Un rito es la repetición de un fragmento del tiempo originario.
Hace 10 años, en algún punto del Atlántico Anglo-Galego.
Dioses fugitivos y una bestezuela que alimentar.
Feroces centauros conceptuales con patas de futbolistas y cabezas de música
Un partido que llega a ser hierofánico
Aprendamos de memoria as cancións dos mariñeiros, inventemos as cancións que eles non cantan.
Y el tiempo originario sirve de modelo a todos los tiempos.
10 años después. En una esquina del mar verdemoco
Dos lustros igual a un Décimo chorromoco.
La Bestia se masturba. Ahora ya es grande de cojones.
Y 13 partidos después hace recuento.
Ni un solo puto empate. Ni uno solo
Hubo sueños, sincronocidades, asociaciones de ideas, psicogeografías
Y de tres penaltis lanzados, nacen tres goles. Una cratafonía.
Pero aún no han empatado con nadie
La Bestia suma, caga, se rasca, y entonces, pergeña.
Los equipos de antaño, son ahora organizaciones. Con grietas y topos.
Non saberemos xogar realmente mentres non aprendamos a xogar na oscuridade
Así empieza esta Crónica. Con la Gran Carcajada de la Bestia.
Aún no hemos visto a los que nos beben.
La otra crónica, la escrita según el tradicional método galeguidade ao pao, informa:
Chutaría y la pelota daría un par de botes ridículos sobre el césped. Entonces el pequeño exclamaría en tono lastimero “¿Es que aquí no hay nadie capaz de jugar al fútbol?”
La considerada Pandilla Basura del porcobravismo feniano subió al Norte con esa lucidez dentro del vacío que conlleva un combate ya perdido. Dados por muertos por crítica y público, la única duda era cuántos les iban a caer. Y con ese toque de pífano que acompaña el ascenso al cadalso, los porcos bravos trotaron al campo de Crookes Road como víctimas propiciatorias por los 10 años del Chorromoco.
Pero la Anglogalician Cup es hija de la retranca galega y del humor británico más genuino. Siempre que das algo por supuesto en este pandemonio, te mete una hostia de ironía e inteligencia que te deja párvulo.
Y la mañana del 2 de Abril de 2017 volvió a demostrarlo: todo lo que sabemos es que no sabemos nada.
El partido en sí se planteó como un homenaje literario. Los porcos se movieron entre el ¡que inventen ellos! y el Schlechte zeit für. Entre medias, patadón a Keighley, a Littleborough o a Colne. Que se note que el Reino de Elmet fue celta. Y si nos sale de los huevos, pinchamos el balón.
Los stags estuvieron más en la línea Bruce Chatwin se va de pintas con Alan Sillitoe.
Y así transcurrió una atroz primera parte para los poetas del fútbol y demás fauna sospechosa.
Un equipo se negó a jugar. El otro, no supo.
Empuje inglés, inteligencia táctica galega.
En medio de tanta devastación, un gol inglés y dos penaltis parados por Barrilete, el verdadero héroe del partido.
A destacar la presencia de los estepicursores.
El uniforme hace la fuerza.
La profesionalidad de Zipi y Zape en la retaguardia.
El descomunal trabajo en la media de Marcos, Neira y Josúe.
El silbato de Mr Henfleet.
El descanso es tiempo de interrogantes y what if. A los ingleses se les nota sorprendidos por la resistencia castrexa de los gallegos. A los porcos bravos, por la roma propuesta del enemigo. Los unos rebajan expectativas, los otros atisban la machada al final del túnel. Se habla, se arenga, se saca la calculadora. El Ser y el Tiempo, como es habitual en las trincheras en tiempos de tregua.
La segunda parte empieza con un espejismo. Los porcos tienen el balón por primera y última vez en el partido. Hilvanan tres jugadas, rondan el empate. El fuelle no dura ni 10 minutos. Y vuelta al catenaccio con acento galego. Reparto coral.
