Anglogalician Cup |
La metáfora definitiva sobre la crisis de los cuarenta, para mí, está consignada en esa película prodigiosa e infravalorada que es Pat Garret & Billy the Kid, de Sam Peckinpah. Si no la entiendes sólo tienes que esperar. Un día cualquiera, mientras aún mascullas para ti mismo que todo va bien, comprenderás de pronto que te has convertido al tiempo en los dos personajes principales (que como todo el mundo sabe son sólo uno). Verás entonces, en un instante congelado, que las fugas hacia delante llevan al desastre, cuando no al ridículo, y que las retiradas estratégicas no conducen ya más que a la infamia. En todo caso, el tema será la huida. No el de la película, el de la vida. Siempre lo es: el plan de fuga, su casi inevitable fracaso, la quimera de su éxito posible, el amargor del no intento. Siempre lo fue: simplemente, después de los cuarenta engañarse al respecto es ya imposible.
Y aunque tal tema ha punteado de modo endémico la historia del arte desde el romanticismo, ha sido el Rock&Roll, es decir, el pop en su expresión definitiva, inflamable, aparentemente perecedera y adolescente, la manifestación artística que más ha hablado de tal fuga. Porque el pop rechaza y corre. El pop cree y seguirá creyendo para siempre que la fuga es posible, y por ello gran parte de su danza terrible culmina en símbolos que la representan. O empieza en ellos.
Así, los infectados por ese virus anglófilo y patético, por ese residuo del romanticismo feroz que es el pop en su versión más instintiva y gutural, tenemos también más posibilidades de seguir intentando escapar a edades tardías, a trompicones. O de sufrir, agudizada, la nostalgia de las vidas posibles que malogramos en el trayecto. Educados en el paradigma de la huida como triunfo, como posibilidad efectiva, hijos pródigos vocacionales sin vuelta atrás, la repetición en la que acaba encallada la existencia común se nos hace a menudo intolerable. Lo digo con frialdad, porque es un hecho frío: frio como un niño miope que atraviesa una invisible puerta de cristal.
Pienso en ello esta tarde desapacible, mientras observo una vez más esas dos fotos de Iggy que me fascinan, con una punzada de envidia que aún recuerda al deseo. Y pienso que no en vano Iggy se apellida, por decisión propia, POP. Nada es gratuito en el mundo de los sueños.
La primera imagen es el símbolo cerrado y total de ese deseo de fuga en positivo del que hablamos: la iguana veinteañera surfea sobre la crew, empapada en mantequilla de cacahuete, a torso desnudo, con guantes plateados de un futuro de mercadillo, refinando para siempre una versión postnuclear del Moises que abre el mar rojo para una legión de runaways; de Cristo que señala hacia un mundo nuevo mientras el sueño de la contracultura se cae, en torno, a trozos y es dinamitado para siempre.
Ese guía sexualmente ambiguo e hiperpotente que camina sobre una ola humana hacia la orilla es esencialmente una imagen polisémica; una redefinición –una fijación más, especialmente precisa- de la liberadora pesadilla dionisíaca. En ella confluyen ríos mitológicos gemelos, tradiciones inmemoriales pero reconocibles: nada ha de envidiar a los Dioses, que como él son arquetipos ajustados de un sueño primigenio y no dominable por la razón.
Como imagen arcana de sí mismo, Iggy ha viajado desde el trailer park hacia la inmolación ritual que implica el éxito, pero al tiempo dista mucho del icono nihilista que algunos han querido ver en él: es en realidad un hippy de libro con corazón de bomba atómica, una versión actualizada de un arquetipo colectivo y pseudoconsciente, el príncipe renovador y al tiempo aniquilador. Es una versión, eso sí, contagiada por ese optimismo natural, cerril, definitivo, que se da en los americanos a menudo porque es la paradójica esencia de su cultura. Quiere otro mundo y lo quiere ahora y está convencido de que queda a un pico de distancia, allí. Aquí. En la playa, en la última frontera de la que acababa de volver con el oceánico y ácido Funhouse bajo el brazo.
La segunda imagen es menos evidente, pero más importante para mí. Está tomada por una novia, Esther Friedman, y retrata a un Iggy distinto, pese a que ni siquiera ha transcurrido una década. Al borde de un mar egipcio, la iguana mira de reojo desde una silla, mientras un barco de vela latina, antiguo como el mundo, cruza el plano. Encuentro mejor, en ella, al deseo de mí mismo, quizá porque junto al abandono contiene también algo consciente y reflexivo. Está ahí gran parte de lo que hubiese querido ser y no sé si he sido. Está también uno de los finales de ese viaje que Iggy afirmaba posible y al que apuntaba, cuando levitaba en una ola de carne sudorosa: un hombre solo frente al mar, el extraño triunfo de haber sobrevivido, el olvido, los lugares perdidos donde uno no es nadie ni lo necesita, la sonrisa apuntada sobre la cicatriz, los sueños vagos. El hombre que ha conseguido huir y que acarrea las cojeras que lo guiaron hasta esa estancia, a medio camino de la vida. ¿Era esto el éxito? Si se lo considera como via crucis, muy probablemente sí.
A mí me faltó empuje para ser todas esas cosas, o alguna de ellas, y sin embargo a mi modo, como todos, he acabado siendo la segunda: el hombre solo frente al mar al que una novia fugaz roba una foto. Pero me falta el mar. Miro en torno: diez mil confiterías en el ágora del patio de vecinas. Una ciudad que sestea harta de empanada, un escritorio sepultado en libros que vampirizo tratando de escribir yo mismo un libro. Ese es mi mar, parece. Desde su orilla multiplico el error de la creación, pese a que lo que la vida demanda, lo sé, es el cero, el alegre zen de la carne abandonada, las playas desiertas de un futuro donde explicarse sea ya innecesario.
Polisemia intravenosa
El pop puede ser ocasionalmente narración, sin morir, pero es esencialmente código, especialmente en su vertiente menos narrativa (en canciones como, digamos “Penetration”, por citar una de The Stooges, paradigmática). Sus escenas son arquetípicas e intercambiables, aluden a la rebeldía primigenia y son consignadas mediante fórmulas largamente gestadas, por mucho que se quieran nuevas. Son un rayo que viene de muy lejos, aunque no dejan de ser un rayo que te derriba.
El pop es, sí, un tipo complejo de código fuente intrahistórico que atraviesa y sintetiza mitologías y lo hace a través de la imagen, del slogan y, sobre todo, de la canción. En otros sitios he hablado ya de mi fascinación por ese elemento, la canción, que arranca siendo casi un grito unicelular y milenios después permanece en todo su esplendor, compitiendo con el libro como tecnología punta humana definitiva. A menudo he argumentado que sólo una eficacia extrema ha permitido esa lozanía antinatural, esa permanencia. Y es su condición de código la que lleva a tal eficacia. El pop permite comprimir líneas de idea humana de siglos de recorrido en píldoras de tres minutos sin que la esencia se degrade en el proceso. Es una transmigración ejecutada por niños en sótanos desolados y representada por instinto. Es una alquimia tecnológica, una nanotecnología a grito pelado, también. Ese código al tiempo crea las canciones y viaja en ellas. Las canciones, en efecto, pueden parecer extraordinariamente simples para unos y ser percibidas como terriblemente complejas por otros, pero ni la ceguera de los primeros ni la excesiva reflexión de los segundos les impedirá experimentarlas como una explosión, un rayo, una ceguera: es decir, como la sobredosis de iluminación que provoca una inyección masiva de código.
No se trata, pues, de un método de aprendizaje, sino de un modo de conocimiento inmediato no lógico. Sabemos, sin necesidad de explicárnoslo, que en un gruñido y un giro de cadera de Iggy hay más información sobre la sexualidad de la que jamás te transmitirá el padre más comprometido con la causa. Notamos, sin intermediarios, que en el ritmo que abre “Waiting for the Man”, antes aún de que irrumpa la voz, hay más información sobre la droga de la que jamás te transmitirá una historia universal de la mandanga. Reconocemos sin lugar a duda que en cualquier buena canción de carretera está todo lo que el guerrero joven debe saber cuando sale, ritualmente, de los pobres límites de su tribu para transformarse en hombre. Podría seguir eternamente poniendo ejemplos de esa evidencia común y social, de esa huella antropológica viva. El pop permite saber, con los desastres que eso conlleva; adquirir sabiduría eterna en un mundo que se esfuerza en olvidarla y en borrarla para siempre. Y saber ahora, y saber ya. De ahí el regusto a éxtasis. Siendo así, se constituye también en uno de los elementos más acabados de lucha contra la muerte que conozco. O al menos contra el recuerdo de la muerte, que es lo mismo.
Cuando fichó por los Stags |
Frente al espasmódico baile de la polisemia, claro, puede ponerse ejemplos casi opuestos, o al menos mixtos, que no dejan de ser pop. Cale y Reed, por ejemplo -desde la Velvet Underground hasta, por ejemplo, ese disco clave que es Songs for Drella, donde rinden homenaje a su mentor Andy Warhol- pretenden defragmentar el código al tiempo que lo acuñan, pero sólo lo consiguen en lo musical. En lo lírico retornan a una narrativa mucho más llana y tradicional. Una narrativa espléndida sin duda, pero que pretende ser más refinada que el aullido y sólo consigue ser hasta cierto punto más cínica. El código, hay que recordarlo, está consignado más en cómo se dice algo que en aquello que se dice, porque aquello que se dice no varía a través de las épocas. Es normal, en todo caso, que Reed y Cale homenajeen a Warhol, que es un teórico muy lúcido del capitalismo salvaje, y el hecho confirma que ambos pertenecen a una dinastía distinta a la de Iggy. Por mucho que coincidencias no falten, por mucho que a menudo parezcan descender por el mismo stream de vicio frío, Iggy será siempre un Pan, un dios primigenio y priápico, un Dionisos que cree en la existencia real de la playa final de la victoria. Lou, por su parte, no cree en nada, y acabará adecuadamente encharcado en zen después de sembrar el cancionero más nihilista que se recuerda. Cale probablemente crea en sí mismo y en Dylan Thomas, por ese orden. Son (gloriosa) carnaza post Freud, un tipo al que la Iguana ni conoce ni conocerá.
La fuga está en ellos, también, claro, pero de un modo más pensado y racional, que casi podría encabezar un ensayo, como cuando Lou canta en “Small Town”:
There’s only one good thing about a small town
There’s only one good use for a small town
There’s only one good thing about a small town
You know that you want to get out
When you’re growing up in a small town
You know you’ll grow down in a small town
There’s only one good use for a small town
You hate it – And you’ll know you have to leave.
ENSAYO Y LOCURA
Si el pop es encriptado, síntesis, transmisión histórico-mitológica, dique contra la muerte, liberación, lucha contra la locura a través de un chip consignado en un espasmo, existe su opuesto casi exacto: el ensayo literario. El ensayo, pura labor de desencriptado y explicación de lo inefable: no hay nada más irracional bajo el sol. Su aura de legalidad, razón y sistemática es un chiste sardónico.
De todos los géneros literarios, en efecto, el ensayo es el más peligroso para quien lo manipula. Quien lo recibe, en los casos mejores, apreciará en él una aclaración de la vida, un esquema lúcido que ilumina senderos antes oscuros y hace más claro el camino de ida (hacia la playa) y de vuelta (de la playa). Una ficción, en fin, que hace que la vida, por un instante, parezca tener algo de cartesiano. El que lo escribe, sin embargo, trabaja por extracción. Toda la claridad que dona le es extirpada. Todo el orden que consigue o inventa para los demás se convierte en desorden para él, se le cobra en salud mental. Los desafíos a la esencia natural no pasan sin precio. Y el desorden, ya se sabe, tiene formas diversas: la lucidez es una de ellas. La lucidez organizada es el hueco que queda después del desafío, una gran sala diáfana perfectamente vacía de ser.
