Pasear y beber por Londres no es cosa menor, dicho de otra manera, es cosa mayor. Así que se impone desde hace un tiempo revisitar las arcaicas guías y recomendaciones que se hacen desde las páginas de este mainblog para aquellos que se acerquen a la gran Sodoma del espíritu anglogalicioso y pretendan disfrutar de la Gomorra de la cask ale, los pork pies y los sandwiches guarros con pepinillos.
Muchas cosas han cambiado desde que esas viejas crónicas fueron escritas, Dios ya no salva a la Reina si no al Rey, hay que echar mano del pasaporte para pisar la isla, y los viejos billetes del tamaño de sábanas han sido sustituidos por pequeños billetes plastificados. Toda una revolución que puede confundir a los torpes y aturullados visitantes que no son porcobravos, y que se animen a cruzar el charco anglogalicioso.
Para testear lo que sigue igual y lo que cambió en la capital del Imperio, hablamos con Nicholas Hawksmoor, viajero impenitente y arquitecto druídico, que llegó recientemente de una visita relámpago a la capital del Imperio más rápida que lo que tarda el Main en bajarse una pinta. Nos citamos en un pub de su elección. Acudimos a su encuentro y nos lo encontramos sentado a la barra, manteniendo una conversación con un interlocutor aparentemente ausente. Le interrumpimos, fija su mirada en su nueva compañía y nos concede audiencia. Empezamos por la galeguidade ó pau:
- Nicholas... ¿qué?
- Bueno, que te voy a contar, todo esto está muy bien, pero la fiesta nos la pueden quitar de los fuciños, como se suele decir.
- ¿De que me estás hablando, Nicholas?
-Ya sabes, hoy estás aquí, mañana allí,…, pero me estabas preguntando por Londres, ¿no? Pues eso, sigue igual pero distinto. El centro de Londres es un bloody parque de atracciones (ya lo era en realidad) para turistas, cada vez hay menos vida de gente normal en la calle, menos pequeños negocios, las franquicias y la gentrificación se lo comen todo, y en lo que a nosotros nos importa, las multinacionales de la cerveza se están comiendo a los free house pubs, ya se los han comido in fact, y la variedad de cervezas y cask ales distintas que puedes probar y descubrir es mucho menor que antes del Brexit, del virus chino y del fucking Charles III.
- ¿Es esto el Ragnarök del british beer style entonces? tampoco será todo tan apocalíptico, Nicholas.
- Los beerholes míticos siguen ahí y las breweries de toda la vida, Fuller's, Samuel Smith,… también, pero la impresión que te llevas es que se pierden cervezas y sitios a mayor velocidad del que surgen los nuevos, no hay cambio generacional, donde antes había un pub de Fuller's, por ejemplo el Old Bank of England, con su interior de madera tallada, sus tonos oscuros, sus parroquianos recien salidos de las oficinas de la City… se ha convertido en un pub de moda, con acabados en inox, clientes con pinta de instagramers y cerveza de, oh sorpresa, Asahi. Ahora pedir una pinta de bitter de cask se ha convertido en una rareza, un modo de resistencia.
- Pero las catedrales del porcobravismo siguen ahí, ¿no?, las has vistado, supongo…
- Por supuesto, cada viaje es una peregrinación y hay que rendir visita a los lugares de poder para recargar energias y llenar los chakras de cerveza templada y olor a meados. Llegué a Londres por Liverpool Street Station y la primera estación del Via Crucis fue el Princess Louise, el mejor sitio para reconciliarse con la city y el british style: madera, moqueta, reservados, urinario en el sotano y toda la Samuel Smith que puedas imaginar…, la primera en la frente, y a partir de ahí la búsqueda de los lugares ya conocidos, donde fuimos felices con una pìnta en la mano y un puñado de parroquianos locals borrachos compartiendo nuestro alcoholismo. The Ship Tavern, Cittie of Yorke, los “oldies”: Ye Olde Mitre, Ye Olde Cheshire Cheese (si por alguna extraña y siniestra razón sólo puedes ir a un único pub en Londres, que sea este), Ye Olde Cock Tavern, y creo recordar que ese día acabamos en The Coal Hole.
- Ni tan mal entonces, ya me esperaba una relación de Costas, Nero's, Burguer Kings, Mc Donalds, Nandos y Pret a Mangers…
- Siempre hay que tener a tu interlocutor en vilo, ponerle en lo peor y después ir abriendo un hueco a la esperanza, que las cosas vayan mejorando hasta el culmen final, el camino del héroe, desde la caída hasta la redención, es de primero de Oratoria, que yo me eduqué con los clásicos.
- Continúa pues, oh Demóstenes de la Anglogalician, el relato épico de tu viaje por los rincones oscuros de la capital británica. ¿Donde os alojasteis? ¿Centro? O un poco alejados, ¿Camdem,Hyde Park, Victoria Station,...?
