Panegírica lisonja sin recelo de alguna corrubescencia.
No llegó la ignavia de los mortales a ser letálica culpa, pero se arrimó a ser borrón nigricante de su nívea candidez primeva. A la argentada estación sucedió el século ferrugíneo de la insania. Sabe el discreto que de los corderos se hacen los carneros y de los Porcos un puñado de Bravos. La ilación es innegable. Pero aún no lo he dicho todo. Oíd al sapientísimo mitólogo: los vagos de los astados han multiplicado las nequicias pues no hay fatuidad que no tenga sus protectores. Los mádidos colonos paralogizan la corrección, espontanean las fruges y todo los provoca a vómito. Les damos un viaje de cortesía antes de cavar la zanja.
Tenemos haters, los tenemos. Y tres años sin partido devino en un trienio de heces pustulosas. Todo lo que no les huele a futuro arcoíris les ofende, y ellos nos apestan a los demás con sus pavadas. Luego están aquellos que conocieron una Anglogalician que les purgó, y dádoles ha que se ha de mantener el torneo como ellos no quieren, sin hacerse cargo de que la bola da vueltas, y que por eso vamos a nuestra puta bola. Como ya no pueden lucir, rabian cuando otros lo lucen; a manera de aquellos árboles secos de puro carcuezos, que en tiempo de la prima vera, al llenarse los otros de flores y de celtas verdes hojas, ellos parece que se secan más de pura envidia expresada en siriaco. La pachanga, en todos estos ramalazos, siempre fue presta en clowns.
(Patulea lisérgica con soga ad hoc en vísperas de un nuevo aplazamiento inglés).
- ¿Os llovía cuando habéis leído el nuevo emain?
- Como si le Main hubiese confundido Yardley Gobion con un orinal.
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