Asi, el pop es en gran parte síntesis que evita la locura, un modo eficaz de trabajar con lo inefable, mientras el ensayo es un intento de explicación que se acerca peligrosamente a esa locura. Hace tiempo que comprendí, y eso me sorprendió al principio, que aquello del caballero que enloquecía por leer demasiados libros de caballerías no tenía nada de chanza. El ensayo es, a menudo, una puesta en limpio de ese progreso hacia la disolución mental, aunque rara vez pueda percibirlo el lector. “(…) y comprendiendo, comprendiendo, iré a parar al manicomio”, dejó escrito Stephen King. Él se cuidó bien de mantener en sus libros el misterio intacto, de no intentar un destripamiento que al final termina por ser siempre el propio.
“En algún momento de mi vida llegué a la conclusión”, escribí hace poco, en esa línea, “de que el misterio no se debía desentrañar, porque eso lo desactivaba; la conclusión de que el misterio era efectivo sólo como tal y de que solucionado se disolvía, cesaba su efecto (por lo general benéfico) y su desaparición nos dejaba para siempre una sensación indefinible de orfandad. Más adelante he llegado a una conclusión distinta, que anula la anterior o la convierte en mero paso intermedio: no es que el misterio no se deba desentrañar, es que NO SE PUEDE: cualquier supuesta caída del velo es sólo una puerta a un misterio mayor. El hombre sensible pronto deja, pues, esa sensación de orfandad para abrazar el campo superior y más incognoscible en el que aquel misterio supuestamente rematado se contenía. Es vivir EN el misterio (como hacen de modo permanente los animales, o eso espero) lo que nos aporta algún tipo de plenitud. La ilusión de resolverlo es apenas una degradación burguesa que juzga que la forma es la esencia; la estúpida confusión de la luz con un crucigrama. Es por eso también (aunque esto son simples y miserables daños colaterales) que determinados fingimientos de misterio creados por nosotros -digamos, por ejemplo la religión o la realeza de sangre (que en el caso de los cristianos son lo mismo)- pierden por completo su efecto y su poder cuando tratamos de racionalizarlos y explicarlos a lo que torpemente consideramos ‘el hombre común’ (¿hay alguno no común?); cuando intentamos adaptarlos a nuestra época de supuesta racionalidad, despojándolos de su esencia no explicable, pero sí vivible. Digo ‘fingimientos’ porque efectivamente hay, al menos dos tipos de misterios. Uno, el preexistente, otro el creado artesanalmente -aunque sea creado con guijarros y ramitas procedentes de lo desconocido-. Quizá sea, paradójicamente, este segundo, esta recreación infantil y cruenta, la que más interés tenga para el que se comienza a preguntarse al respecto”.
Ignorando esta evidencia, que apunta al pop y a la vida esencial, el ensayista prosigue su autodestripamiento sin hacer caso a nadie. Al principio la cosa parece simplemente tediosa. Lectura, saturación, acumulación de referencias, síndrome de rata de biblioteca. En algún momento posterior, en cambio, deviene extrañamente mágica, en esa fase que yo he llamado “todos los libros el libro” en la cual cualquier cosa que uno lea remite al trabajo que se intenta; cualquier imagen que uno vea ofrece una conexión profunda y misteriosa con el tema y casi cualquier movimiento de la vida misma está hilado con la obra.
Es sin embargo la fase intermedia entre ambas la más peligrosa: una temporada de disgregación mental en la que las ideas brotan como quistes líquidos, demasiadas para reconducirlas, y descienden como lava fría, separándose en lugar de unirse. Ese enramado que crece hace que uno mismo de desintegre, lentamente, amenazado por el mundo del arquetipo y el sueño. En esa fase no sólo fluyen las ideas, las conexiones más o menos refinadas que prevén la fase tercera: es también la temporada alucinatoria. Yo, por ejemplo, tengo últimamente una visión recurrente, durante la vigilia: veo a un tucán gigante con hermosísimos ojos de vaca que parpadea lentamente, una y otra vez, plantado frente a mí en una eterna planicie amarillenta. ¿Significa algo? Con total seguridad sí, pero el Tucán de la planicie no puede ser tratado con la lógica del ensayo. Sólo puede ser tratado con la ilógica del pop. Es un elemento de pop mitológico/onírico/irracional que brota en medio del pensamiento organizado, como si la vida misma se rebelase ante un intento de clasificación que va contra ella y su esencia. Algo de pastor hay que tener para evitar la dispersión de ese rebaño que es uno mismo. Para no entregarse al tucán.
Remedios caseros
De las pocas cosas buenas que he encontrado, en todo caso, en esta crisis al modo Peckinpah, en esta comparativa entre exabrupto pop y ensayo de combate como hermanos enfrentados que es metáfora de la propia vida, una es la comprobación de que un veneno puede rebajarse con otro, obteniendo un equilibrio precario pero cierto.
“¿por qué cantamos?”. A la espera de soluciones a esa pregunta que me ronda a diario, me he dedicado yo mismo al canto, en ratos libres, y he redescubierto su esencia curativa. También he descubierto que después de décadas de esclavismo pop, uno obedece de modo inconsciente a impulsos contrapuestos y a dinastías diversas. Escribí, por ejemplo, una canción que se llamaba “New town”, y que, revisada, no deja de ser un intento de acercarse al citado “Small Town” de Songs for Drella. Mutada, si se quiere; inferior, si se quiere, pero idénticamente narrativa y no simbólica. Conectada también con un viejo poema mío que garabateé, acaso previendo esta cruenta masacre de la mediana edad:
A la que te descuidas un par de décadas
el pueblo pequeño te ha heredado
y ha obrado en ti todas las
reformas necesarias
para que no salgas ni regreses jamás.
Nunca otra vida.
Ha tirado los muros de carga.
Y ha visto caer todo menos la fachada.
Y el interior se ha cubierto de gato sobre
la viga podrida, las latas,
la zarza, los bricks,
el correo bancario, el óxido de orina
y la perplejidad de un sueño a
letra diez, con mucho grano.
Los niños que miraban por la reja
se han ido volviendo viejos fracasados
y bailan en nebulosa marcial y somnolienta
como una vía perezosa de leche desnatada.
“Nunca otra vida”, se dicen.
“¿Para qué la querría?”, se contestan.
Y detestan la palabra sin entender la idea,
palpando, con las encías apenas, algo luminoso
embarrancado allí en recuerdo de todas las galaxias
prometidas.
Sin rastro, sin señal, ajeno,
ni más indicación que un aliento al fondo con
voz nadando en sombra,
así irás,
dorado y ya de polvo, quieto
como un patio de agosto contempla
una palabra.
Nunca otra vida,
susurran entre sí las fuentes y el
agua que se bebe.
Nunca otra vida, dicen los camareros
agradeciendo la propina que hoy has
vuelto a dar, honradamente.
A la que te descuidas unos veinte años todo
ha cambiado y sigue igual
y eres tu pobre padre
para solaz de las funcionarias que inventaron el sarcasmo
y para placer de los poetas futuristas del rebaño
y para alborozo de todos los amantes iletrados
y todas las matronas ahorradoras y fóbicas
y todos los fabricantes de zapatos.
Según su sencilla palabra se ha hecho en ti,
e igual que las termitas en palacio
el pueblo pequeño ha sido
(cruel, indiferente y)
soberano.
Escribí otra canción, en cambio, que era casi su opuesto heroico. Me la inspiró mi amigo R., que, barrial e intoxicado como era, no difería tanto de Aquiles o de la Iguana. Uno de esos héroes del Rock&Roll preconsciente que todos hemos encontrado y querido. La última vez que lo vi me contó que había tenido un hijo, y sospecho que ya no se dedica a saltar por los tejados de Madrid, pero yo lo conservo en ese ámbar de distorsión, reinando sobre la barra de tugurios cuyo nombre perdí.
E igual que esta, tengo otra que se llama, premonitoriamente, “I Wanna go to the Beach”. Es una canción curiosa, situada al final de un disco, aparentemente menor. Dudo que nadie le haga mucho caso, y sin embargo en ella vive (independientemente de mi voluntad) esa fuga nuclear que nos aqueja. Ese mar como límite del deseo y reintegración.
Iggy no es por supuesto, un elemento aislado. Al contrario, su arquetipo es habitualísimo, aunque no siempre tan bien definido. Pertenece a una línea dionisíaca/chamánica que inmediatamente antes había dado a Jim Morrison y no mucho después nos dio a gente como David Yow (The Jesus Lizard) o Perry Farrel (Jane’s Addiction). Príncipes depravados e idealistas. Mefistofélicos de américa, limpios y suicidas. Rimbauds y Baudelaires simplificados para comprensión de la chusma necesaria. Magos estúpidos de puro sagrado. Hábiles, sin embargo para no aceptar nunca del todo la corona -para seguir en eso más a Dylan que a Jimbo-, porque nada causa más horror a un príncipe que la posibilidad tangible de ser rey. Los reyes son sacrificados: los príncipes, es sabido, viven para siempre.
Cuando jugaba con los Porcos Bravos |
Mitológicamente, Farrel, en concreto, es casi la consecuencia natural del Iggy que apunta a la playa, igual que Iggy es la de Morrison. Como ellos, Perry ejemplifica con nitidez desenfocada un hecho irrebatible: nuestra huida es siempre hacia el mar, real o metafórico. Quizá por una nostalgia del primigenio caldo mitocondrial, quizá porque el último sueño pionero con territorio propio, el americano, el que creo el Rock&Roll, termina precisamente ahí, se estrella contra las olas en el Venice Beach de los heroinómanos. Quizá porque el mar es el símbolo total, vida y muerte, y como decía una amiga “frente al mar no hay nada que decir” (quizá si algo que canturrear, quizá sí algo que bailar). Sueño amniótico, limes contracultural, comunión última con el principio natural, madre magmática… Farrel lo abraza con la risa del loco sagrado y el baile del chamán adolescente, del niño terrible, usando esa voz que un crítico definió una vez a la perfección como de “ángel al borde del estupro”.
Se le podría acusar, sin duda, de usar sin sonrojo la descerebrada naturalidad atlética del surfero: mística barata, drogas blandas y una ficción de libertad tolerada y facilona. Un código simple. De nuevo, hay que rascar un poco para entender que los príncipes no crean mensajes nuevos, sino que portan mensajes antiquísimos y los enuncian con la vivacidad de aquel primer día, cuando el mundo era nuevo. Emiten código, SON, ellos mismos, código. La complejidad intelectual es, desde ese punto, perfectamente prescindible. También inevitable.
Como en mi modesta aportación, en ese “I Wanna go to the Beach” donde sí estoy (uno no está siempre en sus canciones), el código del que hablamos ha sido emitido a menudo desde una playa o desde su deseo. La playa es el triunfo y el fracaso del pop, desde las melodías hiladas de los putos Beach Boys hasta el sagrado “Beaches and Canyons” de Black Dice, donde un viento de átomos barre la playa vacía y definitiva del futuro bajo aullidos de pixel.
Veo a Iggy, hoy, que ya es otro distinto al de las dos fotos y que se ha hecho casi playa en sí mismo: una playa hortera y despreocupada de viejo socarrón y rijoso en bañador, que se carcajea de su propio mundo, del tuyo y de todos los demás, mientras prepara una barbacoa. Pero sigo viendo también otras imágenes de un triunfo tentativo que pasa por el retiro y el olvido. Dylan pescando un pez en la borda del Water Pearl bajo un viento caribe. Shane descalzo en Pataya Beach, desdentado pirata opiómano de fin de semana. Neil Young mirando al agua eterna en ese disco sagrado que es On the Beach. Nikki Sudden subiéndose a los barcos embarrancados en una playa de O Grove, hace un eón. Diez millones de generaciones chocando, enloquecidas y estáticas, contra la línea de costa.