Los stags se encuentran cómodos. Van ganando y el rival parece conformarse con una derrota por la mínima. No necesitan arriesgar y no lo hacen. Son más jóvenes y están en mejor forma. El tiempo corre, ya que la mayoría los jugadores no lo hacen. Martín, Fran y Sergio están acabados. Blondo y River, a su nivel. Se sostiene el porcobravismo en esta vacuidad por la labor infatigable del medio campo, el oficio de Fer y Fontaiña y un inmenso Santi. Parece que ambos equipos firman el 1 a 0 y para casa. Entonces, a falta de cinco minutos, se desata la tormenta. El Main, a falta de juego, decide justificar su presencia en el campo y manda a la Manada a morir en el área rival. Acoso y derribo a base de patadón p'arriba e ir al choque. La táctica da sus frutos en el descuento del descuento. Marcos es derribado a un metro de la portería inglesa y el ecuánime colegiado pita la pena máxima. Fernando, que se puede olvidar de todo menos de jugar al fútbol, hace un Panenka y empata la XIV. Se viven unos momentos salvajes de alegría y decepción nunca vistos en la Anglogalician.
Toca negociar. Nunca nos habíamos visto enfrente de un empate. ¿Se comparte el trofeo? ¿se aplica el valor doble de gol fuera de casa? ¿retiene título el vigente campeón? ¿penaltis, penaltis, penaltis?
El suspense dura poco. Hay que alimentar a la Bestia. El partido se va a la tanda de penaltis. No más Caridad, no más compartir el Escudo.
La corriente pronuncia un oráculo sobre lo que no tiene fin. En teoría los gallegos llegan más fuertes anímicamente al último lance. Y los ingleses deben acusar el golpe moral. Pero la terminología seudocrítica de los niputas no sirve ni para limpiar el culo. Y es que uno de los grandes defectos de la mayoría de los porcos bravos es su endeblez mental ante los retos inesperados. Creyeron que con la igualada habían cumplido, que ya estaba, y se tomaron el desenlace añadido del partido como un trámite burocrático, o lo que es peor, como una victoria moral.
Lo que pasó en la mal llamada lotería de los penaltis es Historia conocida. Los ingleses fallaron 3. Los Porcos Bravos 4.
Un decisivo Dave Moxon detuvo tres lanzamientos.
Barrilete dos. Para un total de 4 paradas a 7 lanzamientos. Y aún y así, su equipo perdió. Hay que joderse.
Los Stags celebraron el título por todo lo grande. Fiesta Jolgorio con fundamento. Como debe hacerse cuando se gana el Trofeo Futbolístico más prestigioso del mundo.
En fin. Un partido con todas sus luces y sombras. Un partido de los que justifican la existencia de la Anglogalician Cup. En 2018 honraremos a la Bestia dos veces. Pero serán otras historias, otras voces, otros ámbitos.
Si algo logré, si alguna llama arde, que tuyo sea el Honor.
Hace 10 años, en algún punto del Atlántico Anglo-Galego.
Dioses fugitivos y una bestezuela que alimentar.
Feroces centauros conceptuales con patas de futbolistas y cabezas de música
Un partido que llega a ser hierofánico
Aprendamos de memoria as cancións dos mariñeiros, inventemos as cancións que eles non cantan.
Y el tiempo originario sirve de modelo a todos los tiempos.
Ron Greenwood Vintage |
10 años después. En una esquina del mar verdemoco
Dos lustros igual a un Décimo chorromoco.
La Bestia se masturba. Ahora ya es grande de cojones.
Y 13 partidos después hace recuento.
Ni un solo puto empate. Ni uno solo
Hubo sueños, sincronocidades, asociaciones de ideas, psicogeografías
Y de tres penaltis lanzados, nacen tres goles. Una cratafonía.
Pero aún no han empatado con nadie
La Bestia suma, caga, se rasca, y entonces, pergeña.
Los equipos de antaño, son ahora organizaciones. Con grietas y topos.
Non saberemos xogar realmente mentres non aprendamos a xogar na oscuridade
Así empieza esta Crónica. Con la Gran Carcajada de la Bestia.
Aún no hemos visto a los que nos beben.
