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Somos Elipsis De La Bestia. 18 Años Utilizando Calabazas Como Carne De Cañón.



L’hydre-Univers tordant son corps écaillé d’astres



La vanidad es la más pequeña de nuestras pasiones; pero donde quiera que se presenta ejerce la soberanía. Aprovechando la mayoría de edad de la Anglogalician Cup, ahora ya puede votar, conducir y decir la verdad, la invitamos a unas pintas de cerveza para que no nos aclare ninguna duda.

Sea sincera, ¿Qué futuro le espera al Descomunal Aparato Mediático?
Este blog es un zombi. Los últimos meses estamos dando vueltas innecesarias alrededor de la nada. Creo que su única motivación es llegar a los 100.000 comentarios y después estallar y dejar un bonito cadáver. El facebook se mantiene con cierta dignidad a pesar de la hostilidad del algoritmo, en torno a las 18.000 bayonetas, y la X marca el lugar donde está actualmente nuestro trono. Los demás asteroides del sistema se han perdido en un agujero negro de lenidad.

Con 18 años y el carné recién aprobado, dime, ¿The Anglogalician conduce por la izquierda o por la derecha?
La competición circula por la derecha en Galiza y por la izquierda en el Reino Unido. Si lo preguntas por nuestras redes sociales, te diría que la casta es zurda y los comentaristas son diestros.

El partido en si, ¿Es de fútbol o es rugby?

Sólo un melón puede preguntar eso después de tanto tercer tiempo.

Van XIX Ediciones disputadas. Refréscame el palmarés, por favor. Tengo entendido que los gallegos están tomando demasiada ventaja pero igual sólo son pinos rumorosos.
Os Porcos Bravos han ganado 12 veces la Cup. Los Sheffield Stags tienen 7. Teniendo en consideración que 10 partidos se han disputado en Inglaterra, donde en teoría el equipo local juega con ventaja, la cosa no pinta nada bien en esta década para la cruz de San Jorge.

¿Ganar la Anglogalician Cup equivale a ganar la Copa de Europa?
Indudablemente. Hay quien empieza a ponerse nervioso.

¿Por qué existen dos Copas físicas?

Realmente existen 3. Pero no alarguemos la ceremonia de la confusión. La que está de forma perenne en O Grifón, es la copa que se quedó en propiedad Porcos Bravos, en calidad del equipo que más victorias sumó al cabo de 10 ediciones. Como se llegó con empate a 5, tuvieron que esperar a la XI. La que está en vigor ahora, se la quedará el que más triunfos tenga entre la XII y la XXV.

Si una noche de Samaín un viajero me pregunta eso de brunas o blondas, ¿Qué le contesto?
Que la ocasión la pintan calva.

¿Y lo de blades u owls?
Que son dos calvos peleando por un peine. Pero tienes que elegir entre Sheffield United o Sheffield Wednesday. No te queda otra.

¿Y lo de tractores y huérfanas?
Nunca aparques detrás de un orfanato. 





¿Cómo empezó todo el chorromoco?
En 2007, con dos despedidas de soltero. Hay una placa en el pub Fat Cat de Sheffield que lo explica mejor que nadie.

La soteriología dice que no hay salvación lejos del Main. ¿Qué hay de cierto en los rumores sobre purgas, venganzas y ejecuciones a orillas del río Bann?
No creo que el Main apruebe ni ese término de origen griego ni la pregunta.

Lo cierto es que mucha gente se quedó por el camino...
Un minuto de silencio por los caídos, una amapola en el ojal y a otra cosa.

¿Son os Porcos bravos el equipo más inglés de la competición? No sé si me explico bien.
No mucho. Los dos equipos tienen una cultura atlántica muy parecida pero distintas formas de beber y de encarar sus viajes al territorio rival.

Hablando de viajes, ¿Qué hostias pasó en Yardley Gobion?
Tres personas pueden guardar un secreto si dos de ellas están muertas.

Sospecho que la participación de mujeres en esta competición está vetada de forma más o menos velada. De ser cierto, me parecería rancio, vomitivo y carpetovetónico, ¿Es cierto?
No.