Esas imágenes se suceden en mi retina y en mi oído como un ruido de fondo, una estática, un mar, un deseo. Un deseo de liberación a través de la nada. Tomen pues estas reflexiones deshilachadas como eso, meros apuntes al hilo de un ronroneo lejano, de un oleaje perpetuo que nos llama. Preguntas que no hace falta, acaso, responder, más que con la vida. Hay quien quiere estar aquí para siempre, ser un cyborg eterno, y esa gente tendrá también sus canciones, acaso más maquinales y precisas. Yo, Iggy, Farrel, Morrison y compañía nos conformamos, por ahora, con ser las canciones en lugar de tenerlas. Canturreo, ruido difuso del alma, invocación.
“Investigamos a través de ecos”, escribí también, el otro día. “Es así siempre como empezamos a investigar. Y eso es todo lo que tendremos, al final”.
Ecos son las canciones, ciertamente.
Y eco es el resol de la playa que espera, al otro lado de esta página.
337 comentarios:
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el coño totémico de Wendy O
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odio los números capicúas
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Eres peor que Stone Roses.
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15 de abril de 2018, 10:28
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O' Scarecrow
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15 de abril de 2018, 10:30
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O' Scarecrow
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coronel George Taylor
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Jack Wilson
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Nihil Moriarty
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Fiódor Underwood Crisóstomo Kincaid (FUCK)
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La verdad no importa a nadie
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el último superviviente de una ruleta rusa de drogas
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No es como lo cuentas
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para estar en el room (privado) de una discoteca con putas, bebiendo, fumando y follando en el baño sí que tienes todo el tiempo del mundo
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Entonces las pelotas de David Yow fueron admiradas en todo el mundo.
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Mike Barja en colchoneta
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Gargajo
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18 de abril de 2018, 22:10
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Y por esta época, un todavía joven Iggy Pop sembraba, junto a su banda The Stooges, la semilla de lo que sería el punk (y empezaba a consumir heroína, droga de la que se ha desintoxicado ya varias veces hasta la fecha).
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19 de abril de 2018, 22:32
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Usualmente Iggy Pop se percibe como un tipo duro con una actitud (aunque él no lo admita) punk rockera que es apropiada y bien merecida, pero el hecho de que haya aparecido en películas infantiles como “The Adventures Of Pete & Pete” y “The Rugrats Movie” son señales de que al mismo tiempo también esconde un lado más sensible y suave, si se quiere.
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con una dieta de cerveza alemana, vino tinto, pan negro, cocaína y salchicha alemana
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Mr Cinzas
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Soliloquio de medianoche
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División 250
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22 de abril de 2018, 00:12
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El bula matari Tintín, amenazado por un aniota
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Blas Trallero Lezo
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Crítico por amor al Arte
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Charles Ardant Dupiq B'Auverville
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LBQ? es el Aute del blog
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Ignatius
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Ni siquiera he sonreído.
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Leche en tetrabrick
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Casandra Yuggoth
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Stertebeker Mantenfel
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Donde el pop pone el culo a la iguana
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Navegante
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Lord of the fries
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Masayashi Sukita desenfocado
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Jorge Manrique
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Albion KillFoes
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RODILLO
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nitritos de alquilo como el nitrito de isopropilo, el 2-propil nitrito y el nitrito de isobutilo, además del nitrito de amilo y el nitrito de butilo el resultado de la reacción ácido cúprico
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Handicap Salazar
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Ronci
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un desfile de desvirgaciones dolorosas fingidas
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esos ligues empapados de alcohol y con escapes de orina
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el rechazo era una doctrina demoledora y frustrante
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- No intente entender qué pasa. Es un defecto grave
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La Bestia Equilátera
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29 de abril de 2018, 09:36
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Salir de noche
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29 de abril de 2018, 09:40
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Ruta Feniana
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Handicap Salazar
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29 de abril de 2018, 14:58
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Musgo,hiedra,herrumbre,Hope,setas,Invictos
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Barranco
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29 de abril de 2018, 18:03
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Porcobravo Flâneur
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29 de abril de 2018, 18:08
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Odio los números capicúas
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29 de abril de 2018, 18:12
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Música de algo que acecha en la espesura para degollarte.
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11 de maio de 2018, 10:22
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Take no Prisioners
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31 de maio de 2018, 09:00
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Dame pam y pam
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31 de maio de 2018, 09:05
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Iguana con cuchillo Bowie
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12 de novembro de 2019, 11:45
«A máis antiga ‹Máis antiga 201 – 337 de 337 Máis recente › A máis nova»persecución a la carrera por la playa que deviene gracias a los gritos del ciervo y al sonido de la motosierra en verdadera balada proto punk
Yo le dije que cambiara de conversación, pues eran mis amigos, pero él insistió añadiendo a otros disidentes, calificándolos de “mariconcillos de playa”. Le dije que no podía escuchar una cosa así, ya que en Galizalbion era una injuria muy despectiva, a lo que me respondió: “Y además, se lo diré a ellos”.
• • • UN maricón o una prostituta no tienen mayor insulto para una o uno que no lo son que prostituta o maricón.
• • • TODOS los escandaleros son con espejo lo mismo.
• • • EN ninguna parte se ha dicho ni es concebible que dios fuera maricón.
• • • LOS maricones y las marimachos nunca dicen la verdad, lo que es lójico, ya que su reino propio es una mentira de la naturaleza.
• • • SIEMPRE he oído hablar con voz contenida al hombre verdadero; al hombre afeminado, en voz altisonante.
• • • EL hombre verdadero es contenido; el afeminado, aparatoso.
• • • TODAS las marimachos y todos los maricones gritan, son escandaleros.
No pasaré la vergüenza de oírte blasfemar pidiendo una cerveza sin alcohol.
Para salvarse, aquellos a los que se habla no creen, y a menudo no creen ni lo más natural. El hombre no se deja aguar la fiesta por el aguafiestas.
Viajar en tren me produce una satisfacción indescriptible. Allí encerrado— a nada que tenga suerte con el compañero de asiento, o viaje solo— me siento libre, en ningún sitio y en todos, y si por mí fuese prolongaría el viaje indefinidamente. A veces he pensado si para mí la felicidad no se acercará bastante a eso: un compartimento acogedor de tren, y los días y los paisajes desfilando. Necesitaría libros, eso sí, y algunas otras cosas, pero no demasiadas.
Iggy Pop sólo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por culo con tanta saña como la de los otros músicos. Su andar, burlón de gracia y chiste, tiene eso que llaman guapura y que tantos suspiros obliga. Los zapatos van lustrados y arrojan un soniquete que preña de ecos lo oscuro, que nos anuncia su salvaje cercanía. También su turbio origen.
No me gusta la playa: la arena entre los dedos de los pies, los niños chillones, el pringue de las cremas de protección, los juegos de raqueta y pala... y la tortura de ir entrando pasito a pasito en el agua (que todos aseguran que hoy está muy buena o genial) sorteando algas, medusas y preservativos hasta que la olita te alcanza el taparrabos, momento que aprovechas para soltar un suspiro y una discreta meadita en el océano
Cuando suba la marea nos quedaremos sin excusas
tú quédate aquí; sólo cuando me hayas perdido de vista podrás irte también
Siempre empezábamos a beber a mediodía
Porque ya teníamos los huevos bastante negros
Como hacía calor nos liábamos a hostias entre nosotros
Con los luchacos para que volaran los putos días
Cuando volvíamos a casa
Matábamos un par de ciervos a cabezazos.
Cuando unos cuantos pretenden que el rostro común de toda la tribu sea el rostro petrificado de un dogma huye a la playa y pasea por la orilla hasta que encuentres la estatua semienterrada con la antorcha apagada
The Anglogalician es un western. No por iconografía, claro; lo es por ética y por códigos. Un western descarnado que toma personajes con pasado y los coloca ante la posibilidad poética de justificar su existencia en una playa llamada Redención.
-Chúpamela –volvió a decir–. Tengo que correrme.
Es una banalidad, pero es cierto: cuando ya no hay nadie que pueda documentar nuestra vida, cuando ya no hay nadie capaz de contar anécdotas sobre nuestra cabezonería o sobre nuestro mal humor mañanero, cuando ya no hay nadie que nos ría las gracias o se enfade con nuestro mal humor, cuando ya no hay nadie que nos recuerde quién somos y nos anime a ser quien podemos ser, nos derrumbamos y desaparecemos en la primera playa que encontramos
De una entrada tan mala pudimos hacer tres peores.
Una playa menor y un consuelo para tejados.
el carcamal, muñeca hinchable de todos los músicos de su quinta, dice: "si no aterrorizo, no soy Pop".
El 8 de agosto de 1964, tras actuar en Belfast y Londres, lo hacen en Scheveningen, un barrio costero de La Haya, en el Kurhaus concert hall. Era la tercera gira de la banda, convertida ya en la más salvaje de la época y precedida por muy mala fama, prologándose hasta el 22 de agosto. Aunque no era la primera vez que se producían incidentes durante sus shows, lo que sucederá aquella noche superaría todo lo visto anteriormente. Hasta entonces, en el pop nunca se habían protagonizado aquellas escenas: una multitud de jóvenes destrozan violentamente el teatro, lanzan objetos a la policía y una y otra vez intentan invadir el escenario, mientras también «inventan» el pogo. Inicialmente la seguridad del local coloca a varias personas al borde del escenario, que expulsa a todo aquel que se acerque a este. La banda, sorprendida por lo que está pasando, está tocando atrás, al fondo. Luego, cuando la muchedumbre se encoleriza aún más, aparecen agentes de policía ostensiblemente agresivos y dispuestos a enfrentarse a los fans. Todos exhiben sus porras y entonces todo se viene abajo. No ha pasado más de media hora, pero es evidente que el concierto no puede continuar. Hay heridos, botellazos y los gritos terminan por ahogar el sonido de la banda, que se retira. Los jóvenes intentan huir de las porras de la policía lanzándose sobre el público. Antes también lo han repetido una y otra vez. Se suben al borde del escenario y se lanzan.
Es la primera vez que vemos mosh y stage diving, algo que popularizó el punk rock y, años antes, en 1970, un Iggy Pop que en Cincinnati, en medio de la locura colectiva, decide tirarse sobre el público, que sin embargo no lo sostiene, abriéndose un peligroso hueco y cayendo este al suelo. El resultado: un diente roto.
debemos mostrarnos indiferentes ante todo, no dejar que nada nos perturbe, así transcurrirá el tiempo
No resulta cierto que todo el mundo ande detrás de la felicidad. Hay gente que no está dotada para la felicidad, y que lo percibe con una dolorosa y despiadada lucidez. Esos no buscan la felicidad, sino el dar un poco de forma y de estilo a su infelicidad sentados en una playa.
interpreto un convicto que hace de predicador que conoce a una chica que hace de prostituta yonkie. La típica historia de amor
Jesus Lizard era un volcán de rock misántropo totalmente fuera de control en apariencia pero con el método de demolición más disciplinado de la historia del rock. La banda que tus novias detestan y tus amigos músicos escuchan con la boca abierta, tratando de contar los tiempos y fracasando miserablemente.
