A quien la Causa pesa no es digno, y quien piensa que duerme está despierto.
Ingresar en los Porcos Bravos cuesta un precio: crúor, sudor, jirones de uno mismo. Muchos jóvenes quieren ser, pero muy pocos están dispuestos a pagar este precio. En las sociedades primitivas todo el simbolismo de la entrada en el mundo viril se hace con un sacrificio espectacular al que acuden las tribus enteras. Hay sangre, suplicio, y el muchacho debe dominar el dolor, aguantar la crueldad del rito. Después ya es un hombre y tiene todos los derechos de los hombres. Pero en la actualidad, en esta sociedad occidental decadente, no hay ningún hecho externo que señale esta entrada en el mundo de los adultos. La lucha, si llega a haberla, es sorda y solitaria. Una desgarradora convicción de que el dinero lo puede todo, que las redes sociales son la verdadera realidad, invade al individuo consciente cuando esta lucha ha terminado.
¿Veis esa niebla? Eso es lo que han sudado, lo que han respirado y eyaculado otros Porcos Bravos en la acre Inglaterra antes que nacierais. Hoy vosotros vais a envolveros en esa niebla. No veréis el sol. No tendréis aire propio hasta que volváis a casa con la puta copa. Recuerdas el código. Mundo binario. Mundo pasado, pasado y gris, pero nunca periclitado. ¿Cuántos años tienes? ¡Hostias! a tu edad esto no era ni falta, yo a los dieciséis estaba defendiendo el búnker, yo ya había ganado 5 ediciones, ¡Calla y corre! si te parece voy a hacerlo yo, pero no pares coño ¡cubre a aquel! pero si defiendes como una niña, pero ¿cómo cojones fallas eso?, pero que mierda de pase es ese...
Atacan los Stags a lo kamikaze. El árbitro está a punto de pitar el final del partido, y necesitan como mínimo el gol del empate. Llueve. Un puñado de rapaces sostienen como pueden la línea negra del equipo gallego. Arrecian la lluvia y la furia inglesa.
-¿Estamos jodidos, Main?
Sonríe.
-No mientras respiremos.