¿Qué nos dices a los románticos que echamos de menos los conciertos?
Que nunca hemos dejado de cazar.

¿Y a los que te acusan de ser una secta que se expresa en enoquiano para celebrar un ritual nihilista que enmascara el vacío?
Se equivocan de idioma. Hablamos en aklo con los micólogos.

El indiscutible éxito de la Anglogalician Cup en todos los niveles, ¿No debería ser rentabilizado económicamente?
No. Nunca. Estos son mis principios, si no te gustan, no tengo otros.



¿Te ves celebrando el cuarto de siglo?
E mil primaveras máis.

Nautron respoc lorni virch.

21 comentarios:

  1. La cosmovisión chamánica del orín de renos y del muscimol dixo...
  2. Nadie respondió. Tal vez nadie se atrevió a responder. Iban pertrechados sus militares con armas y armaduras y, como grupo, superaban ampliamente en número al comandante. Podrían haber acabado con él en el acto, o encarcelarlo. Obligarlo, en definitiva, a cumplir sus órdenes. Pero era su rey y habían jurado seguirle, un soberano que contaba con su lealtad, su respeto e incluso su amor. A pesar de todas las demandas agotadoras e irrazonables que les había hecho, y de las airadas frustraciones confesadas en susurros los unos a los otros, aquellos hombres dudaron ante la idea de una abierta desobediencia. En cambio, algunos de ellos —soldados duros, aguerridos y a menudo brutales— se deshicieron en lágrimas.

  3. La cosmovisión chamánica del orín de renos y del muscimol dixo...
  4. Se entra en cada edad de la vida como se entra en un cambio de clima, en una nueva estación. El calor o el frío llegan de un modo al que tardamos un tiempo en adaptarnos. Hay esos entretiempos confusos en los que nunca acertamos con la ropa: optamos por la manga corta y pasamos frío, escogemos la manga larga y pasamos calor. Así aprende el ya no joven a ser adulto o el ya no adulto a ser viejo: con torpezas; con resfriados y sofoquinas. Porque a veces nos empeñamos en seguir siendo jóvenes, pero pasa, también, que porfiemos en ser mayores antes de tiempo.

  5. Jorge Alay Ladreda dixo...
  6. El punto de inflexión de la historia llegaría al final. Era una culminación, algo que sería necesario incitar para que retrocediese ‒¿o quizá para que avanzase?‒. Mirar fijamente a una invisibilidad cegadora: esa era la cuestión. Una oscuridad animada que se aproximaba a él a través de un campo de calabazas sumido en la penumbra.



    Había sido un sueño exquisito en su horror. Al regresar, unas noches después, los bordes de su luminosidad sin luna permanecían intactos. Después de eso sólo un sueño frívolo, durante más de una semana. Seguía sin escribir nada. Para el momento de la tercera aparición estaba totalmente descompuesto, reducido a jirones negros por el delirio, desgarrado por la negligencia. Despertó en un caos sudoroso de sábanas enredadas y recuerdos obstinados. Presa del pánico, intentó retenerlo, aunque ya era demasiado tarde.



    Los detalles se habían erosionado hasta convertirse en un núcleo febril de urgencia inarticulada. Aturdido, comprendió que el único sentido de su carrera ‒y por ende de su vida‒ estaba enterrado en las ruinas de una pesadilla sin explorar, ahogado por la confusión y un miedo creciente. Todo lo que alguna vez había querido decir le había sido susurrado, pero había desperdiciado aquel inestimable don en el olvido. Un trozo irregular de inexistencia le había sido arrojado a través del desierto de la noche límbica. Con cada ciclo de recuerdos, aquello se retraía aún más tras una estela de códigos de referencia inescrutables. El extraño relato que le habían ofrecido se había reducido a una historia de fantasmas sin hilvanar, degenerando a cada minuto en un parloteo sin sentido, envuelto entre rumores de secretos prohibidos.



    Nadie podría confundir su vida con otra cosa que no fuera una catástrofe fútil y lenta. Su carrera literaria había sido un aborto parcial de singular crudeza. Los fragmentos que de vez en cuando emergían, aún convulsos, no tardaban en expirar entre gemidos patéticos. Ahora todo se derrumbaba por completo.