Es probable que el nombre de David Yow no sea de los primeros que salten al hablar de poesía en el rock o en la música moderna, pero su lírica -saboteada por la imposible dicción del cantante, que suele vocalizar a borbotones, en un gruñido ebrio que se vuelve aún más inentendible por su técnica de cantar tapándose la boca o tapando el micro con la mano- posiblemente no sea de calidad tan evidente para un fan de Jim Morrison o de Iggy Pop o de Lord Orco, ni tampoco es el tipo de cosas que uno cita en un pub intentando seducir un coño, pero es algo de una vitalidad imposible e inaceptable que va a contramano de todo lo que uno pude considerar como lírico.
En esta época estaba desquiciado, totalmente enloquecido. Funcionaba solo a base de mitología
La Iguana y las Reinas de la Edad de Piedra se despidieron y desaparecieron llevándose la magia nocturna a otra playa.
Mientras caen los cocos
De James (Morrison) a James (Osterberg Jr), Iggy se quedó alucinado con el Rey Lagarto en un concierto de los Doors. Lo de la Iguana no viene de Morrison, sino de uno de los primeros grupos de Iggy, The Iguanas, pero le queda que ni pintado. Antes fue The Iguana, y de ahí salió Iggy.
Luego vino Bowie. Vaya historia! La Iguana, el Rey Lagarto, el Camaleón…
LBQ? los cría y ellos se juntan.
Quien controla los medios, controla la cultura
Dijo el esqueleto Presidencial
No firmaré el proyecto
Dijo el esqueleto Vocero
Sí lo harás
Dijo el esqueleto Representativo
Objeción
Dijo el esqueleto Corte Suprema
¿Qué esperabas?
Dijo el esqueleto Militar
Comprad bombas estrellas
Dijo el esqueleto Clase Alta
Hambread a las mamis solteras
Dijo el esqueleto Yahoo
Parad el arte obsceno
Dijo el esqueleto Derecha
Olvidaos del Corazón
Dijo el esqueleto Gnóstico
La Forma Humana es divina
Dijo el esqueleto Mayoría Moral
No, no lo es, es mía.
Dijo el esqueleto Buda
La compasión es riqueza
Dijo el esqueleto Corporación
Es mala para la salud
Dijo el esqueleto Viejo Cristo
Preocuparos de los pobres
Dijo el esqueleto Hijo de Dios
el SIDA necesita cura
Dijo el esqueleto Homófobo
Chupad a los gays
Dijo el esqueleto Patrimonio Nacional
Los negros no tienen suerte
Pensó que a solas podía captar el universo entero;
Pero la única voz que obtuvo por respuesta
Fue el falso eco de sí mismo
Que procedía del precipicio,
al otro lado de la playa
dime entre maraña de gritos tu abandono; di las olas negras y lentas de otra orilla
Callando, se oye el mar que rompe lento en las playas remotas de otros mundos.
La iguana asoma de nuevo la cabeza, observó con su penetrante mirada las diversas capas con que el rey lagarto sucumbió al bacanal de excesos y ella parecía llevar el mismo camino, pero tuvo que enterrarse una larga temporada. No podía seguir el ritmo alocado, demasiado caos a su alrededor no para él, sino para los demás miembros que tuvieron la desgracia de encontrarse con el animal, cruzarse, mirarse o simplemente estar ahí.
James Osterberg debería reciclarse en una nueva piel si quería sobrevivir. Una vida con un lento proceso de restablecimiento. Si deseaba agujerear de nuevo las calles e inundarlas de fuego convendría asistir a un nuevo cambio, su existencia de urdimbre debería de fundirse de nuevo en las luces de neón que le diesen el suficiente camuflaje para poder disfrutar de unas horas de paz. Tras el psiquiátrico, al que estuvo sometido durante una larga temporada, le curase algunas células y añadiese algo al deteriorado cerebro. No se le debe juzgar y menos atacarle de cobardía, no podríamos esperar que tras The Stooges se convertiría en un junkie a tiempo total, sería perpetuar una pantomima incombustible y que le llevaría primero al patetismo y seguro que a la tumba antes de tiempo.
Lo primero era salir del agujero para respirar, cazar, comer, descansar y volver a drogarse una vez curado, para que engañarnos. Cuando vuelva a ensanchar sus pulmones, parte de él se convertirá en una pantomima, siempre deseando estar cerca de otros que le ayuden, dependerá de la sangre como un vampiro que pueda escoger a cuellos excelsos, David Bowie, Ron Asheton, James Williamson… Da igual, la iguana con tal de sobrevivir es capaz de olvidar su pasado, incluso su memoria es la de un pez. Segundo transcurrido, tiempo olvidado.
Ritos con más o menos variaciones se repetían a lo largo del continente, como en el caso de los méxicas, que preparaban un plato llamado tlacatlaolli consistente en maíz y carne humana. En otros lugares como la Polinesia eran más exquisitos y solo se comían el ojo izquierdo, que es donde suponían que se alojaba la inteligencia. Y entre los cafres de Madagascar al parecer se comía el ombligo, pues ahí estaba la sede del coraje. Igual hacían chistes como nosotros con los donuts, sobre que lo más rico era el agujero, quién sabe. En Nueva Guinea lo aprovechaban todo, aunque tenían especial inclinación por los penes, que asaban sobre cenizas. En las islas Tonga se extraían los intestinos y se rellenaban los cuerpos de piedras calientes para asar la carne, mientras que los guaica del Orinoco seguían una tradición común a otros lugares, consistente en carbonizar un cadáver y luego molerlo, ese polvo era posteriormente mezclado con una pasta de plátanos y agua y se bebía durante alguna celebración.
Otras veces lo relevante no está en el proceso de elaboración sino en el propio alimento. El navegante James Cook terminó sus días en el estómago de otros y exploradores y aventureros occidentales en África como Henry Morton Stanley o Byron Khun de Prorok no desaprovechaban la ocasión de incluir cada pocas páginas en sus memorias algún enfrentamiento con tribus caníbales, un peligro más vistoso aunque en realidad menos frecuente en aquellos tiempos que caer enfermo por beber agua en mal estado o sufrir la picadura de algún insecto venenoso. Tampoco faltaron las ocasiones en que se produjo el caso inverso, como en la expedición de Juan de la Cosa de 1505, cuando a falta de más alimentos capturaron a un indio para comérselo hervido. Y el cristianismo por su parte tiene una sólida tradición en lo que a cocción de santos se refiere, desde San Lorenzo a San Juan Evangelista. Por no mencionar los dulces como los llamados huesos de santo o las tetas de Santa Águeda. Pero todo ello no es casualidad, pues al fin y al cabo el rito más característico del cristianismo, la eucaristía, es una forma de canibalismo simbólico: «tomad y comed, este es mi cuerpo» y «tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre».
Las diversas tradiciones culturales al respecto de la antropofagia son infinitas interpretaciones de una misma melodía. También tienen su interés los episodios históricos de grupos aislados por diversos motivos que tuvieron que comer carne humana para no morir de hambre, desde poblaciones sitiadas, náufragos que se comían a algún compañero cuando ya no quedaban más opciones según la llamada «costumbre del mar» o el célebre suceso de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes. También tenemos abundante información sobre los casos de los asesinos en serie recogidos por los medios de comunicación durante las últimas décadas y recreados en películas y novelas. Pero quizá todo ello no sean más que leves aproximaciones, mordisqueos en los bordes, en comparación con un hallazgo relativamente reciente que va al meollo del asunto y que explica el médico Manuel Moros Peña en su muy recomendable y rigurosa Historia natural del canibalismo. Según cuenta, la tribu fore de Nueva Guinea se vio afectada por una extraña enfermedad neurológica que los investigadores comenzaron a tomarse en serio a mediados de los años cincuenta. Tras varios años de estudio descubrieron que estaba vinculada al «mal de las vacas locas» y que se debía a sus costumbres caníbales. Lo interesante es que aquellos miembros que participaron en rituales antropófagos pero no fueron infectados tenían una mutación que fue bautizada como M129V. Era muy antigua, de en torno a medio millón de años, y debió ser favorecida por la selección natural como protección frente a las consecuencias de la antropofagia. Más tarde se descubrió que una mutación similar es compartida por el 63% de la población mundial. Es decir, buena parte de los seres humanos descendemos de antepasados que debieron practicar el canibalismo con mayor o menor frecuencia.
Vuelta a lo básico. Al polvo y a la penumbra. Lejos de los focos.
Esther Friedman llegó a Berlín Occidental como una joven aprendiz de fotografía desde su Mannheim natal en 1974. Venía con su novio, que buscaba librarse del servicio militar en la República Federal Alemana. David Bowie llegó a Berlín Occidental un par de años más tarde para librarse de su adicción a la cocaína y de su vida como estrella del rock en Los Ángeles. Le acompañaba Iggy Pop, que acababa de inventar el punk y era politoxicómano, lo que parece contradictorio y más en una de las capitales europeas de la droga en los 70. Pero en su compañía, Bowie encontró en Berlín lo que buscaba.
"En realidad no sabían que en Berlín se movía tanta droga, aunque lo descubrieron rápido", me dice Friedman, hoy asesora y marchante de arte en Frankfurt y con una exposición en el espacio Hubertushoehe Art + Architecture de Berlín con sus fotografías de Iggy Pop de finales de los 70. Se conocieron en una fiesta en un loft que compartía un grupo de artistas, Martin Kippenberger entre ellos. Kippenberger y Friedman acababan de montar un photocollage sobre el que se tumbaba desnuda Jenny Capitain –¿recuerdan a la espectacular modelo de Helmut Newton?–. James Newell Osterberg, tímido, cabizbajo, sin la armadura de Iggy Pop con la que se subía al escenario, le pidió a Klaus Kruger, batería de Tangerine Dream, que le presentara a la fotógrafa.
Poco después, en una de sus primeras citas, Jim le pinchó la primera maqueta de The Idiot en su apartamento en el 155 de Hauptstrasse. Friedman pasó a ser la fotógrafa oficial de las giras de Iggy Pop, primero, luego su novia durante siete años y, en el camino, su musa e inspiración para el segundo disco que el americano grabó en Berlín, Lust for Life.
"Yo siempre le llamaba Jim, nunca Iggy. Para David [Bowie] era Jimmy. Su nombre real es James Osterberg, Iggy es su nombre artístico. Hay dos personas diferentes, está Iggy y está Jim. El primero es intratable; el segundo, el que me gustaba a mí, es todo lo contrario", cuenta Friedman.
Todo esto no habría existido sin ti, Bowie
Cuando David Bowie mató a Ziggy Stardust
"Iggy en el escenario y Jim en casa, cariñoso, afable, el tipo que escucha música y hace esto y lo otro. Creo que cuando eres una figura pública la única manera de sobrevivir pasa por tener dos personalidades. Los dos, David y Jim, hicieron esto. Hay un Ziggy Stardust y un Iggy Pop. David ingenió más alter egos y Jim se quedó con Iggy. En el caso de Bowie creo que era porque se trataba de una persona muy tímida. En un momento dado se sintió cómodo siendo simplemente él mismo"
Una cosa era Jim haciendo la colada en casa, y otra era Iggy Pop con un problema serio con la cocaína y la heroína y que cuando se bajaba del escenario rumbo a su camerino señalaba a las chicas que le estaban esperando entre bastidores, "tú, tú y tú", y mandaba al resto a casa. Friedman subraya que cuando comenzó a trabajar como fotógrafa en sus giras exigió hacerlo con su propio habitación de hotel, contrato y salario. "Eran mis condiciones. Lo de ser su novia vino luego", cuenta. Aunque Jim no ha dejado nunca de ser Iggy Pop.
