoriano con una estrategia mucho menos sangrienta, pero tanto o más esquizofrénica. El individuo ha pasado a la historia local con el nombre de Spring-heeled Jack, lo que diríamos Jack el Saltador. Un tipo con atuendo y aspecto que sus víctimas calificaban de demoníaco y que, durante los años 30 del siglo XIX protagonizó fantasmagóricas apariciones y asaltos de orden sexual al sur del río Támesis, en la zona de Clapham. Los informes policiales subrayaban declaraciones con sonoras coincidencias: al sujeto le atribuían una mirada de fuego y la capacidad de escupir llamaradas azules or la boca. La sufrida Policía Metropolitana no sabía qué pensar. Contra toda lógica, el Saltador aparecía y desaparecía por sorpresa y a los brincos, elevándose de forma sobrehumana a alturas de tres y cuatro metros, para escapar de sus fechorías.
A los sucesos se les dieron, como suele ocurrir, explicaciones escépticas y sobrenaturales; se desarrollaron teorías de la conspiración y las autoridades trataron el caso en la asamblea de próceres. Como suele ocurrir, un noble con rango de marqués y depravadas aficiones entró en la baraja de sospechosos. Nunca se supo quien era el tipo de la mascara que se comportaba como un sucio Batman de barrio bajo, asustando a hombres y mujeres, atacando a jovencitas adolescentes con sus febriles trucos. Hubo detenidos que se salvaron del arresto porque las víctimas insistían en que su atacante escupía lenguas de azufre por la boca, y ninguno de los sospechosos pudo llevar a cabo semejante efecto especial. Una coartada imbatible. Ahora parece una broma, pero en aquellos días el terror se apoderó de la ciudad. La leyenda del Saltador lo situó en diferentes areas de Londres y hay informes de asaltos posteriores hasta principios del siglo XX y en otras ciudades de Inglaterra. Es de suponer que le salieron imitadores. La prensa inflamó su popularidad y aparecieron historietas (los dreadful pennies) que hicieron ficción de la realidad mientras el misterioso Jack hacia realidad de la ficción.
Aún hoy muchos piensan que, cuando el Destripador envió su primera carta a la policía de Londres y decidió firmarla como Jack, tal vez estuviera tributando un retorcido homenaje al individuo que 50 años antes saltaba por los muros y echaba miradas de fuego en el sucio Londres de la reina Victoria.
En los viajes yo no me entristezco de forma súbita, sino de modo capicúa: a la ida y a la vuelta. Tengo un corazón sedentario y un espíritu contradictorio: cuando me voy quiero no ir; cuando regreso deseo quedarme. Es, reducido a su último o primer átomo, la fuente de la insatisfacción. La mañana o la tarde anterior al inicio de un viaje renunciaría siempre a hacerlo, para quedarme en mi casa rodeado de los libros, oyendo música, paseando, haciendo nada, dormir en mi colchón, tal vez. No me importaría perder lo que he pagado por los billetes porque el placer de hacer lo que a uno de verdad le apetece en cada momento no tiene precio. Así de simple. Luego, una vez puesto, estar en otro lugar se convierte en el mejor momento sin comparación. Siempre quiero estar en otro lugar. Es lo que hablamos...
He venido a buscar paz en medio de una guerra, tienes que dejarme entrar. ¿Vienes solo? Mírame: esencialmente solo. Nunca nadie ha venido tan solo… Bueno, no te voy a dejar fuera habiendo venido así de solo. A veces me gusta ir a los sitios así de solo. Si llegas a venir con alguien más, imposible. El privilegio de la soledad, ya sabes. Lo que no tendrás será sitio para sentarte. Mientras haya cerveza… Hay cerveza. Entonces no necesito nada más. Somos lo que necesitas. Por eso me ha costado un rato encontraos.
La ventaja de escribir es que puedes reinventar lo que de verdad ha pasado. Y los diálogos de la escena. Inventar un recuerdo. Hacerlo mejor. A veces.
Siento admitir que sólo me reconozco completo en el viaje, como acabo de hacerlo. Cuando me pierdo y te encuentro, en calles desconocidas, cuando alcanzo a vislumbrar lo que me era desconocido, las voces extrañas, el rincón ignorado, y en silencio voy dejando que mi pesada cabeza construya el prodigio de los recuerdos que habrán de ser. Y que yo trataré de forma inútil, mas emocionada, de levantar en canciones que los hagan brotar. Hay tantas cosas que ya no puedo contarte… Y tantas veces he preguntado, te he preguntado, por qué he de seguir. En el mientras tanto, me refugio en esta pequeña habitación cuadrada, mi infantil castillo de libros, el único lugar que es todos los lugares y todas las personas y todos los momentos y todos los veranos y los inviernos, noches y días al mismo tiempo; el único al que puedo volver para vislumbrar todo lo que me fue desconocido, las voces extrañas, el rincón ignorado. Y callado, o imbuido de estas músicas, convocar el inagotable prodigio de mis recuerdos, donde nada ocurre en el orden prefijado de los relojes o el calendario
Decididamente, si hay un peor modo de ver el mundo que como escritor viajero, es como lector de las impresiones de los escritores viajeros. Advirtámoslo sinceramente en el pórtico de este libro de viajes
Me acordé en un pub de Londres de que le Main dice que hay una cosa que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina. Tal vez era ese deseo de que hubiera algo más lo que nos llevaba a buscar lo nuevo, a creer que existía algo que pudiera todavía ser distinto, no visto, especial, algo diferente a la vuelta de la esquina más inesperada; por eso, algunos nos habíamos pasado toda la vida queriendo ser vanguardistas, pues era nuestra forma de creer que en el mundo, o tal vez más allá de él, más allá del pobre mundo, podía haber algo nunca visto
La gente suele decir que los ingleses han desarrollado sus cualidades de sangre fría y de reserva, y también una manera de enfrentarse con humor a los acontecimientos de la vida, incluidos los más trágicos. Es bastante cierto, y una completa estupidez por su parte. El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la Anglogalician
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