    Visto fríamente, en el morboso resplandor del amanecer, de repente pareció evidente que las botellas de whisky vacías y los ceniceros rebosantes eran los restos de un ritual olvidado. Había sido una invocación del todo incompetente. Si se repetía de forma mecánica, se estropearía aún más. La alternativa era hacerlo bien. Como recordatorio, pegó una nota adhesiva en la pantalla del ordenador con una única palabra: Invocar. Y se fue a la cama. Sus sueños fueron discretos, como si estuvieran sepultados.



    Satanás no tenía nada que ofrecerle, a no ser indirectamente y de forma muy poco convincente. La inspiración luciférica no lograría prosperar. En cambio, el Príncipe Oscuro, desplomado en una lasitud reptiliana en el trono de la perdición, y manifiestamente aburrido por la conversación desde el primer momento, se limitó a burlarse de su apego a las ideas convencionales. Un pie con garras se escabulló momentáneamente entre el montón de cráneos apilados. «¿De verdad has sacado tu lista de contactos de una novela de Willy Sifones?», susurró el viejo Señor del Engaño con lánguido desprecio. No había nada más que decir.

  7. Jorge Alay Ladreda dixo...
  8. Era un circuito que lo bloqueaba. Para acceder al nombre, necesitaba saber a quién llamar. Toda su nube impregnada de incienso y drogas extrañas chocaba contra un dique de silencio. El callejón sin salida de cada noche desperdiciada; y lo único que importaba estaba cada vez más lejos, más recóndito en el palimpsesto entrecruzado de la memoria. El misil no interceptado del olvido alejándose de su vida, siguiendo un rumbo impensable.



    «Necesitas ayuda», le dijo el joven en la calle, ofreciéndole un panfleto toscamente impreso.



    «Jesucristo es tu salvador —leyó él, pronunciando las palabras con cuidado—. Creo que no.»



    El evangelista callejero lo observó durante unos segundos interminables, sin decir palabra.



    «¿Qué es lo que buscas?», preguntó finalmente.



    «¿No lo ves? —dijo él riéndose. Había un punto de histeria en su voz, todavía sumido en la decadencia mental del insomnio—. Estoy persiguiendo al sueño.»



    «¿Le darías la espalda a la paz?», insistió el joven con tristeza.



    «Si tan sólo supiera dónde está la espalda, me tiraría de cabeza…»



    El abandono de toda esperanza lo llevó a dar paseos largos y sinuosos por el campo. Una sensación mecánica y estúpida emborronaba la condenación de los nombres desconocidos. El otoño lo envolvía en la bruma y en una mohosa infertilidad. Iba arrastrándose sin propósito entre las hojas podridas.



    Para cuando llegó al perímetro distante, todo se había ido al traste. El día, el año y su existencia entera se desmoronaban a la vez. La luz se había reducido a un juego de sombras. Miró de reojo y, sobresaltado, salió de su ensoñación con un repentino reconocimiento. Este era el lugar. Su familiaridad lo dejó embelesado. La comprensión fue instantánea y lo absorbió todo. A medida que se abrían las puertas, el recuerdo lo inundaba y se hacía indistinguible de la percepción. De repente, de manera inesperada, había llegado el momento.



    La escena regresó y era cautivadora. Cada detalle se ensamblaba a la perfección. Avanzó despacio, pero sin vacilar, hacia lo que una vez pensó (una vez soñó) que sólo podía ser una pesadilla. Había una porción arrancada de su mente que coincidía con un agujero en el espacio: como un diente caído, simplemente ya no estaba. Buscó a tientas, lo que significaba dar otro paso adelante. Lo que fuera que nunca llegaría a ser, llegaría pronto. Esa era la única certeza y la penúltima cerveza.

  9. Blake Absenta o el celebérrimo * Roberto Tumbas en todas las resacas dixo...
  10. Otros niegan que Áyax se suicidara y dicen que, como era invulnerable al acero, los troyanos, por consejo de un oráculo, lo mataron con terrones de arcilla. Pero quizá se trataba de otro Áyax.