Sí, el pobre… Se quedó en esa cabina telefónica hasta las seis de la mañana. Un taxista lo encontró y lo sacó con una llave maestra. Hasta el día de hoy, no sabemos quién lo encerró allí.
un fisicoculturista que acaba de salir de la tumba
El hombre corre poco y mal, y no siempre sabe hacia dónde, trepa con torpeza porque no tiene los pies prensiles y, al ser bípedo, expone sin protección sus órganos vitales y las partes que más le duelen. Tiene poco olfato y, excepto los tísicos, un oído mediocre, no afila garras fieras sino la manicura de una niña de sexto y los ejemplares que gastan cuernos, generalmente a su pesar, los llevan como oprobio en vez de como defensa. Además, como propende a la filosofía, tiene la cabeza en otra parte, se distrae en la contemplación estética de la naturaleza y se olvida de vigilar su espalda. El tigre de la jungla le teme de oídas pero cuando intima con él a la fuerza –que es como dicen que ahorcan-, se da cuenta de que cazarlo es más fácil que timar a un borracho, que su carne es dulce y su cuero menos duro que el del jabalí. Entonces el tigre tullido, como ya no puede ser tigre, se hace devorador de hombres y cría un clasismo como de nuevo rico y se zampa al indio descalzo observando la prudencia de no complicarle la vida al sahib blanco, que no es un hombre sino un inglés, que es distinto. Desde el punto de vista de cualquiera que no lo sea, y desde el punto de vista de Dios y del tigre de la jungla, el sahib inglés del trópico es más inglés que uno de Drury Lane y tiene por costumbre añorar el sucio Támesis, bautizar al gin con quinina y exacerbar las costumbres británicas aunque estén fuera de lugar. El inglés va a la India a beber jerez en un club igual de endogámico que uno de Fleet Street, a escribir sus memorias y a cazar tigres de Bengala, que si son devoradores de hombres mejor.
Prueben a poner los himnos de ambos equipos justo antes de un Clásico. Hagan que suene el del Atlético en el Pizjuán o el del Sevilla en el Metropolitano. O el del Deportivo en Balaídos. O el del Celta en Riazor. Sean valientes, a ver qué pasa... Nos ponemos estupendos en cuanto se plantan en la final de Copa el Barça o el Athletic, por centrar el tiro en los últimos años, pero en realidad el sector de esas aficiones que pita en cuanto arranca la música sirve simplemente como espejo: formamos una sociedad miserable a la que el respeto sólo da para lo propio, nunca para lo ajeno. ¿Cuántas veces se han silbado en España los himnos de las selecciones que jugaban contra España? ¿Qué pasaría si el que sonara el sábado fuera el de Cataluña?
Se pitará, claro que se pitará. Se pitará un himno porque ese día suena un himno. Si sonaran himnos todos los días, se pitarían himnos todos los días. Así de claro. Así de triste. Cada uno con su boca hace lo que quiere. Y con su mente, como ustedes tras leer la frase anterior. Hay dos formas, en fin, de afrontar el asunto: suspensión inmediata o pelillos a la mar. Al periodismo, mientras, le viene de perlas. Aquí, por ejemplo, ya hemos rellenado una pionta
Me preguntaron si me gustaba Inglaterra. Les dije que no, porque era un país lleno de negros. Eso no les gustó nada. No se puede decir nada contra los negros. El único mérito que tienen es el de haber sido maltratados y eso, como observó Bernard Shaw, no es un mérito.
David Bowie fue el primero en jactarse de acostarse con hombres, de Mick Jagger a Lou Reed, pasando por Iggy Pop.
Es el momento de mostrarse a la altura precisa. Sois revolucionarios. Sed los mejores. Dispersaos en pequeños grupos por las barricadas. Y combatid en primera línea
La especulación de salón es el método adecuado para la praxeología, pero obviamente no para una ciencia en gran parte empírica.
La bravata consistía en acusaciones de práctica de ritos masónicos, pasando por la apostasía, el ateísmo, el abortismo, el consumo de ácido tetrahidrocannabinólico y la sodomía homosexual.
El machismo, la violencia y el fascismo son las salidas típicas a la frustración de la sociedad de consumo.
Jim Osterberg -o Iggy Pop- no es para nada ajeno al ocaso de esa generación; en algún momento de los años 70 formó junto con Bowie y Reed una especie de triunvirato de rockeros disidentes y avant-garde, más influyentes que exitosos, generalmente guiados más por la inquietud artística que por la especulación económica, siempre jugando -a nivel artístico y personal- al borde de la raya de lo aceptable (y muchas veces bastante más allá), y explorando los límites del cuerpo, el sexo y las concepciones mismas de espectáculo y moral. Pop era el más joven de los tres y en apariencia el más “puro”, el menos educado, intelectual y articulado, el único que podía pasar por un auténtico animal del rock’n’roll, el que podía combatir (literalmente) desnudo a sus demonios y al público sobre el escenario, al que dominó como ningún otro frontman en la historia del rock y al que regó (otra vez literalmente) de sangre, sudor, esperma y lágrimas.
Pero Iggy Pop, un gran embaucador a su manera, no era sólo la bestia bruta que se cortaba el pecho con vidrios mientras cantaba o que esquivaba botellazos de motociclistas a los que desafiaba por el micrófono, sino también el bien educado hijo de dos profesores de clase media baja, y un músico formado en la cultura de su tiempo, incluso en sus formas más extremas, como el free jazz. Muchas de sus canciones pueden limitarse a dos o tres frases gruñidas, pero hay que ser realmente estúpido para creer que alguien capaz de escribir “The Passenger” o “Search & Destroy” puede ser un artista primario o rudimentario. No, ese petiso (1,55), exageradamente melenudo para su edad y aún proclive a quitarse la ropa y bailar como un salvaje, era y es uno de los principales artistas estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX. Y si alguien así caga un disco gace dos años como su posible despedida, elocuentemente llamado Post Pop Depression, hay que prestarle atención.
La playa es el lugar donde cualquier cantante fantasea con vivir la vida de “el clásico motherfucker que la hizo bien y se borró mientras podía”, antes de caer en una furiosa diatriba contra un adversario indeterminado, al que amenaza con sodomizar con su propia laptop, deseando que lo despellejen, y luego cubre de una catarata de creativas y obscenas injurias que culminan en una justificación terminante: “Porque estoy enfermo y es tu culpa. Y me voy a sanar a mí mismo”.
Los nombres de los cerros y las sierras y los desiertos y las playas sólo existen en los mapas. Les nombramos para no extraviarnos de nosotros mismos
Dormidos pero con un mar de por medio en otra playa entre las amargas cenizas del mundo o en pie y andrajosos, perdidos bajo el mismo sol indiferente
Y yo me quedé de pie sobre la playa.
La mirada al horizonte debería terminar en nuestra propia nuca.
Inmersos como estamos en un mundo mátrix donde todo es posverdad y más falso que un duro de cartón; y no se sabe bien quién miente más, si los fabricantes de fakes news de las redes sociales o los noticiarios de los grandes medios, no puede sorprendernos demasiado que sucedan cosas como la Anglogalician
Para colmo de desdichas, estudios sobre el ADN mitocondrial y los marcadores genéticos recogidos entre otros por el catedrático de la USC Ángel Carracedo (médico forense y autoridad mundial en el campo de la genética) demuestran que hay más relación entre los vascos y los británicos, por ejemplo, que entre estos últimos y los gallegos. Y además han puesto al descubierto la presencia de una gran concentración en Galicia de haplogrupos de origen norteafricano o bereber (un 20,8%) sólo superada en la Península por zonas de la montaña leonesa (con un 22%) . La existencia de un porcentaje tan alto, por encima del 15% de la media nacional, puede explicarse por la llegada de refugiados moriscos expulsados del Levante en el siglo XVII. De todas formas sentó muy mal que el doctor Carracedo, invitado por el propio IGEC a un congreso sobre celtismo en 2011, llegara a afirmar ante el auditorio nacionalista que "los gallegos tenemos más genes africanos que los granadinos". A día de hoy habría que actualizar estos datos y tener en cuenta los movimientos migratorios de los últimos años. El resultado sería aún más contrario a las tesis etnicistas.
¿Cómo sostener pues el celtismo como un "mito nacionalizador" , con datos tan demoledores y opuestos? Aunque ya sabemos que el nacionalismo y la lógica no siempre cabalgan juntos, y cuando se trata de diferenciarse de los demás resulta conveniente difundir la especie de que un gallego tiene más en común con un pelirrojo irlandés que con un tipo de Zamora, por ejemplo.
Es una colosal obra donde la materia cobra especial importancia. Una figura recostada aviva un fuego casi real donde el contraste cromático es tan fuerte que crea una violencia expresiva impactante pese a la simplicidad formal. Las llamas iluminan el cuerpo del hombre mientras la arena y el mar se funden en un juego de sinuosas líneas que dirigen el ritmo de la composición más allá del texto creando una forzada perspectiva de que el pop y la mariconería van juntos de la polla.
Sous les pavés, la plage.
E Iggy es una plaga
Playa a través, Buscando un mar que parecía más un paredón. Y el happy-end
Si chupas una polla con David Bowie de fondo, no eres maricón
Por una parte, experimentaba un gran emoción al escucharlos; por otra, me sentía turbado en el vano intento de buscar sentido a las constantes disonancias, las rupturas reiteradas y como a propósito en que se deshacían los inicios de la armonía, como los fragmentos de un espejo hecho trizas.
He atrapado bisontes, y patos y cerezos hasta tapiar la luz del frigorífico
La vida es monódica, pero mis manos son dobles y disyuntas. También mi música es doble y disyunta. Si uno mis manos y mi música, todas ellas, sin número, recorren el mismo trazado unificado. Arquitectura de sombras, hecha para ser desmontada y superpuesta. Hecha para orar cada una de sus escalas interrumpidas.
Lo que me asusta no es callar, es no saber encontrar la palabra que atenaza mi deseo. Porque aquello que he visto, por terrible que parezca, lo he deseado. He deseado el nido y la masacre: desprender así el infinito. He pensado: si todo ardiera. Con esa estúpida lesión de anonadada, inventándome también la huida, la negación de la negación.
He deseado a veces que mueran los otros, que los otros resuciten. Por decir esa locura, sibila, he espantado a las madres que también desearon alguna vez que sus hijos murieran. He deseado la vida en absoluto y en absoluto la muerte. Monstruo cazado por sus propias fauces. Animal que corre en la noche con la cabeza cortada.
La vida no es un círculo sino un arco. Nacemos. Subimos. Descendemos.
Y a la postre estamos cómo empezamos.
Pero en distinto lugar.
Un arco.
Vive plácidamente entre viejas chotas y trolitos cool en Miami Beach. Hoy se pasea con mucha tranquilidad en su Rolls Royce Corniche modelo 81 descapotable, con el pelo largo flameando. Se lo ve escuálido, con la cara bastante demacrada y curtida, vestido con jeans y una camiseta hecha jirones (de Versace, que costará unos 500 dólares, una excentricidad absoluta que se empezó a deshilachar a los pocos días de nuestro primer encuentro). Por extraño que parezca, también tienen puesto un mocasín de suela delgada en el pie izquierdo y, en el derecho, una bota de suela gruesa. "Sí, ya sé, parezco un freak cualquiera", reconoce, con esa voz tenebrosa tan familiar. "Pero tengo una pierna más corta que la otra, y hace poco me dijeron que empezara a emparejar la cosa porque, si no, más adelante voy a quedar hecho mierda."
