“Desayuné un pedazo de pan seco y un vaso de cerveza. Es este un acto recomendado por Dickens a los que están a punto de suicidarse, como especialmente adecuado para alejarles durante algún tiempo de tal propósito. Y aun cuando no esté de todo en esa disposición de ánimo, está bien hacerlo de vez en cuando”
V. Van Gogh
V. Van Gogh
En la península ibérica, los celtas popularizaron su fabricación, siendo desplazada como principal bebida por los invasores romanos, que impusieron la marcha del vino tan presente en la actualidad. Así se convirtió la birra en el manjar de la clase trabajadora y las celebraciones populares. Ave César! Al mismo tiempo, La Vieja Inglaterra resistió el envite, manteniendo hasta hoy la Ale como fuente de embriaguez suprema.
Sin más dilación viajamos a Galizalbión, donde la creencia vikinga cobra sentido. Dos estilos cerveceros unidos en armonía y difusos en la práctica, comparten espacio, conversación y vaso. Arte y pasión se extienden entre pintas agujereadas a través de las cuales fluyen las palabras del despotismo ilustrado. Creación derivada de la reunión continua alrededor de la pinta. Lúgubres ambientes donde versados en líquidos comentan “Good ale is meat drink and cloth”, a lo que son respondidos, con “I have fed purely upon ale; I have eat my ale, and I always sleep upon ale”. La genialidad perturbada irradia conocimientos cruzados, conversaciones demenciales y singular bravuconería en pubs hechos a medida. Un mundo propio donde discernir despiadadamente sobre cualquier tema con una sola excusa, abrigo y paraguas tanto de grandes y excelsos actos, como de caóticos y desmemoriados finales. En ellos Stags y Porcos Bravos discuten sin cesar sobre las palabras del galés J.B. Toshack “si no se bebe cerveza después de los partidos, ¿cuándo hay que beber? ¿Antes?”, llegando a comunes acuerdos viaje tras viaje. Días y noches, en donde la cerveza transcurre entre dialéctica y pantomima, donde las historias no se escriben, se hacen, donde la búsqueda de la reina de la cosecha tiene lugar. Imposible saber exactamente cuándo, ya que no está escrito, pero se intuye. Posiblemente desde el mismo instante de su nacimiento. Al despiste, en algún momento, la música popular hace presencia y se escucha de fondo:
Bring us in no beef, for there is many bones
But bring us in good ale, for that goeth down at once.
Bring us in no eggs, for there is many shells,
But bring us in good ale, and give us nothing else.
Pero la evolución del principal sustento de la región crea desconfianza. La tradición Ale discute diariamente con una Lager devaluada, nada que ver con la original de tierras checas y alemanas, fresca y ligera pero con sabor y carácter. No es algo nuevo. Inglaterra luchó bravamente durante años contra la cerveza lupulada al grito de “Beberemos nuestras cervezas hasta que no nos mantengamos en pie y brindaremos por el honor de la Vieja Inglaterra”, acabando al grito de “la cerveza que nos dejó en la dulzura, volvió en la amargura”. Perdieron una batalla lógica que les aportó mucho, haciéndola más única y especial. Gran derrota, pero ¿sería posible un cambio más brutal que ese? Mi gaznate se mosquea. El sustento de la brillantez mental y demoníaca de la existencia de Galizalbión y la Anglogalician Cup no se pone en duda. Aunque no quiero pensar en terceros tiempos regados con Carling o Cruzcampo, entre música electrónica y jóvenes desatadas al ritmo del jagerbomb. No es posible. La cerveza manda y guía. Sin su aliento, nada tendría sentido. El bebé no habría nacido, la madre volvería al whiskey y a la jeringuilla y nada sería igual.
Los Stags, fieles a la tradición de pub y Ale, ven como en la última época los jóvenes adoradores de Lager y chupitos de whiskey (aunque sea escocés) aumentan en su tierra. La frescura en el juego discute con las sagradas raíces imperturbables del origen. Sus visitas a la otra orilla muestran su completa pasión por este elemento. El peligro está ahí, aunque ellos aguantan su estilo y lo refuerzan. Mantienen la Ale firme, alzan sus vasos y los vacían al ritmo de The Strolling Bones, porque la historia no se escribe, se hace, del sikaru a la lager, pasando por la reina de la cosecha. Diriman otra batalla con su alma en juego. Salgan victoriosos e inunden estas tierras de sabiduría fermentada, a través de su más preciado bien, la Ale.
Mientras, los Porcos Bravos inmersos en su propio mundo, pero muy atentos a las evoluciones Stags, ya han librado esa batalla, o no. Conviven en paz. No discuten con la Ale o la Lager, se empapan de ambas, buscando el camino. Es su fuente de sabiduría y cambio. Apostaron por las raíces, y a ellas se amarran. Y a partir de ahí nacen nuevos brotes. Los mismos que impulsan frescos brebajes que asoman en el horizonte, y sus respectivas folerpas y eventos, en los que agua, cebada, levadura y lúpulo harán su presencia, acompañando al balón redondo. Aun escuecen meses pasados, pero los líquidos hidratan el cuerpo de la batalla, elevando la moral de las tropas, que ansían recuperar el trono cedido temporalmente. No es tarea fácil, y el rival está crecido.
No asustarse. La historia no se escribe, se hace, del siraku a la lager, pasando por la reina de la cosecha. Seguirá habiendo buena Ale y buena Lager que continúe guiando Galizalbión y la Anglogalician Cup a la excelencia. Se mantiene el espíritu. Se agranda. La corrosiva velocidad del tiempo solo perfila nuestra voracidad. Y en ella reside nuestro alimento. La cerveza, nai e señora.
Disfruten el verano y beban en consecuencia!
Salud!