  11. Y todo allí se fue tornando más y más extraño dixo...
  12. Hoy corremos detrás de la información sin alcanzar un saber

  13. Bimbo dixo...
  14. El pan sube con la levadura.

  15. J. Prends dixo...
  16. ¿Cuánta gente vale la hostia y no tiene una oportunidad?. Si no voy a un puticlub a la una de la mañana no firmo contratos. Ahí si tengo una oportunidad. A ver si tenéis cojones a publicar esto.

  17. Ernst Fake dixo...
  18. ¿A nadie le hace falta uno? Es que me quita el tabaco y se queja de no haya "alvatras cantidades de hada verde"... Jodido órfico

  19. Halloween dixo...
  20. Fíate en la Virgen y no corras

  21. Menelao Virgilio Eiroa Rábago dixo...
  22. Los Reyes Magos son mejores que Papá Noel. Los huevos de Pascua, una birria comparada con el bacalao y el potaje de Semana Santa. ¿Y Halloween? Una atrocidad moderna sin la profundidad del Día de todos los Santos.

  23. Menelao Virgilio Eiroa Rábago dixo...
  24. El Main avanza de frente al sol, al aire, a la lluvia, a la soledad, buscando al hombre, su compatriota actual y coetáneo, con sus días y sus noches difíciles, sus gozos y sus enfermedades, hombres que también conocen la soledad

  25. Menelao Virgilio Eiroa Rábago dixo...
  26. Me basta con dejar constancia de que en uno de esos pendulares extremos -ni más ni menos importante, desde el punto de vista de su autenticidad- habita el apunte carpetovetónico: como un pajarraco sarnoso, acosado y fieramente anglogalicioso

  27. Bruja Avería dixo...
  28. Me encanta el otoño. Significa que se acerca Halloween, mi fiesta preferida. Creo que me gusta tanto porque esa noche puedo convertirme en otra persona, o en otra cosa. Es el único día del año en el que no tengo que ser la chica de barbilla puntiaguda que realmente soy.

  29. El Heterodoxo dixo...
  30. Ante las herejías, los nuevos modos aconsejan una conducta que antaño hubiera resultado escandalosa: no darse por enterado. Nada más fácil después de 18 años. A mí, personalmente, no me cogerá de sorpresa.

  31. Don Juan dixo...
  32. Yo tuve en mis primeros años una vieja criada que, cuando no podía dormir, me hacía cosquillas en la pijita y los cojones o incluso me chupaba suavemente la pija. Incluso recuerdo que un día me puso sobre su vientre desnudo y me dejó un buen rato allí. Pero, como esto ocurrió en una época muy lejana, sólo me acuerdo vagamente.

  33. Don Juan dixo...
  34. Mis ojos no podían desviarse de su desnudez. Veía, en el lugar donde su bajo vientre se unía a sus muslos, una protuberancia extraña, una gran mota en forma de triángulo sobre la cual se veían algunos pelos rubios. Casi en el punto en que los muslos se unían, la mota era compartida por una gruesa raja de cerca de tres centímetros y dos labios se abrían a derecha y a izquierda de la raja. Vi el punto donde terminaba esa raja cuando mi hermana se esforzó por levantarse.
    Es probable que no tuviese idea de su desnudez, ya que de otro modo se habría bajado primero la ropa. Pero, bruscamente, abrió los muslos juntando los pies. Entonces vi cómo los dos labios cuyo comienzo ya había visto cuando tenía los muslos apretados, continuaban para unirse cerca de su culo.
    Durante su rápido movimiento, había entreabierto la raja que, en esta época, podía tener de siete a ocho centímetros de largo; durante este momento, yo había podido ver la carne roja del interior, mientras que el resto de su cuerpo era de un color de leche. Hay que exceptuar sin embargo la entrepierna que, cerca de los labios, era un poco roja. Pero esta ligera rojez procedía, sin duda, del sudor o de los meados.
    Entre el final de su coño, cuya forma era bastante parecida a la de la raja de un albaricoque, y su culo, había una distancia de algunos dedos. Allí se encontraba el agujerito huérfano, que se me apareció en el momento en que habiéndose vuelto mi hermana, me tendía el culo. Este agujero no era mayor que la punta de mi dedo meñique y tenía un color más oscuro. Entre las nalgas, la piel estaba ligeramente roja a causa del sudor provocado por el calor de este día.

