Viajes que son relámpagos, resacas que nunca se acaban. Maletas que se arrastran, pasaportes que vuelven a ser necesarios. Los fantasmas celtas y toda la gente de la intemperie aposentan aquí y pagan portazgo. Nos hallamos marchando bajo la lluvia, cantando hacia al campo de batalla pero ya no tenemos claro cual de ellos toca hoy. El partido fue un domingo pero se terminó el sábado. La odisea fue intensa y llena de aventuras; si no pudieron con nosotros lestrigones ni cíclopes, no iban a poder los casacas rojas. Aprendimos a distinguir el acento de Sheffield del de Nottingham en 10 días que castigaron el hígado pero nos hicieron bicampeones de Europa. The Anglogalician es luz de la que no se ve el fuego que la alumbra; un cielo nórdico cuya claridad procede de la combustión en bucle de un infierno nada ajeno.
Un inmenso crujido, un prolongado trueno, y después, un gran silencio. Debemos descifrar con nuestra alma el paisaje gris que la orfandad reconquista con la boca. Cada cual tiene sus trabajos y sus días. Al ciervo le cayeron cinco, y al insignificante diez.La horizontalidad transhistórica de la tradición nos recuerda que la competición de la Cup no es un trío. Pero la verticalidad metafísica en la merdosa era de lo transfronterizo apuesta por la conquista de lo inédito, y no de lo sempiterno.
Todo lo que no sea ganar es un fracaso, repetía le Main en tierras inglesas. Y le creímos una vez más bajo el vuelo de los cuervos. Cuando volvimos, habíamos experimentado la nación. Solo donde hay lealtad ha lugar esa poderosa revelación. Sólo donde hay sangre, hay redención. Protegidos en tamañas verdades, vencimos el Esqueje tan pronto tocó defender nuestro suelo. Ganar, ganar, y volver a ganar.
Gracias a los Old Comtemptibles y a los Sheffield Stags por ser tan dignos rivales en los ásperos caminos de las mañanas frías.
Como pasa con los hombres, unos equipos navegan bien y otros no.