La otra crónica, la escrita según el tradicional método galeguidade ao pao, informa:
Sheffield Stags 1 - Porcos Bravos 1
(Stags win 2-1 on penalties)
The Sheffield Stags: Dave Moxon(Gk); Andy Marriott; Lee Gordon; Mark Hayman; Ste Hambling (1); Steve Boyle; Rob Southwell; Andrew Phelan; Ollie Rae; Fenners; Thomo (1 p); Sniper (1 p); Colin Whaley; Rob Walker.
Os Porcos Bravos: Santi Barrilete (Gk); Marcos; Josué; Frank; Martín; Del Río; Fontaiña; Fer (1); Manu Blondo; Neira (1p); Serge.
Venue: Crookes Road, Sheffield, donde la piedras gritan y los horizontes sufren. Más patatal que nunca. Las porterías son híbridos entre las de hockey hierba y las de fútbol sala. Retengan este dato, importa.
Attendance: 80 privilegiados en un escenario para la actuación del cielo, donde cualquier público es accidental. Afición elegante, entendida y parcial.
Uniformes: Os porcos bravos reinciden en su criticada camiseta negra de Amura con ribetes morados. Los stags repiten con la camiseta retro Mundial 1982 de la selección inglesa. Entiendo al irlandés.
Primer empate en la Historia de la competición, y tuvo que ser en la edición del Décimo Aniversario. Por cierto, no hubo boato, ni pompa, ni circunstancia para celebrar tan señalada efeméride. No hubiesen sobrado otras cajas de sombreros, cilindros y un surtido de tirabuzones de Sheffield.
Volvieron las cervezas a su cauce después de las tensiones y malentendidos de la XIII. Reinó el buen rollo y la cordialidad, como había sido la tónica habitual una docena de veces.
El Laurence Bowles al mejor jugador porcobravo es para Fernando. Tercer jugador de la Manada que repite galardón.
El Derek Dooley's Left Leg al mejor jugador inglés, es por segunda vez para Sniper, felizmente recuperado para el chorromoco.
Arbitró George Cyril Wellbeloved, que erraba por las gándaras, pero no lo hizo tan mal. Acertó en la jugada decisiva.
El Dato: Se lanzaron 13 penaltis y solo se marcaron 4. Uno de los porcentajes más calamitosos de todos los tiempos.
Debutó Neira con os porcos bravos. Un soplo de aire fresco.
Vuelve la igualdad. Siete a siete. Con la particularidad que 8 ediciones han tenido lugar en Inglaterra, por 6 en Galiza.
1-0 Ste Hambling
1-1 Fer de penalty
En la tanda de penaltis marcaron Thomo y Sniper para los stags. Tanto apelar a la Vieja Guardia galega para que venga la inglesa y les gane el partido. Por los Porcos anotó Neira.
Fran, Martín, Fer y Sergio fallaron y, entran a pie en la leyenda negra de la Manada. Somos una tormenta bajo el cráneo de un sordo.
O Berce |
Chutaría y la pelota daría un par de botes ridículos sobre el césped. Entonces el pequeño exclamaría en tono lastimero “¿Es que aquí no hay nadie capaz de jugar al fútbol?”
La considerada Pandilla Basura del porcobravismo feniano subió al Norte con esa lucidez dentro del vacío que conlleva un combate ya perdido. Dados por muertos por crítica y público, la única duda era cuántos les iban a caer. Y con ese toque de pífano que acompaña el ascenso al cadalso, los porcos bravos trotaron al campo de Crookes Road como víctimas propiciatorias por los 10 años del Chorromoco.
Pero la Anglogalician Cup es hija de la retranca galega y del humor británico más genuino. Siempre que das algo por supuesto en este pandemonio, te mete una hostia de ironía e inteligencia que te deja párvulo.
Y la mañana del 2 de Abril de 2017 volvió a demostrarlo: todo lo que sabemos es que no sabemos nada.
El partido en sí se planteó como un homenaje literario. Los porcos se movieron entre el ¡que inventen ellos! y el Schlechte zeit für. Entre medias, patadón a Keighley, a Littleborough o a Colne. Que se note que el Reino de Elmet fue celta. Y si nos sale de los huevos, pinchamos el balón.
Los stags estuvieron más en la línea Bruce Chatwin se va de pintas con Alan Sillitoe.
