Hubo una vez, allá por el tiempo sin tiempo, un rey de Galiza que tenía nueve hijas. Todas loquearon una noche de esmorga y mataron a casi todo bicho viviente. Su regio padre, perplejo ante el espejo, no entendía como había podido engendrar a tal milicia del abismo, pero como no quería matar a quienes eran de su propia leche y sangre, las condenó al destierro. Las llevó al norte de su Norte, las embarcó en una dorna, y las empujó mar afuera, a la deriva.
Los vientos y las corrientes jugaron su papel, y encallaron en una isla envuelta en niebla, en el límite del mundo conocido. Como no tenía nombre, la mayor de las asesinas le puso en suyo: Albina.
Al cabo de un par de meses en la ínsula, tuvieron que aceptar su nueva realidad. No había hombres, sólo bestias con cuernos, trolls, endriagos y tiburientes.
Las nueve fornicaron incansables con aquellas criaturas y parieron una estirpe de gigantes y demonios, que a su vez follaron con sus madres y crearon más de su género. Este linaje se extendió por todas las brumas de la isla. No había gobierno ni leyes. Tampoco tenían forma de medir el tiempo pero sabían elaborar cerveza.
Tras siglos de anarquía, fueron derrocados por Porco Bravo.
Porco, el primero de su tribu, nació en Berobreo, Marcas Boniatas. Se sabe que tuvo que huir de aquellas tierras después de matar, se dice que accidentalmente, a tres ciervos orientales. Convertido en líder de una gavilla de patibularios, no se sabe nada de sus andanzas, hasta el momento que roba un drakkar en los Puertos Grises y zarpa a la aventura.
Corrientes y vientos vuelven a intervenir. Porco Bravo y su patulea desembarcan en Albina. Los gigantes y demonios sacan su vena hooligan y acuden a la playa a hostiarlos. Los acaudilla Gogmagog. La cosa está muy igualada, pero al final, una flecha en un ojo del líder local inclina la balanza.
Lo miren como lo miren, todo empieza con una carnicería. Porco Bravo reparte tierras entre sus hombres, rapta sabinas y brigantas, y funda Nueva Bon en el lugar que hoy ocupa Sheffield.
Dos centurias después llegaron los romanos, ¿Qué han hecho los romanos por nosotros? Respetaron el emblema del jabalí en sus legiones, pero impusieron conducir por la izquierda.
Damos otro salto en los albos acantilados. Los romanos se baten en retirada. Pictos y otras razas salvajes, vástagos de los Porcos Bravos originales, campan a sus anchas por toda la isla ensangrentada. Ahora responde al nombre de Inglaterra, que tiene más gancho, pompa y circunstancia.
Y en esos tiempos de caos y hecatombes, apareció Arturo, el oso, descendiente directo de Porco Bravo, casado con cuatro mujeres nominadas Ginebra, que unificó el Reino el Poder y la Gloria desde su corte de Yardley Gobion, y cuya tumba está en los cimientos de Anfield, pero deben entender ustedes que no está muerto en realidad, sólo esperando que vuelva a llegar su hora para salvar Occidente otra vez, con ayuda de nuestros cuervos.
Sus hijos caen del cielo. Él observa desde el trono, a su alrededor se extienden acres y más acres de la verde Inglaterra; vuelan hacia el Oeste, las alas negras, unas miradas llenas de sangre y memoria.
Por debajo de cada historia, hay siempre otra historia.