Las arpías fueron contratadas por un laboratorio especializado en vitaminas y complementos dietéticos, para anunciar sus nuevas píldoras estimulantes del apetito. La publicidad del producto comenzó por radio y televisión. (Por radio, afortunadamente, sólo se escucha música electrónica, las voces de las arpías y el murmullo tenue del anunciador. Pero no sucede lo mismo en la televisión: aparecen las aves de horrible cabeza de mujer, rostro blanquecino, cuerpo de buitre, garras de buen tamaño, contorsionándose y cantando algo incomprensible. Al fondo, una mesa colmada de viandas, a todas luces suculentas. El anunciante, de negro implacable, muestra las píldoras en su frasco, traga cinco y dice con voz melosa, cursi: Tómelas a diario y tenga tanta hambre como una arpía. Pero he aquí que las arpías, súbitas, con horrible vuelo, han bajado… y cuan grande son baten sus alas y arrebatan los manjares y con contacto inmundo los infeccionan todos; su canto es agrio entre su hedor horrible. El mismo locutor colabora en forma salvaje, despiadada, evadiendo las reglas de urbanidad.)
Al descubrirse más tarde —por medio de un muestreo— que un gran sector del pueblo no escucha radio ni ve televisión, por carecer de ambos, los publicistas insertaron el anuncio en los periódicos y las revistas de mayor tiraje. Y para coronar su obra, por toda la ciudad —en edificios, en grandes y pequeñas avenidas, en zonas marginadas, sobre monumentos de hombres ilustres y héroes nacionales, en instituciones culturales, y en otros sitios— se colocó el comercial, en la forma más estratégica y audaz que se pudo.
Como es de suponerse, tanto televidentes, radioescuchas, peatones, lectores, obreros, intelectuales, como la. población en general —viendo o escuchando el anuncio— compraron las píldoras en cantidades prodigiosas. Desde luego, agotados los alimentos, el apetito los condujo a incrementar el canibalismo.
Pero esto no es muy importante. Hay otra historia que se inició con la pugna entre dos laboratorios particulares, cuyos propósitos eran bien generosos: ayudar al control de la natalidad, frenando el excesivo número de nacimientos ocurridos en el planeta. Un laboratorio se dedicó a producir millones de preservativos y anticonceptivos. Cosas conservadoras y hasta retardatarias. El otro siguió un camino complejo y verdaderamente antitradicional. Sus resultados ya se conocen (andan párrafos arriba); gracias al canibalismo, el problema de la sobrepoblación ni existe ni amenazará al mundo jamás. Por supuesto, hay un departamento que reglamenta las edades de los individuos que van a ser comidos, a fin de proteger la especie humana, de preservarla de la extinción. Así nos mantenemos con un número razonable de habitantes, sin problemas alimenticios. Por lo demás, las parejas pueden hacer libremente el amor, a plenitud, cuantas veces les venga en gana, sin el ancestral temor a las explosiones demográficas. La Iglesia, por sus conductos periodísticos, y en excelente italiano, notificó que aceptaba tal método para controlar la natalidad, por considerarlo eficaz, sano y adecuado a las necesidades de los hombres, no sólo en el plano terrenal sino también en el espiritual. Sus argumentos al respecto son dos únicamente, pero sólidos como las piedras de San Pedro, allá, en el Vaticano. Primero: ya no se recurre a anticonceptivos, abortos y cosas sacrílegas. Segundo: se cumple con un ancianísimo precepto cristiano: comed que éste es mi cuerpo, bebed que ésta es mi sangre.
Volveré a la grande y dulce madre,
Madre y amante de los hombres, La mar. Iré a ella y a ninguna otra,
Unido a ella.
besándola y entrelazándola conmigo,
Asido a ella, luchando con ella. Reteniéndola
Es notable el hecho de que un pueblo totémico que afirma su afinidad con ciertos animales y que trata al cerdo como miembro del hogar, considere la sodomía entre poperos como una práctica impura y contra natura.
Romy Haag soplaba de maravilla
La Iguana. Sí, muy manido. Pero llevar el apellido Pop es una responsabilidad de pelotas. Y a Iggy Pop si algo le sobran son pelotas, porque lleva echándoselas a la vida desde que tiene uso de razón y, por algún motivo que la medicina moderna desconoce, su cuerpo sigue como una rosa después de todo lo que le ha metido y que le han metido. Verdad, camaleón?
England, England uber alles!
Esto no podía ocurrir en otro lugar que no fuera Inglaterra, donde el hombre y el mar son uno.
Y las playas son de piedra.
Y los faros, feministas
El pop es un rebaño en movimiento
No me creas infiel si, apenas separado de tu pecho, que apenas conocía, descanso en otro cuerpo.
Es una antigua novia la que abrazo fríamente; pero estaba a mi lado antes de conocerte.
Muchas veces fijamos una fecha para la boda, y siempre se aplazaba: Esta vez no la pude retrasar. Y ya está consumada.
Vive. El tiempo lo cura todo. Deja de recordarme, si puedes-.Ella y yo ya somos inmortales
Ad majorem Britanniae gloriam
I Like the pig-headed jingoism
It was not part of their blood,
It came to them very late
With long arrears to make good,
When the English began to hate.
They were not easily moved,
They were icy-willing to wait
Till every count should be proved,
Ere the English began to hate.
Their voices were even and low,
Their eyes were level and straight.
There was neither sign nor show,
When the English began to hate.
It was not preached to the crowd,
It was not taught by the State.
No man spoke it aloud,
When the English began to hate.
It was not suddenly bred,
It will not swiftly abate,
Through the chill years ahead,
When Time shall count from the date
That the English began to hate porcos bravos
I'm warning you, LJLS. If a demonic stockbroker stole the House, I quit.
El pueblo no tienen ninguna gana de ser educado. Esto le cansa y le aburre. En sus horas de ocio, huye del esfuerzo. Y vosotros, si hacéis producciones inteligentes, no venderéis nada, os condenaréis a la misera y a la condición, poco envidiable, de genios desconocidos. ¡Qué error de cálculo el vuestro! ¡Qué ceguera por vuestra parte! ¿Por qué soñar con educar a la población, cuando es tan fácil rebajarse hasta el lugar en el que ella se encuentra? Abandonad las esferas celestes y halagad los sentidos del vulgo, su maldad, su risa gruesa, su tontería…en una palabra, lo que precisáis es aprender a cultivar lo antisublime, esto es el “bathous”. El pueblo os querrá y os celebrará. Mejor aún, ayudaréis a las gentes a descender más por debajo de sí mismas
Many forms of Government have been tried, and will be tried in this world of sin and woe. No one pretends that democracy is perfect or all-wise. Indeed it has been said that Rodillarato is the worst form of Government except for all those other forms that have been tried from time to time
Las palabras pop, cultura popular, cultura de masas, movimientos
pop, música pop, arte pop, suenan provocando imágenes vagas y un tanto confusas...
¿Qué quiere decir pop? ¿Significa en algún modo popular? ¿Qué vínculos unen lo pop con la sociedad de consumo? ¿te duele la primera vez?
En cambio cuando con la expresión “pop” se alude, por ejemplo, a los muchachos que bailan el rock en Yardley Gobion se hace referencia a productos que ya existían antes del arte pop y que simplemente han evolucionado, irónicamente o no. The Stooges o The Jesus Lizard han creado productos musicales que probablemente permanecerán como testimonios de una época y serán preferidos quizá a ciertas composiciones de música culta contemporánea. Creo que es pertinente distinguir entre el popular art, posterior, que resulta de una especie de integración dialéctica entre los dos. La naturaleza ambigua de la crítica pop es lo que dificulta la distinción; por una parte se ha integrado el arte popular, antes totalmente despreciado, pero que ha demostrado algunos caracteres de interés y, por otra, hasta los años sesenta, el llamado popular art, que nosotros denominamos cultura de masas, y que no era un producto del pueblo sino de grandes centros de producción que lo vendían al mejor postor
Laugh or Cry Main!
las vagas irrelevancias y los silencios destructivos
inercia y leer a Popper después del poper
— y a 10 años de ello — separa
el radio, los rayos Gamma
se comerán los huesos bastardos de quienes
se opongan
¡Heil Main!
Poor bastards, mydear whore
Poor things
Oh! how poor they are
—¿quieres ser asesinado con tu
cara en la mugre y que un hijo de puta
lansquenete del Rodillarato te de un
coup de (des)grace
justo en la boca • ?
Oh Main, quiero sentarme en tus rodillas
en el trono demasiado grande del Cielo anglogalicioso
y dormirme con mis manos enredadas en tu barba blanca.
Urge saben quien hace de Bowie, quien de Iggy y quien de Morrison en el escenario anglogalician.
Van una iguana un camaleón y un lagarto por donde están ciervos y jabalíes...
No es por joder pero todas las queermúsicas citadas en este tocho (son todos judíos y maricones) aparecen en la lista de los 20 músicos más cool de la revista ñoña de tendencias hipster GQ.
Todos.
Ensalahda de sextas o por mi cuenta el sazomar la ensalada, miéntras que Vm. trincha esa polla. Aquí está la sal, pimienta, vinagre y aceyte. No se tome Vm. la molestia de revolverla, eso toca al muchacho. Voy á servirle á Vm. un alon, á no ser que prefiera la pierna ó qualquiera otro pedazo de gloria
Delicatae: eran las putas de lujo a las que únicamente tenían acceso los más poderosos. Las que ahora se eligen con un catálogo y se les pone un pisito.
Famosae: mujeres que sin ninguna necesidad, por su posición social, practicaban sexo por puro placer. El caso más significativo sería Valeria Mesalina, esposa del emperador Claudio. Como sería de libidinosa esta mujer que, aprovechando la ausencia de su esposo, organizó un concurso en palacio con las meretrices de Roma basado en ver quien se podía acostar con más hombres en un solo día. El “colegio” de prostitutas aceptó el reto y envió a Escila, una auténtica profesional que realizó veinticinco coitos antes de rendirse… Mesalina prosiguió durante la noche y, tras declarar que no se sentía aún satisfecha después de haber yacido con setenta hombres, continuó hasta el amanecer. El recuento final fue doscientos…
Lupae: las que ejercía el oficio en los lupanares.
Noctilucae: las que sólo trabajaban por la noche.
Copae: las que trabajan en la Caupona (era una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas – generalmente vino, chacinas, quesos o encurtidos – que podías tomar o llevar. No había bancos ni mesas, sino una barra al exterior en la que los clientes por un as podían templarse con una copa de vino y algo que roer).
Fornicatrices: los que se lo hacen bajo los arcos de puentes o edificios. El término fornix significa arco de donde proviene fornicar (tener relaciones con una puta).
Forariae: ejercían en los caminos rurales próximos a Roma y sus principales clientes eran los viajeros.
Bustuariae: cerca de cementerios… con un poco de misterio.
Prostibulae: en la calle sin ningún control. Recordemos que según escribió Tácito, historiador romano, las mujeres que querían ser prostitutas estaban obligadas a registrarse ante la oficina del edil. Una vez inscritas (nombre, edad, lugar de nacimiento, y su “nombre de guerra”) se concedía la licencia (licentia Stupri)
Main has bestowed these blessings upon us
Cuando el exterminio es la única opciòn posible
Ons vir jou Causa
He conocido a muchas mujeres del oficio y siempre me he preguntado por qué no eran más flexibles con los precios
el varón que viole la prohibición del artículo 2 será castigado con pena de prisión con o sin trabajos forzado
@282 el Neil Young ya sabemos quien quiere serlo....