Y así transcurrió una atroz primera parte para los poetas del fútbol y demás fauna sospechosa.
Un equipo se negó a jugar. El otro, no supo.
Empuje inglés, inteligencia táctica galega.
En medio de tanta devastación, un gol inglés y dos penaltis parados por Barrilete, el verdadero héroe del partido.
A destacar la presencia de los estepicursores.
El uniforme hace la fuerza.
La profesionalidad de Zipi y Zape en la retaguardia.
El descomunal trabajo en la media de Marcos, Neira y Josúe.
El silbato de Mr Henfleet.
El descanso es tiempo de interrogantes y what if. A los ingleses se les nota sorprendidos por la resistencia castrexa de los gallegos. A los porcos bravos, por la roma propuesta del enemigo. Los unos rebajan expectativas, los otros atisban la machada al final del túnel. Se habla, se arenga, se saca la calculadora. El Ser y el Tiempo, como es habitual en las trincheras en tiempos de tregua.
La segunda parte empieza con un espejismo. Los porcos tienen el balón por primera y última vez en el partido. Hilvanan tres jugadas, rondan el empate. El fuelle no dura ni 10 minutos. Y vuelta al catenaccio con acento galego. Reparto coral.
Los stags se encuentran cómodos. Van ganando y el rival parece conformarse con una derrota por la mínima. No necesitan arriesgar y no lo hacen. Son más jóvenes y están en mejor forma. El tiempo corre, ya que la mayoría los jugadores no lo hacen. Martín, Fran y Sergio están acabados. Blondo y River, a su nivel. Se sostiene el porcobravismo en esta vacuidad por la labor infatigable del medio campo, el oficio de Fer y Fontaiña y un inmenso Santi. Parece que ambos equipos firman el 1 a 0 y para casa. Entonces, a falta de cinco minutos, se desata la tormenta. El Main, a falta de juego, decide justificar su presencia en el campo y manda a la Manada a morir en el área rival. Acoso y derribo a base de patadón p'arriba e ir al choque. La táctica da sus frutos en el descuento del descuento. Marcos es derribado a un metro de la portería inglesa y el ecuánime colegiado pita la pena máxima. Fernando, que se puede olvidar de todo menos de jugar al fútbol, hace un Panenka y empata la XIV. Se viven unos momentos salvajes de alegría y decepción nunca vistos en la Anglogalician.
Toca negociar. Nunca nos habíamos visto enfrente de un empate. ¿Se comparte el trofeo? ¿se aplica el valor doble de gol fuera de casa? ¿retiene título el vigente campeón? ¿penaltis, penaltis, penaltis?
El suspense dura poco. Hay que alimentar a la Bestia. El partido se va a la tanda de penaltis. No más Caridad, no más compartir el Escudo.
La corriente pronuncia un oráculo sobre lo que no tiene fin. En teoría los gallegos llegan más fuertes anímicamente al último lance. Y los ingleses deben acusar el golpe moral. Pero la terminología seudocrítica de los niputas no sirve ni para limpiar el culo. Y es que uno de los grandes defectos de la mayoría de los porcos bravos es su endeblez mental ante los retos inesperados. Creyeron que con la igualada habían cumplido, que ya estaba, y se tomaron el desenlace añadido del partido como un trámite burocrático, o lo que es peor, como una victoria moral.
Lo que pasó en la mal llamada lotería de los penaltis es Historia conocida. Los ingleses fallaron 3. Los Porcos Bravos 4.
Un decisivo Dave Moxon detuvo tres lanzamientos.
Barrilete dos. Para un total de 4 paradas a 7 lanzamientos. Y aún y así, su equipo perdió. Hay que joderse.
Los Stags celebraron el título por todo lo grande. Fiesta Jolgorio con fundamento. Como debe hacerse cuando se gana el Trofeo Futbolístico más prestigioso del mundo.
En fin. Un partido con todas sus luces y sombras. Un partido de los que justifican la existencia de la Anglogalician Cup. En 2018 honraremos a la Bestia dos veces. Pero serán otras historias, otras voces, otros ámbitos.
Si algo logré, si alguna llama arde, que tuyo sea el Honor.