  35. Don Juan dixo...
  36. Se descubrió completamente el glande, sacudió la polla para hacer caer las últimas gotas, dobló un poco las rodillas hacia delante para hacer entrar todo el paquete en el pantalón y, al mismo tiempo, soltó un pedo claro y sonoro mientras lanzaba un «¡Aaah!» de satisfacción. Entonces se produjo entre las sirvientas un estallido de risas y burlas.

  37. Don Juan dixo...
  38. Sentí cómo mi miembro se hinchaba y, del glande rojo oscuro, brotó una materia blancuzca, primero en un gran chorro, luego otros menos potentes. Me había corrido por primera vez.
    Mi ingenio se reblandeció rápidamente. Ahora miraba con curiosidad e interés el esperma que me había caído sobre la mano derecha, pues tenía el olor de la clara de huevo y también su aspecto. Era espeso como cola. Lo lamí y le encontré un sabor a huevo crudo. Finalmente sacudí las últimas gotas que colgaban en la punta de mi miembro completamente dormido y que sequé con mi camisa.
    Sabía, por mis lecturas precedentes, que acababa de abandonarme al onanismo. Busqué esta palabra en el diccionario y encontré un largo artículo al respecto, tan detallado que cualquiera que no hubiese conocido la práctica la habría aprendido infaliblemente.
    Esta lectura me excitó de nuevo, la fatiga que había seguido a mi primera eyaculación había pasado. Un hambre devoradora había sido el único fruto de esta acción. En la mesa, mi madre y mi tía se dieron cuenta de mi apetito, pero lo atribuyeron al crecimiento.
    Observé, a continuación, que el onanismo se parecía a la bebida, ya que cuanto más se bebe más sed se tiene…
    Mi pija no dejaba de mantenerse erecta y yo no dejaba de pensar en la voluptuosidad, pero los placeres de Onan no podían satisfacerme eternamente. Pensaba en las mujeres y me parecía una lástima desperdiciar mi esperma pelándomela.
    Mi pija se hizo más morena, mis pelos formaron una bonita perilla, mi voz se había vuelto profunda y algunos pelos, aún microscópicos, empezaban a aparecer encima de mi labio superior. Me di cuenta de que ya no me faltaba nada de hombre, excepto el coito —era la palabra que daban los libros a esta cosa aún desconocida para mí—.
    Todas las mujeres de la casa se habían dado cuenta de los cambios que se habían producido en mi persona, y ya no era tratado como un crío

