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Tan Irascible como el Oleaje y la Bruma. Una aproximación épica al Lesende Lege.




Aquí se otorga a la nostalgia la resonancia de un mito.

Ante ellos se extiende el océano Atlántico. No hace frío pero todo está inmerso en un gris profundo y suave.

Ahora los porcos bravos son de nuevo convocados a luchar y beber, y es tan alto el destino de los porcos bravos en la lucha por la XI que “quien muera en ella muere mil veces”.

No exagera. Cuando se tañe el toque a rebato, el paradigma feniano del porcobravismo rampante es el único capaz de encauzar lo que el sentimiento proclama:

Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los stags...

Es la oportunidad para la Manada de cerrar un ciclo. De culminar una remontada.
En casa. Delante de los nuestros.
Es una epifanía momentánea, un fogonazo hacia lo jugado desde 2007 que sólo dura un instante porque basta con eso para darle un sentido a toda la competición, un verdadero aturuxo colectivo sin voces discordantes.

Un marinero vasco que frecuentaba las tascas de Port Drake salmodió la saloma que no lo era:

me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie

Se debe ampliar a otros campos, otros ámbitos.

Aquí otorgan a la nostalgia la resonancia de un mito. Te quieren engañar diciendo que los buenos tiempos no volverán. Si es que alguna vez los hubo. No cuenten con nosotros para perpetuar este chorromoco de resignación, estos cuentos de la abulia. No se equivoquen. Sabemos de dónde venimos, honramos nuestras tradiciones, exhibimos nuestras raíces. Entonces, avezados, avanzamos. Mientras pagamos peaje al redoble de tambor

¿Qué haremos cuando juguemos la XI?
– Prepararnos para la siguiente. Y para la siguiente de la siguiente.

Encontré esta mandíbula a orillas de nuestro mar. No sólo hablaba de fútbol.

Tales son los logros del Atlántico.