And broad-based under all
Is planted England's oaken-hearted mood,
As rich in fortitude
As e'er went worldward from the island-wall against the faggots
rassenschande = vergüenza para la raza?
rassen = raza
schande = vergüenza
No había nada detrás de su doble vida. Ni un vicio, ni una perversión sexual. Simplemente deambulaba. Había algo misterioso. Estaba convencido de que no encontraría una clave, pero quería aproximarme a esa especie de ventana al vacío, de agujero negro, que está en todos nosotros
ha querido empezar el día acudiendo a la tumba del cerdo huido, aquel que escapó del matadero Tártaro Laszlo Toth cuando los matarifes lo acorralaban para darle caza y posterior muerte violenta, y escapó el cerdo del establecimiento y llegó hasta la playa
Odio en grado sumo a los lectores, y la sabiduría que con esa práctica adquieren. Escoria humana. La lectura es un subterfugio rastrero para destacar sobre los demás. El lector trapichea con esa falsa sabiduría adquirida mediante la lectura (si esa sabiduría es auténtica ya es un ser absolutamente perdido), en un posicionarse por encima del otro (está mejor valorado socialmente un lector que aquel que no lo es, claro que esta valoración la hacen los lectores), que sí, que esa pelea es humanamente lícita, pero el lector común no sabe esto, se engaña creyéndose un alma que habita las praderas frondosas del conocimiento de la existencia del ser humano de forma desinteresada, es tan bobalicón que es incapaz de atisbar que en la adquisición de saber hay claros signos, sino únicos, de egoísmo con el fin de quedar por encima del otro, y poco más. Engaño que para el lector es totalmente necesario para poder sobrevivir, tan débil se sabe que sin ese apósito que es el saber que le proporciona la lectura está perdido, vulnerable ante el otro. El lector lo es también porque tiene miedo a ser despreciado, arrastra ese temor, y mediante su adquisición de saberes, acumulación de información, está pidiendo indulgencia. Presenta sus credenciales y ya sabemos que no pertenece a la chusma, es un hombre cultivado.
El lector es incapaz de un intercambio de datos emocionales sin esa capa presuntuosa de lo intelectual, no conoce, no sabe que es más que suficiente una sabiduría simple, funcional y aséptica, no adquirida en los libros sino en la calle, para contraer con el otro un eficaz trato humano, ese prurito sabiondo es un añadido molesto para el otro, si ese otro es un ser inteligente se sentirá incómodo ante ese hombre cultivado, el desagradable y siempre un punto engreído lector.
El lector, tan centrado en gestionar sin fisuras su saber tramposo, su base de datos, la información es poder, tan absorto en mantener las constantes persuasivas de la sabiduría postiza que le da sus lecturas, con el fin de que no se le escape la presa, sobre la que tiene que predominar, tan pendiente de ese ejercicio, sin importarle afectivamente nada el otro, que ese otro es solo un objeto que le va a proporcionar un estatus superior, es la versión ruin y cobarde del escritor. Para llegar a ser el intelectual que se expresa mediante la escritura, estatus que el lector anhela secretamente, a veces tan secretamente que no sabe que lo anhela, no le alcanza para ello el talento y tiene que conformarse con las migajas de la lectura: el lector común es un escritor en diferido, postura acomodaticia. Un poco de psicología evolutiva nos diría que al lector, con el tiempo, se le va agriando el carácter, convencido de que su conversión a escritor ya nunca se producirá por falta de talento, se sentirá frustrado, y condenado a seguir siendo el lector que siempre ha sido (seguramente un mal lector; abundan más de lo que pueda parecer), ¿qué otra cosa puede hacer? Aun así, la actividad lectora, las más de las veces, es la puerta abierta a mayores y variadas perversiones: se empieza siendo un lector de textos de esos que “hay que leer” para conseguir entrar tímidamente en esa mafia que se llama intelectualidad, más tarde, para no perder esa posición conseguida uno acaba leyendo lo que no está escrito, no vaya a ser que no estés al día y eso te deja en muy mal lugar, y se acaba dando consejos a los amigos lectores que tú consideras que están por debajo de tus posibilidades y les recomiendas lecturas, incluso escribes algún articulillo planteando los arcanos narratológicos de esta u otra novela. Todo por ir reafirmando tu posición de hombre o mujer de interés intelectual. Sí, sí, la lectura es imprescindible para triunfar en esta vida, para obtener una posición de valor en tu círculo. Y triunfar ya sabemos lo que supone, y significa.
Toca Iggy Pop el Idiota en el ojete de Jim Bowie y el nivel del agua sube hasta entrar por las ventanillas rotas hasta cubrirlas, los cadáveres dentro del coche, solo se ha salvado la ardilla que en dos movimientos se ha encaramado a lo más alto del edificio, y queda la ciudad del Main sumergida por la que transitan hombres peces con un sistema branquial que destella la luz del arco iris sobre el fondo marino, son las cuerdas de la existencia, llego a entender
Los héroes de LJLS, conciencias inestables situadas entre mandamientos inseguros que se excluyen mutuamente, se despedazan a sí mismos. No es un espectáculo agradable. Comienza la postmodernidad hipster y la fuga a la playa
En cualquier caso, un día despertaremos y todo habrá desaparecido, el mapa y el territorio. Lo tangible de las cosas y las cosas mismas. Las sensaciones, los pensamientos, las emociones. Toda esta construcción de lo real desaparecerá, como lágrimas en la lluvia. Nos rodeará un inmenso vacío que ni siquiera ahora podemos imaginar; la nada que ahora imaginamos es algo que en ese momento será nada.
Y no será la música pop
Seremos información desplazándose por el éter, por el cauce eléctrico de un mundo infinito y rizomático. Eternos e inmortales. Para no morir de tristeza, tendremos que soñar de nuevo los Desiertos del Oeste, y allí, entre las Ruinas del Mapa, desearemos vivir como Mendigos.
El autor da por definitivamente resuelto el problema del toxpiro; el toxpiro está pronto a las pruebas triunfadoras: el autor lo ha visto «rasgar gallardamente los aires.» «A dos, a cuatro, a seis kilómetros, con velocidades reguladas a voluntad», añade, «enormes cantidades de dinamita podrán ser lanzadas contra un obstáculo cualquiera. ¿Se comprende todo el alcance de la revolución que va a inaugurar la nueva arma? La marina de guerra cambiará por completo; los acorazados serán inútiles. Desde la costa, desde un lanchón, un toxpiro hará estallar la dinamita contra sus recios blindajes y los blindajes volarán en pedazos
El pájaro que ha nacido en una jaula cree que volar es una enfermedad.
INGREDIENTES: 1 taza de azúcar; 1/2 taza de harina para todo uso; 1/2 cucharadita de sal; 2 tazas de leche (descremada no); 4 o 5 plátanos maduros, en rodajas finas (cubierta con una envoltura de plástico o rociar con jugo de limón para evitar que se oxiden); 1 caja galletas de vainilla; 1 cucharadita de extracto de vainilla; 1 cucharada de mantequilla (no margarina); 4 yemas de huevo (huevos grandes o mejores). Merengue: 5 claras de huevo, la temperatura ambiente; 6 cucharadas de azúcar; 1/4 cucharaditas de crema tártaro; 1/2 cucharadita de extracto de vainilla.
INSTRUCCIONES: Precaliente el horno a 375 ° F. Cubra el fondo de un molde de 9×9 pulgadas con una capa de galletas de vainilla. Mezcle el azúcar, la harina y la sal en un tazón y mezcle bien. Ponga a un lado. En una cacerola de fondo grueso, batir las yemas de huevo también. A fuego medio, agregue la mezcla de harina a las yemas de huevo, alternando con la leche y la vainilla, revolviendo constantemente. Llevar a ebullición suave y, cuando la mezcla comience a espesar, agregar la mantequilla, sin dejar de revolver. Mantener la ebullición y agitación hasta que la mezcla alcanza una buena consistencia de pudin. Asegúrese de que no se queme el pudin. Retire del fuego. Coloque una capa de rodajas de plátano en la parte superior de las galletas de vainilla. Vierta la mitad del pudin sobre la capa de plátano. Poner otra capa de galletas de vainilla, otra capa de rebanadas de plátano, y cubrir con el pudin restante. Batir las claras de huevo a velocidad alta hasta que se formen picos suaves. Agregue la crema del tártaro. A alta velocidad, añadir poco a poco el azúcar, una cucharada a la vez, y batir hasta que se formen picos duros. Doble la vainilla en el merengue, y difundir el merengue sobre el pastel, sellándolo en los lados del plato. Hornee hasta que los marrones del merengue se hagan visibles, de 12 a 15 minutos.
Hace casi 50 años, el Liverpool comenzó a inscribir su huella en la Copa de Europa, donde su condición de grande futbolístico no se discute, a pesar de su sequía en la Premier League, competición que no ha ganado nunca. Ganó su última Liga inglesa en 1990, después de una larga supremacía que apenas había sido contestada por el Everton de Howard Kendall y el Arsenal de George Graham. Del Manchester United no había noticias desde 1967–campeón de Liga– y 1968–campeón de Liga. ¿Puede un club mantener su carácter jerárquico en Europa sin ganar el campeonato nacional durante los últimos 28 años? En el caso del Liverpool, sí. Le ayuda la historia y una mística futbolera que ha cuidado como pocos.
Su victoria sobre el Milán en la final de 2005, donde el equipo italiano obtuvo tres goles de ventaja en el primer tiempo y una distancia futbolística sideral, se interpretó como un milagro, pero también como la evidencia de su tremendo vínculo con la realeza del fútbol. En una historia definida en partes iguales por el éxito y la tragedia –Heysel y Hillsborough–, el Liverpool siempre ha figurado como un actor principal en el imaginario del fútbol.
Su exhibición frente al Roma, un partido inolvidable en un torneo que ha dejado momentos memorables –la chilena de Cristiano Ronaldo, la sorprendente remontada de Roma, el penalti de última hora en el Real Madrid-Juve, la incandescente respuesta de Buffon–, le devuelve todo el fulgor que entusiasmó a un par de generaciones. Aquel Liverpool primerizo de Bill Shankly, el mítico entrenador que nunca consiguió ganar la Copa de Europa, se añadió a la marea de energía y creatividad que impregnó al pop en la cuenca del Mersey en los años 60. Desde entonces, el club ha vivido décadas de una intensidad difícilmente comparable, para lo bueno y lo malo. Ahora se antojan tiempos felices.
El último Liverpool, el de Jurgen Klopp, respeta la historia de un equipo que siempre destacó por su energía, solidaridad y recursos futbolísticos. Durante casi tres décadas, el Liverpool fue una rareza en el fútbol inglés. Su passing game estaba más relacionado con la escuela del Ajax que con el primario kick and rush (patear y correr) que predominaba en Inglaterra. Sin embargo, aquel equipo atento a la posesión de la pelota, del gobierno de los partidos, también destacaba por la típica pasión de los equipos británicos, característica que Jurgen Klopp ha acentuado hasta convertir al Liverpool en una bestia.
Anfield, que conoce unas cuantas cosas de música y fútbol, se ha entregado a la propuesta de este Liverpool feroz que quita y ataca con una electricidad incontenible, que mezcla inteligencia y emoción, que no especula, que quiere todo aquí y ahora. El Liverpool de Klopp no es un equipo pop, no es elegante y divertido. El Liverpool es rock and roll: urgente, carismático y amenazador. A su gente, le gusta. Al mundo, también. Es una propuesta que le viene de maravilla al fútbol, como le viene de maravilla la propuesta de Pep Guardiola en el Manchester City, a 50 kilómetros de Liverpool.
Donde está el del Real Trampas ?
Que se quite la polla de la boca y nos cuente algo del partido de ayer.
@ 304
El de la polla en la boca es Cristiano Ronaldo, el que nunca defrauda
Roma, Stab City
1984: Liverpool fans stabbed by Roma supporters after European Cup Final
2001: Liverpool supporters stabbed in buttocks
2006: Middlesbrough fans attacked, again involving buttock slashing
2007: Manchester United fans face similar attacks on two separate occasions
2009: Man Utd fans attacked again by locals
2012: Italian fans attack Spurs supporters
La polla del hombre
mea recta
y solo hace prosa;
el niño
que toma su picha
y mea en círculos
hace poesía.
