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La Penúltima Carga De La Vieja Guardia. Hasta Que Amaine La Tormenta



Vosotros, veteranos porcos bravos, almas que habéis trabajado y sufrido y bebido junto a vuestros camaradas en Inglaterra, y que siempre tuvisteis una alegre bienvenida tanto para los truenos como para el día despejado, recibiéndolos con corazones libres e inteligencias despiertas, vosotros y yo hemos envejecido. La decadencia tiene todavía su honra y su trabajo. La muerte del físico lo acaba todo menos el talento: pero algo antes del fin, alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse, no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses. Las estrellas comienzan a brillar sobre las rocas: el largo día avanza hacia su ocaso; la lenta luna asciende; los hondos lamentos son ya de muchas voces. Venid, porcos bravos a Sheffield. No es demasiado tarde para buscar una victoria nueva en un mundo viejo. ¡Qué fastidio es detenerse, terminar, oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio! Como si presentarse en un campo extranjero justificase esta edición. Una edición sobre otra sin honor, sería del todo insuficiente, y de la Vieja Guardia nos quedan pocos. Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan; es posible que venga el hombre del saco; es posible que las memorias de 10 años no nos rediman; es muy posible la carnicería. Pero a pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho; y, a pesar de que no tenemos ahora el vigor que antaño movía la tierra y los cielos de la Anglogalician, lo que somos, somos: un espíritu galaico de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero con una voluntad decidida a combatir y no ceder por muy jodidas que se pongan las cosas.

Que nuestra respuesta sea: Merde!
Que nuestra actitud sea la adecuada