- Los precios de alojamiento se han vuelto mas imposibles aún, pero por una casualidad del destino, encontramos un chollazo cerca de Covent Garden, así que allí nos dirigimos. Era en la zona que ahora se llama “The Seven Dials”, 7 calles que convergen en una pequeña plaza circular y que es el centro del hipsterismo londinense actual, un barrio en el que podrías vomitar arcoíris, no apto para rudos estibadores, de ahí el pesimismo de mi introducción. Pero nos permitía estar cerca de muchos pubs míticos sin estar en el subway metidos todo el día. Por ejemplo estábamos a 20 yardas de The Cross Keys, que visitamos esos dias con regularidad, todo un escondrijo de normalidad en medio de ese entorno surreal que es el centro de Londres, y al lado del mejor sitio de fish&chips de Londres: The Rock&Sole Plaice, donde puedes elegir hasta 4 tipos do peixe do bó para tu ración.
Bueno, pues teníamos también a tiro de piedra mi favorito de la ciudad, The Lamb&the Flag, y a The Harp y a The Coach&Horses, not bad tampoco.
- Esto va mejorando. Siga, siga, go on, please.
- Ya puestos te contaré que también vistamos la orilla sur del Támesis. Cruzamos el London Bridge muy temprano en el día y nos dirigimos al Borough Market antes de que fuera asediado por los turistas. Ya lo sé, nosotros también somos turistas, pero nosotros somos los buenos y ellos los malos, como siempre, y de ahí no me bajo. Después de la pertinente visita al mercado continuamos con la obligada visita a The Market Porter, y luego visitamos a unas pocas yardas de distancia The George Inn, descubrimiento de este viaje para mi, un precioso pub situado en unas antiguas cuadras, con 2 pisos y un increible beer garden central. Después nos dirigimos a la beer mile.
-¿Beer mile? ¿Eso que es? No figura en la sagrada lista-de-lugares-que-visitar-en-londres del porcobravismo...
- Aquí entramos en el territorio del frikismo cervecero. Una vez que estás en el South Bank, tiras hacia el sureste siguiendo las vías del tren y llegas a una zona donde las vias van elevadas sobre un viaducto de ladrillo, debajo del cual siempre se han ubicado pequeñas industrias y almacenes. Ahora es el epicentro de las nuevas cervecerias londinenses, alguna tienen allí sus fábricas y otras, las mas grandes y exitosas, taprooms, sitios donde vender su cerveza directamente al consumidor. Sobre 15 breweries se pueden visitar allí a día de hoy. Desde algunas recien creadas (Mash Paddel Brewery, Southbank Brewery Co.) a otras ya consolidadas y conocidas como The Kernel, Gipsy Hill, Anspach&Hobday, Moor, Bianca Road, London Barrel Project…
Entiendo que el porcobravismo se nutre de tradiciones y de cervezas tradicionales, pero como he dicho antes, tiene que llegar el relevo de lo que se está muriendo y estas new breweries lo son, también hay que señalar que además de las consabidas cervezas “modernas” ipas, sours, dipas, neipas, shitpas y similares, estas breweries siguen cultivando las bitters, porters, stouts, pale ales, etc, y por supuesto siguen produciendo en cask, así que la continuidad de la cerveza inglesa tradicional ale está garantizada.
Una vez recorrida la milla verde cervecera, lo mejor es dirgirse al norte, volver a la orilla del Támesis y reencontrarse con la historia con el trío de ases de pubs ribereños por antonomasia: The Angel, The Mayflower y, cruzando el río en metro, The Prospect of Whitby. Sólo tengo que decir que yo en la terraza del Mayflower, con una pinta en la mano y contemplando la ciudad desde el dulce río soy feliz, en pocos sitios de esta manera.
Para acabar el día, y mientras las sombras se van adueñando de la ciudad, volviendo de vuelta a nuestra guarida, paramos en The Porterhouse, pub sucursal de la cervecera dublinense de su mismo nombre. Es una mezcla de pub paddy, sala de conciertos y club. Tres pisos de distintos ambientes y conciertos en vivo todos los días. El final perfecto para los que se recogen pronto para dormir y el sitio perfecto para empalmar con el ambiente nocturno para los que trasnochan y se lanzan a la London by night. Pero eso es otra historia que merece otra conversación más sicalíptica.
Toda la razón, Nicholas, eso merece otro interrogatorio y otra entrada, pero ni la haré yo ni lo responderás tú. Y con esto te dejamos a solas en la barra de The Crazy Bird, distante a un puñado de sacrificios humanos de tu obra más polémica, con tu pinta en la mano, mientras sigues hablando solo como si alguien te hiciera caso en el ocaso de una tradición de beber que fue modo de vida.
Y ahora, justo ahora, vuelves a ser un niño, mendigando para siempre en el umbral de la eternidad.