…cuando la voz se pierde en el espejo…………….....………
…cuando el miedo fluye en la saliva........………….………
…cuando el polietileno cubre la humanidad…………...……
…cuando la lluvia es petróleo & se quiebra el cemento…........
…cuando brillan las heces en la cabeza………………………
…cuando el véspero cruza la línea de fuego………....………
…cuando imagen & voluntad pierden sentido……..........……
……………………….……buscá en tu cuello y encontrarás la soga
……………………………………………….....………….
La palabra también será punta de lanza en este blog. No es gratuito que ambos elementos, el hueso del simio y el bastón punzante, sean claros símbolos fálicos que remiten al dominio del macho, patriarca, en la estructura social de los tiempos.
Sólo los más atrevidos se atreven a ir contracorriente, a cuestionar lo incuestionable y a ser políticamente incorrectos para remover nuestras conciencias.
Suficientes… La hostia
Unos creen que valen algo y solo son palillos desechables. Los disidentes del sistema son un montón de astillas para prender la hoguera
¿No son todos lo mismo? Iggy, Jim, la Virgen María, teddy boys, beatniks, diggers, beatlemaníacos, rollingmaníacos, productos de un coño cósmico que escupe en la misma dirección, los mismos muchachos perdidos y furiosos, desdoblados en una misma repetición de ideas, frustraciones y polvos en la playa
y ella olía a manzanas verdes
por fin le había llegado la hora de la venganza, dirigida no solamente contra los demás sino hacia sí mismo.
Disfrutaba de largos y felices periodos de sodomía y, de cuando en cuando, intentaba rehabilitarse, culpando a su madre o a las instituciones psiquiátricas de su condición de homosexual. Cuando al fin acepta que lo suyo no es la desviación sexual producto de una niñez problemática o de una mente pervertida pasa a ser, como todo converso tardío, uno de los proselitistas más fervorosos en la causa del amor libre.
Iggy Brokenbottom perteneces a la generación de hermanos mayores punks…
¿Yo soy tu hermano mayor? Bueno, soy de la generación de Quentin Tarantino, Henry Rollins o Chuck Palahniuk , o sea, de los grandes del momento. Los que nos pilló el punk con trece o catorce años… asumías las cosas con más libertad porque no llevabas nada detrás, te lo tomabas todo como…" viva la Pepa i el pà torrat". No tenías respeto por nada, ni por Lou Reed ni por nadie.
Las cosas han cambiado desde entonces… ¿han evolucionado?
Han involucionado, han mutado. El fermento del punk, que era el caos y un cierto tipo de anarquía, en la cultura se ha traducido en grandes cosas para la música o el cine…no se podría entender sin el punk a artistas como Demian Hirst o los dibujos Beavis and Butthead o los discos de Henry Rollins… o la democracia espectacular que vivimos, que fue inaugurada por el punk, que dice: " chaval, toca la batería aunque no sepas". Es lo que pasa ahora con todo el rollo techno…cualquiera puede ser artista y ¿quién te dice que no lo eres? En cierta manera, creo que el punk marca mucho la cultura de final de milenio de prácticamente todo el mundo. En el punk se concentran una serie de movimientos que explotan de manera contundente, el dadaismo, el situacionismo, los yippies americanos…el punk los populariza del todo. De hecho, Malcom McLaren era un situacionista de pata negra y de ahí Sex Pistols, el mejor montaje de la historia del rock´n´roll, es genial aquello…saca pasta del caos.
¿Qué es la conspiranoia?
Un discurso de fin de milenio que se alarga en el XXI, cuando la información se convierte en la materia prima básica de las sociedades modernas. Esta avalancha de información, teóricamente tendría que servirnos para despejar incertidumbres pero lo que hace es crear más incertidumbre, de tanta información que tenemos ya no sabemos cual vale y cual no. La conspiranoia es una defensa ante esta avalancha. " Piensa mal y acertarás", dice el refrán. Piensa mal de ciertos tipos de discurso, de lo que te da la prensa o la tele. La conspiranoia es una alternativa a la realidad que nos ofrece la información oficial. Es algo que existe hace décadas, el conspiracionismo más tradicional se remonta a los Iluminati, los Templarios, las sociedades de conocimiento…alguien que se reúne con un fin. La conspiranoia está en el ser humano. En la conspiranoia cabe gente que está convencida de que en el asesinato de Kennedy estuvieron implicados los alienígenas…la pregunta clave es ¿por qué no?…¿por qué hay que tachar a esta persona de pirada o iluminada?, si ves que los gobiernos hacen lo que les da la gana con la información. Hay libros muy lúcidos, hay gente que nos está dejando claro que las cosas no son como nos las cuentan ciertos poderes. A partir de aquí preocúpate de investigar, toma tus decisiones…si quieres creer que en el asesinato de JFK intervinieron los aliens, justifícamelo, explícamelo y pensaré ¿por qué no?. Tal es la sobredosis de información que…¿por qué no?.
Cuando comprendas que la historia que estás contando no es más que un puñado de palabras, cuando puedas arrugarla y tirar tu pasado a la papelera, entonces decidiremos quién vas a ser a partir de ahora.
Observas las olas en la orilla, esa perezosa y monótona dinámica del agua que acaricia la arena de la playa una y otra vez. Podrías dejarte hipnotizar y parar de pensar mirando esas olas, tan solo haciendo eso. El promedio de tiempo en ese estado (hipnosis o lobotomía) varía según el individuo. Igualmente, la situación del sujeto cambia en virtud de sus circunstancias, de sus características (siempre sucede así, siempre es igual). En tu caso no intentas entender qué pasa: observas las olas en la orilla (esa pereza, esa monotonía que tan poco tiene que ver con un juego de dados). No entender qué pasa es una cualidad de aquellos sujetos que deducen más que comprenden lo que tienen frente a sí mismos. Tú no entiendes qué sucede (de eso va el asunto). La linealidad (o la supuesta complejidad armónica del núcleo o, más bien, conjunto que habitas) se ha roto, sólo quedan piezas a las que dar forma y sigues mirando las olas en la orilla, observas cuerpos de embarazadas junto a la línea del mar: sus vientres-esfera que describen el porvenir (algo que, probablemente, nadie sabrá leer: ni el I Ching ni la ficción especulativa, tampoco estudios o prospecciones de mercado, diagnósticos en torno a unidades modulares que escriben un relato acerca del pop).
El tubérculo de Nyarlathotep, muy apreciado en Mesopotamia por el delicado tono carmesí de su pulpa, se exportaba a Oriente Medio desde lo que hoy conocemos como Malasia, donde era cultivado por la milenaria tribu de los semang. Según Zenódoto de Éfeso, primer bibliotecario de Alejandría, el vegetal requería tierra bañada con carne y sangre de vírgenes para su óptimo crecimiento. Tolerado por diversas corrientes paleocristianas hoy heréticas, hubo de esperarse a la llegada del Islam para que su cultivo fuera abolido en su totalidad. Esta semana hemos conocido que científicos israelíes de la Universidad de Tel Aviv afirman haber recreado semillas transgénicas de esta hortaliza hasta ahora considerada un simple mito de la antigüedad. Creo necesario advertir de las terribles consecuencias que este descubrimiento supone para el futuro de la raza humana. Sin ir más lejos, conviene recordar los bajorrelieves sumerios donde se habla de las nefastas flatulencias de Tíndalos.
Yo voy a construir
mi casa como veis
de paja es
y soy muy feliz
tocando mi flautín.
Por los recodos del camino a la playa, se vislumbran homenajes vengativos y poemas olvidados, enanos de jardín y actores de vanguardia, plagios y tergiversaciones.
Dicen que hay ciudades, laberintos, risas, pájaros, niños, cielos, medallas al mérito, fosforecencias, divertidas charadas, arquitectos eficaces. Yo sólo veo un desierto opaco, yo sólo veo restos de antiguos naufragios y dioses estrangulados, estatuas que se agitan vanamente tratando de atrapar el viento, alguna que otra hoguera clandestina que se diluye al poco tiempo de encenderse, bajo la lógica uniforme de lo gris.
La escala de resentidos funciona si no hay lástima; si uno le pone un poco de lástima, se viene abajo. No sirve.
Buscamos la Esencialidad a través de la destrucción
bastó con contenerme de hablar de extraterrestres y drogas (o su combinación: extraterrestres drogados).
"Músico es el que vive de la música"
Ayer me encontré a un tipo raro en el Grifón que juraba haber leído esta entrada entera.
No le creí.
Celtic rout Rangers 5-0 to win seventh successive title and 49th overall
Muy lejos queda 1985, la última vez que un equipo de fuera de la Old Firm (el Aberdeen de sir Alex Ferguson) ganó la liga, y no digamos 1967, cuando los leones de Lisboa (Celtic) fueron el primer equipo británico que conquistó la Copa de Europa. Ese mismo año el Rangers llegó a la final de la Recopa, y el Dundee United goleó 4-1 al Barça en la Copa de Ferias.
variaciones de un tipo bastante sofisticado de bomba fétida intelectual
La chabola del telégrafo estaba justo al lado de la iglesia, entiendes, ésa era simplemente una cabaña, pero estaban esos curas... no cubanos, españoles... curas españoles, hombre, habían importado a esos tíos, y eran algo. Muy pretenciosos, muy despectivos con los cubanos, hablaban español con un ceceo; ¿sabes? Y uno de esos tíos era demasiado, tenía una cara siniestra, una siniestra manera de pensar... había estado allí mientras construían el campamento, y un tío se mató... había caído por un barranco en donde estaban trabajando. Y ese cura... bueno, salíamos de la garita a hacer un cigarrito, y nos abordaba, diciendo algo así como ¿Por qué no vienes a la iglesia y bla-bla-bla?', así que hablábamos con él y nos habló de ese tío que cayó por el barranco, pero con detalles extremos, tío... cómo encontraron el cuerpo, cómo había señales de que se había intentado agarrar a la hierba para no caer por el barrando y eso. Un tío muy morboso
Cuando el hombre quiso imitar el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo surrealismo sin saberlo. Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna.
Está en una playa enorme, donde no se estanca el aire pegajoso de un tálamo nupcial sino que sopla el viento del mar trayendo el edicto de una salvaje libertad reprimida, olvidada, envilecida por toda una vida de madre esposa amada mujer. Y está claro: no puede no sentirlo. Ese vacío alrededor, sin paredes ni puertas cerradas, y solo, delante, un interminable espejo excitante de agua, sólo con eso habría para una fiesta de los sentidos, una orgía de los nervios, y aún debe suceder todo, la dentellada del agua gélida, el miedo, el abrazo líquido del mar, la sacudida sobre la piel, el corazón en la garganta…
Coges a Iggy Pop, lo haces rodar sobre una parcela de marihuana y hongos, lo sumerges en una cuba de moonshine y, acto seguido, lo lanzas a un caldero hirviente de grasa de zarigüeya hasta que quede bien frito. Lo retiras de la grasa, lo colocas sobre un escenario y te apartas de él echando hostias
-¿Eres político, Lou?
-¿Político? ¿Con respecto a qué? Dame un tema.
te daré un pañuelo, y me limpias el culo con él...
No se terminará nunca la playa
con esa sombra que recorre
ese desierto tal un péndulo:
qué larga es la ribera de la Anglogalician,
qué larga es.
Cómo saber si ya estoy muerto
o si aún vivo como dicen
si allá en la playa sólo hay playa
atrás, delante sólo hay playa
cómo saber si yo soy él
si yo soy porco bravo o yo soy stag
Me siento sobre la arena caliente de esta playa vacía, y no me queda otra que decirle a mi coño adiós con la mano.
Los 5 dedos en pompa.
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