  39. La historia de Don Juan no puede tener final, y esto, lo digo y lo escribo, es la definitiva y verdadera historia de Don Juan. dixo...
  40. Había perdido el primer set por un contundente 6-2 , y, en el segundo, aunque el saque le correspondía, ya se había descolgado de su rival, que caminaba sin vacilaciones hacia el triunfo. En los descansos entre juego y juego, nuestra tenista se quejaba de una dolencia cuyo nombre no llegaba a pronunciar, de un escozor lacerante que no la dejaba correr por la pista y devolver convenientemente las bolas. Entre el público comenzaron a cruzarse conjeturas, hipótesis, disparates diversos sobre el mal que entorpecía su juego. Sólo yo, que he seguido su carrera a través de las pistas de cuatro continentes (porque en África nuestra tenista nunca disputa torneos, temerosa de la raza negra, a la que considera, creo que erróneamente, más lúbrica que las demás), sabía cuál era la razón de su escaso rendimiento.
    Bajo la faldita plisada, bajo las bragas sudorosas y ceñidas a las nalgas, nuestra tenista padecía un herpes de coño, que es el herpes más molesto de cuantos existen. Si me calzaba los prismáticos en los descansos entre juego y juego, podía vislumbrar, en la cara interna de sus muslos, una zona de piel escareada, preludio de una insufrible picazón. Nuestra tenista, antes de que el juez de silla ordenara la reanudación del partido, apuraba el tiempo para abanicarse el coño, para darse friegas y masajes, para humedecerlo con paños mojados, todo ello por encima de las bragas, porque los reglamentos del tenis internacional prohíben la exhibición de partes pudendas. El coño de nuestra tenista, que yo sólo conocía por referencias, arrastraba estos picores desde principios de temporada, y todos los esfuerzos de su equipo de masajistas y médicos habían sido en vano: nuestra tenista se había probado bragas fabricadas con los materiales más dispares (desde la licra al algodón, discurriendo por la seda y la estameña), se había untado con pomadas y linimentos, incluso se había hecho depilar el pubis, en prevención de posibles infecciones capilares, sin resultado positivo. Ahora, en el partido final de este importante torneo, nuestra tenista estaba padeciendo un auténtico calvario: sus saques se estrellaban en la red, sus restos excedían las dimensiones de la pista, sus voleas y reveses resultaban inofensivos, y sus passingshots, esa arma antaño arrolladora, de tan tímidos y femeninos, apenas si inquietaban a la adversaria. Cuando concluyó el partido, después de la entrega de trofeos y del protocolo establecido, nuestra tenista se internó en el corredor de vestuarios con una expresión abatida, al borde del sollozo. Algunos periodistas atribuyeron este desconsuelo a la derrota, pero sólo yo sé su verdadera causa.
    Probablemente, mientras escribo estas líneas, nuestra tenista ya se habrá despojado de las bragas, se habrá metido en la ducha, y con un gesto de alivio y liberación, se estará frotando el coño con una esponja, en medio de una cascada de agua, rascándose el coño con efusivo empeño, en una lucha soterrada con esos picores tan pertinaces. A pesar de este impedimento, nuestra tenista sigue siendo la número uno.

  41. Aparcando detrás del orfanato dixo...
  42. El coño de las menopáusicas
    Ese coño tiene la ventaja sobre los otros de no quedarse preñado, pero tiene el inconveniente de la nostalgia, el sambenito manriqueño de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
    Yo, que he frecuentado el coño de las menopáusicas, yo, tratadista del coño a quien asiste un argumento de autoridad, he de resaltar aquí las virtudes de este coño por encima de su tristeza intrínseca. El coño de las menopáusicas es un coño esmaltado de flujos, prolijo de recovecos, que, de repente, recupera su niñez primitiva, y esto es traumático para su propietaria, que, de pronto, se siente inservible y quiere extirparse todas las vísceras genitales. El coño de las menopáusicas, ese coño que ya no volverá a menstruar, guarda en su capilla interior un coágulo de sangre que le sirve de reliquia y recordatorio. El coño de las menopáusicas, huérfano de flores rojas, necrófago de sí mismo, aprende a convivir con una esterilidad que no entorpece sus orgasmos, e idea argucias para resucitar o rejuvenecerse. La menopausia es una vuelta a la infancia, una vuelta nada inocente, desde luego, puesto que quien regresa es una mujer zurrada por los desengaños de la madurez. El coño de las menopáusicas debe aprovecharse de ese retorno ficticio y saborear la impunidad que proporciona el pecado sin castigo ni penitencia. Todas estas reflexiones procuro inculcárselas a mis amantes menopáusicas, para restar dramatismo a nuestras fornicaciones y rodeadas de un cierro prestigio transgresor. Entro en el coño de las menopáusicas sin precauciones, rebosante de semilla, y me voy yendo en larguísimas vegadas, entre esos cuatro labios un poco ásperos (con la menopausia, llegan las asperezas) que añaden al placer un estigma de dolor apenas perceptible. El coño de las menopáusicas es un guante de forro algo picajoso y, sin embargo, benefactor, un coño inútil para la procreación, y, por lo tanto, más bello que los otros, puesto que utilidad y belleza siempre anduvieron reñidas.
    A mis amantes menopáusicas les ablando las asperezas del coño con mucho acopio de saliva.
    Soy el taxidermista de sus coños, el restaurador de ese animal que todavía late, a pesar de haberse desangrado.

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