No me des tregua, no me perdones nunca. Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea nosotros que volvemos
Érase una vez, en un país tan brumoso que solo se podía llegar hasta él enlazando diez borracheras, como esos pañuelos anudados que el ilusionista se saca de la boca en el circo y nadie se sorprende ni aplaude cuando nos encontramos defendiendo nuestra ración de tiempo y paraíso bajo sus cielos bajos y cenicientos y os esputo que había fetos relámpagos que iluminaban sucios ríos como el Tinanmuðe donde sodomizar sirenas costaba 500 libras o el más puerco y triste Trisantona que huía hacía al norte cuando nos dimos el primer baño y todo sucede en el sentido inmanente y no en el transitivo que sumado resulta un puñado de cisnes negros en el lago que refleja castillo y catedral aunque eso no fue no cuando encallamos con la vieja goleta rusa pese a que el mar era germano y mucho menos cuando a ras de las nubes algodonosas de Brycgstow buscamos tugurios de piratas y apareció un cetrino que se follaba marineros en un cuarto de baño de la autoridad portuaria gritando tengo salchichón y cantamos como defensa que somos héroes con esperanza y la ovación de endriagos y tiburientes fue el sonido que marca el paso hasta que calon lân atravesó los puentes de Trefynwy y trasquiló ovejas en las marcas galesas o eso traducimos cuando estuvimos donde John Lackland si encontró por fin tierra y uno vertió grosella en pintas de pis amargo que allí llaman bitter y ya no hubo salsa local para tanta salchicha y no vimos más rumiantes del puerro hasta que tomamos lustros después por sorpresa a las golfas de Rhuthun y a los orcos en Yr Wyddgrug y ahora os pienso todos callados con la mirada del oh no ya no y la turba mental que me lanza como eco de maldición picto picto gorgorito con miasmas goma azul líquido y ya nadie me hiere impunemente hijos de puta por las calles de Dùn Èideann ni en los hoyos de Cill Rìmhinn o las nasas de Cathair Aile y luego bajamos por la interminable línea blanca entre venados y corzos despedazados y tuvimos que devorar con redundancia a la peculiar oveja negra de Mæssa's Ham y volver por millonésima vez al punk punk pandemonio de chimeneas de lo que fue en su día nuestro reino de Elmet y presumimos de un 3 de 9 al final del sinuoso paso de la sierpe pese al árbitro del estiércol o al priest esphenisciforme o a las sevicias de las guarrillas tatuadas y toda nuestra flema para saber si eres búho o filo es una bola verde centelleante que resuena desde la tierra de los loiners hasta Hrocaberg donde la japo ofrecía té o café y los albaneses hostias pero ni así nos alistamos a orillas del jabón avon ya que la orange plank road que cose el dobladillo del destino sólo se detiene por virtud en Lerpwl y la mierda de cormorán redime y pégate un tiro cuando acabes la cerveza pero no cruces a nado el Afon Merswy que tenemos a los zapadores necrófagos tendiendo puentes al aturuxo de Yoggy Soggy babea y si enarcas la ceja te mandan a remos al gran ouso de Lenne Regis y su pantera rosa que si me da por comparar no mea en ese otro ouso no tan grande que lava Eoforwic aunque estas piedras sí tengan jabalí en el nombre y columna legionaria cerca de un pub que no recordaba en nada a aquel otro de Tigguo Cobauc donde cruzamos con cruzados por culpa de unas flechas negras y el horizonte es sólo una sutura en la campana del entresueño y así seguiremos la fiera horda en bucle buscando dragones y planeando aún todas las mañanas una centuria de futuras incursiones a despecho del diabólico chino y de la lenidad cornuda e imaginando nuevos brezales y puertos más grises en un sin tiempo como giste guardado tras el cordón sedeño de un museo de jarras de porcelana en cuyas puertas puedes leer hasta el infinito In main we trust in Main we trust IMWT…
Los trabajos de titán discurrían como el juego de escribir en la arena.
Llegamos a Yardley Gobion con las luces del alba.